La envidia, una blasfemia contra el Espíritu Santo
“Está poseído por Belzebul y expulsa a los demonios por el poder del Príncipe de los Demonios”... Lo propio de los tipos pervertidos y tocados por el soplo de la envida es cerrar por todos los medios los ojos a los méritos de los demás, y, cuando vencidos por la evidencia ya no pueden hacerlo, desprecian o tergiversan las actitudes de los demás. Por esto, cuando la multitud se queda maravillada y exultante de devoción a la vista de los prodigios de Cristo, los fariseos y escribas cierran los ojos a la verdad, rebajan lo que es grande, tergiversan lo que es bueno. En una circunstancia, por ejemplo, haciéndose los ignorantes, dicen al autor de tantos prodigios: “¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti?” (Jn 6,30) Aquí, no pudiendo negar el hecho, lo desprecian malévolamente, reclamando un signo del cielo, como si el signo que acaban de ver no fuera celestial. Y tergiversándolo dicen: “Por el príncipe de los demonios expulsa a los demonios.”
Aquí, amados míos, radica la blasfemia contra el Espíritu Santo, blasfemia que ata a los que una vez han sido seducidos por ella con cadenas de culpabilidad eterna. No se le niega al penitente el perdón de todo si produce frutos de penitencia. (Lc 3,8) Pero, aplastado bajo un peso de malicia, no tiene fuerza de aspirar a esta penitencia que le llama al perdón. Según un inescrutable y justo juicio de Dios, aquel que percibiendo con evidencia en su hermano la gracia de la operación del Espíritu Santo, no pudiéndola negar y, animado por la envidia no teme de tergiversar los hechos y calumniar y atribuir a espíritu maligno lo que sabe perfectamente que viene del Espíritu Santo contra quien atenta, así ofuscado, ciego por su propia malicia, ya no puede querer la penitencia que le obtendría el perdón. ¿Qué hay de más grave que atreverse, por envidia de un hermano que debemos amar como a nosotros mismos, blasfemar de la bondad de Dios que debemos amar más que a nosotros mismos e insultar la majestad de Dios desacreditando a un hermano?
Isaac de Stella (¿-c. 1171)
monje cisterciense
Sermón 39, 2-6; SC 207
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