domingo, 30 de abril de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA


El portero del cielo

[Santa Catalina escuchó a Dios decirle:] Nadie puede entrar en la vida eterna si no es obediente. Sin la obediencia, queda afuera. La obediencia es la llave con la que fue abierta la puerta cerrada por la desobediencia de Adán.

Impulsado por mi infinita bondad, no acepté el hecho que el hombre que yo tanto amaba no volviera a mí, su fin último. Tomé la llave de la obediencia y la puse en manos del manso Verbo de amor, mi Verdad, que establecí portero del cielo. Él abre la puerta. Nadie tiene acceso sin esa llave y ese portero. Lo enseña en su Evangelio cuando dice que nadie puede ir a él si no es por mí, su Padre (cf. Jn 14,6). Cuando deja la sociedad de los hombres para retornar cerca de mí subiendo al cielo, le deja la preciosa llave de la obediencia. (…)

Ya te lo había dicho, esta llave abre el cielo y la ha confiado a las manos de su vicario. El vicario la da a cada uno de ustedes en el bautismo, cuando se comprometen a renunciar al demonio, al mundo, a sus pompas y placeres. Por esta promesa de sumisión cada uno recibe la llave de la obediencia, cada uno la posee para su uso propio. Es la misma llave que la llave de mi Verbo. El hombre, para abrir con esta llave la puerta del cielo se debe dejar conducir por la luz de la fe y la mano del amor. Si no, jamás entrará, aunque mi Verbo ya haya abierto la puerta.

Los he creado sin ustedes, pero no los salvaré sin ustedes. Tienen que llevar en la mano esta llave. No tienen que quedarse sentados, tienen que caminar. ¡Adelante! ¡Por el camino abierto por mi Verdad! ¡De pié!


Santa Catalina de Siena (1347-1380)
terciaria dominica, doctora de la Iglesia, copatrona de Europa
De la obediencia, 1-2, Diálogos (Le dialogue, II, Téqui, 1976), trad.sc©evangelizo.org

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 10,1-10


Evangelio según San Juan 10,1-10
Jesús dijo a los fariseos: "Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino por otro lado, es un ladrón y un asaltante.

El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas.

El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. El llama a cada una por su nombre y las hace salir.

Cuando las ha sacado a todas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz.

Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz".

Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir.

Entonces Jesús prosiguió: "Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas.

Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado.

Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento.

El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia."


RESONAR DE LA PALABRA


PUERTA Y PASTOR. PASTORES Y OVEJAS

Hablar de «rebaños», y de «ovejas» y de «corderos» para referirse hoy a las personas o grupos suele provocar malestar y rechazo, en general. En la sociedad civil, no se usa este lenguaje. Y entre los creyentes... pues quizá por la costumbre, por la tradición bíblica, y por los esfuerzos que hacemos para comprender su significado... seguimos usándolo... pero realmente... no es una terminología que nos agrade gran cosa. Y algunos, abiertamente, lo dicen: ¡Nada de ovejas, ni de borregos, ni de rebaños manejados por los «pastores»...!

En los últimos tiempos nos hemos ido acostumbrando a ser protagonistas y responsables, y en muchísimos ámbitos (no en todos) procuramos elegir a quienes nos han de guiar o representar o hacerse cargo de responsabilidades. Y además les exigimos que sean coherentes, honestos, éticos, que cumplan sus programas y compromisos, que sepan dialogar y negociar para bien de la mayoría...

Hoy más que nunca nos rebelamos contra todos los que manipulan a las personas o intentan aprovecharse de ellas, o engañarlas o anteponer oscuros intereses. Y nunca como ahora hemos estado más controlados y espiados por todo tipo de tecnologías. Nos vamos enternado que grandes cadenas de televisión, periodistas y locutores, programas de radio y televisión, prensa, políticos de todos los colores... inventan y difunden bulos, manipulan datos, seleccionan las noticias que les interesan...

Por una parte nos irrita y enfada que quien sea intente imponernos su forma de pensar, o de hacer, o nos mientan, o nos escondan la realidad... Pero por otra... parece que no pocos renuncian a pensar por sí mismos, a ser críticos, a contrastar informaciones y prefieren ser «la voz de su amo» (un político, una emisora, un periódico, el grupo de amigos, etc)... En general, nos angustia la masificación y nos repele el borreguismo y la mentira.

Sin embargo, el rebaño es un símbolo usado con frecuencia por la Escritura para referirse al pueblo de Dios, que anda como «ovejas sin pastor», o incluso sometido a malos pastores. Y que reserva la imagen de «Buen Pastor» para referirse exclusivamente a Dios.

Lo que nunca hace la Biblia al usar este lenguaje, estas comparaciones, es proponer nada que pudiera sonar a borreguismo, docilidad pasiva, manipulación, dependencia, absolutización de la autoridad de los Jefes, o renunciar a la propia libertad. Y nada de esto aparece en el discurso del Buen Pastor, del que hoy hemos leído un fragmento. Más bien en él se recalca la libertad de los ovejas que siguen a uno y huyen de otros, según reconozcan o no su voz; que no hacen caso a ladrones y bandidos que pretenden entrar no por la puerta, sino por cualquier otro lugar con intenciones de dañar al rebaño.

Jesús señala la diferencia entre el Buen Pastor y el contratado, entre el buen líder que está al servicio de la comunidad, del grupo, y el que sólo busca su propio beneficio. El contexto en el que Jesús pronuncia estas palabras es polémico. En la fiesta de la Dedicación del Templo, está contraponiendo la puerta de entrada al Templo (es decir, el acceso y la comunión con Dios) con él mismo, que es la Puerta de las ovejas = único medio de acceder y entrar en comunión con Dios. Y a la vez se presenta como el Buen Pastor cuyo signo distintivo es que da la vida por las ovejas, creando una unidad y comunión con ellas, como la que él mismo tiene con el Padre que le ha enviado. Los demás pastores no son así y ya no valen para el nuevo culto y la nueva relación con Dios que él nos trae.

Los cristianos deseamos que los Pastores que están al frente de la Iglesia sean auténticos «testigos del Evangelio», empeñados en servir, en crear comunión (que para nada se confunde con uniformar), que escuchen mucho los sufrimientos y esperanzas del pueblo de Dios, que acompañen y caminen delante abriendo camino, que se manchen con el barro y las zarzas entre las que andan casi siempre las ovejas. Que cuenten realmente con los laicos, no como simples «ayudantes» que están por debajo, sino «sinodalmente», caminando todos juntos sin sentirse «dueños» del rebaño.

El Buen Pastor es exclusivamente Jesús, y nadie puede pretender asumir o atribuirse su representación, su autoridad o cualquier otro aspecto. Jesús mismo dijo: «entre vosotros, todos hermanos», a nadie llaméis «señor, ni maestro, ni director, ni padre....»... porque todo eso le corresponde a Dios. El que quiera ser primero que sea servidor.

Todos necesitamos aprender mucho del Buen Pastor: padres, sindicalistas, políticos, empresarios, educadores, agentes de pastoral... Pero no para tener éxito o sumar votos o clientes, sino para «servir»:

Por ejemplo:

1) Conoce a los suyos. Eso significa dedicar tiempo, estar cerca, prestar atención, poner interés huyendo de rutinas, expresar afecto, cambiar lo que sea necesario para una mejor y mayor comunión...
2) Los «defiende» pero no en plan paternalista, sino haciendo causa común con ellos, poniéndose a su lado, arriesgándose con ellos, «oliendo a oveja» como repite el Papa Francisco. Particularmente a los más indefensos y vulnerables. Y se atreve a reprochar y defender la verdad, como hace Pedro en la 1 lectura, caiga quien caiga, aunque caiga él mismo. Camina con ellos, y con ellos pasa frío y calor, amenazas e incomodidades, cansancio y escasez (preguntadle a San Pablo que de esto tiene mucho que contarnos)...
3) «Da la vida» por todos; es decir, no se deja comprar por nadie ni está especialmente pendiente de quienes mejor le pueden corresponder, obedecer, pagar sus servicios. «Dar la vida» son palabras mayores. Se refiere no sólo a la cruz, sino también a la vida que hay en él: a la vida del Espíritu, a su experiencia profunda de Dios, a las fuentes donde él bebe y que le ayudan a ser feliz y a vivir de un determinado modo.

4) «Reúne» en la unidad (capacidad de dialogar con los distintos) a los que están dispersos, los atrae, los reconcilia, facilita que sepan estar juntos, crea conciencia de fraternidad; es decir, lucha contra el individualismo, las divisiones y marginaciones sean del tipo que sean: todos tienen un sitio en el rebaño, un sitio especial, distinto...
5) No recluye a los suyos (una iglesia en salida). No los aísla de los demás, ni está todo el tiempo pendiente de los de siempre, de los que ya están. Procura no estar siempre en medio; delega, confía, sabe retirarse... Incluso deja a las «99 ovejas» en el redil, para irse a buscar una sola que anda perdida. Y es que «el buen líder es aquel que se hace progresivamente innecesario» (Thomas Carruthers).

Podríamos también reflexionar sobre la «buena oveja», pero lo dejamos para otra ocasión.

A pesar de todas las dudas e incertidumbres, de todas las cañadas oscuras, el creyente va experimentando a Dios como alguien que sostiene, acompaña, protege y defiende su vida, incluso en los peores momentos. Alguien que nos da fuerzas para comenzar siempre de nuevo, alguien que alimenta en nosotros una esperanza indestructible cuando la vida parece apagarse para siempre; «yo doy la vida para que tengan vida y la tengan en abundancia». A menudo lo hará a través de «buenos pastores» -¡que los hay!-, incluso pastores de otros «rediles».

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

sábado, 29 de abril de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

“Tú tienes palabras de vida eterna”

La Sagrada Escritura contiene la palabra de Dios, y en cuanto inspirada es realmente palabra de Dios; por eso la Escritura debe ser el alma de la teología. El ministerio de la palabra, que incluye la predicación pastoral, la catequesis, toda la instrucción cristiana y en puesto privilegiado la homilía, recibe de la Escritura alimento saludable y por ella da frutos. (...)

El Santo Sínodo recomienda insistentemente a todos los fieles, la lectura asidua de la Escritura para que adquieran “la ciencia suprema de Jesucristo” (Flp 3,8), pues “desconocer la Escritura es desconocer a Cristo (S. Jerónimo). Acudan de buena gana al texto mismo: en la liturgia, tan llena del lenguaje de Dios; en la lectura espiritual, o bien en otras instituciones o con otros medios que para dicho fin se organizan hoy por todas partes con aprobación o por iniciativa de los Pastores de la Iglesia. Recuerden que a la lectura de la Sagrada Escritura debe acompañar la oración para que se realice el diálogo de Dios con el hombre, pues “a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras” (S. Ambrosio). (...)

Que de este modo, por la lectura y estudio de los Libros sagrados, “se difunda y brille la palabra de Dios” (2Tes 3,1); que el tesoro de la revelación encomendado a la Iglesia vaya llenando los corazones de los hombres. Y como la vida de la Iglesia se desarrolla por la participación asidua del misterio eucarístico, así es de esperar que recibirá nuevo impulso de vida espiritual con la redoblada devoción a la palabra de Dios, “que dura para siempre” (Is 40,8; 1P 1,23).



Concilio Vaticano II
Constitución dogmática sobre la Divina Revelación (Dei Verbum), § 24-26

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 6,60-69


Evangelio según San Juan 6,60-69
Después de oírlo, muchos de sus discípulos decían: "¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?".

Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: "¿Esto los escandaliza?

¿Qué pasará, entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes?

El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida.

Pero hay entre ustedes algunos que no creen". En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.

Y agregó: "Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede".

Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo.

Jesús preguntó entonces a los Doce: "¿También ustedes quieren irse?".

Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna.

Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos y hermanas:

Hay una mujer sencilla, muy alejada en el tiempo, que pertenece al grupo de los que han recibido la revelación de Dios. Se llama Catalina de Siena. En un siglo en el que estamos viviendo la “revolución de la mujer”, necesitamos figuras que encarnen la manera femenina de seguir a Jesús. En Catalina se dan los rasgos que aparecen en la oración de Jesús:

Ella fue una mujer sencilla. No sabía leer ni escribir. No tuvo, por tanto, ninguna formación académica.

Ella fue una escogida por Dios. En los 33 años de su existencia, se dejó seducir por Jesucristo, hasta el punto de que, renunciando a cualquier otra relación, se desposó con él y recibió el don místico del desposorio espiritual.

Catalina representa un espíritu fuerte en tiempos muy convulsos para la sociedad y para la Iglesia. Su criterio evangélico ayudó a muchos, incluyendo dos Papas, a encontrar el verdadero camino. Fue como un faro en medio de la tormenta.

En el origen de esta actitud está su relación especial con Jesús y su vinculación a la dulce Madre, la Virgen María. Estas relaciones fuertes le permitieron abordar una vida de extraordinaria penitencia y, sobre todo, las múltiples persecuciones y calumnias de que fue objeto.

Cuando, contemplando a Catalina, dirigimos la mirada a nuestro tiempo, podemos hacernos una pregunta simple: ¿Cómo contribuir a encontrar el camino evangélico en tiempos tan complejos como los que nos ha tocado vivir? La respuesta es sencilla, aunque en absoluto fácil:

Viviendo relaciones fuertes con quienes pueden sostener una vida: Jesús y su Madre.

Aceptando “entregar la vida” para que otros puedan vivir. Esta entrega de la propia vida tiene que ver con la aceptación de muchas cosas que no nos gustan, pero que sirven para que los demás crezcan. Y, naturalmente, tiene que ver con la incomprensión, el desprecio y la prueba.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

viernes, 28 de abril de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

El prodigio del amor de Dios

Mis hermanos, si consideramos todo lo que ha hecho Dios -el cielo y la tierra, el buen orden que reina en este vasto universo- todo nos anuncia una potencia infinita que ha creado todo, una sabiduría admirable que gobierna todo, una bondad suprema que provee todo con la misma facilidad que si estuviera ocupada en un solo ser. Tantos prodigios sólo pueden llenarnos de asombro y admiración.

Si hablamos del sacramento adorable de la Eucaristía, podemos decir que es la evidencia del prodigio de amor que tiene Dios por nosotros. En ella prorrumpen su poder, gracia y bondad de forma extraordinaria. Podemos afirmar que verdaderamente es el pan bajado del cielo, pan de los ángeles, que nos es dado para alimento de nuestras almas. Este pan de los fuertes nos consuela y suaviza las penas. Es el “pan de los viajeros”, mis hermanos, la llave que nos abrió el cielo.

“El que me reciba tendrá la vida eterna, el que no me reciba, morirá. El que recurra a este banquete sagrado hará nacer en él una fuente que brotará hasta la vida eterna” (cf. Jn 6,53-54), dice el Salvador.


San Juan María Vianney (1786-1859)
presbítero, párroco de Ars
Sermón para la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo (Sermons de Saint Jean Baptiste Marie Vianney, Curé d'Ars, Ste Jeanne d'Arc, 1982), trad.sc©evangelizo.org

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 6,52-59


Evangelio según San Juan 6,52-59
Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?".

Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes.

El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.

Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida.

El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.

Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí.

Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente".

Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaún.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos y hermanas:

Si durante estos días las vidas de Esteban y de Felipe captaban nuestra atención, hoy lo son Saulo y Ananías. Saulo por su proceso de conversión y Ananías por su desprendida disponibilidad. La primera lectura sigue presentándonos aquella expansión inicial de la Iglesia: la persecución de los judíos, la acogida del Evangelio en otras tierras... hoy será Pablo quien comience su misión de «apóstol» y «profeta». La llamada del Señor en el camino tiene los rasgos típicos de la vocación de los profetas de la Primera Alianza. En el fondo, son las preguntas y planteamientos que cada uno nos hacemos de una u otra forma cuando nos ponemos en presencia del Dios que nos llama por el nombre a tomar parte en sus afanes. Tal como lo expresa el Salmo de hoy, se trata de ir a todo el mundo a anunciar el Evangelio, a proclamar que la misericordia del Señor es firme y su fidelidad, eterna.

Ananías puede ayudarnos a aceptar que tal llamada no se responde una vez sin más, sino que cotidianamente es preciso renovarla, porque «nueva» es siempre la Buena Noticia. Confiado en el Señor, es capaz de desprenderse de imágenes que parecían muy seguras, de impresiones difíciles de cambiar, para ayudar a quien más le necesitaba, como Saulo. También nosotros estamos invitados a quitar escamas de los ojos cegados por la estrechez y devolver la mejor mirada al «hermano».

Para responder a esta invitación precisaremos hacer de la eucaristía nuestra lógica de vida, como nos indica el Evangelio de hoy. Quien se alimenta de Él, come su carne y bebe su sangre, habita en Él sin miedo a que todo acabe en el fracaso. Esta forma de ser eucarística de ser bendecidos, de permitir que el Señor nos parta y nos entregue será la verdadera Vida que el mundo está anhelando cada día.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

jueves, 27 de abril de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

“Este pan vivo, que ha bajado del cielo; el que coma de él no morirá”

“Tenía hambre, estaba desnudo, estaba desamparado. A mí me lo hicisteis” (Mt 25,40). El Pan de vida y el hambriento, pero un solo amor: solamente Jesús. Su humildad es realmente maravillosa. Puedo comprender su majestuosidad, su grandeza, porque él es Dios – pero su humildad sobrepasa mi comprensión, porque Él se convirtió en Pan de vida para que incluso un niño tan pequeño como yo pudiera comerlo y vivir.

Hace algunos días les estaba dando la santa comunión a nuestras hermanas en la Casa Madre, y de repente me di cuenta de que tenía a Dios entre los dedos. La grandeza de la humildad de Dios. Realmente “no hay amor más grande” – no hay amor más grande que el amor de Cristo (Juan 15,13) Estoy seguro de que a menudo vosotros experimentáis esta sensación de que tanto en vuestra predicación como entre vuestras manos, el pan se convierte en el cuerpo de Jesús y el vino en sangre de Jesús. ¡Qué grande debe ser vuestro amor por Cristo! No hay amor más grande que el amor de un sacerdote hacia Cristo, “su Señor y su Dios” (Juan 20,28).



Santa Teresa de Calcuta (1910-1997)
fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad
Carta a un sacerdote, 17/02/1978

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 6,44-51


Evangelio según San Juan 6,44-51
Jesús dijo a la gente: "Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día.

Está escrito en el libro de los Profetas: Todos serán instruidos por Dios. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí.

Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre.

Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna.

Yo soy el pan de Vida.

Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron.

Pero este es el pan que desciende del cielo, para que aquel que lo coma no muera.

Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos y hermanas:

El camino emprendido por Esteban entre los judíos es continuado por Felipe en otras tierras. Leyendo con atención los relatos de los Hechos, sabemos que el apostolado tanto de Esteban, el «servidor», como el de Felipe, «apóstol», nacen de la disponibilidad que ambos le ofrecen al Espíritu del Resucitado. Los cristianos no seguimos a un fracasado, ni sostenemos una causa perdida; más bien, le hemos abierto nuestras puertas al Dios vivo que ama y actúa en el mundo. Ese Dios que es Espíritu, Señor y Dador de Vida, y que hace de la Iglesia un humilde instrumento de su acción en nuestra historia. El mismo Espíritu que permite contemplar la vida desde su profundidad y leer los acontecimientos «por dentro». La primera lectura nos muestra un ejemplo de ello: un etíope que conoce sin comprender, que busca en el testimonio de la experiencia de Dios con los hombres —en el testimonio de la Escritura— un sentido que le mueva a entender y actuar. En Felipe, encontramos un modelo de atención y audacia, que nos invita a tener unos ojos atentos y unas manos prontas para ayudar a nuestros hermanos a creer en la Palabra de la Vida. Como dice el Salmo: «Venid a escuchar, os contaré qué ha hecho conmigo».

También el Evangelio de hoy insiste en ello: todo el que se acerca a Jesús, en el fondo, ha sido atraído por el Padre. Por ello, sus seguidores hemos de sentirnos llamados a descubrir esa atracción de Dios en el corazón de nuestros hermanos y ayudarnos mutuamente a creer, a confiar en que quien emprende su camino hasta el final, tendrá vida para siempre. Para esto vino al mundo y para esto se hizo semejante a nosotros: se hizo carne para la vida del mundo. Pidámosle esta capacidad de acogida, atención y generosidad; será nuestro mayor amor al mundo.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

MODELO DE INTERCESIÓN


«Un modelo de intercesión, por ejemplo, es san Gregorio de Narek, un monje armenio que vivió alrededor del año mil. En sus escritos, que combinan poesía y oración, destaca su sentido de solidaridad universal. Él es consciente de que comparte el destino de todos los hombres y dedica su vida a interceder por ellos. Su celo apostólico nos enseña a pedir misericordia para el mundo, rezando por los que no rezan y no conocen a Dios»

Francisco
Audiencia General
26-04-2023



miércoles, 26 de abril de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

La unión de la voluntad del Padre y del Hijo

Este es el pensamiento que Nuestro Señor expresaba con su humanidad, para darnos como en otras ocasiones un modelo para imitar: “Padre mío, si es posible, que pase lejos de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Mt 26,39). Sin embargo, su voluntad no era diferente a la del Padre. “Porque el Hijo del Hombre ha venido a salvar lo que estaba perdido y dar su vida en rescate por una multitud” (cf. Mt 18,11; 20,28). De su vida dice: “Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre” (Jn 10,18).

Acerca de la unión continua que reina entre el Padre y su Hijo, el santo rey David le hace decir en el salmo 39 “Aquí estoy. En el libro de la Ley está escrito lo que tengo que hacer: yo amo, Dios mío, tu voluntad, y tu ley está en mi corazón” (Sal 40,8-9). Leemos, en relación al Padre “Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo Único” (Jn 3,16). En relación al Hijo, encontramos esta Palabra “Se entregó por nuestros pecados” (Gal 1,4). Se dice del Padre “No escatimó a su propio Hijo, sino que los entregó por nosotros” (Rom 8,32). Pero el Hijo se ha ofrecido porque lo ha querido (cf. Is 53,4-7).

La unión de la voluntad del Padre y del Hijo es manifiesta en toda la Biblia, mismo en el misterio de la Resurrección. En ella vemos que uno y otro realizaron la misma acción. Según el bienaventurado Apóstol, el Padre resucitó el cuerpo del Hijo “Dios Padre que lo resucitó de entre los muertos” (Gal 1,1). Mas el Hijo afirma también que relevará el templo de su cuerpo “Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar” (Jn 2,19).

Instruidos por el ejemplo del Señor, debemos terminar nuestras oraciones por un voto semejante y agregar a nuestras demandas esta palabra “Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Mt 26,39).


San Juan Casiano (c. 360-435)
fundador de la Abadía de Marsella
De la oración XXIV (SC 54, Conférences VIII-XVII, Cerf, 1958), trad.sc©evangelizo.org

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 6,35-40


Evangelio según San Juan 6,35-40
Jesús dijo a la gente: "Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.

Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen.

Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí yo no lo rechazaré,

porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió.

La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día.

Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el último día".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos y hermanas:

En medio de la persecución y de los tormentos, la Palabra arraiga y se difunde, y no precisamente por méritos humanos. La persecución sufrida por los cristianos en Jerusalén no los paralizó, dejándolos indefensos, sino que la fuerza del Resucitado hizo de ello motivo para anunciar a otros pueblos, de palabra y con el testimonio, el Evangelio. Un anuncio que se vuelve alegría para quienes lo reciben, en salud para quienes lo acogen y en signo de Dios para quienes creen. El deseo feliz del Salmo no nace del entusiasmo ni de la euforia, sino de esta alegría en medio de la dificultad. «Alegrémonos con Dios, tocad y cantad», que llegue a toda la tierra su Buena Noticia.

El Evangelio, a la par que sigue insistiendo en la Vida de ese pan que es Cristo, nos descubre el corazón de la «voluntad del Padre»: que ninguno se pierda, sino que participe de su Vida, que es eterna. Quien se fía de Cristo y sigue sus pasos, tendrá la esperanza de no tener que mendigar el pan y el agua de nuestros desvelos y preocupaciones, sino afrontarlos con ánimo y confianza. Él, el que vive, el que no nos echa fuera, sigue actuando en nosotros sus obras de bienaventuranza y salvación. Un día más, estamos en ocasión propicia para renovar nuestra sencilla adhesión al Jesús de la Causa, para entrar en comunión de vida con Él y que nuestro corazón le confiese: «Jamás permitas que me separe de Ti».

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

martes, 25 de abril de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación»

El Señor de todas las cosas ha dado a sus apóstoles el poder de proclamar el Evangelio. Y es por ellos que nosotros hemos conocido la verdad, es decir, la enseñanza del Hijo de Dios. Es a ellos a quienes el Señor ha dicho: «El que a vosotros escucha, a mí me escucha; el que os rechaza a mí me rechaza y rechaza al que me ha enviado» (Lc 10,16). Porque nosotros no hemos conocido el plan de nuestra salvación por otros sino por aquellos que han hecho llegar el Evangelio hasta nosotros.

Primeramente ellos predicaron este Evangelio. Después, por voluntad de Dios, nos lo transmitieron en las Escrituras para que llegue a ser «el pilar y el sostén» de nuestra fe (1Tm 3,15). No se puede decir, como lo pretenden algunos que se jactan de ser los correctores de los apóstoles, que éstos predicaron antes de alcanzar el conocimiento perfecto. En efecto, después que nuestro Señor hubo resucitado de entre los muertos y que los apóstoles fueron «revestidos con la fuerza de lo alto» (Lc 24,49) por la venida del Espíritu Santo, fueron llenos de una certeza total respecto de todo y poseyeron el conocimiento perfecto. Entonces se marcharon «hasta los confines de la tierra» (Sl 18,5; Rm 10,18) proclamando la Buena Noticia de los bienes que nos vienen de Dios y anunciando a los hombres la paz del cielo. De manera que todos por igual y cada uno en particular poseían el Evangelio de Dios.



San Ireneo de Lyon (c. 130-c. 208)
obispo, teólogo y mártir
Contra las herejías, III, 1

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 16,15-20


Evangelio según San Marcos 16,15-20
Entonces les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación."

El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará.

Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas;

podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán".

Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios.

Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban.


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos hermanos y hermanas:

San Marcos no fue un testigo de la resurrección del Señor, pero estuvo tan cerca de los testigos ... Un día se le ocurrió escribir no tanto una biografía de Jesús cuanto una confesión de fe. No pudo menos de trasladar al exterior aquello que un día le traspasó el corazón. Por eso escribió algo de su Señor. Fue un evangelio breve. Fue un evangelio escrito para los paganos, probablemente en Roma, recogiendo la predicación de Pedro. Aquellos paganos estaban fuera. Veían los ritos de los cristianos, sus plegarias, su modo de vivir, y todo les parecía enigmático, no alcanzando a entender su razón de ser. ¿Por qué oraban de esta manera? ¿Por qué no eran como los demás? ¿Por qué tenían un modo de vivir tan lleno de amor, de sencillez, de fraternidad? ¿Por qué sufrían los tormentos con tanta serenidad y morían con tanta generosidad?

San Marcos les da la clave en su evangelio. Sencillamente porque habían encontrado a Jesús que se les había hecho visible en la vida de los apóstoles. Habían encontrado a Jesús que era Hijo de Dios y les ofrecía la salvación: una patria definitiva para el último día cuando todo en este mundo se haya terminado, y un hogar entrañable en esta tierra para vivir en fraternidad, llevar los males de la vida con serenidad, estar cerca de los otros con magnanimidad, tener un corazón limpio en la intimidad, y hacer el paso de esta vida a la otra con tranquilidad.

Muchos de aquellos paganos se adhirieron en masa a la fe cristiana. ¿Seremos capaces nosotros, en nuestro tiempo, quizás un poco paganizado, de sentirnos estremecidos por estas palabras esenciales de San Marcos acerca de Jesús e iniciar nuestro itinerario de salvación?

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

lunes, 24 de abril de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

En busca de Jesús

En cuanto a la pregunta: “¿Quién es Dios?” ninguno de los maestros que han existido no lo ha podido explicar, pues Dios está por encima de cualquier pensamiento y cualquier intelecto. Y, sin embargo, un hombre lleno de celo que busca con perseverancia algún conocimiento de Dios, lo obtiene, aunque de manera muy lejana... Es por eso que en otro tiempo algunos virtuosos maestros paganos lo han buscado, particularmente el sabio Aristóteles. Ha escrutado el curso que sigue la naturaleza...; ha buscado ardorosamente y ha encontrado. Del estudio de la naturaleza ha deducido que, necesariamente, había un único soberano, señor de todas las criaturas, y es este a quien nosotros llamamos Dios...

El ser de Dios es una sustancia de tal manera espiritual que el ojo mortal no puede contemplarla en ella misma, pero puede descubrirla en sus obras; tal como lo dice San Pablo, las criaturas son un espejo que nos reflejan a Dios (Rm 1,20). Permanezcamos ahí un instante...; mira por encima de ti y alrededor de ti, verás cuán ancho y alto es el cielo en su rápido recorrido, con qué nobleza su Señor lo ha embellecido con siete planetas, y como está adornado a través de la muchedumbre inmensa de estrellas. Cuando en verano el sol brilla radiante y sin nubes, ¡cuántos frutos y cuántos bienes hace crecer en la tierra! Cómo son bellos los prados verdes, cómo sonríen las flores, cómo el dulce canto de los pájaros resuena en el bosque y las campiñas, y todos los animales que estaban escondidos durante el invierno se apresuran a salir a fuera y se alegran; cómo también los hombres, tanto jóvenes como viejos, muestran el júbilo de este gozo que les trae tanta felicidad. Oh Dios de ternura, si eres tan sumamente amable en tus criaturas, cómo debes tu ser bello y amable en ti mismo.



Beato Enrique Suso (c. 1295-1366)
dominico
Vida, c. 54

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 6,22-29


Evangelio según San Juan 6,22-29
Después de que Jesús alimentó a unos cinco mil hombres, sus discípulos lo vieron caminando sobre el agua. Al día siguiente, la multitud que se había quedado en la otra orilla vio que Jesús no había subido con sus discípulos en la única barca que había allí, sino que ellos habían partido solos.

Mientras tanto, unas barcas de Tiberíades atracaron cerca del lugar donde habían comido el pan, después que el Señor pronunció la acción de gracias.

Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban allí, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.

Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: "Maestro, ¿cuándo llegaste?".

Jesús les respondió: "Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse.

Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello".

Ellos le preguntaron: "¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?".

Jesús les respondió: "La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos y hermanas:

Tras haber elegido a siete «servidores», hoy se nos narra en la primera lectura el ministerio propio del primero de ellos. Esteban lleva a cabo su ministerio en profunda continuidad con el del Señor, haciendo suyo el modo de vivir de Jesús. Al no hablar por cuenta propia, sino como enviado, desprende un estar «lleno de gracia y poder», de «sabiduría y espíritu». Esa sabiduría que brota en nuestra vida cuando permitimos a Dios llevar las riendas y hacemos del Evangelio nuestro latir. O en palabras del Salmo de hoy, quien recorre el camino de la voluntad del Señor, de lo que con profundo amor quiere Él para nosotros, sentirá la dicha de ver su vida como gracia, presencia, amistad y compañía de Dios.

Por eso el Evangelio sostiene dos puntos especialmente importantes: es preciso buscar a Jesús cada día y preguntarnos cómo llevar a cabo lo que Dios quiere de nosotros. Necesitamos buscar a Jesús donde Él está, porque no basta con sabernos todo de carrerilla; muchas veces, o cruzamos a la orilla de Jesús buscándole con tiempo, confianza y esfuerzo o nos quedamos sin el alimento de vida, consuelo y fortaleza que Él nos puede dar. Y es preciso preguntarnos —y preguntarle— cada día cómo ocuparnos de los trabajos que Dios quiere. Para Jesús es clara la respuesta: creer en Él. Creernos que no actúa porque sí, sino como enviado y testigo del Padre. Creernos de verdad la Buena Noticia como lo que es: una novedad buena, anhelada, humanizadora. Confiar en Él y confiarnos a Él cada día. He aquí la mayor obra que está en nuestra mano. Esta lógica fue la que descubrió Esteban en Jesús e hizo suya, la lógica de la eucaristía, que no nos alimenta en vano.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

domingo, 23 de abril de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

“No os olvidéis de la hospitalidad”

Dos discípulos hacían juntos el camino. No creían y, sin embargo, hablaban del Señor. De repente éste se les aparece, pero bajo formas que no pudieron reconocerle… Le invitan a compartir su albergue, como se hace con un viajero… Ponen, pues, la mesa a punto, presentan la comida, y Dios, a quien no habían reconocido en la explicación de la Escritura, lo reconocen en la fracción del pan. No es escuchando los preceptos de Dios que se han visto iluminados, sino cumpliéndolos: “No son los que escuchan la Ley los que serán justificados delante de Dios, sino los que ponen en práctica lo que dice la Ley” (Rm 2,13). Si alguno quiere comprender lo que ha escuchado, que se apresure a poner por obra lo que ya ha comprendido. El Señor no fue reconocido mientras hablaba; sino que se dignó manifestarse cuando le ofrecieron algo para comer.

Amemos, pues, la hospitalidad, hermanos muy amados; amemos el practicar la caridad. San Pablo, refiriéndose a ella, afirma: “Conservad el amor fraterno y no olvidéis la hospitalidad: por ella algunos recibieron, sin saberlo, la visita de unos ángeles (Heb 13,1; Gn 18,1s). También Pedro dice: “Ofreceos mutuamente hospitalidad, sin protestar” (1P 4,9). Y la misma Verdad nos declara: “Fui forastero y me hospedasteis”… “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, nos dirá el Señor el día del juicio, conmigo lo hicisteis” (Mt 25,35.40)… Y a pesar de ello ¡somos tan perezosos ante la gracia de la hospitalidad! Pongamos atención, hermanos, en la grandeza de esta virtud. Recibamos a Cristo en nuestra mesa a fin de poder ser recibidos a su festín eterno. Demos ahora hospitalidad a Cristo presente en el extranjero para que en el juicio no seamos como extraños que no le conocemos (Lc 13,25), sino que nos reciba en su Reino como hermanos.


San Gregorio Magno (c. 540-604)
papa y doctor de la Iglesia
Homilía 23; PL 76, 1182

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 24,13-35


Evangelio según San Lucas 24,13-35
Ese mismo día, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén.

En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido.

Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos.

Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran.

El les dijo: "¿Qué comentaban por el camino?". Ellos se detuvieron, con el semblante triste,

y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: "¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!".

"¿Qué cosa?", les preguntó. Ellos respondieron: "Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo,

y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron.

Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas.

Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro

y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que él está vivo.

Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron".

Jesús les dijo: "¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas!

¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?"

Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les interpretó en todas las Escrituras lo que se refería a él.

Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante.

Pero ellos le insistieron: "Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba". El entró y se quedó con ellos.

Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio.

Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista.

Y se decían: "¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?".

En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos,

y estos les dijeron: "Es verdad, ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!".

Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.


RESONAR DE LA PALABRA


DOS DISCÍPULOS «DE IDA Y VUELTA»

El deseo de los evangelistas, cuando recogieron este pequeño número de relatos que solemos llamar «apariciones», no era tanto el contarnos unas experiencias extraordinarias que sólo ellos tuvieron, y que no son verificables de ninguna manera (te las crees o no te las crees), y que nos dejan -junto con algunas claves de fe- no pocas preguntas e incertidumbres... Digo que su objetivo era más bien darnos pistas, a los que no seríanos contemporáneos suyos, a tantos que no pudimos conocer físicamente a Jesús, ni vamos a«ver» al Señor Resucitado en persona... para que comprendamos y purifiquemos la «experiencia de la fe», esto es, esa experiencia personal de «encuentro» con Cristo Resucitado y que no depende de nuestros sentidos corporales (recordemos a Tomás, por ejemplo, el domingo pasado). Nuestra fe no se reduce simplemente a «creer que se apareció» hace mucho tiempo a unos pocos discípulos y durante un tiempo limitado... sino que -como está vivo, porque «ya no muere más»- de alguna manera podamos relacionarnos con él, que es lo esencial de la fe cristiana. Desde aquí es como debemos acercarnos a los relatos «pascuales», como el de hoy.

 La escena que nos relata San Lucas está protagonizada por dos discípulos que se parecen mucho a nosotros. Podrían representar a cualquier creyente, a todos los creyentes. Algunos especialistas en la Escritura indican que no fue un «despiste» de Lucas el que uno de los dos caminantes no tenga nombre. Uno se llama Cleofás, pero ¿y el otro? Según interpretan, Lucas tuvo cuidado de no indicar su nombre para que nosotros, al leerlo, pudiéramos ocupar su lugar, sentirnos identificados con él.
Sea como fuere, ¿cómo son estos dos personajes/discípulos, qué les pasa, y sobre todo, qué tienen que ver conmigo, cómo me ayuda su experiencia a comprender y profundizar la mía?

Los dos caminantes han pasado por una experiencia de dolor, de muerte, de fracaso, de decepción... Expectativas tronchadas, amistades terminadas, sueños rotos... Y se alejan de la ciudad, sumidos en su tristeza. La cosa tiene que ver con un compañero de camino, un amigo llamado Jesús... que ya no está. Y al faltar él, el grupo del que ambos formaban parte se ha dispersado.
Aquellos dos discípulos se pueden parecer a tantos hermanos que se acercan a nuestra comunidad cristiana buscando a Dios, y todo lo que se nos ocurra e intentemos decirles... no les convence, no les sirve. Como las palabras con las que intentaron consolarles a ellos y darles esperanza la mujeres que fueron al sepulcro, y el resto de compañeros... les parecieron rumores, chismes, fantasías...

Total que se apartan del grupo, vuelven a su casa y a sus cosas, aunque no dejen de darle vueltas a lo ocurrido, intentando comprenderlo... Se van entristecidos, a su aldea de «Emaús». Se trata de una especie de «baño de realidad» después de haberse dejado ilusionar por aquel Mensaje de Jesús que quedó en nada. La ausencia y la muerte de quienes han formado parte importante de nuestra vida nos ayudan a entender e identificarnos con los sentimientos y estado de ánimo de estos dos discípulos. Se resume todo en un «ya no»...
Pero...

Lo primero que hay que subrayar es que estos discípulos van comentando, compartiendo entre ellos sus sentimientos, su dolor, sus frustraciones. Hay entre ellos una comunicación seria. Lucas no ha mencinonado que fueran amigos, o que tuvieran una gran confianza entre sí o.... No. Sólo que eran discípulos, es decir: tenían en común el haber conocido y seguido a Jesús. Y eso ya sería suficiente para hablar y contarse y abrir el corazón y compartir la vida... Aunque esto no les saque de su confusión... es un primer paso importante y necesario.

¿De qué hablan? Hablan de que se han sentido desencantados con Jesús. «Nosotros esperábamos... pero...». Habían puesto en él su esperanza. Esperaban que él diese respuesta a sus deseos profundos, y que liberase a Israel de sus problemas políticos y religiosos. Habían escuchado su mensaje (Evangelio), le habían admirado y querido, habían convivido con él. Aún después de su muerte vergonzosa, todavía lo consideran un gran personaje, «un profeta». Pero... «no habían llegado a la fe», no habían descubierto realmente quién era Jesús. Tenían una imagen suya equivocada, distorsionada por su deseos y expectativas... Cuando le ven fracasar y sufrir, y ser rechazado por todos, y entregado por las autoridades religiosas al considerarlo un blasfemo, un falso profeta... no han sabido cómo encajarlo.
Esta experiencia no es tan ajena para muchos de nosotros. ¿Quién no se ha sentido alguna vez desconcertado, decepcionado, lleno de dudas, cuando ha confiado en que Dios le ayudase, cuando se han dirigido a él en su oración... y no han obtenido la respuesta que esperaban, o incluso ninguna respuesta? ¿O cuando nos ha visitado la enfermedad, el dolor, la muerte de un ser querido... y Dios no ha hecho nada de lo que esperábamos y necesitábamos y le habíamos pedido...?
No resulta extraña entonces la decisión de «alejarse» y procurar olvidarlo todo cuanto antes. Esto de la fe parecía bonito... pero son «chismes y rumores», deseos y «fantasías»: ¿ángeles, apariciones, sepulcros vacíos?...

Se les acerca un Caminante. No lo reconocen de entrada. ¿Cómo es posible para un discípulo no darse cuenta de que es el propio Jesús quien les sale al camino y les acompaña? Lucas no ha dado ningún rasgo físico de él. Sólo «uno que va en la misma dirección». Pero ¿no es así tantas veces en nuestra vida? Alguien (un hermano en la fe, un catequista, un sacerdote, una religiosa...), que hace las veces del Señor Resucitado, saliéndonos al paso y caminando y reflexionando con nosotros?
 El Caminante se interesa por sus vidas, por la conversación que traen por el camino. Y aunque para ellos es un perfecto desconocido, le abren el corazón. He aquí un segundo elemento importante en el proceso de la fe: Abrirse, confiar, desahogar el corazón. Y por tanto un rasgo indispensable en el pastor y acompañante: Interesarse por la vida de la gente, preguntar, escucharles, saber de qué hablan por el camino.

La respuesta de aquel Caminante ante todo lo que ha escuchado es iluminarlo con las Escrituras. La vida, el dolor, el fracaso, el sinsentido necesitan de una luz nueva. Y Jesús repasa con ellos todo lo que tenía que ver con él: Es su testimonio personal. Es éste un tercer elemento importantísimo en el camino de la fe: Conocer las Escrituras. ¿Acaso aquellos dos judíos no la conocían? Todo buen judío se preciaba de conocer a fondo la Ley y los Profetas. Pero... no habían sido capaces por sí mismos, de ponerlo en relación con lo que estaban viviendo.
Esa conversación (podemos llamarla muy bien «catequesis») les hace sentir bien. Pero las palabras compartidas, el estudio de la Escritura, la reflexión y la confianza surgida no son suficientes. Y con toda naturalidad les brota la hospitalidad: invitan al Caminante a quedarse con ellos a esas horas ya oscuras. No se suele invitar a casa a cualquier desconocido. Ni lo invitan por haberse dado cuenta de quién era... Sencillamente les ha llegado su mensaje, se han sentido escuchados y comprendidos, y les apetece seguir todavía en su compañía. Sus palabras son realmente una oración, sencilla, breve, pero con corazón sincero y agradecido: «Quédate con nosotros». Y cuando le ven tomar el pan, pronunciar la bendición, partirlo y entregárselo... algo pasa: Se dan cuenta de que, desde que habían comenzado a caminar con él, había empezado toda una "liturgia" que apuntaba y culminaba en la Fracción del Pan.

Podríamos concluir: Haber «visto» en persona a Jesús (cosa que no está ya a nuestro alcance) y haber escuchado/leído su mensaje/evangelio... Es importante pero no es suficiente. Formar parte de un grupo de discípulos y compartir la vida, y escuchar sus testimonios personales, es importante pero tampoco es suficiente. Repasar nuestra vida a la luz de las Escrituras y de la experiencia de Jesús crucificado (catequesis/revisión de vida) también es importante y necesario. Pero sigue siendo insuficiente para reconocer vivo al Señor: Es necesario partir juntos el pan, celebrar la Eucaristía, hacer posible la «comunión» interpersonal. Una fe sin Eucaristía no es fe. No se nos abren los ojos. Nos «dejamos fuera» de casa al Señor. Y si celebramos «bien» la Eucaristía... necesitaremos «volver» a buscar al resto de los hermanos. Regresaremos a la Comunidad con una experiencia de fe que compartir. Por fin habremos comprendido a las mujeres, a Pedro, a Tomás... porque tendremos una experiencia común con ellos. Seremos con verdad una Comunidad-Iglesia.

Que estas sencillas reflexiones nos animen a refrescar, profundizar y cuidar nuestra fe pascual en el Señor Resucitado, ¡el Señor de nuestros caminos! Que seamos capaces de anunciar a quien quiera escucharnos que «es verdad, el Señor ha resucitado y nosotros lo hemos reconocido al partir el Pan». Y si nos marchamos un día a Emaús... que podamos volver con el corazón ardiendo.

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

sábado, 22 de abril de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

"Inmediatamente, la barca se acercó a la orilla"

Dirijamos nuestra oración al Verbo: Sé propicio a tus pequeños, Pedagogo, Padre, Guía de Israel (2 R 2,12); Hijo y Padre, ambos un solo Señor. Concede a quienes seguimos tus preceptos llevar a su perfección la semejanza de la imagen (Gn 1,26) y sentir en lo posible la bondad de Dios, como juez, y su rigor; y concédenos tú mismo todo eso: que vivamos en tu paz sobre la tierra, que seamos trasladados a tu ciudad; que atravesemos sin naufragar las olas del pecado y que, en plena calma, seamos transportados junto al Espíritu Santo, la inefable sabiduría.

Que de noche y de día,- hasta el día final-, alabemos y demos gracias al único Padre e Hijo, Hijo y Padre, al Hijo Pedagogo y Maestro, junto con el Espíritu Santo. Todo está en el Uno, puesto que en Él son todas las cosas (Jn 1,3; 1 Co 8,6; Col 1,16-17), por quien todo es uno, por quien la eternidad es, de quien todos somos miembros (Rm 12,5; 1 Ci 12,12); de Él es la gloria y los siglos; todo sea para el Bueno; todo, para el Bello; todo, para el Sabio; todo, para el Justo. A Él la gloria, ahora y por los siglos de los siglos. Amén (Rm 11,36).

   

San Clemente de Alejandría (150-c. 215)
teólogo
El pedagogo, III, 12, 101

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 6,16-21


Evangelio según San Juan 6,16-21
Al atardecer, sus discípulos bajaron a la orilla del mar

y se embarcaron, para dirigirse a Cafarnaún, que está en la otra orilla. Ya era de noche y Jesús aún no se había reunido con ellos.

El mar estaba agitado, porque soplaba un fuerte viento.

Cuando habían remado unos cinco kilómetros, vieron a Jesús acercarse a la barca caminando sobre el agua, y tuvieron miedo.

El les dijo: "Soy yo, no teman".

Ellos quisieron subirlo a la barca, pero esta tocó tierra en seguida en el lugar adonde iban.


RESONAR  DE LA PALABRA

Hay personas que viven la situación actual de la Iglesia de una forma parecida a lo que experimentaron los discípulos de Jesús cuando se encontraron en su barca atravesando el lago de Genesaret cuando se hizo de noche, se levantó viento y el oleaje comenzó a golpear la barca. Aquellos comenzaron a temer por su vida. Y hoy algunos temen también por la Iglesia.

Podríamos anotar aquí lo que para algunos son los signos de que la barca de la Iglesia está a punto de naufragar. Desde los ataques de la prensa contra la Iglesia por cualquier motivo, pasando por las persecuciones que sufren los cristianos en diversas partes del mundo. Y ahí se ponen al mismo nivel las quemas de iglesias y persecuciones físicas a cristianos en algunos países de religión preferentemente musulmana y la indiferencia ante lo religioso que se respira en tantas partes de occidente. La falta de vocaciones, el secularismo, el materialismo y muchos otros “ismos” que se ven como amenazas terribles a nuestra identidad.

Lo peor es que algunos entienden con claridad que lo malo no está fuera de la Iglesia sino dentro de ella. El problema está en que algunos de los marineros de la tripulación de la barca no están nada convencidos de la dirección tomada ni del estilo de gobierno que impone la oficialidad. Pretenden que haya más democracia. Se oponen a las normas y orientaciones que vienen de arriba. Actúan de forma independiente. Y todo esto basados en su lectura del Evangelio. Pero, claro, introducen la confusión entre el pueblo cristiano. Hablan de liberación donde debían hablar de salvación. Confunden la religión con el compromiso social. Claro está que todo eso nos está llevando al desastre.

Hay que tomar medidas. Hay que hacer algo. Hay que poner un mando más fuerte. Hay que... Hay que... Se nos olvida que Jesús no está en peligro. Lo más curioso es que está fuera de la barca. Viene de fuera. Y les dice a los discípulos una palabra muy importante: “Soy yo, no temáis.” Parece que no les resultaba fácil a los discípulos reconocerle. Se habían hecho una idea de como era Jesús y ahora se presentaba de una forma diferente y con un mensaje que les liberaba del temor. Jesús estaba allí. Jesús está aquí. La barca, a pesar de las apariencias, no corre peligro. Los que van en la barca tienen que confiar en Jesús. Él es el verdadero capitán y timonel. Lo nuestro es seguir, con nuestras luces, remando y bogando para que llegue a todos los puertos y para todos sea mensaje de buena nueva. Sin dejarnos llevar ni por el temor ni por el pesimismo.

Fernando Torres, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA