sábado, 31 de diciembre de 2016

Dios está con nosotros

Ron Rolheiser
Trad. Benjamín Elcano
A muchos de nosotros -sospecho yo- cada año nos resulta más difícil captar el espíritu de la Navidad. Casi las únicas cosas que aún la caldean son los corazones y los recuerdos, recuerdos de cuando éramos más jóvenes, más ingenuos, días en que las luces y los villancicos, los árboles de Navidad y los regalos, aún nos animaban. Pero ahora somos adultos, y así también -según parece- es nuestro mundo. Anticipando la Navidad, mucho de nuestro gozo es atenuado por muchas cosas, no lo menos por el comercialismo que hoy está manifiesto en exceso. Para finales de octubre ya vemos decoraciones navideñas, Papá Noel está alrededor de noviembre, y diciembre nos saluda con series de invitaciones navideñas que nos agotan mucho antes del 25 de diciembre. Así, ¿cómo podemos recobrar algo de espíritu para el día de Navidad?
No es fácil, y el comercialismo y el exceso no son nuestros únicos obstáculos. Más serios son los tiempos. ¿Podemos, en medio de las muchas crueldades de este año, caldear un tiempo de oropel y alborozo? ¿Podemos continuar romantizando la marcha de una pareja pobre que buscaba cobijo hace dos mil años en medio del trance por el que pasan hoy los millones de refugiados que están viajando sin tener siquiera un establo como refugio? ¿Significa algo hablar de paz después de que este año varias elecciones  polarizaran nuestras naciones y dejaran a millones sin poder hablar civilizadamente a sus vecinos? ¿Dónde están hoy exactamente la paz y la  buena voluntad en nuestro mundo?
Más cerca de nuestra casa, se dan nuestras propias tragedias personales: la muerte de seres queridos, matrimonios rotos, familias deshechas, salud resquebrajada, empleos perdidos, tiempo gastado, cansancio, frustración. ¿Cómo celebramos el nacimiento de un redentor en un mundo que parece espantosamente irredento y con corazones que se sientes en su mayor parte pesados y fatigados? La historia de Navidad no es fácilmente creíble.  ¿Cómo mantenemos la creencia de que Dios bajó del cielo, tomó nuestra carne humana, conquistó todo sufrimiento y alteró el curso de la historia humana?
Esto no es fácil de creer en medio de toda la evidencia que parece contradecirlo, pero su credibilidad está supeditada a que se entienda correctamente. La Navidad no es un acontecimiento mágico, una historia de Cinderella sin medianoche. Más bien su verdadero centro habla de humillación, dolor y huída forzada que no es diferente a la que hoy están experimentando millones de  refugiados y víctimas de la injusticia en nuestro planeta. La historia de Navidad refleja la lucha que se está experimentando en nuestro propio mundo y en nuestros propios corazones cansados.
La Encarnación no es aún la Resurrección. La carne en Jesús, como en nosotros, es humana, vulnerable, débil, incompleta, indigente, dolorosamente limitada, sufriente. La Navidad celebra el nacimiento de Cristo en estas cosas, no su ausencia de ellas. Cristo redime el límite, el mal, el pecado y el dolor. Pero no son abolidos. Dada esa verdad, podemos celebrar el nacimiento de Cristo sin negar ni trivializar de ningún modo el verdadero mal de nuestro mundo ni el verdadero dolor de nuestras vidas. La Navidad es un desafío que celebrar aun estando en dolor.
El Dios encarnado es llamado Emmanuel , nombre que significa Dios-con-nosotros. Ese hecho no significa gozo festivo inmediato. Nuestro  mundo se queda herido, y las guerras, las huelgas, el egoísmo y la amargura permanecen. Nuestros corazones también continúan heridos. El dolor permanece. Para un cristiano, exactamente como para cualquier otro, habrá incompleción, enfermedad, muerte, daño sin sentido, sueños rotos, días fríos, con hambre y soledad de amargura y una vida de inconsumación. La realidad puede ser desagradable y la Navidad no nos pide disimularla. La encarnación no nos promete el cielo en la tierra. Promete el cielo en el cielo. Aquí, en la tierra, nos promete algo más: la presencia de Dios en nuestras vidas. Esta presencia redime porque conocer que Dios está con nosotros es lo que últimamente nos capacita para abandonar la amargura, para perdonar y para movernos más allá del cinismo y de esta amargura. Cuando Dios está con nosotros, entonces el dolor y la felicidad no se excluyen mutuamente, y las agonías y enigmas de la vida no excluyen el hondo significado del gozo profundo.
En palabras de Avery Dulles: “La encarnación no nos proporciona una escalera por la que escapar de las ambigüedades de la vida y escalar las alturas del cielo. Más bien, nos habilita para excavar profundamente en el  corazón del planeta tierra y encontrarlo brillando con dignidad”. George Orwell profetizó que nuestro mundo por fin sería tomado en posesión por la tiranía, la tortura, el doblepensar y un espíritu humano roto. Hasta cierto punto, esto es cierto. Estamos lejos de ser íntegros y felices, aún estando profundamente en el exilio.
Sin embargo, necesitamos celebrar la Navidad 2016 de corazón. Tal vez no sentiremos la misma animación que sentimos una vez de niños cuando éramos estimulados por los oropeles, las luces, los villancicos, los regalos singulares y la comida especial. Algo de esa animación ya no está más a nuestra disposición. Pero algo más importante sí que está aún, a saber, el sentimiento de que Dios está con nosotros en nuestras vidas, en nuestros gozos, como también en nuestras deficiencias.
La palabra se hizo carne. Eso es algo increíble, algo que debería ser celebrado con oropeles, luces, y canciones jubilosas. Si entendemos la Navidad, los villancicos aún aflorarán con naturalidad de nuestros labios. 
fuente Portal Ciudad Redonda

Tiempo al tiempo

Con Jesús por la mañana.
Hay un tiempo para todo y la vida tienes el suyo. Un tiempo para comenzar y otro para finalizar. Un tiempo para abrir y otro para cerrar. Llegamos al final del año y es tiempo de culminar, para abrir un nuevo año. Es tiempo para revisar lo vivido, para agradecer y proponer enmiendas para no repetir lo que no fue bueno. En la medida que aprendes a reconocer los logros y aciertos, los errores y equivocaciones vas construyendo un corazón más sabio. Cerramos este año 2016 con esperanza en el corazón. Rezamos juntos, como hermanos, en la Red Mundial de Oración del Papa. ¡Nuevos desafíos nos esperan y te esperan! Agradece al Señor este recorrido y ofrece todo lo que hoy vivas por las intenciones del Papa y para que seamos miles de hermanos rezando en esta red. ¡Feliz año nuevo!

Con Jesús por la tarde.
«De su plenitud hemos recibido todos gracia tras gracia.» (Jn 1, 16). Tómate un tiempo para repasar este año. Aprende a cerrar ciclos. Repasa el tiempo vivido, los lugares recorridos y las personas con quienes has compartidos. Recuerda los acontecimientos más importantes, los que te han ayudado a crecer y agradece estar vivo. Repite al ritmo de la respiración «Gracias, Señor, por tanto amor…» mientras continúas poniendo en práctica el propósito del día.

Con Jesús por la noche.
Agradece y entrega el día. Busca un lugar tranquilo, respira hondo y hazte consciente que estás en presencia de Jesús. Da gracias por el año vivido. ¿Cómo te sientes en este momento? ¿Qué hecho quedó resonando en tí? Tómate un momento. ¿Qué quieres entregar a Jesús en el año que empieza?


fuente El Evangelio en casa

Meditación: Juan 1, 1-18


San Silvestre I

Ya en el principio él estaba con Dios. (Juan 1, 2)

El Evangelio según San Juan comienza con un hermoso himno de homenaje y exaltación de la “Palabra” o “el Verbo Divino”, que estaba con Dios desde el principio de todo. Cualquier judío que leyera este pasaje lo habría entendido, porque sabía que en la historia de la creación, Dios pronunció su Palabra y las cosas comenzaron a existir: “Dios dijo: ‘Que exista la luz.’ Y la luz existió.” (Génesis 1, 3). Como señal del poder creativo de Dios, cada palabra que él pronuncia trae a la existencia algo nuevo, bueno y maravilloso. ¡Así de poderosa es la Palabra de Dios!

Pero, pese a lo difundida que era la idea de que la Palabra de Dios es creativa, Juan presenta una revelación completamente nueva: Que la Palabra de Dios es no sólo creativa, no sólo poderosa y no sólo eterna, sino que la Palabra de Dios es una Persona. Juan dice que ya en el principio “él estaba con Dios”, usando en esta frase un pronombre personal masculino, y luego añade que esta Persona ¡vino al mundo y habitó entre nosotros! ¡Es Jesucristo, el Mesías!

Probablemente todos hemos oído o leído la frase bíblica “el Alfa y la Omega” (Apocalipsis 1, 8; 21, 6), cuyo significado es que antes de que todo empezara, o sea desde mucho antes de la creación, la Persona del Verbo ya existía; y en efecto lo sabemos porque Jesús el Hijo de Dios es coeterno con el Padre.

Estamos ya al final de 2016. Reflexione por unos momentos sobre cómo ha sido el año para usted, principalmente desde el punto de la fe. ¿Se ha acercado más a Dios? ¿Está yendo a Misa cada domingo solo o con sus seres queridos? ¿Ha recibido los sacramentos? ¿Está leyendo la Sagrada Escritura? Todo esto es necesario para que al final del año el resultado sea no sólo positivo sino prometedor. Pero no se sienta mal si no lo ha hecho tan bien: siempre se puede empezar de nuevo. Acérquese a la Iglesia porque allí le espera el Señor con una sonrisa y con los brazos abiertos.
“Espíritu Santo, Dios mío, gracias por tu constante presencia y protección durante todo el año que hoy termina. Me pongo en tus manos y te ruego que seas el primero en mi corazón y en mis prioridades en el año nuevo y todos los días de mi vida.”
1 Juan 2, 18-21
Salmo 96(95), 1-2. 11-13

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

Buen día, Espíritu Santo! 31122016

Padre Amoroso,
Dios y Señor nuestro Rico en Misericordia,
La Luz de la mañana que brilla sobre todo hombre
nos hace pregustar las gracias del tiempo que viene;
La Luz que resplandecerá cuando Tu Hijo vuelva,
La Luz que todo lo penetrará.

En nuestro presente, con sus cuotas de alegría y pesares,
de gozos y esperanzas, de anhelos no concretados,
de heridas nos cicatrizadas,
ven a visitarnos con la unción de Tu Espíritu Santo!
¡Ven y derrama lluvia abundante de Amor!
Derrámate Dador de todo Bien!
Llena con “Tu aceite” nuestros cántaros vacíos
Y séllanos con Tu impronta;
haz brotar en nosotros un canto de alabanza y acción de gracias,
porque Tu Amor es Eterno,
Tu Amor no pasa, Tu Amor nos Salva.

COMPRENDIENDO LA PALABRA 311216

San León Magno (¿-c. 461), papa y doctor de la Iglesia 
1er sermón para la Natividad del Señor; PL 59,190
«Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros»

      Hoy, queridos hermanos, ha nacido nuestro Salvador: alegrémonos. No puede haber lugar para la tristeza cuando acaba de nacer la vida; la misma que acaba con el temor de la mortalidad, y nos infunde la alegría de la eternidad prometida. Nadie tiene por qué sentirse alejado de la participación de semejante gozo, a todos es común la razón para el júbilo: porque nuestro Señor, destructor del pecado y de la muerte..., ha venido para liberarnos a todos. Que se alegre el santo, puesto que se acerca a la victoria. Alégrese el pecador, puesto que se le invita al perdón. Anímese el gentil, ya que se le llama a la vida. Pues, al cumplirse la plenitud de los tiempos, establecidos por los inescrutables y supremos designios divinos, asumió la naturaleza del género humano para reconciliarla con su Creador...

      El Verbo, la Palabra de Dios, que es Dios, Hijo de Dios, «que estaba junto a Dios en el principio, por quien se hizo todo y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho», se hizo hombre para liberar al hombre de una muerte eterna. Se abajó hasta tomar nuestra pobre condición sin que disminuyera su majestad. Permaneciendo el que era y asumiendo lo que no era, unió nuestra condición de esclavos a su condición de ser igual a Dios Padre... La majestad se revistió de humildad, la fuerza de debilidad, la eternidad de mortalidad: verdadero Dios y verdadero hombre, en la unidad de un solo Señor «el único mediador entre Dios y los hombres» (1Tm 2,5)...

      Demos, pues, gracias a Dios, hermanos muy amados, a Dios Padre, por su Hijo, en el Espíritu Santo. Porque en su gran misericordia y amor hacia nosotros, se compadeció de nosotros. En Cristo nos ha devuelto la vida, queriendo que en él seamos una nueva creación, una nueva obra de sus manos (Ef 2,4-5; 2C 5,17)... Reconoce, cristiano, tu dignidad.
Evangelio según San Juan 1,1-18. 
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. El no era la luz, sino el testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo". De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre. 

RESONAR DE LA PALABRA
Francisco Javier Goñi, cmf
Queridos amigos:

Terminando ya la Octava de Navidad, la liturgia de esté sábado nos regala de nuevo el Evangelio del día de Navidad: el prólogo de Juan. Contemplamos un día más al Niño-Dios, nacido de María, y volvemos a descubrir en Él su Misterio más profundo: ese pequeño de carne y hueso, frágil y dependiente como cualquier recién nacido, es nada menos que la Palabra creadora de Vida, es el Hijo de Dios que ha venido al Mundo, a su casa, es la Luz que brilla en la tiniebla, la Palabra hecha carne que ha acampado entre nosotros…

Y nuestros ojos se llenan de lágrimas. Quizás de dolor porque aún no le hemos recibido en esta Tierra y en esta Humanidad, porque aún hay tantos que no le han acogido, porque aún nos ocultamos tantas veces en la oscuridad. Pero, sobre todo, lágrimas de alegría, esperanza y consuelo porque nuestros ojos contemplan en medio de nuestra historia y nuestras oscuridades la presencia y la gloria del Salvador: “gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad”.

Todo ha quedado traspasado de Luz. De su plenitud todos recibimos gracia tras gracia. Nos queda la tarea de abrir de par en par nuestro corazón y los corazones de todos a su Luz, su Gracia y su Verdad: por medio de Jesucristo la humanidad entera podrá llegar algún día a conocer al Padre y dejarse transformar y salvar por la fuerza de su Espíritu.

Amén. Que así sea.

fuente del comentario Ciudad Redonda

viernes, 30 de diciembre de 2016

Qué es el "Patio de María"?

Gran parte de la vida doméstica en los tiempos de Jesús transcurría en espacios abiertos, no es difícil imaginar que en su casa hubiese existido un espacio, "un patio" donde ocurrieran encuentros, momentos de intimidad familiar.
Fue en el verano del 2012 cuando movidos por el intenso calor vimos la posibilidad de orar a la luz de la luna y el Espíritu Santo inspiró lo que después pasaría a ser "Luz de luna en el patio de María", una experiencia oracional de Honras a la Santísima Virgen.

En el año 2013 adquirió su forma actual. Todos los miércoles de Enero y Febrero recreamos en el patio parroquial, el "patio de María". 
No se trata tanto de recrear un patio material, sino adentrarnos en ese "patio interior", patio de intimidad, donde junto a la Madre, alabamos al Hijo en el Espíritu Santo.

En nuestra comunidad siempre decimos que nacimos bajo el "manto de María", y realmente así lo es. Piedras Vivas nació en unas noches de verano, nuestro templo era el cielo estrellado. Fuimos engendrados por el Espíritu Santo en un patio familiar y allí crecimos.

Cuando surgió "Luz de Luna, el patio de María", fue un volver a retomar nuestros orígenes. Cada miércoles, reunidos bajo el cielo estrellado, oramos e intercedemos por alguna intención especial.
Es un tiempo donde "abandonados en María", descansamos de formas, de ministerios y nos sumergimos en la simple y profunda oración del Santo Rosario.

Antiguas placas que recuerdan tres años 2013, 2014 y 2015

Sagrada Familia

Con Jesús por la mañana.
«El amor vivido en las familias es una fuerza constante para la vida de la Iglesia. El fin unitivo del matrimonio es una llamada constante a acrecentar y profundizar este amor… En este amor los esposos celebran sus momentos felices y se apoyan en los episodios difíciles de su historia… La belleza del don recíproco y gratuito, la alegría por la vida que nace, el cuidado amoroso de todos sus miembros… son sólo algunos de los frutos que hacen única e insustituible la respuesta a la vocación de la familia, tanto para la Iglesia como para la sociedad entera.» (Papa Francisco). Ofrece tu día por la intención del Para para éste mes. Disfruta de tu familia, demuéstrales cuánto los quieres. Atiende sus necesidades, escuchas sus palabras, acoge sus pedidos.

Con Jesús por la tarde.
«Se levantó, tomó al niño y a su madre y se volvió a Israel. Y avisado en sueños, se retiró a la provincia de Galilea y se estableció en una población llamada Nazareth, para que se cumpliera lo anunciado por los profetas: será llamado Nazareno.» (Mt 2, 21-23). Repite al ritmo de la respiración «Señor, haz mi corazón semejante al tuyo…» mientras continúas poniendo en práctica el propósito del día.

Con Jesús por la noche.
Haz memoria del día. Tu vida diaria tiene un comienzo, un proceso y un final. Es importante recordar cómo iniciaste el día y cómo estás terminando. ¿Con qué sentimientos y pensamientos iniciaste el día? ¿Qué te afectó durante el día? ¿Cómo describirías los que sientes “aquí y ahora”?


Fuente El Evangelio en casa

Meditación: Mateo 2, 13-15. 19-23


La Sagrada Familia

Suele decirse que la familia cristiana es una iglesia doméstica, donde se evidencian las características del Cuerpo de Cristo. Cuando uno reflexiona sobre qué significa hoy que la familia sea una iglesia doméstica, podemos aprender muchas cosas.

Al considerar el ejemplo de la Sagrada Familia en este pasaje, podemos reconocer al menos dos características que nos conviene adoptar, promover y exhibir en nuestra propia convivencia familiar: la obediencia y el amor a Dios. En la lectura de hoy se aprecia que la Virgen María y San José cultivaban estas cualidades en la vida espiritual de su familia. Así quedó en claro cuando el ángel le anunció en sueños a José que debía regresar a Nazaret con María y el Niño Jesús porque “ya murieron los que intentaban quitarle la vida al niño” (Mateo 2, 20). Sin vacilación alguna, José obedeció dócilmente las instrucciones del Señor.

Los padres de hoy también necesitan escuchar a Dios, vale decir, orar asiduamente y escudriñar las Escrituras. Dios quiere que sepamos que el Espíritu Santo puede ayudarnos a dar alimento espiritual a nuestras familias. San José, con las fuerzas de la sabiduría de Dios, pudo discernir la influencia del mal en el mundo (personificado en Herodes) y hacer lo necesario para proteger a su hijo.

Nosotros también hemos de proteger a los nuestros de los peligros del mundo actual, sin aislarlos de la realidad, sino enseñándoles los principios y las verdades de Dios, para que luego ellos mismos decidan seguir el camino recto. En efecto, si nos preocupamos de inculcar a nuestros hijos los valores y principios cristianos del amor, la honestidad, el trabajo y la compasión, más tarde ellos estarán en mejores condiciones de tomar decisiones compatibles con las verdades del Evangelio y ser personas de bien.

Pidámosle al Señor fe, sabiduría y fortaleza para que nosotros también, como María y José, sepamos guiar y proteger a nuestros hijos y enseñarles a no dejarse arrastrar al camino fácil y ancho de las tentaciones, los engaños y las falsas ilusiones del mundo, sino avanzar resueltamente por el camino angosto de la salvación.
“Señor Jesús, te pedimos iluminación para que seamos imitadores del amor y la obediencia de la Sagrada Familia, y así nuestros hogares sean verdaderas iglesias domésticas.”
Eclesiástico 3, 3-7. 14-17
Salmo 128(127), 1-5

fuente. Devocionario católico la palabra con nosotros

Buen día, Espíritu Santo! 30122016

Pequeño y Divino Señor,
Tú que siendo grande hallaste gozo en ser llamado
"hijo del carpintero";
Tú que siendo artesano del Hombre,
te hiciste nada para rescatar lo que nada podía ofrecerte;
Acompaña con Tu Espíritu nuestro día!
Envía desde el Cielo las entrañas de Tu Corazón,
Tu mismo Espíritu Santo!

Que en Él seamos fortalecidos!
Que en Él seamos ungidos!
Que en Él seamos llenos de júbilo y alegría.
Por el honor de Tu Nombre Santo,
conserva nuestras vidas en tu paz,
Danos la gracia de ser fieles a las promesas del bautismo
y sella, imprime en nosotros, la huella imperecedera de pertenencia:
¡séllanos con Espíritu Santo!


COMPRENDIENDO LA PALABRA 301216

Juan Taulero (c. 1300-1361), dominico en Estrasburgo 
Sermón nº 2, para la vigilia de la Epifanía
“Levántate… porque han muerto los que querían quitar la vida al niño”

      Cuando José estaba en el exilio con el niño y la madre, supo por medio del ángel, durante el sueño, que Herodes había muerto; pero, habiendo oído decir que Arquelao, su hijo, reinaba en el país, siguió teniendo miedo de que mataran al niño. Herodes, que persiguió al niño y lo quería matar, significa al mundo que, sin duda alguna, mata al niño, el mundo del que hay que huir necesariamente si se quiere salvar al niño. Pero una vez que hemos huido del mundo exteriormente…, Arquelao se levanta y reina: hay todavía todo un mundo en ti, un mundo del cual tú no vas a triunfar sino es con mucho empeño y la ayuda de Dios.

      Porque hay tres enemigos fuertes y encarnizados que debes vencer en ti, y de los cuales difícilmente se triunfa. Serás atacado por el orgullo de espíritu: quieres ser visto, considerado, escuchado… El segundo enemigo es tu propia carne que te acosa por la impureza corporal y espiritual… El tercer enemigo es el que te ataca inspirándote la maldad, los pensamientos amargos, las sospechas, los malos juicios, el odio y los deseos de venganza… ¿quieres estar cada vez más cerca de Dios? Debes renunciar completamente a toda esta forma de comportarse, porque todo esto es Arquelao, el malo. Teme y vigila; realmente quiere matar al niño…

      José fue avisado por el ángel  para que regresara al país de Israel. Israel significa “tierra de visión”, Egipto quiere decir “tinieblas”… Es durante el sueño, es solamente en el verdadero abandono y la verdadera pasividad que recibirás la invitación a salir, tal como le sucedió a José… Puedes, entonces, ir a Galilea, que quiere decir “paso”. Aquí es donde se está por encima de todas las cosas, se ha atravesado todo, y se llega a Nazaret “el verdadero florecer”, el país en el que alcanzan la plenitud las flores de la vida eterna. Allí se puede encontrar, seguro, un anticipo de la vida eterna; allí se está en plena seguridad, paz inexpresable, gozo y descanso; allí sólo llegan los abandonados, los que se someten a Dios hasta que él mismo los libera y que no buscan liberarse a sí mismos a través de la violencia. Estos son los que llegan a esta paz, a este florecimiento, a Nazaret , y encuentran allí lo que será su gozo eterno. ¡Que esta sea nuestra herencia para todos, y que nos ayude a ello nuestro Dios totalmente digno de amor!.
Evangelio según San Mateo 2,13-15.19-23. 
Después de la partida de los magos, el Angel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo". José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto. Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta: Desde Egipto llamé a mi hijo.Cuando murió Herodes, el Angel del Señor se apareció en sueños a José, que estaba en Egipto, y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, y regresa a la tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño". José se levantó, tomó al niño y a su madre, y entró en la tierra de Israel. Pero al saber que Arquelao reinaba en Judea, en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí y, advertido en sueños, se retiró a la región de Galilea,donde se estableció en una ciudad llamada Nazaret. Así se cumplió lo que había sido anunciado por los profetas: Será llamado Nazareno. 
RESONAR DE LA PALABRA
Francisco Javier Goñi, cmf
Queridos amigos:

La luz brilla en las tinieblas: la Palabra se hace carne. Deslumbrados por la natividad de Jesús en medio de la noche de nuestro mundo, nuestros ojos han quedado prendados por este foco de luz y han contemplado al Niño. Hoy vamos a abrir un poco el campo de atención de nuestros ojos: iluminados en primer plano por esa Luz nueva nos encontramos a sus padres: María y José, personajes sin los cuales esta presencia no hubiera sido posible. Juntos forman la Sagrada Familia.

Como aquel Niño, también su familia era de carne y hueso, humana e histórica. Los avatares de la existencia y el amor habían unido a aquel hombre, a aquella mujer y a aquel Niño, aunque, eso sí, atravesados por la presencia del Espíritu que hizo posible la Encarnación. En cualquier caso, desde el principio, aquella familia habrá de vivir en medio de las condiciones reales de la existencia humana, en medio de las dificultades y oscuridades propias de nuestra condición. Muy pronto se verán obligados a actuar ante los odios y rechazos que su hijo despierta, y tendrán que huir ante las amenazas de muerte que rodean al niño nada más nacer, haciendo de él un fugitivo, un refugiado, un emigrante, un extranjero, como relata el Evangelio de hoy.

El ser humano necesita ser protegido de los peligros que lo acechan, del riesgo implicado en ser carne humana y vulnerable. La primera protección es un vientre de mujer, y la segunda, la familia. También es así en Jesús. Al hacerse hombre se convierte en hijo y en miembro de una familia. Es ésta la que acoge la vida humana incipiente, la que la hace viable, la alimenta y le da crecimiento. Para poder llegar a ser sí mismo en libertad y llegar a la entrega de sí mismo por amor, hay que ser primero dependiente. Así fue en Jesús, así es en cada ser humano.

El Verbo de Dios hecho hombre, el niño Jesús, aparece ante nuestra mirada protegido por los brazos de María y por el cariño y la protección de José. Ante los múltiples peligros y amenazas que lo acechan desde su mismo nacimiento, la protección providencial que recibe de lo alto no se distingue de la que reciben (o deberían recibir) el resto de los mortales: los cuidados de su madre y los trabajos, desvelos y decisiones de su padre humano.

Contemplando la Sagrada Familia, en esta Jornada pontificia por la familia y la vida, agradecemos el amor y el cuidado de nuestros padres, al tiempo que agradecemos la posibilidad de vivir y crecer en libertad y amor que nos han dado. Aunque haya sido en condiciones difíciles, a veces transidas de contradicciones e incluso de errores. Hemos llegado a ser lo que somos gracias al cuidado y el amor que en medio de tantas situaciones difíciles nos han regalado nuestros padres y nuestras familias. Que Dios nos ayude a querer y cuidar a nuestros hijos y nuestras familias, los que tenemos o los que tendremos, con los ojos puestos en el modelo de José y María, en medio de las situaciones que nos toque vivir.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

jueves, 29 de diciembre de 2016

ALCANCEMOS NUESTRAS METAS


¡Siempre habrá una solución!
En la mayoría de los casos, las circunstancias externas aunadas a los conflictos internos, afectan nuestra vida personal y nuestra vida familiar. Muchas de las veces nos dejamos llevar por la angustia, nos deprime la incertidumbre y esto provoca irritabilidad y agresividad. Cuando el grado de irritabilidad e insatisfacción llega al grado máximo, el escape comienza con los reproches, en las faltas de respeto y en la violencia física. La gran contradicción, cuando existe un problema, nos aislamos, nos metemos en un callejón sin salida, nos asfixiamos nosotros mismos. No aceptamos sugerencias, no aceptamos comentarios, no aceptamos opiniones; esta actitud negativa y egoísta sólo nos llena de odio, de rencor y perdemos la fe, perdemos la brújula. Recordemos que cada cabeza es un mundo, el humilde y el ignorante, tienen mucho que enseñarnos y que aportar. El escape negativo debemos convertirlo en escape positivo. Pensemos que mientras haya vida, mientras haya salud, mientras haya familia y unidad, cualquier reto por grande que sea, sé vencerá.

Como miembros de una familia, es importante buscar la comunicación y la integración. Cuándo la vida nos presenta un reto, debemos buscar varias soluciones no sólo una, ¡siempre habrá una solución!, Los problemas no existen, los hacemos nosotros. Evitemos la violencia, y pongamos nuestro esfuerzo en la unidad familiar.

El interés, el entusiasmo, la decisión, la fe por algo es lo que impulsa para continuar adelante, proyecta a realizar todo tipo de esfuerzos, sin importar los obstáculos que se tengan que librar. Lo importante es que ese algo, de satisfacción, ayude a realizarnos, para lograr nobles objetivos. Debemos ante todo, estar convencidos que el esfuerzo y la dedicación es indispensable para alcanzar nuestros objetivos.

Satisfacer nuestras necesidades, lograr nuestros objetivos, convertir las ilusiones en realidades, llena de satisfacción, nos motivará a poner mas empeño, esfuerzo y dedicación. Pero nos debe situar en la realidad: que para alcanzar nuestras metas se requiere de decisión, de constancia, de perseverancia y de acciones honestas, responsables y maduras.

Nuestra vida estará siempre llena de decisiones, algunas correctas y otras incorrectas, esto nos enseñará a que: es necesario pensar antes de hacer, y no hacer para pensar. A lo largo de nuestra vida jamás terminaremos de aprender. Siempre deberemos tener inquietudes, ilusiones, éxitos y fracasos. Los fracasos deben ser el aliciente, el reto para llenarnos de coraje, nos deben enseñar que en cada caída nos debemos levantar. Todos en la vida debemos tener una razón para hacer las cosas. Una razón que nos impulse, que nos dé un motivo razonado y libre para poder actuar. Cada momento, cada día, dependerán de las decisiones buenas o malas que tomemos. Las decisiones buenas nos darán satisfacciones, nos impulsarán a objetivos mayores. Y las decisiones incorrectas nos darán insatisfacciones, pero nos darán experiencia. Los arrebatos siempre nos conducirán al fracaso. El desánimo, la confusión, la depresión, el conflicto, llegan cuando en la vida no hay motivación, no hay impulso. Cuando el ser humano desconoce, la energía, la fuerza, el potencial que Dios nos ha dado, que ha depositado en nuestro interior; cuando desconocemos lo importante que es el interés por la vida, lo importante que es tener ilusiones, se cae en el desánimo, en el desinterés y en la desvalorización.

Cuando se pierde el interés en la vida, cuanto todo deja de tener razón de ser, cuando ya nada tiene importancia en el trabajo, en el estudio, en la familia, se pierde la brújula y andamos a la deriva, viene la insatisfacción, el conflicto y la indiferencia. Por el propio bien y de los demás, debemos tener fe, tener la plena seguridad de que nuestros propósitos dependen de nosotros mismos.

El ambiente externo, las presiones económicas, la falta de afecto, de comprensión, de apoyo, nos abruman, nos deprimen… nos desmotivan. El que las personas, llámense padre, madre, compañeros, jefes, subordinados, amigos, hermanos, etc., valoren, estimulen y aprecien nuestro esfuerzo, es una motivación externa. La fe, la confianza en Dios y en uno mismo, es una motivación interna.

Si hay motivación, hay aspiraciones “Si no hay motivación, no hay aspiraciones”, habrá falta de superación, habrá negativismo, habrá chisme, odio, envidia y egoísmo. Si no hay motivación, habrá capricho, ignorancia, desaliento, indiferencia y resentimiento. Habrá ociosidad y se perderá el tiempo inútilmente. A lo largo de nuestra existencia, siempre deberán conjugarse los estímulos internos y estímulos externos. Debemos estar convencidos, tener libre voluntad y desear un verdadero objetivo: amor, ilusiones, aspiraciones, paz y armonía. También debemos aceptar las órdenes, corresponder a los incentivos y a los estímulos. En todo momento de la vida debemos tener una razón para pensar, para sentir, para querer y actuar por convencimiento.

Toda persona independientemente de su edad, estado o nivel cultural, debe estar totalmente convencido de sus objetivos personales, familiares y laborales. Y cuando esto no ocurre y por el contrario a la persona se le impone sin importar sus deseos, gustos y habilidades, se le somete a un ambiente de presión, de sujeción, instintivamente la persona se volverá agresiva y sin iniciativa. Algo que nos debe preocupar profundamente es el de tener argumentos, la verdad y las bases sólidas para poder satisfacer correctamente las dudas, la curiosidad y las inquietudes del niño, del adolescente y del joven. Jamás se debe usar el recurso de eludir o esquivar, mucho menos recurrir a la mentira, a la violencia, a la agresión o a la imposición. Nuestros hijos tienen todo el derecho de buscar: Él ¿Por qué…? ¿Para qué…? ¿Cómo?, ¿Qué es…? Eso nos conducirá, nos dará la oportunidad de despertar un verdadero interés y auténtico convencimiento. El ser humano sólo se ha dedicado a generar un conocimiento puramente personalista y utilitario. Ya no hay tiempo para escuchar, para dialogar, para pensar en los demás, para razonar y para decidir libre, madura y responsablemente.

Fuente: ALMAS
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Un cántico nuevo - Salmo 95

“Cantad al Señor un cántico nuevo.”
A primera vista, éste es el mandamiento imposible. ¿Cómo cantar un cántico nuevo cuando todos los cantos, en todas las lenguas, te han cantado una y otra vez, Señor? Se han agotado los temas, se han probado todas las rimas, se han ensayado todos los tonos. La oración es esencialmente repetición, y tengo que esforzarme para que parezca que no estoy diciendo las mismas cosas todos los días, aunque sé muy bien que las estoy diciendo. Estoy condenado a intentar la variedad cuando sé que toda oración se reduce a la repetición de tu nombre y a la presentación de mis ruegos. Variaciones sobre un mismo tema. ¿Cómo puedes pedirme, en tales circunstancias, que te cante un cántico nuevo?

Sé la respuesta antes de acabar con la pregunta. El cántico puede ser el mismo, pero el espíritu con que lo canto ha de ser nuevo cada día. El fervor, el gozo, el sonido de cada palabra y el vuelo de cada nota han de ser diferentes cada vez que esa nota sale de mis labios, cada vez que esa oración sale de mi corazón.

Ese es el secreto para mantener la vida siempre nueva, y así, al pedirme que cante un canto nuevo me estás enseñando el arte de vivir una vida nueva cada día con la lozanía temprana del amanecer en cada momento de mi existencia. Un cántico nuevo, una vida nueva, un amanecer nuevo, un aire nuevo, una energía nueva en cada paso, una esperanza nueva en cada encuentro. Todo es lo mismo y todo es distinto, porque los ojos, que miran los mismos objetos que ayer, son nuevos hoy.

El arte de saber mirar con ojos nuevos me capacita para disfrutar los bienes de la naturaleza en toda la plenitud de su pujante realidad. Los cielos y la tierra y los campos y los árboles son ahora nuevos, porque mi mirada es nueva. Se me unen para cantar todos juntos el nuevo cántico de alabanza.

“Alégrese el cielo, goce la tierra,retumbe el mar y cuanto lo llena;vitoreen los campos y cuanto hay en ellos,aclamen los árboles del bosque delante del Señor,que ya llega, ya llega a regir la tierra.”
Éste es el cántico nuevo que llena mi vida y llena el mundo que me rodea, el único canto que es digno de Aquel cuya esencia es ser nuevo en cada instante con la riqueza irrepetible de su ser eterno.
“Cantad al Señor un cántico nuevo,
cantad al Señor toda la tierra; cantad al Señor,
bendecid su nombre,
proclamad día tras día su victoria.”
Carlos Valles sj 

Meditación: 1 Juan 2, 3-11


Santo Tomás Becket

Quien afirma que está en la luz y odia a su hermano, está todavía en las tinieblas. (1 Juan 2, 9)

A todos nos conviene hacernos un buen examen de conciencia con cierta frecuencia. ¿Se lo ha hecho usted? (Ver página 64). Piense por ejemplo: ¿Hay algún resentimiento, antiguas heridas, celos o recuerdos dolorosos que usted haya tenidos por mucho tiempo?

A veces ni siquiera nos damos cuenta de que están allí, pero como son cosas del pasado, pensamos que no importan y que ni siquiera vale la pena sacarlas a la luz. ¿Pueden esos recuerdos impedirnos llegar a Dios? ¡Claro que sí! Si no les damos atención, esos sentimientos negativos se acumulan con el tiempo hasta transformarse en obstáculos casi insuperables.

Como lo dice el pasaje de hoy, el que odia a su hermano, todavía está en la oscuridad. Es una declaración tajante, y al principio pensamos que eso no se aplica a nosotros. Es muy posible que cuando usted examine su conciencia encuentre que no odia a nadie; pero cada recuerdo negativo o doloroso que guardamos, por pequeño que sea, puede afectarnos en algún momento. Tal vez no estemos del todo en la oscuridad, pero seguramente andamos a tientas en la penumbra.

Dios quiere que vivamos en la luz de su amor y su gracia, porque sabe que cuando absorbemos la luz de su poder, los obstáculos desaparecen y nosotros crecemos. Tal como las plantas brotan y florecen a la luz del sol, nosotros nos fortalecemos espiritualmente cuando nos exponemos a la luz del cielo, y complacemos al Señor demostrando los frutos del espíritu (v. Gálatas 5, 22), es decir, siendo testimonios vivos de lo que su gracia realiza cuando le damos entrada a nuestro corazón.

Ahora, al final del año, es una época ideal para despojarse de algunas cosas que obstaculizan la obra de Dios en nosotros, cosas a las que por lo general no les damos atención. Por eso, hagámonos el propósito de abrir el corazón a la gracia sanadora del Espíritu Santo y a la luz de Cristo. Nada de lo negativo que nos guardamos vale más que recibir la misericordia de Dios. Si no se le ocurre nada, el Espíritu le mostrará algo de lo que le conviene despojarse.
“Amado Señor Jesús, ayúdame a identificar las cosas que me mantienen en la sombra, para que yo las saque de mí para siempre. ¡Gracias mi Señor y Salvador!”
Salmo 96(95), 1-3. 5-6
Lucas 2, 22-35

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

Buen día, Espíritu Santo! 29122016




SIMEON TOMO AL NIÑO EN SUS BRAZOS

San Elredo de Rieval (1110-1167), monje cisterciense 
In Ypapanti Domini (Sermones inéditos p. 51-52)
«Simeón tomó al niño en sus brazos»

      «Simeón vino al templo, movido por el Espíritu Santo.» Y tú, si con sumo interés has buscado a Jesús por todas partes, es decir, si –como la Esposa del Cantar de los Cantares (Ct 3,1-3)- los has buscado sobre el lecho de tu descanso, ahora leyendo, ahora orando, ahora meditando, si lo has buscado también en la ciudad preguntando a tus hermanos, hablando de él, compartiendo sobre él, si tu lo has buscado por las calles y las plazas aprovechándote de las palabras y de los ejemplos de los demás, si lo has buscado junto a los centinelas, es decir, escuchando a aquellos que buscan la perfección, entonces tú vendrás al templo «movido por el Espíritu». Ciertamente, es el mejor lugar para el encuentro del Verbo con el alma: se le busca por todas partes, se le reconoce en el templo... «He encontrado al Amado de mi alma» (Ct 3,4). Busca, pues, por todas partes, búscale en todo, búscale cerca de todos, pasa y sobrepásalo todo para, por fin, llegar al lugar de la tienda, hasta la morada de Dios, y entonces, le encontrarás.

      «Simeón vino al templo movido por el Espíritu.» Cuando sus padres llevaron al Niño Jesús, también él le recibió en sus manos: he aquí el amor que gusta por el consentimiento, que se une por el abrazo, que saborea por el afecto. ¡Oh, hermanos, que se calle aquí la lengua... Aquí, nada se desea si no es el silencio: son los secretos del Esposo y la Esposa... el extraño no puede tener parte en ello. «Mi secreto es mío, mi secreto es mío!» Is 24,16 Vlgt) ¿Dónde está, para ti, Esposa, tu secreto, tú la única que ha experimentado la dulzura que se saborea cuando en un beso espiritual, el espíritu creado y el Espíritu increado se encuentra uno frente al otro y se unen el uno con el otro hasta el punto que son dos en uno, o mucho mejor, digo, uno solo: justificante y justificado, santificado y santificante, deificante y deificado?...

      Ojalá merezcamos también nosotros decir lo que sigue: «Lo he cogido y no lo soltaré» (Ct 3,4). Eso es lo que ha merecido san Simeón según dice: «Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz.» Ha querido que le deje marchar, liberado de los lazos de la carne, para gozar aún más fuertemente del abrazo de su corazón, Jesucristo nuestro Señor, para quien es la gloria y el honor por los siglos sin fin.

Evangelio según San Lucas 2,22-35. 
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor. Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: "Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel". Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos".

RESONAR DE LA PALABRA
Francisco Javier Goñi, cmf
Queridos amigos:

Un día más volvemos hoy de nuevo a Belén, a contemplar y adorar al Niño. Seguimos en la Octava de Navidad.

Nuestro corazón se llena de alegría ante este pequeño en el que misteriosamente está presente, encarnado, el Amor inmenso de Dios. Con esa carita boba que a todos se nos queda ante un recién nacido, surge en nuestro corazón la misma pregunta que, seguro, su Madre se hizo una y otra vez: ¿qué será de este niño?, ¿cuál será vida?, ¿cómo hará para realizar la Salvación de Dios?, ¿será feliz?...

Y un nuevo personaje aparece para anticipar algunas respuestas. Seguro que a María le tuvo que dejar preocupada e inquieta: “… será como una bandera discutida… y a ti una espada te atravesará el alma”. ¿Qué le va a pasar a su hijo?, ¡pero si es el Hijo de Dios y nos trae la Salvación…! ¿Cuál será el camino que deba seguir para traer Luz y Vida a nuestras tinieblas? ¿Tendrá que sufrir, ser rechazado, morir para salvarnos? Un nudo se nos pone en la garganta, como se le tuvo que poner a ella. No podía entender las palabras de aquel anciano. Simeón acaba de anunciar loco de alegría que ese Niño será el Salvador para todos los pueblos, la Luz para el Mundo entero… ¿Entonces? Entre admirada, alegre y a la vez preocupada por su hijo, María no podía entender aún… Pero guardaba todas estas cosas en su corazón. 
La confianza en el Amor y la Voluntad de Dios por encima de todo.

Con María, y como ella, contemplamos al Niño Dios: admirados, alegres, sin entender, confiando y guardando todo en el corazón. Nos quedamos en silencio ante ese Niño y ante su Madre… Nosotros sí que sabemos qué será de Él, cuál será su camino, por qué una espada llegará a atravesar el corazón de su Madre; pero también sabemos que tras su entrega por amor hasta el final la Vida triunfará, llenando todo de nueva Luz. Por eso Él sigue naciendo, viviendo con nosotros, entregando su vida por todos, resucitando y llenándonos de Luz, esperanza y alegría nuevas…

Y ahora, a vivir amando, como Él vivió, porque “quien ama a su hermano permanece en la luz”, en esa nueva Luz que ha iluminado el Mundo desde ese pequeño Niño que nuestro corazón asombrado contempla…

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

miércoles, 28 de diciembre de 2016

DIOS DEJA SU HUELLA EN LO QUE HACE

LA BELLEZA DE DIOS

Los clásicos griegos y los Padres de la Iglesia invitaban a descubrir una huella de la belleza de Dios en su obra: la armonía de las esferas celestes, la interrelación entre las especies, la grandeza de la naturaleza... les hablaba de una belleza infinitamente mayor y mejor. S. Agustín de Hipona justifica, en parte, su propio extravío y el de sus contemporáneos, por la hermosura de la creación: «La belleza de tus criaturas me atraía y cautivaba mi corazón; y no sabía descubrir que era sólo un reflejo de tu infinita hermosura». Después de su conversión, la contemplación de la naturaleza le servía para acercarse a Dios. En su búsqueda del amado, S. Juan de la Cruz también pregunta a las criaturas, que le responden: «Mil gracias derramando / pasó por estos sotos con presura / y yéndolos mirando / con sola su figura / vestidos los dejó de su hermosura». Todas las obras de Dios están revestidas de «mil» gracias, son un reflejo de la hermosura de su Creador. Pero, insiste él, son una huella ambigua y, a veces, confusa, ya que han sido realizadas «de paso», mientras que «las obras en las que más se detuvo son las de la Encarnación de su Hijo y los misterios de nuestra religión». En estas obras sí que se manifiesta plenamente la belleza del Creador. Hasta el punto de que el conocimiento que adquirimos de Dios a partir de las criaturas es «vespertino» (es decir, entre sombras), mientras que el conocimiento que nos produce la persona y obra de Jesús es «matutino» (es decir, claro y radiante). S. Juan de la Cruz insiste en que es a partir de la belleza del Señor Jesús, de su obra salvadora, de su revelación, como podemos conocer plenamente la hermosura de Dios y participar en ella.


«El estudio sobre los trascendentales (verum, bonum y pulchrum) ha ido unido desde los clásicos griegos. Se les considera inseparables, conscientes de que el descuido de uno de ellos repercute catastróficamente en los otros» (Hans Urs von Balthasar). A lo largo del s. XX se produjo una ruptura que, efectivamente, se ha demostrado fatal. Se consideraba que verdad, bondad y belleza no tenían por qué ir juntas. La belleza separada de la verdad se ha convertido en modas pasajeras. La verdad al margen de la bondad nos parece inalcanzable o inútil. La bondad sin la verdad se ha transformado en sinónimo de debilidad.

La separación entre verdad, bondad y belleza ya había comenzado con la reforma protestante, en el s. XVI. Mientras en la Iglesia Católica se consideraba el arte como una emanación de la belleza divina y se utilizaba en la transmisión de la fe, Lutero y Calvino insistieron en la vanidad e incluso en la maldad de todas las obras humanas y en la radical incapacidad del hombre de decir o representar algo sensato sobre Dios. De hecho, él mismo se ha manifestado en la fealdad de su contrario: en el dolor y en la muerte de Jesús. Ambos afirman que sólo se nos permitirá gozar de la belleza y de la gloria de Dios en la vida eterna.

«Todo aquel a quien le importen la amplitud universal, los espacios conformados, la humanidad heroica... se sentirá repelido por el Protestantismo. Lutero destruyó las áureas habitaciones del mito y puso en su lugar la estrecha choza del fundador. El que ama lo bello sentirá, como Winckelmann, frío en la buhardilla de la Reforma y marchará a Roma» (Gerhard Nebel, «El acontecimiento de lo bello»). El protestantismo mantiene una actitud polémica hacia todas las formas externas de la religión, a favor de la interioridad de la fe. Se comienza rechazando las ceremonias litúrgicas, las expresiones artísticas, la decoración en el templo, para pasar a poner en tela de juicio el valor de la razón, la analogía y las obras morales del ser humano y se termina eliminando la ejemplaridad de los Santos y persiguiendo la alegría, el goce y la complacencia de la vida. Si el hombre es un pozo de maldad, todo él está deformado por el pecado y todas sus obras son feas y malas, marcadas por el pecado. Precisamente, para salvarnos de nuestra postración, el Hijo de Dios «se ha hecho pecado por nosotros», cargando sobre sus espaldas nuestras miserias.

Pero el hecho de subrayar una teología de la cruz no nos puede hacer olvidar la teología de la gloria. En nuestra pobre historia y en nuestra realidad de pecado se ha revelado el hermoso designio de nuestro Dios, escondido durante siglos y ahora manifestado. Es verdad que la plenitud del Reino no llegará hasta la consumación de los tiempos, pero su presencia entre nosotros ya se ha inaugurado. Es verdad que Cristo se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pero su humanidad transfigurada no puede dejar de manifestar su gloria, así como un frasco de perfume exhala el olor de la esencia que lleva dentro. La escena bíblica de la Transfiguración nos permite entender algo de este misterio: En la humanidad de Jesús se manifiesta su divinidad; en su pobreza, la gloria; en su aparente fracaso (no olvidemos que se produce de camino hacia Jerusalén, después del primer anuncio de la Pasión), un anticipo de su triunfo. La belleza de la creación, del arte, de la liturgia, de la vida entregada de los Santos... nos ayuda a intuir algo de la belleza del Señor y de la gloria del cielo. «El alma quiere hacerse semejante con su Amado, saboreando sus gozos y dulzuras y viviendo su misma vida para actuar como Él. Por medio del ejercicio del amor, absorta en su hermosura, quiere transformarse en su hermosura y hacerse semejante en hermosura para empezar a vivir y a gozar aquella hermosura que se le dará sin límites en la vida eterna» (S. Juan de la Cruz. «Cántico Espiritual»).

PAZ EN LA TIERRA

"La maravillosa visión de un mundo de paz, en la que toda violencia haya sido superada y todos los hombres, mujeres y niños viven en amorosa unidad con la naturaleza, nos exige que la hagamos realidad en nuestra vida de cada día. En vez de ser un sueño escapista, nos reta a anticipar aquello que promete. Cada vez que perdonamos a nuestro prójimo, hacemos sonreír a un niño, mostramos compasión hacia una persona que sufre, preparamos un ramo de flores, nos preocupamos de los animales salvajes o domesticados, evitamos la contaminación, creamos belleza en nuestro propio hogar y trabajamos en pro de la paz entre la gente y las naciones, estamos haciendo realidad esa visión. 

Debemos recordarnos unos a otros esa visión de forma constante. Cada vez que cobre vida en nosotros, encontraremos nueva energía para vivirla allí donde estemos. En vez de hacernos escapar de la vida real, esta hermosa visión nos compromete en ella."

Henri Nouwen

ESCUCHAR EL CLAMOR

Con Jesús por la mañana.
«Tal vez ese niño llora. Llora porque tiene hambre, porque tiene frío, porque quiere estar en brazos… También hoy lloran los niños, lloran mucho, y su llanto nos cuestiona. En un mundo que desecha cada día toneladas de alimento y de medicinas, hay niños que lloran en vano por el hambre y por enfermedades fácilmente curables. En una época que proclama la tutela de los menores, se venden armas que terminan en las manos de niños soldados; se comercian productos confeccionados por pequeños trabajadores esclavos. Su llanto es acallado. ¡El llanto de estos niños es callado! Deben combatir, deben trabajar, no pueden llorar.» (Papa Francisco). Rezamos especialmente por los niños y nos unimos al Papa ofreciendo todo nuestro día por la intención mensual: Para que en ninguna parte del mundo existan niños soldados.
Con Jesús por la tarde.
«Se levantó todavía de noche, tomó al niño y a su madre y partió hacia Egipto, donde residió hasta la muerte de Herodes» (Mt 2, 14). Acércate a algún niño necesitado y ayúdalo. Repite al ritmo de la respiración «Señor, dame un corazón compasivo…» mientras continúas poniendo en práctica el propósito del día.
Con Jesús por la noche.
Agradece los encuentros. Trae a la memoria las personas que hoy encontraste. ¿Recuerdas algún encuentro de manera especial? ¿Qué te ha hecho sentir? ¿Qué conversación recuerdas especialmente? ¿Por quiénes quieres agradecer?

fuente El Evangelio del dia

Meditación: Mateo 2, 13-18


Los Santos Inocentes

Es imposible leer sin estremecerse el horroroso relato de la matanza de niños ordenada por Herodes cuando nació Jesús. Es igualmente difícil no pensar en la maldición del aborto, que hoy sigue destruyendo a millones de Santos Inocentes. Sin embargo, pese a esta aterradora realidad, Dios nos pide que caminemos en la luz. Por eso, dejemos que la luz de Cristo brille hoy en nosotros.

Si usted ha participado en un aborto, como paciente o como practicante, si ha presionado a alguien para hacerse un aborto, o si fingió ignorar lo que sucedía, sepa que la misericordia de Dios es infinitamente mayor que esos pecados. Sí, Dios puede y quiere perdonarle y sanarle.

Si usted ha juzgado severamente a una hija o conocida que optó por el aborto, y la condena en lugar de comprenderla y socorrerla, recuerde la advertencia de Jesús acerca de arrojar la primera piedra, y pídale al Señor que le ayude a amar a esa persona.

Si usted ha trabajado durante muchos años para acabar con el aborto, pero ahora le parece que es inútil y que la situación no cambia, también puede pedirle a Dios que le dé nuevas fuerzas para perseverar, porque las estadísticas muestran que está surgiendo una nueva generación de gente joven opuesta al aborto. Tal vez el Señor le esté llamando a unirse a estos grupos recién formados y servirles como consejero.

San Juan dice que uno se engaña si cree que no tiene pecado; pero también nos engañamos si no aceptamos el perdón que el Señor nos ofrece compasivamente: “Si… confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará” (1 Juan 1, 9).

Toda vida humana es valiosa para Dios: la del bebé aún no nacido, la de la madre asustada, la del abortista, la del cristiano pasivo y la del activista pro-vida desalentado. Su amor incondicional nos tiende la mano a cada uno de nosotros, y nos fortalece para seguir promoviendo y defendiendo la vida. Por eso, no hay que ceder en la lucha ni dejar de promover la santidad de toda vida humana. Sigamos todos tratando de curar este devastador cáncer de nuestra sociedad, pero hagámoslo siempre con amor y comprensión.
“Amado Padre, recibe a todos los inocentes pequeños que hoy son asesinados en el vientre materno. Recoge también las lágrimas de dolor, remordimiento y culpa de los causantes y úsalos para terminar con el flagelo del aborto.”
1 Juan 1, 5—2, 2
Salmo 124(123), 2-5. 7-8

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros

Buen día, Espíritu Santo! 28122016

Señor y Dios Nuestro,
Tú eres la Roca, la única roca-
Tú eres el Fundamento,
Sobre Ti está cimentado lo que soy,
sobre Ti descansa mi ser, la obra de Tus manos.
En esas misma manos me pongo en ésta mañana.
Porque no confío en mis fuerzas,
sino en Tu Amor,
Porque sé que mi debilidad es grande,
sólo confío en Tu Amor;
Porque estoy necesitado de Tu Gracia,
sólo confío en Tu Amor.
Lléname con Tu Espíritu;
Visítame con Tu Unción, con Tu Poder.
Siembra alegría en mi corazón,
hazme crecer en humildad,
despierta y potencia mis capacidades dormidas,
dame serenidad y paciencia para enfrentar lo cotidiano,
lo que se vuelve rutina, lo que no comprendo ni deseo.
Y Aliméntame.
Con Tu Cuerpo, que es Vida.
con Tu Palabra, que es Salvación.
Amén.


COMPRENDIENDO LA PALABRA 281216

Eusebio el Galicano (siglo V), monje, obispo 
Sermón 219; PL 39, 2150
« ¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer?» (Mt 2,2)

      El traidor Herodes, engañado por los magos, manda a sus esbirros a Belén y a todos sus alrededores para matar a los niños menores de dos años... Pero nada has obtenido bárbaro cruel y arrogante: puedes hacer mártires, pero no logras encontrar a Cristo. Ese malvado tirano creía que la venida del Señor nuestro Salvador era para echarle de su trono real. Pero no fue así. Cristo no vino a usurpar la gloria de otro, sino para hacernos don de la suya. No vino a apoderarse de un reinado terrenal, sino a concedernos el Reino de los cielos. No vino a quitar dignidades, sino a sufrir injurias y malos tratos. No vino a preparar su cabeza sagrada para una diadema de pedrerías, sino para una corona de espinas. No vino para sentarse gloriosamente encima de los cetros, sino para ser escarnecido y crucificado.

      Por el nacimiento del Señor «Herodes se turbó y toda Jerusalén con él» (Mt 2,3). ¿Qué hay de extraño que la impiedad se turbe por el nacimiento de la bondad? He aquí que un hombre armado se asusta del que está acostado en un establo, un orgulloso rey tiembla ante el humilde, el que está revestido de púrpura teme al pequeño envuelto en pañales... Fingió querer adorar al que buscaba para hacerlo matar (Mt, 2,8). Pero la verdad no teme a las tramoyas de la mentira... La traición no puede encontrar a Cristo porque no es a través de la crueldad sino de la fe que se debe buscar a Dios que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.



Evangelio según San Mateo 2,13-18. 
Después de la partida de los magos, el Angel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo". José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto. Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta: Desde Egipto llamé a mi hijo.Al verse engañado por los magos, Herodes se enfureció y mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, de acuerdo con la fecha que los magos le habían indicado. Así se cumplió lo que había sido anunciado por el profeta Jeremías: En Ramá se oyó una voz, hubo lágrimas y gemidos: es Raquel, que llora a sus hijos y no quiere que la consuelen, porque ya no existen.

RESONAR DE LA PALABRA
Francisco Javier Goñi, cmf
Queridos amigos:
A lo largo de la octava de Navidad, la Palabra de Dios nos va ofreciendo diversos relatos en los que se despliega de modos diversos el Misterio de la presencia humana del Hijo en nuestra historia, junto con sus consecuencias. En San Esteban tenemos el martirio de un testigo que abrió su corazón al Amor encarnado de Dios en Jesús hasta hacer de él su único tesoro, por el que vivir y dar la vida; en el relato de la Resurrección de San Juan nos encontramos con el asombro y la fe de los que van a ser primeros testigos de la Resurrección de aquel que nació en Belén.
Hoy, con el relato de los Santos Inocentes, se nos ofrece a la contemplación la terrible e incomprensible paradoja del rechazo que el mal despierta en el corazón del hombre ante la presencia de la Luz de Dios. Herodes llegó al extremo del odio, hasta ser capaz de asesinar a “todos los menores de dos años” con tal de acabar con aquel que, como anunciado Rey, podría amenazar su poder.
Y la maldad del corazón de Herodes no nos es tan lejana. De hecho, en todo corazón humano hay “pecado”, como nos recuerda la primera lectura de hoy, hay mal. Anida en nosotros, y puede llegar a hacernos capaces de cualquier barbaridad si nos dejamos llevar por el ansia de poder, de comodidad, o de bienestar a cualquier precio. El ser humano es profundamente egoísta. Somos profundamente egoístas. Y ello nos puede llevar a utilizar y pisotear a otros con tal de satisfacer los propios intereses, deseos o necesidades.
La presencia de la Luz de Dios ilumina esa terrible realidad: la descubre, la desenmascara, la pone en evidencia. También es capaz de sanarla, perdonando y transformando nuestro corazón. Pero es necesario dejarse hacer por el Amor que nos ha llegado con aquel que nació en Belén. Si huimos de la Luz, si no dejamos que nos ilumine en lo más profundo, si pretendemos negarla o apagarla, la oscuridad y el mal seguirán reinando en nuestro corazón, como por desgracia siguen reinando en nuestra sociedad y en nuestro mundo.
Fuente del comentario CIUDAD REDONDA

martes, 27 de diciembre de 2016

EL AMOR CORRE

Con Jesús por la mañana.
El amor ha de ponerse en obras más que en las palabras, y no ha de hacerse esperar. Tu día frecuentemente transita entre apuros, rutinas, trabajos y obligaciones y parece que quedan pendientes aquellas actividades más distendidas que con amor podrías compartir con los que amas. Pues no pospongas esos encuentros, esa llamada, esa visita, ese tiempo que brindas a los demás; comparte tu tiempo con esas personas que amas. No dejes para mañana el amor que puedes dar hoy. Ofrece todo lo que vivas en este día, por las intenciones del Papa. Ve al encuentro de las personas que más lo necesiten y dales de tu amor.
Con Jesús por la tarde.
«Salió Pedro con el otro discípulo y se dirigieron al sepulcro. Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corría más que Pedro y llegó primero al sepulcro. Inclinándose vio las sábanas en el suelo, pero no entró» (Jn 20, 3-5). Navidad es un tiempo para celebrar el amor. Ve al encuentro de los que amas. Repite al ritmo de la respiración «Señor, dame la gracia de amarte y amar a los demás…» mientras continúas poniendo en práctica el propósito del día.
Con Jesús por la noche.
Pon un nombre a tu día. Busca aquietarte. Repasa el día vivido. ¿Hubo algún acontecimiento que te afectó en especial durante el día? ¿Cómo te sientes ahora? ¿Qué ha sido lo más significativo de tu día? Mirando lo vivido, ¿Qué nombre pondrías a tu día? ¿Por qué?  

fuente El Evangelio en casa

Meditación: Juan 20, 2-8


San Juan Apóstol y Evangelista

Hoy honramos a San Juan Apóstol, que por su cercanía a Jesús experimentó una profunda transformación en su vida. De los doce, Juan, Santiago y Pedro fueron los más cercanos a Jesús y, aquella gloriosa mañana de la Pascua de Resurrección, Juan vio la tumba vacía y se convenció.

Dios permitió que Juan conociera mejor a Jesús, haciéndole pasar de un plano meramente intelectual y lógico a uno en el que pudiera percibir y reconocer las verdades espirituales.

El vocablo griego usado en Juan 20, 8 para decir que “vio”, no sólo se refiere a la vista física, sino también a la vista espiritual que da la capacidad de entender el significado profundo del hecho observado. Dios desea que todos comprendamos de esa manera el nacimiento de Jesús, y lo podemos hacer gracias a la acción del Espíritu Santo.

Conforme al perfecto plan de Dios para la salvación de la humanidad, Jesús tomó para sí un cuerpo y se unió íntimamente al género humano en sus sufrimientos, penurias y alegrías. Por eso, cuando somos bautizados, nos sumergimos en la muerte y la resurrección de Cristo. Porque la vida del espíritu implica darse a los demás y servir. Jesús les dijo a Santiago y Juan que si querían lugares de honor en el cielo, tendrían que estar dispuestos a servir y darse a los demás, según su ejemplo (Marcos 10, 35-45).

El Señor advirtió a sus seguidores que a muchos les tocaría sufrir por ser testigos suyos, pero eso no significa que estarían pagando por sus pecados ni ganando el favor de Dios. No, Jesús nos amó y quiso salvarnos a todos desde antes de que naciéramos y de que cometiéramos algún pecado, y fue por amor al ser humano que cumplió a cabalidad la obra de la redención en la cruz.

Por eso, cuando reconocemos nuestras faltas y maldades con sinceridad de corazón, Dios nos perdona, y no tenemos por qué seguir cargando con nuestras culpas. Pero eso sí, hemos de trabajar y esforzarnos para llevar una vida recta y santa, a fin de no perder la salvación que Cristo, con su dolorosa pasión, consiguió para todos sus fieles.
“Dios y Señor nuestro, que por medio del apóstol San Juan nos has revelado el misterio de tu Palabra hecha carne, concédenos, te rogamos, llegar a comprender y amar de corazón aquello que tu apóstol nos dio a conocer.”
1 Juan 1, 1-4
Salmo 97(96), 1-2. 5-6. 11-12

fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros