San Fulgencio de Ruspe (467-532), obispo en África del Norte
Sermón 3, para la fiesta de san Esteban
«En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros.» (Jn 13,35)
La misma caridad que hizo bajar a Cristo del cielo a la tierra, ha levantado a Esteban de la tierra al cielo. El amor, que precedió en el Rey, ha brillado a continuación en el soldado...
Allí donde precedió Esteban, martirizado por las piedras de Pablo, lo ha seguido éste, ayudado por las oraciones de Esteban. ¡Oh vida verdadera, hermanos míos, en la que Pablo no queda confundido de la muerte de Esteban, en la que Esteban se alegra de la compañía de Pablo, porque ambos participan de la misma caridad! El amor en Esteban triunfó de la crueldad de los judíos, y en Pablo «la caridad cubrió la multitud de sus pecados» (1P 4,8). En ambos fue el amor respectivo el que los hizo dignos de poseer el Reino de los cielos.
El amor es la fuente y el origen de todos los bienes, egregia protección, camino que conduce al cielo. El que camina en la caridad no puede temer ni errar. Ella dirige, protege, encamina. Por ello, hermanos, ya que Cristo construyó una escalera de caridad por la que todo cristiano puede ascender al cielo, guardad fielmente la pura caridad, ejercitadla mutuamente unos con otros y, progresando en ella, alcanzad la perfección.
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