Jesús dijo a sus apóstoles: Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas. A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos. Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes. El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir. Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará.
RESONAR DE LA PALABRA
Francisco Javier Goñi, cmf
Del escenario entrañable y feliz del Niño nacido en el pesebre a otro bien distinto: el del primer Mártir de la Iglesia entregando la vida por aquel que nació en Belén de la Virgen María.
La Luz, el Amor, la Vida de Dios puso su tienda entre nosotros… pero los suyos no lo recibieron. Ese niño que nació en Belén no será bien recibido entre los suyos: algo hay en el ser humano que le lleva a rechazar la Verdad, el Amor, la Vida verdadera, la Luz. Ese niño crecerá, hará presente el Amor salvador de Dios, y acabará siendo clavado en una Cruz. Ese mismo será el destino de sus seguidores, ya nos lo había avisado el mismo Jesús: creer en ese Amor encarnado en Jesús llevará a sus seguidores a ser rechazados, perseguidos, incluso hasta dar la vida por amor y amando. Por seguir dando presencia y voz al Señor, por seguir encarnándolo en sus propias vidas, por seguir transmitiendo en su nombre la Verdad, el Amor, la Vida, la Luz.
Esteban es el primero de una larga lista que hoy día continúa creciendo. Para Esteban, igual que para los mártires de todos los tiempos, el Tesoro en el que puso su corazón valía más que todo, incluso más que la propia vida. Quién abre su corazón al Dios que viene a nuestras vidas, acaba descubriendo en Él lo único por lo que realmente merece la pena vivir… y morir. Así es el amor cuando es auténtico: por Amor, Dios vino a visitarnos y llegó a dar su vida en la Cruz; por amor, somos capaces también de darlo todo por nuestros hermanos y por Aquél que nos Amó primero.
Y es que el Amor, el de verdad, el que viene de Dios y a Dios se encamina, nos llena de plenitud y alegría, nos inflama de fe y esperanza, nos impulsa al otro olvidados de nosotros mismos, nos llena de una Vida plena, es capaz de vencer al mal e incluso a la misma muerte. En aquel niño nacido de María, el Amor ha venido a este mundo: ya no podemos vivir si no es por él, con él y en él. Y ese es nuestro gran Tesoro, por el que somos capaces de todo, hasta de dar la vida. Minuto a minuto, en la entrega y el servicio de cada día, o por completo, cuando llegue el momento.
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