Santo Tomás Becket
Quien afirma que está en la luz y odia a su hermano, está todavía en las tinieblas. (1 Juan 2, 9)
A todos nos conviene hacernos un buen examen de conciencia con cierta frecuencia. ¿Se lo ha hecho usted? (Ver página 64). Piense por ejemplo: ¿Hay algún resentimiento, antiguas heridas, celos o recuerdos dolorosos que usted haya tenidos por mucho tiempo?
A veces ni siquiera nos damos cuenta de que están allí, pero como son cosas del pasado, pensamos que no importan y que ni siquiera vale la pena sacarlas a la luz. ¿Pueden esos recuerdos impedirnos llegar a Dios? ¡Claro que sí! Si no les damos atención, esos sentimientos negativos se acumulan con el tiempo hasta transformarse en obstáculos casi insuperables.
Como lo dice el pasaje de hoy, el que odia a su hermano, todavía está en la oscuridad. Es una declaración tajante, y al principio pensamos que eso no se aplica a nosotros. Es muy posible que cuando usted examine su conciencia encuentre que no odia a nadie; pero cada recuerdo negativo o doloroso que guardamos, por pequeño que sea, puede afectarnos en algún momento. Tal vez no estemos del todo en la oscuridad, pero seguramente andamos a tientas en la penumbra.
Dios quiere que vivamos en la luz de su amor y su gracia, porque sabe que cuando absorbemos la luz de su poder, los obstáculos desaparecen y nosotros crecemos. Tal como las plantas brotan y florecen a la luz del sol, nosotros nos fortalecemos espiritualmente cuando nos exponemos a la luz del cielo, y complacemos al Señor demostrando los frutos del espíritu (v. Gálatas 5, 22), es decir, siendo testimonios vivos de lo que su gracia realiza cuando le damos entrada a nuestro corazón.
Ahora, al final del año, es una época ideal para despojarse de algunas cosas que obstaculizan la obra de Dios en nosotros, cosas a las que por lo general no les damos atención. Por eso, hagámonos el propósito de abrir el corazón a la gracia sanadora del Espíritu Santo y a la luz de Cristo. Nada de lo negativo que nos guardamos vale más que recibir la misericordia de Dios. Si no se le ocurre nada, el Espíritu le mostrará algo de lo que le conviene despojarse.
“Amado Señor Jesús, ayúdame a identificar las cosas que me mantienen en la sombra, para que yo las saque de mí para siempre. ¡Gracias mi Señor y Salvador!”Salmo 96(95), 1-3. 5-6
Lucas 2, 22-35
fuente: Devocionario católico la palabra con nosotros
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