San Basilio (c. 330-379), monje y obispo de Cesárea en Capadocia, doctor de la Iglesia
Homilía sobre el nacimiento de Cristo; PG 31, 147s
«Hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre»
«Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría» (Mt 2,10). Hoy, también nosotros, acogemos en nuestros corazones esta gran alegría, alegría que los ángeles anuncian a los pastores. Adoremos con los magos, démosle gloria con los pastores, cantemos con los ángeles: «Hoy nos ha nacido un salvador que es Cristo, el Señor; el Señor Dios se nos ha aparecido»...
Esta fiesta es común a la creación entera: en el cielo las estrellas corren, los magos llegan de países paganos, la tierra le recibe en una gruta. No hay nada que no contribuya a esta fiesta, nada que no venga con las manos llenas. También nosotros, hagamos estallar un canto de alegría...; festejemos la salvación del mundo, el día del nacimiento de la humanidad. Hoy ha sido abolida la condena que golpeó a Adán. Que nadie diga nunca jamás: «Eres tierra y a la tierra volverás» (Gn 3,19) sino: «Unido al que ha bajado del cielo, eres exaltado en el cielo»...
«Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado, eterno es su poder» (Is 9,5)... ¡Qué abismo de bondad y de amor hacia los hombres! Únete, pues, en la alegría a los que reciben a su Señor que baja del cielo, y a los que adoran al Gran Dios en este niño. El poder de Dios se manifiesta en este cuerpo como la luz por las ventanas, y resplandece a los ojos de aquellos que tiene limpio el corazón (Mt 5,8). Entonces, con ellos podremos «con el rostro descubierto reflejar como en un espejo la gloria del Señor, y ser transfigurados en esa misma imagen cada vez más gloriosos» (2C 3,18), por la gracia de nuestro Señor Jesucristo y su amor por los hombres.
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