Ustedes mismos mandaron preguntar a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para la salvación de ustedes. Juan era la lámpara que arde y resplandece, y ustedes han querido gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: son las obras que el Padre me encargó llevar a cabo. Estas obras que yo realizo atestiguan que mi Padre me ha enviado.
RESONAR DE LA PALABRA
José Luis Latorre, cmf
Queridos amigos
La Navidad nos moviliza a todos: las amas de casa haciendo compras para la Noche Buena, los niños y los grandes pensando en los regalos, otros planificando días de vacaciones… todos queremos pasar unos días de fiesta, paz, alegría y fraternidad. La Palabra de Dios también nos está invitando durante todo el Adviento a preparar la Navidad y nos va diciendo cómo la podemos vivir bien para que sea una gran fiesta cristiana. Durante estos últimos días Jesús nos habla de Juan Bautista como el testigo de la verdad, la lámpara, el que prepara el camino al Mesías, el hombre honesto y de conducta recta, que vive austeramente. Y nos invita a hacer lo mismo.
Prepara bien la Navidad quien intenta una calidad de vida que se manifiesta en testimoniar con palabras y obras la verdad y el bien. Dice Isaías “Observad el derecho y practicad la justicia… Dichoso el hombre que obra así”; calidad de vida que es una lámpara que alumbra por su buena conducta y comportamiento; calidad de vida que “preserva su mano de obrar mal” (Isaías) y así prepara el camino al Salvador.
Os ofrezco esta historia-reflexión; Fue justo un día antes de Navidad. Hacía una visita al asilo de ancianos. Iba de habitación en habitación. Cuando toqué la puerta de un anciano no me admiré porque no contestaba enseguida. Es que acababan de traer el correo. Yo pensaba: "Estará ocupado con los paquetes de Navidad". En efecto, cuando por fin escuché: "Adelante", nada más entrar vi al señor revisando un gran paquete. A primera vista uno se daba cuenta que era un paquete grande. Más tarde escuché que era de la hija del anciano, dueña de varios negocios. En aquel entonces toda la gente sufría necesidad. Era el tiempo de hambre después de la segunda guerra mundial. Pero en este paquete había puros, coñac, dulces, vino tinto, zapatos forrados de piel, todo lo que uno podía desear en su corazón. Pero el anciano tenía un aspecto de descontento. Ni una chispa de alegría. "Señor García, le dije, ¿cómo es que pone una cara tan triste cuando recibe tantas cosas por Navidad? ¡Ahí tiene todo lo que necesita!"
El señor me miró y dijo: "No hay amor en este paquete". Y se puso a contar de su hija tan rica. Los empleados prepararon el paquete y en una postal de Navidad barata había escrito nada más que: "De parte de tu hija y de tu hijo político". Nada más. No había un deseo personal, no había visita, no había invitación: "Ven a pasar la fiesta con nosotros". Y cada uno de los regalos de Navidad, primorosamente elegidos, llevaban la etiqueta con el precio para que el padre se diera cuenta cuánto se había gastado para él. Pero "no había amor en ese paquete". Los regalos más hermosos y ricos no valen nada y no pueden dar alegría cuando no hay amor en ellos.
Fuente del comentario CIUDAD REDONDA
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