Jesús vino a tomarnos a cada uno de nosotros en este paso del mundo al Padre. Vino a cambiar las raices más profundas de mi ser, y a darme una nueva conciencia que me hace ser feliz y estar tranquilo con mi pobreza, e incluso con el vacío que hay dentro de mí; y, como ya no tengo nada que defender, pierdo mi agresividad. No necesito luchar, porque se que soy amado. (...) Entonces puedo vivir sin tensiones. En griego, la palabra "perdón" connota esta "falta de tensiones".Jean Vanier, No temas amar, P 21
domingo, 31 de diciembre de 2017
UNA NUEVA CONCIENCIA DE MÍ MISMO
Abrazo
Con Jesús por la mañana.
¡En cambio qué bello es el aliento que el anciano logra transmitir al joven en busca del sentido de la fe y de la vida! () Las palabras que mi abuela me dio por escrito el día de mi ordenación sacerdotal, las llevo todavía conmigo, siempre en el breviario, y las leo a menudo, y me hacen bien. ¡Cuánto quisiera una Iglesia que desafía la cultura del descarte con la alegría desbordante de un nuevo abrazo entre los jóvenes y los ancianos!” (Papa Francisco). Agradece las gracias recibidas este año y ofrécelas por la intención del mes.
Con Jesús por la tarde.
“Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazareth, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él” (Lc 2, 39-40). ¿Aceptas disponible los tiempos de Dios? ¿Aceptas los tiempos diferentes de tus hermanos? Agradece el don de participar de la Red de Oración del Papa este año y comprométete a continuar en esta misión el año entrante.
Con Jesús por la noche.
Pon un nombre a tu semana. Tómate un tiempo tranquilo y mira tu semana. Recorre cada día. ¿Qué momentos han sido los más significativos para ti? ¿Por qué? ¿En qué momentos has sentido paz? ¿En cuáles no? Si puedes reconocer estas variaciones tendrás mayor claridad para cuidar la paz de tu corazón. ¿Cómo llamarías a tu semana? Disponte a iniciar un nuevo año con buen ánimo.
Meditación: Lucas 2, 22-40
La Sagrada Familia
Bien, aquí estamos, a punto de iniciar un año nuevo. Hoy es un día perfecto para reflexionar sobre las bendiciones recibidas en el año que termina y contemplar con esperanza lo que va a venir.
Probablemente la Sagrada Familia hacía lo mismo. Sin dudas ellos tenían mucho en qué reflexionar y anticipar. Tal vez la Virgen María recordaba lo que el ángel le había dicho de Jesús: “Será un gran hombre, al que llamarán Hijo del Dios altísimo…” (Lucas 1, 32).
José también recordaba el sueño que tuvo, cuando el ángel le dijo que le pusiera el nombre de Jesús al hijo de María, porque él “salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1, 21). Recordar estas extraordinarias intervenciones angélicas debe haberles ayudado a María y José a confiar en la fidelidad de Dios y saber que su futuro estaba seguro en manos del Altísimo.
Simeón también compartió con ellos lo que pensaba. Tomando al Niño Jesús en sus brazos, vio el cumplimiento de las promesas de Dios y la esperanza de la futura salvación de Israel. ¡Con razón José y María se sentían asombrados! Sin duda las palabras de Simeón resonaban en sus oídos cuando pensaban en lo sucedido y lo por venir.
¿Y cómo es contigo? ¿De qué forma estuvo Dios con tu “sagrada familia” este año? Tal vez puedes hacer esta misma pregunta en la cena de esta noche. ¿Hubo épocas de regocijo, como cuando nace un hijo o nieto? O ¿Hubo un caso de enfermedad o de problemas conyugales? Trata de definir cómo se ha manifestado Dios contigo en todo lo que ha sucedido, pero no sólo pensando en el pasado: contempla el futuro también. ¿Te ayudó el año pasado para esperar las bendiciones que aún están por llegar?
Tal vez Dios está apenas empezando a hacer algo nuevo en tu vida, ¿lo podrás aceptar? Este es un día en el que puedes sentirte asombrado de las bendiciones que Dios tiene reservadas para ti, y saber que aún hay cosas mejores que pueden venir.
“Gracias te doy, Señor y Dios mío, por estar conmigo y mi familia este año. Ayúdanos a permanecer cerca de ti también en el año próximo.”
Eclesiástico 3, 3-7. 14-17
Salmo 128(127), 1-5
Colosenses 3, 12-21
Devocionario Católico La Palabra con nosotros
RESONAR DE LA PALABRA Evangelio según San Lucas 2,22-40.
Evangelio según San Lucas 2,22-40.
RESONAR DE LA PALABRA
Fernando Torres cmf
Unidos en el amor
La Navidad se centra en el niño que nace en Belén. Pero la fiesta de hoy nos invita a levantar la vista y mirar a su alrededor, a los que le rodean. Son María y José. Pero también habría en el pueblo una nube de primos y primas, tíos y tías. Son la familia de Jesús. Son los que se encargaron de cuidar de él desde el primer momento. En momentos de alegría y en momentos de dificultad. Compartieron todo. Así es como Dios se hizo hombre del todo.
Porque en la encarnación no se trata sólo de nacer, de hacerse carne. Dios se hizo carne humana, se humanizó en todos los sentidos. Eso implicaba hacerse miembro de una familia concreta. Con toda esa nube de relaciones, conflictos, amores, cariños, cuidados, olvidos, rencores, desconfianzas y gozos que hay en toda familia humana. Ahí, en ese contexto, fue donde Jesús creció y se hizo verdaderamente hombre. Ahí, en esa escuela de vida que es la familia, fue aprendiendo lo que significa ser persona, querer, perdonar, acoger, tomar decisiones, contar con los demás. Ahí conoció sin duda el poder de la enfermedad y la muerte, capaz de llevarse lejos a los que más queremos. Ahí aprendió a relacionarse con otras familias, con otras personas, con su pueblo, que también se fue convirtiendo en su familia, en esa familia grande que son los conocidos. No hay que dudarlo: fue en el seno de su familia donde tuvo lugar la verdadera encarnación de Dios. Allí fue donde Dios asumió totalmente la condición humana.
La familia la hacen las personas que la forman, su capacidad de quererse, de amarse, de perdonarse, de reconciliarse, de estar abiertas a compartir la vida con otros familias. La familia está cambiando. Es normal. Pueden cambiar las formas de establecerse los vínculos entre las personas. Puede cambiar el hecho de que todos vivan en la misma casa o que vivan separados. Pero al final, hay un vínculo clave en la familia: el amor. Ése es el vínculo que mantiene y mantendrá viva a la familia. Ése fue el vínculo que Jesús aprendió a valorar en su familia. Allí descubrió que es más fuerte incluso que los lazos de la sangre. Por eso, luego, más tarde, habló de Dios como el Padre, el Abbá que reúne a todos sus hijos en torno a la mesa común. Y para que entendiésemos la relación que nos une a Dios nos dijo que éramos sus hijos y él nuestro Padre.
Hoy nos toca a nosotros asumir la realidad concreta de nuestras familias, con sus luces y sus sombras, y seguir partiendo de ellas para construir el reino, la gran familia de Dios. Es nuestra responsabilidad fortalecer todo lo que podamos el vínculo del amor, que rompe las barreras de la sangre, de la raza, etc. y nos une a todos en una única familia. Hoy, como a Jesús, nos toca a nosotros encarnarnos en nuestra realidad concreta y construir la familia de Dios aquí y ahora.
Para la reflexión
¿Valoro la familia como el mayor tesoro que tengo en mi vida? ¿Hago todo lo posible por cuidarla y cuidar a sus miembros con amor y cariño? ¿Qué más puedo hacer?
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor. Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: "Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel". Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos". Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.
RESONAR DE LA PALABRA
Fernando Torres cmf
Unidos en el amor
La Navidad se centra en el niño que nace en Belén. Pero la fiesta de hoy nos invita a levantar la vista y mirar a su alrededor, a los que le rodean. Son María y José. Pero también habría en el pueblo una nube de primos y primas, tíos y tías. Son la familia de Jesús. Son los que se encargaron de cuidar de él desde el primer momento. En momentos de alegría y en momentos de dificultad. Compartieron todo. Así es como Dios se hizo hombre del todo.
Porque en la encarnación no se trata sólo de nacer, de hacerse carne. Dios se hizo carne humana, se humanizó en todos los sentidos. Eso implicaba hacerse miembro de una familia concreta. Con toda esa nube de relaciones, conflictos, amores, cariños, cuidados, olvidos, rencores, desconfianzas y gozos que hay en toda familia humana. Ahí, en ese contexto, fue donde Jesús creció y se hizo verdaderamente hombre. Ahí, en esa escuela de vida que es la familia, fue aprendiendo lo que significa ser persona, querer, perdonar, acoger, tomar decisiones, contar con los demás. Ahí conoció sin duda el poder de la enfermedad y la muerte, capaz de llevarse lejos a los que más queremos. Ahí aprendió a relacionarse con otras familias, con otras personas, con su pueblo, que también se fue convirtiendo en su familia, en esa familia grande que son los conocidos. No hay que dudarlo: fue en el seno de su familia donde tuvo lugar la verdadera encarnación de Dios. Allí fue donde Dios asumió totalmente la condición humana.
La familia la hacen las personas que la forman, su capacidad de quererse, de amarse, de perdonarse, de reconciliarse, de estar abiertas a compartir la vida con otros familias. La familia está cambiando. Es normal. Pueden cambiar las formas de establecerse los vínculos entre las personas. Puede cambiar el hecho de que todos vivan en la misma casa o que vivan separados. Pero al final, hay un vínculo clave en la familia: el amor. Ése es el vínculo que mantiene y mantendrá viva a la familia. Ése fue el vínculo que Jesús aprendió a valorar en su familia. Allí descubrió que es más fuerte incluso que los lazos de la sangre. Por eso, luego, más tarde, habló de Dios como el Padre, el Abbá que reúne a todos sus hijos en torno a la mesa común. Y para que entendiésemos la relación que nos une a Dios nos dijo que éramos sus hijos y él nuestro Padre.
Hoy nos toca a nosotros asumir la realidad concreta de nuestras familias, con sus luces y sus sombras, y seguir partiendo de ellas para construir el reino, la gran familia de Dios. Es nuestra responsabilidad fortalecer todo lo que podamos el vínculo del amor, que rompe las barreras de la sangre, de la raza, etc. y nos une a todos en una única familia. Hoy, como a Jesús, nos toca a nosotros encarnarnos en nuestra realidad concreta y construir la familia de Dios aquí y ahora.
Para la reflexión
¿Valoro la familia como el mayor tesoro que tengo en mi vida? ¿Hago todo lo posible por cuidarla y cuidar a sus miembros con amor y cariño? ¿Qué más puedo hacer?
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
EL MISTERIO DE LA SAGRADA FAMILIA
San Juan Pablo II (1920-2005), papa
Homilía del 28 de diciembre de 1980
El misterio de la Sagrada Familia
Hermanos, cuando nos presentamos en espíritu a Belén el día de Navidad, allí adonde el Verbo divino se hizo carne, teníamos bajos los ojos de la fe el misterio insondable del Dios encarnado para nosotros los hombres y por nuestra salvación. Pero ese misterio reviste al mismo tiempo la forma, tan bien conocida por nosotros, de la familia, de la familia humana. En efecto, a partir de esa noche en la que la Virgen María, esposa de José, trajo al mundo a Jesús, se reveló esa familia que la Iglesia venera ahora con devoción.
Contemplando esta santa familia de Belén y de Nazaret de la cual Cristo, el mismo Hijo del Dios Vivo, se hizo hijo, la Iglesia piensa en este día en cada familia del mundo; se dirige a ellas y ora por cada una de ellas. Esta fiesta es la Jornada de la Familia. Como la familia de Nazaret fue el lugar privilegiado del amor, el medio particular adonde reinó el respeto mutuo de las personas las unas por las otras y de su vocación, como fue igualmente la primera escuela adonde el mensaje cristiano ha sido vivido intensamente, de este modo la familia cristiana es y debe ser una comunidad de amor y de vida, son esos sus dos valores fundamentales.
En este día, les invito a meditar y a vivir conscientemente lo que Dios, la Iglesia, la humanidad entera esperan ahora de la familia. Les invito a unirse a mi oración por todas las familias: «Dios, ‘de quien viene la paternidad en el cielo y sobre la tierra’ (Ef. 3:15), Tú Padre, quien eres Amor y Vida, haz que sobre la tierra, por tu Hijo Jesucristo, nacido de una mujer, y por el Espíritu Santo, fuente de caridad divina, que toda familia sea un verdadero santuario de vida y de amor, para las generaciones que se renuevan sin cesar. Que tu gracia oriente los pensamientos y las acciones de los esposos hacia el bien de sus familias; que el amor fortalecido por la gracia del sacramento, sea más fuerte que todas las debilidades y las crisis. Y que la Iglesia pueda cumplir su misión con fruto en y por la familia».
Homilía del 28 de diciembre de 1980
El misterio de la Sagrada Familia
Hermanos, cuando nos presentamos en espíritu a Belén el día de Navidad, allí adonde el Verbo divino se hizo carne, teníamos bajos los ojos de la fe el misterio insondable del Dios encarnado para nosotros los hombres y por nuestra salvación. Pero ese misterio reviste al mismo tiempo la forma, tan bien conocida por nosotros, de la familia, de la familia humana. En efecto, a partir de esa noche en la que la Virgen María, esposa de José, trajo al mundo a Jesús, se reveló esa familia que la Iglesia venera ahora con devoción.
Contemplando esta santa familia de Belén y de Nazaret de la cual Cristo, el mismo Hijo del Dios Vivo, se hizo hijo, la Iglesia piensa en este día en cada familia del mundo; se dirige a ellas y ora por cada una de ellas. Esta fiesta es la Jornada de la Familia. Como la familia de Nazaret fue el lugar privilegiado del amor, el medio particular adonde reinó el respeto mutuo de las personas las unas por las otras y de su vocación, como fue igualmente la primera escuela adonde el mensaje cristiano ha sido vivido intensamente, de este modo la familia cristiana es y debe ser una comunidad de amor y de vida, son esos sus dos valores fundamentales.
En este día, les invito a meditar y a vivir conscientemente lo que Dios, la Iglesia, la humanidad entera esperan ahora de la familia. Les invito a unirse a mi oración por todas las familias: «Dios, ‘de quien viene la paternidad en el cielo y sobre la tierra’ (Ef. 3:15), Tú Padre, quien eres Amor y Vida, haz que sobre la tierra, por tu Hijo Jesucristo, nacido de una mujer, y por el Espíritu Santo, fuente de caridad divina, que toda familia sea un verdadero santuario de vida y de amor, para las generaciones que se renuevan sin cesar. Que tu gracia oriente los pensamientos y las acciones de los esposos hacia el bien de sus familias; que el amor fortalecido por la gracia del sacramento, sea más fuerte que todas las debilidades y las crisis. Y que la Iglesia pueda cumplir su misión con fruto en y por la familia».
sábado, 30 de diciembre de 2017
Meditación: Lucas 2, 36-40
Algunos prefieren hacer su oración temprano en el día, otros en la noche, pero en realidad ¿no es más fácil distraerse a las 11 de la noche que a las 11 de la mañana?
Con todo, el Evangelio de hoy nos dice que Ana oraba noche y día. Tanto amaba ella a Dios que persistía en la oración a cualquier hora del día.
¿Como podemos nosotros hacer oración de un modo realista, incluso en la noche? Por supuesto, no es necesario permanecer en la Iglesia toda la noche, como lo hacía Ana, pero podemos ofrecerle nuestras noches a Dios, dedicándole unos minutos antes de disponernos a dormir. Una manera de hacer esto es usar una versión simplificada del “Examen del día”, un método de oración que enseñaba San Ignacio de Loyola.
Primero: Invita al Espíritu Santo a que te acompañe en la noche, y ponte en la presencia de Dios orando con estas palabras u otras parecidas: “Ven, Espíritu Santo, guíame mientras reflexiono en el día que he tenido.”
Segundo: Repasa los momentos y sentimientos específicos del día con gratitud. Tal vez pudiste completar un proyecto difícil, o disfrutaste de la cena familiar. ¿Te sentiste feliz o fue causa de enojo y molestia? A lo mejor te sentiste aliviado. Es asombroso ver cómo suben y bajan las emociones en un solo día. Menciona los dones que Dios te ha dado y dale gracias por ellos.
Tercero: Reflexiona en aquello que pensaste, dijiste o hiciste en esos momentos. En cada una de esas ocasiones puedes ver si Dios estaba presente contigo ese día. ¿Te estabas acercando o apartándote de él? Tal vez te sientas movido a darle gracias a Dios por estar contigo, y quizás quieras arrepentirte de tus errores o fallas.
Cuarto: piensa en lo que va suceder mañana. ¿Qué es lo que esperas que suceda, y qué es lo que te preocupa? Díselo al Señor y pídele que te conceda su gracia para que al día siguiente tú puedas cooperar con él.
Finalmente, reza el Padre Nuestro, confiándote plenamente en el cuidado de tu Padre celestial.
Estos cinco pasos sencillos, justo antes de acostarte, te ayudarán a repetir con el salmista: “Yo me acuesto tranquilo y me duermo en seguida, pues tú, Señor, me haces vivir confiado” (Salmo 4, 9).
“Amado Señor, te bendeciré en todo tiempo; y hasta en la noche te alabaré y te bendeciré.”
1 Juan 2, 12-17
Salmo 96(95), 7-10
Fuente devocionario Católico La Palabra con nosotros
SER DIFERENTE DE LOS PADRES
Cuando se llama al hijo a algo que sea diferente de los padres, a menudo éstos lo sienten como una amenaza; por ejemplo, si el hijo quiere vivir pobremente y ellos no. En seguida nos sentimos amenazados y asustados; entonces levantamos barreras para proteger nuestra forma de actuar y nuestra sensación de que somos hombres capacitados y poderosos. Cuanto más faltos estamos de libertad interior, más necesidad tenemos de amontonar riquezas y de sentirnos virtuosos y capaces de seguir el orden establecido. Pero no es eso lo importante. Lo importante es crecer en la libertad interior, en la libertad para encontrarse con la gente; para acogerla; para distinguir en qué podemos responderle; para aprender a mirarla sin miedo; para aprender a detenernos junto a la persona herida.Tal como hizo el buen samaritano. ¿Qué va a ser del hombre herido si no me detengo?
Jean Vanier, No temas amar, P79
RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 2,36-40.
Evangelio según San Lucas 2,36-40.
RESONAR DE LA PALABRA
Fernando Prado, cmf
Saludos, amigos,
Se va terminando el año. Es tiempo de hacer un poco de balance y de soñar con nuevos proyectos. Ana, la anciana profetisa, da gracias a Dios, bendice y habla maravillas del niño. Dice un sabio y viejo consejo que más vale encender una vela que maldecir la oscuridad. Estoy convencido de ello.
Cuando miramos nuestra realidad, muchas veces nos vemos inclinados a maldecir nuestra suerte. Razones para ver el lado oscuro de las cosas no nos faltan. No somos ciegos. ¡Hay tantas cosas que no están bien! Pero, seamos honestos: nadie se atrevería a negar que hay razones para lo contrario. No somos ciegos ni para ver el mal ni para ver el bien. Más aún diría: vivimos envueltos en un ambiente de bien. Por eso el mal nos resulta extraño, hace ruido y nos llama más la atención.
El mal es la disrupción en medio de la armonía. Está ahí, pero no es lo que mueve las cosas. El mundo no lo mueve el mal, sino el bien. Construir desde esta convicción es siempre más interesante y tiene una fuerza renovadora que construye. Los que andan siempre caminando entre los sepulcros, en el lado oscuro de las cosas, con cara de Cuaresma sin Pascua, profetizando calamidades y maldiciendo su suerte (tengan más o menos razones para hacerlo), son pasto de la lástima y de la melancolía. ¿Quién se apunta con ellos para construir un mundo mejor?¿quién se embarcaría en un viaje con compañeros así de camino?
Pidamos al Señor en este día la gracia de construir un mundo mejor desde el lado positivo de las cosas. Que no caigamos en la tentación de que el mal, con su atronador ruido, nos impida ver el bien que traspasa con mayor fuerza la realidad. Si Dios está con nosotros… ¿quién contra nosotros? Los desafíos, dice el papa Francisco, están para superarlos. Que tengamos un buen día. Os deseo lo mejor.
Un saludo cordial de vuestro hermano,
Fernando Prado, cmf.
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
Estaba también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido. Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.
RESONAR DE LA PALABRA
Fernando Prado, cmf
Saludos, amigos,
Se va terminando el año. Es tiempo de hacer un poco de balance y de soñar con nuevos proyectos. Ana, la anciana profetisa, da gracias a Dios, bendice y habla maravillas del niño. Dice un sabio y viejo consejo que más vale encender una vela que maldecir la oscuridad. Estoy convencido de ello.
Cuando miramos nuestra realidad, muchas veces nos vemos inclinados a maldecir nuestra suerte. Razones para ver el lado oscuro de las cosas no nos faltan. No somos ciegos. ¡Hay tantas cosas que no están bien! Pero, seamos honestos: nadie se atrevería a negar que hay razones para lo contrario. No somos ciegos ni para ver el mal ni para ver el bien. Más aún diría: vivimos envueltos en un ambiente de bien. Por eso el mal nos resulta extraño, hace ruido y nos llama más la atención.
El mal es la disrupción en medio de la armonía. Está ahí, pero no es lo que mueve las cosas. El mundo no lo mueve el mal, sino el bien. Construir desde esta convicción es siempre más interesante y tiene una fuerza renovadora que construye. Los que andan siempre caminando entre los sepulcros, en el lado oscuro de las cosas, con cara de Cuaresma sin Pascua, profetizando calamidades y maldiciendo su suerte (tengan más o menos razones para hacerlo), son pasto de la lástima y de la melancolía. ¿Quién se apunta con ellos para construir un mundo mejor?¿quién se embarcaría en un viaje con compañeros así de camino?
Pidamos al Señor en este día la gracia de construir un mundo mejor desde el lado positivo de las cosas. Que no caigamos en la tentación de que el mal, con su atronador ruido, nos impida ver el bien que traspasa con mayor fuerza la realidad. Si Dios está con nosotros… ¿quién contra nosotros? Los desafíos, dice el papa Francisco, están para superarlos. Que tengamos un buen día. Os deseo lo mejor.
Un saludo cordial de vuestro hermano,
Fernando Prado, cmf.
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
COMPRENDIENDO LA PALABRA 301217
San Pedro Crisólogo (c. 406-450), obispo de Ravenna, doctor de la Iglesia
Sermón 147, sobre el misterio de la Encarnación
Por fin Ana ve a Dios en su Templo
¿Cómo es posible que a ese Dios que el mundo no puede estrechar, el hombre, con su mirada tan limitada, lo pueda circunscribir? El amor no se preocupa por saber si una cosa es segura, conveniente o posible: el amor... ignora la medida. No se consuela bajo pretexto de que es imposible; la dificultad no lo echa atrás... El amor no puede dejar de ver lo que ama... ¿Cómo creerse amado de Dios sin contemplarlo? Así, el amor que desea ver a Dios, aunque no sea razonable, es inspirado por la intuición del corazón. Por eso Moisés se atrevió a decir: «Si he encontrado gracia ante tus ojos, muéstrame tu rostro» (Ex 33, 13s), y el salmista: «Que tu rostro brille sobre mi» (cf 79,4)...
Conociendo Dios el deseo de los hombres de verle, escogió un medio para hacerse visible el cual, al mismo tiempo que era un beneficio para los habitantes de la tierra, no fuera una degradación para el cielo. La criatura que él mismo había hecho semejante a él para habitar la tierra ¿podía pasar en el cielo por poco honorable? «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza» había dicho Dios (Gn 1,26)... Si Dios hubiera tomado en el cielo la forma de un ángel, hubiera permanecido del todo invisible; si, por el contrario, se hubiera encarnado en la tierra en una naturaleza inferior a la del hombre, hubiera sido una injuria a la divinidad y el hombre hubiera quedado rebajado en lugar de ser elevado. Que nadie, pues, hermanos muy amados, considere ser una injuria a Dios el hecho de haya venido a los hombres a través de un hombre, y haya encontrado este medio para ser visto por nosotros.
Sermón 147, sobre el misterio de la Encarnación
Por fin Ana ve a Dios en su Templo
¿Cómo es posible que a ese Dios que el mundo no puede estrechar, el hombre, con su mirada tan limitada, lo pueda circunscribir? El amor no se preocupa por saber si una cosa es segura, conveniente o posible: el amor... ignora la medida. No se consuela bajo pretexto de que es imposible; la dificultad no lo echa atrás... El amor no puede dejar de ver lo que ama... ¿Cómo creerse amado de Dios sin contemplarlo? Así, el amor que desea ver a Dios, aunque no sea razonable, es inspirado por la intuición del corazón. Por eso Moisés se atrevió a decir: «Si he encontrado gracia ante tus ojos, muéstrame tu rostro» (Ex 33, 13s), y el salmista: «Que tu rostro brille sobre mi» (cf 79,4)...
Conociendo Dios el deseo de los hombres de verle, escogió un medio para hacerse visible el cual, al mismo tiempo que era un beneficio para los habitantes de la tierra, no fuera una degradación para el cielo. La criatura que él mismo había hecho semejante a él para habitar la tierra ¿podía pasar en el cielo por poco honorable? «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza» había dicho Dios (Gn 1,26)... Si Dios hubiera tomado en el cielo la forma de un ángel, hubiera permanecido del todo invisible; si, por el contrario, se hubiera encarnado en la tierra en una naturaleza inferior a la del hombre, hubiera sido una injuria a la divinidad y el hombre hubiera quedado rebajado en lugar de ser elevado. Que nadie, pues, hermanos muy amados, considere ser una injuria a Dios el hecho de haya venido a los hombres a través de un hombre, y haya encontrado este medio para ser visto por nosotros.
viernes, 29 de diciembre de 2017
HERIDOS EN EL AMOR
Los que han sido heridos, muy pronto vuelven a levantar barreras y procuran más ser admirados que amados. Temen al amor, porque al amar nos hacemos forzosamente vulnerables. Podemos ser heridos si la persona amada no corresponde como desearíamos, o si nuestro deseo de unión no se realiza como quisiéramos. El que ama se ofrece él mismo, en cierto modo, sin barreras, en un impulso de amor; si este ofrecimiento es rechazado, el que ama sufre entonces más profundamente que nadie. Un niño abandonado por sus padres o un enamorado al que dejó su amada, son personas con heridas tan profundas que quizás no cicatricen nunca.
Jean Vanier, No temas amar, P112
Meditación: Lucas 2, 22-35
Transcurrido el tiempo de la purificación de María… ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor. (Lucas 2, 22)
¿Por qué José y María llevaron al Niño a presentarlo en el templo? La razón se remonta a la Pascua original. Dios había mandado a los israelitas que untaran la sangre de un cordero en los dinteles de las puertas para que sus primogénitos no murieran por la plaga que iba a azotar a Egipto. Desde entonces, todos los primogénitos tenían que ser consagrados al Señor junto con el ofrecimiento de un cordero (o una tórtola o un pichón, si eran pobres).
Naturalmente, podemos alegar que Jesús no tenía necesidad alguna de ser redimido, pues él es el Cordero de Dios que nos redimió a todos nosotros, redención que fue lograda mediante la sumisión a la voluntad del Padre. Y la voluntad de Dios incluía el hecho de que el Niño fuera presentado en el templo. Por eso la presentación de Jesús no fue algo meramente simbólico, sino el comienzo de una vida totalmente dedicada a glorificar al Padre.
Cuando vayas a Misa este fin de semana, piensa en la presentación del Niño Jesús. Cuando veas que el sacerdote consagra la hostia, reconoce lo que está haciendo: ¡Está ofreciendo a Jesús al Padre! José y María consagraron al Niño Jesús como un bebé indefenso y vulnerable; pero ahora él parece ser incluso más indefenso y vulnerable en la forma de una simple hostia consagrada. Pero al igual que María y José, nosotros sabemos que esa pequeña hostia posee un enorme poder, amor y gracia, que es suficiente para borrar los pecados de todo el mundo; incluso para hacer que cada uno de nosotros sea hijo de Dios.
Si tienes tiempo, llega más temprano a Misa y ora pensando en qué le vas a ofrecer a Dios hoy día. Tal vez sea algo insignificante en comparación con el ofrecimiento de toda su vida que hizo Jesús; pero lo que sea, ese ofrecimiento va a pasar a ser algo más grande de lo que pudiera esperarse. Lo que le ofrezcas al Señor, unido en oración a su propio sacrificio, le dará mucha gloria a Dios y será un poderoso testimonio en su nombre. Como lo dijo Jesús, un grano de trigo no es nada más que una semilla, “pero si muere, produce mucho fruto” (Juan 12, 24).
“Señor mío Jesucristo, te ofrezco mi vida. Concédeme la fe necesaria para seguirte hoy sabiendo que tu obrarás todo para mi bien.”
1 Juan 2, 3-11
Salmo 96(95), 1-3. 5-6
RESONAR DE LA PALABRA Evangelio según San Lucas 2,22-35.
Evangelio según San Lucas 2,22-35.
RESONAR DE LA PALABRA
Fernando Prado, cmf
Saludos, amigos,
Cristo es la luz de las gentes. Así lo declara el anciano Simeón. Es una luz que brilla en las tinieblas, capaz de encender los corazones e iluminar el camino de aquel que quiere guiarse bien en la vida. Sin embargo, “quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano, aún está en las tinieblas”, dice la epístola de Juan que hemos leído o escuchado en la liturgia de hoy.
Ciertamente, la luz de Cristo está siempre unida a nuestros hermanos. Nuestra fe es una fe que crea fraternidad y nos lleva a ser más hijos y más hermanos. Nuestra fe, así, es fuente de verdadera humanización y de solidaridad con los demás. De lo contrario, nuestra fe no es la de Jesús.
Por ello nuestra fe nos da un criterio de discernimiento, por el cual podemos distinguir y ante el cual se ponen al descubierto muchos corazones. Es un principio importante por el cual nos podemos guiar: todo lo que crea fraternidad, procede del buen espíritu. Aquello que la destruye, no lo es.
Simeón se dio cuenta de que en sus manos estaba aquel que hizo de la fraternidad el sello y certificado de garantía de las promesas. Dios hecho hombre nos hace a todos hermanos y, por tanto, hijos. En esto consistirá caminar en su luz: en ser un poco más hijos y un poco más hermanos.
Pidamos al Señor en este día la gracia de poder vivir esta filiación y esta fraternidad que se nos ha manifestado como luz en Jesús. Que tengamos un buen día y que la Virgen María, que sabe mucho de estas cosas, nos arrope bajo su manto de ternura y misericordia.
Un saludo cordial de vuestro hermano,
Fernando Prado, cmf.
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor. También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor. Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo: "Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel". Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él. Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos".
RESONAR DE LA PALABRA
Fernando Prado, cmf
Saludos, amigos,
Cristo es la luz de las gentes. Así lo declara el anciano Simeón. Es una luz que brilla en las tinieblas, capaz de encender los corazones e iluminar el camino de aquel que quiere guiarse bien en la vida. Sin embargo, “quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano, aún está en las tinieblas”, dice la epístola de Juan que hemos leído o escuchado en la liturgia de hoy.
Ciertamente, la luz de Cristo está siempre unida a nuestros hermanos. Nuestra fe es una fe que crea fraternidad y nos lleva a ser más hijos y más hermanos. Nuestra fe, así, es fuente de verdadera humanización y de solidaridad con los demás. De lo contrario, nuestra fe no es la de Jesús.
Por ello nuestra fe nos da un criterio de discernimiento, por el cual podemos distinguir y ante el cual se ponen al descubierto muchos corazones. Es un principio importante por el cual nos podemos guiar: todo lo que crea fraternidad, procede del buen espíritu. Aquello que la destruye, no lo es.
Simeón se dio cuenta de que en sus manos estaba aquel que hizo de la fraternidad el sello y certificado de garantía de las promesas. Dios hecho hombre nos hace a todos hermanos y, por tanto, hijos. En esto consistirá caminar en su luz: en ser un poco más hijos y un poco más hermanos.
Pidamos al Señor en este día la gracia de poder vivir esta filiación y esta fraternidad que se nos ha manifestado como luz en Jesús. Que tengamos un buen día y que la Virgen María, que sabe mucho de estas cosas, nos arrope bajo su manto de ternura y misericordia.
Un saludo cordial de vuestro hermano,
Fernando Prado, cmf.
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
RECIBE AL NIÑO EN TUS BRAZOS
San Buenaventura (1221-1274), franciscano, doctor de la Iglesia
El Árbol de la Vida
Recibe al Niño en tus brazos
El Maestro de la perfecta humildad no se conformó, Él, quien es el igual al Padre en todo, de someterse a la más bella de las Vírgenes. Se sometió incluso a la Ley afín de redimir y liberar de la esclavitud de la corrupción a «aquellos que estaban bajo la ley, y de compartir la libertad y la gloria de los hijos de Dios» (Gal.4:5 y Rom.8:21). El quiso también que su Madre, aunque totalmente pura, observase la ley de la purificación. Redentor de todos, él mismo quiso ser redimido como primogénito, presentado en el Templo de Dios y quiso que una víctima fuese ofrecida por él en presencia de los justos que exultaban de alegría.
Exulta tú también con ese santo anciano y con Ana. Corre ante la Madre y el Nino, y que el amor triunfe sobre la vergüenza, que el afecto espante el temor. Recibe al Nino en tus brazos, tú también, y di con la esposa: «lo abracé y no lo soltaré más» (Cant.3:4). Mantente con el santo anciano y canta con él: «Ahora, Señor, puedes dejar irse en paz a tu servidor, según tu palabra».
El Árbol de la Vida
Recibe al Niño en tus brazos
El Maestro de la perfecta humildad no se conformó, Él, quien es el igual al Padre en todo, de someterse a la más bella de las Vírgenes. Se sometió incluso a la Ley afín de redimir y liberar de la esclavitud de la corrupción a «aquellos que estaban bajo la ley, y de compartir la libertad y la gloria de los hijos de Dios» (Gal.4:5 y Rom.8:21). El quiso también que su Madre, aunque totalmente pura, observase la ley de la purificación. Redentor de todos, él mismo quiso ser redimido como primogénito, presentado en el Templo de Dios y quiso que una víctima fuese ofrecida por él en presencia de los justos que exultaban de alegría.
Exulta tú también con ese santo anciano y con Ana. Corre ante la Madre y el Nino, y que el amor triunfe sobre la vergüenza, que el afecto espante el temor. Recibe al Nino en tus brazos, tú también, y di con la esposa: «lo abracé y no lo soltaré más» (Cant.3:4). Mantente con el santo anciano y canta con él: «Ahora, Señor, puedes dejar irse en paz a tu servidor, según tu palabra».
jueves, 28 de diciembre de 2017
JESÚS ES EL CENTRO
«En nuestros días, estamos asistiendo a una especie de «desnaturalización» de la Navidad. En nombre de un falso respeto ante quien no es cristiano, muchas veces se esconde la voluntad de marginar la fe, eliminando todo tipo de referencia al nacimiento de Jesús. ¡Pero en realidad este evento es la única Navidad verdadera! Sin Jesús no hay Navidad; hay otra fiesta, pero no Navidad. Y si en el centro está Él, entonces también todo el contorno, es decir, las luces, los sonidos, las diversas tradiciones locales, incluidos los alimentos característicos, se combinan para crear la atmósfera de la fiesta, pero con Jesús en el centro. Si lo quitamos a Él, la luz se apaga y todo se vuelve falso, aparente»
Francisco
Audiencia general 27/12/17
viñeta: Leonan Faro
EL SENTIDO DE LA ESPIRITUALIDAD
Hoy muchos buscan descubrir un sentido en la espiritualidad. Buscan la curación interior y la plenitud, la paz interior y la tranquilidad para experimentar lo infinito y lo divino dentro de sí. La espiritualidad puede, sin embargo, encerrar a algunos dentro de sí mismos y apartarlos del dolor y de los oprimidos de este mundo (...).En el Evangelio de Juan estoy descubriendo una espiritualidad que me da luz, fuerza y amor para mi vivir mi vida en El Arca con mis hermanos y hermanas con discapacidades, y para vivir una experiencia de comunión con Dios a través de una relación persona con Jesús (...). Una amistad con Jesús que nos saca del egocentrismo para centrarnos en Dios y en el prójimo, y en un nuevo conocimiento de Dios.
Jean Vanier , El misterio de Jesús, P8.
RESONAR DE LA PALABRA
Evangelio según San Mateo 2,13-18.
Después de la partida de los magos, el Angel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo".
José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto.
Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta: Desde Egipto llamé a mi hijo.
Al verse engañado por los magos, Herodes se enfureció y mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, de acuerdo con la fecha que los magos le habían indicado.
Así se cumplió lo que había sido anunciado por el profeta Jeremías:
En Ramá se oyó una voz, hubo lágrimas y gemidos: es Raquel, que llora a sus hijos y no quiere que la consuelen, porque ya no existen.
Palabra de Dios
Saludos, amigos,
El día de los santos inocentes no es un día para tomárselo a broma. En la historia bíblica aparece, con toda su densidad, el misterio del mal. La historia de Herodes, que no sabe refrenar su ira ante la frustración, nos habla de cómo el ser humano es capaz de lo peor cuando no puede salirse con la suya. Lo vemos, a veces impasiblemente, en muchos ámbitos de la vida. La frustración genera siempre violencia. Más o menos intensa. La tendencia es a proyectar esta violencia hacia los demás y, por lo general, suele resultar que se hace de forma airada, desproporcionada, sin calcular las consecuencias.
En un mundo como el nuestro, tan interconectado, nadie está libre de las descontroladas consecuencias del mal encauzamiento de la frustración de otros. Es lo que sucede a quienes no fabricaron las guerras y, sin embargo, las padecen. Tantos niños, por ejemplo, que ni comprenden las cosas todavía, se ven envueltos en situaciones terribles, fruto de las frustraciones ideológicas de unos adultos que no calculan las consecuencias de los actos que estas ideas, pretensiones o sueños irresponsables desencadenan. Lo podemos aplicar a muchas otras situaciones. No es la guerra únicamente la que deja sufrimiento y víctimas inocentes. Hay tantos inocentes, víctimas de injusticias políticas, sociales, laborales…
Jesús experimentó desde bien pequeño, en su propia carne –que es la nuestra- lo que es ser víctima de la injusticia. Es una forma más que tiene Dios de mostrarnos que comparte su camino con los hombres, especialmente con los que sufren. Huye a Egipto para volver de Egipto, como el pueblo de Israel. No es un extraño. Comparte nuestro dolor, nuestra vida, nuestra carne.
Y en medio de esta historia y de este proceder injusto de Herodes, aparece, como una suave luz, la figura de José –el justo-, su padre. José es custodio de la humanidad y de la vida amenazada del niño. En él vemos la respuesta humana del hombre que procede de forma diferente a la de Herodes. Ante la violencia y la incomprensible amenaza (es el misterio del mal), aparece esta pequeña pero brillante luz que alumbra, de alguna manera, nuestro camino y nuestra tarea: custodiar y proteger la vida, como José.
Pidamos al Señor en este día la gracia de sentir que Él no es alguien extraño a nosotros. Pidámosle huir siempre de la actitud violenta de Herodes, que no sabe encauzar su frustración. Que seamos más bien como José, custodios de la vida amenazada. Que tengamos un buen día y que el Señor nos siga bendiciendo con su cercanía.
Un saludo cordial de tu hermano
Fernando Prado, cmf
Ante la adversidad
Santos Inocentes.
Con Jesús por la mañana.
El Evangelio de hoy nos invita a mirar el compromiso, la fe y la entrega de José y María cuando deben huir a Egipto para salvar al Niño de las manos de Herodes. “Jesús exige decisiones radicales que pueden estremecer la vida entera de una persona. No las dulcifica ni las esconde. Nadie debe sentirse engañado por las apariencias ni seducido por la lisonja. El Reino es lo más importante incluso más que la propia vida” (Benjamín González Buelta sj). ¿Qué te dicen a ti estas palabras? Reflexiona. Ofrece el día por la intención del Papa.
Con Jesús por la tarde.
“José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto” (Mt 2, 14). Sólo creces si dejas atrás aquello que no te ayude, no porque entiendas sino porque crees. Continúa reflexionando sobre tus compromisos y decisiones en medio de dificultades y repite al ritmo de tu respiración: “Sólo en Dios pongo mi confianza, sólo en Dios pongo mi afición”.
Con Jesús por la noche.
Recoge tu día. Busca un momento de sosiego interior. ¿Qué viviste hoy? ¿Cómo fueron los encuentros? ¿De qué estás agradecido? ¿De qué deseas pedir perdón? ¿Qué te propones para mañana?
Meditación: Mateo 2, 13-18
La cólera es una emoción poderosa y temible. Si no se controla, puede llevarnos a tomar decisiones precipitadas y herir a personas inocentes.
Esto fue lo que sucedió con Herodes. Se enteró de que había nacido un rey en Israel y tuvo miedo, pues consideró que el Niño era una gran amenaza y quiso deshacerse de él rápidamente. Cuando los reyes magos no cooperaron con sus planes, se puso furioso y, en un arrebato de ira, ordenó matar a todos los niños varones de hasta dos años que hubiera en Belén.
¡Fue un acto horroroso, a la vez que arbitrario e innecesario! Herodes bien pudo haber tomado otras medidas menos drásticas para protegerse. Pero, con lo espantosas que fueron sus reacciones, la verdad es que ninguno de nosotros está libre de las trampas que nos pone la cólera.
Suele comenzar de a poco. Quizás te sientas molesta porque tu marido se come el almuerzo que te habías empacado para ti. Lo hizo tal vez sin darse cuenta, pero tú comienzas a generalizar y pensar que él siempre es inconsiderado o egoísta, y empiezas a llamarle la atención aun cuando no sea grave lo que hizo. Incluso puedes encontrarte reprendiendo a tus hijos que ni siquiera tuvieron parte alguna y no merecen tu ira, pero ya es demasiado tarde. Tu cólera se ha descontrolado.
La furia crece rápidamente, al punto de que podemos atacar a cualquier persona, pero hay ciertos pasos prácticos que uno puede dar para evitarlo:
• Pon atención a lo que estás pensando. En cuanto veas que surge la frustración o la irritación contra alguien, invoca al Señor y pídele que te ayude a controlarte, para que las cosas no pasen a mayores.
• Esfuérzate por pensar en alguna buena cualidad que tenga la persona. Parece algo insignificante, pero el hecho de apreciar alguna virtud del otro puede ayudar a calmarte.
• Finalmente, ora por esa persona. Es difícil estar enojado con alguien cuando tratas de elevar tus oraciones al Señor. Esto te permitirá ver al otro con los ojos de Dios, y tal vez descubras que puedes disculpar a esa persona.
La cólera incontrolada es destructiva, pero no tiene por qué controlarnos a nosotros. Dios nos puede ayudar a romper el círculo vicioso.
“Señor, ayúdame a no dejar que la ira domine mi pensamiento y mi corazón.”
1 Juan 1, 5—2, 2
Salmo 124(123), 2-5. 7-8
COMPRENDIENDO LA PALABRA 281217
Santa Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein, (1891-1942), carmelita descalza, mártir, copatrona de Europa
Meditación para el 6 de enero 1941
Los santos Inocentes, pobres como Cristo pobre
No muy lejos del primer mártir [Esteban] se encuentran las «flores martyrum», las tiernas flores que fueron arrancadas antes que pudieran ofrecerse como víctimas. La piedad popular ha creído siempre que la gracia se adelantó al proceso natural y concedió a los niños inocentes la comprensión de lo que sucedería con ellos para hacerles capaces de entregarse libremente y asegurarse así el premio de los mártires. Sin embargo, ni aún así pueden equipararse al confesor consciente que con heroísmo se compromete en la causa de Cristo. Ellos se asemejan más bien a los corderos que, en su indefensa inocencia, «son llevados al matadero» (Is 53,7; Hch 8,32).
De este modo son la imagen de la pobreza más extrema. No poseen más riqueza que su vida. Y ésta también se les quita, sin que ellos opongan resistencia. Ellos rodean el pesebre para indicarnos cual es la mirra que hemos de ofrecer al Niño Dios: quien quiera pertenecerle totalmente, tiene que entregarse a Él sin reservas y abandonarse a la voluntad divina como esos niños.
Meditación para el 6 de enero 1941
Los santos Inocentes, pobres como Cristo pobre
No muy lejos del primer mártir [Esteban] se encuentran las «flores martyrum», las tiernas flores que fueron arrancadas antes que pudieran ofrecerse como víctimas. La piedad popular ha creído siempre que la gracia se adelantó al proceso natural y concedió a los niños inocentes la comprensión de lo que sucedería con ellos para hacerles capaces de entregarse libremente y asegurarse así el premio de los mártires. Sin embargo, ni aún así pueden equipararse al confesor consciente que con heroísmo se compromete en la causa de Cristo. Ellos se asemejan más bien a los corderos que, en su indefensa inocencia, «son llevados al matadero» (Is 53,7; Hch 8,32).
De este modo son la imagen de la pobreza más extrema. No poseen más riqueza que su vida. Y ésta también se les quita, sin que ellos opongan resistencia. Ellos rodean el pesebre para indicarnos cual es la mirra que hemos de ofrecer al Niño Dios: quien quiera pertenecerle totalmente, tiene que entregarse a Él sin reservas y abandonarse a la voluntad divina como esos niños.
miércoles, 27 de diciembre de 2017
TODO ME DA LO MISMO
Hay en cada uno de nosotros, lo sabemos bien, un ser ávido de celebridad y de poder, o un fondo de depresión, de tristeza, de "todo me importa un bledo", "todo me da lo mismo". Y esto es así, ya sea que nos seduzca la riqueza o el deseo de que nos conozcan y nos quieran, o que seamos seres depresivos, tristes, que van en busca de compensaciones. Y toda nuestra vida tiene que ser una transformación progresiva de nuestra conciencia, para ir entrando poco a poco en la conciencia del Padre. La conciencia del mundo me lleva a relacionarlo todo conmigo: me hace ver a los demás únicamente en función de mí; y hace que les utilice; me hace levantar a mi alrededor barreras de temor y de miedo. Jesús vino a hacernos pasar de la conciencia en donde busco mi propio yo, -"mis" riquezas, "mi" gloria, "mi" poder, donde intento demostrar algo y donde soy incapaz de mirara los ojos de mi hermano herido, porque todo lo reduzco a mi yo egocéntrico-, a una conciencia nueva, que es la certeza de que soy llevado en las manos de mi Padre.Entonces ya no necesito probar nada; ya no necesito tener miedo a la soledad, a la muerte o a mis propias debilidades.
Jean Vanier, No temas amar, P 20
Encuentros
San Juan Apóstol Evangelista.
Con Jesús por la mañana.
“Nuestra afectividad necesita relaciones hondas. Por supuesto, la primera relación a la que hay que dar tiempo de calidad, no las sobras cansadas de nuestro día asaltado por un ritmo frenético, es al encuentro explícito con Dios en la oración, para que podamos vivir todo el día en el sabor de ese encuentro. Las amistades humanas profundas y duraderas le dan al corazón raíces para alimentar su consistencia” (Benjamín González Buelta sj). ¿Dedicas tiempo al encuentro con Dios? ¿Cuidas del tiempo con amigos? Concreta un propósito para estos encuentros y ofrécelos por la intención del Papa.
Con Jesús por la tarde.
“Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto. Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro” (Jn 20, 2-3). María Magdalena busca en el sepulcro y el vacío la desconcierta. ¿Dónde buscas a Dios en este tiempo de Navidad? Si quieres encontrarte con Jesús busca donde hay vida en ti y en tus hermanos. Dile al Señor: “Hoy escojo la vida”.
Con Jesús por la noche.
Vuelve a la calma. Detente un momento, deja que Dios te encuentre. ¿Con qué sentimientos iniciaste el día? ¿Cómo continuó? ¿Cómo te sientes ahora? ¿Hubo algo que te hubiera gustado que fuera diferente? Recoge el momento de mayor plenitud del día, reposa en él y disponte a iniciar una nueva jornada.
Meditación: 1 Juan 1, 1-4
Si hubiera un empleo cuyo requisito fuera haber pasado mucho tiempo con Jesús, ciertamente Juan estaría calificado para realizarlo.
Él fue uno de los pocos apóstoles que estuvieron presentes en la Transfiguración, en la Última Cena y en el huerto de Getsemaní, y el único apóstol que permaneció al pie de la cruz de Cristo.
En lugar de ser conocido como “el discípulo amado” (Juan 13, 23), bien pudo haberse dicho “el discípulo que amaba a Jesús”.
Y es precisamente esta cercanía al Señor lo que les da a las palabras de Juan el peso que tienen. Si Juan hubiera simplemente escuchado acerca de Jesús y luego decidido comenzar a predicar el Evangelio, habría tenido una influencia mucho menor. Sin embargo, Juan sabía que él no estaba propagando “fábulas ingeniosamente inventadas” (2 Pedro 1, 16); sus palabras llevaban la eficacia de la verdad, porque él había tenido una especial conexión con Cristo.
Pero la historia no termina con lo que Juan vio y escuchó. Cada uno de nosotros puede “ver y escuchar” a Jesús en la quietud del corazón. Y eso puede suceder de una manera profunda cuando leemos y ponderamos la Sagrada Escritura. ¿Por qué? Porque la Palabra de Dios es “viva y eficaz”, y está llena del Espíritu y del potencial de situarnos cara a cara con el Señor (Hebreos 4, 12). Y por esta razón, la Escritura tiene el poder de hacer que las palabras y la persona de Cristo cobren vida para nosotros y nos transformen totalmente.
Si tú quieres profundizar en la Escritura, considera a San Juan como punto de partida. Su primera carta, que vamos a leer durante el tiempo de Navidad, nos comunica un entendimiento maravilloso de la Persona de Jesucristo, de su obra redentora y de lo que nosotros podemos experimentar gracias a la salvación que él ganó para nosotros. Así que dedica estas próximas semanas a leer los escritos de San Juan, mientras él te revela más y más acerca de Cristo. Lee lentamente y en oración; dale al Espíritu Santo la posibilidad de hablarte al corazón. Quién sabe si tú puedes también llegar a ser como Juan, deseoso de contar a todos lo que has “visto y oído”.
“Espíritu Santo, Señor, abre mi corazón para recibir la Palabra de Dios. Inspírame, te lo ruego, para dedicarme de lleno a conocer a Jesús, como Juan lo hizo.”
Salmo 97(96), 1-2. 5-6. 11-12
Juan 20, 2-8
RESONAR DE LA PALABRA Evangelio según San Juan 20,2-8.
Evangelio según San Juan 20,2-8.
Fernando Prado, cmf
San Juan apóstol y evangelista
Queridos hermanos:
“Lo que existía en el principio, lo que nosotros mismos hemos visto y oído (…) eso os anunciamos, para que vuestra alegría sea completa”. El anuncio del Evangelio no puede ser sino el anuncio de una inmensa alegría. Eso sí, no es una alegría forzada ni forzosa. No es esa alegría “por decreto” que parece que hay que manifestar, de manera especial, en las fiestas de Navidad. La alegría del Evangelio es una alegría diferente. Es una serena alegría que se funda en la experiencia de un encuentro con Jesucristo vivo. A veces, incluso permanece la alegría en medio de la prueba, la dificultad o las lágrimas.
No es una experiencia esotérica, reservada a los místicos o a los más listos o intuitivos, a aquellos que son capaces de captar las cosas mejor que los demás. Es la experiencia de un encuentro sencillo, por el que –misterio de la Fe- Dios se hace el encontradizo cuando uno lo busca, bendiciéndole con un maravilloso regalo, un tesoro que permanece para siempre. Es un regalo que aparece como experiencia de perdón, de misericordia, de amor inmerecido. Quien se encuentra con Jesucristo vivo, siente que su vida se siente acompañada, su soledad habitada, su enfermedad sanada, su corazón lleno. Es un Misterio, pero es así. Es el testimonio de los primeros testigos, como Juan evangelista. Eso es lo que anunciamos… “para que vuestra alegría sea completa”.
Que el Señor nos bendiga en este día con la gracia de ese encuentro. Dejémonos encontrar por Él. Entreguémonos a esa confianza. Él está ahí. Él es Dios-con-nosotros. Él nos acompaña y nos quiere bendecir con su alegría.
Un saludo cordial para todos en este día. Vuestro hermano,
Fernando Prado, CMF.
El primer día de la semana, María Magdalena corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto". Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.
San Juan apóstol y evangelista
Queridos hermanos:
“Lo que existía en el principio, lo que nosotros mismos hemos visto y oído (…) eso os anunciamos, para que vuestra alegría sea completa”. El anuncio del Evangelio no puede ser sino el anuncio de una inmensa alegría. Eso sí, no es una alegría forzada ni forzosa. No es esa alegría “por decreto” que parece que hay que manifestar, de manera especial, en las fiestas de Navidad. La alegría del Evangelio es una alegría diferente. Es una serena alegría que se funda en la experiencia de un encuentro con Jesucristo vivo. A veces, incluso permanece la alegría en medio de la prueba, la dificultad o las lágrimas.
No es una experiencia esotérica, reservada a los místicos o a los más listos o intuitivos, a aquellos que son capaces de captar las cosas mejor que los demás. Es la experiencia de un encuentro sencillo, por el que –misterio de la Fe- Dios se hace el encontradizo cuando uno lo busca, bendiciéndole con un maravilloso regalo, un tesoro que permanece para siempre. Es un regalo que aparece como experiencia de perdón, de misericordia, de amor inmerecido. Quien se encuentra con Jesucristo vivo, siente que su vida se siente acompañada, su soledad habitada, su enfermedad sanada, su corazón lleno. Es un Misterio, pero es así. Es el testimonio de los primeros testigos, como Juan evangelista. Eso es lo que anunciamos… “para que vuestra alegría sea completa”.
Que el Señor nos bendiga en este día con la gracia de ese encuentro. Dejémonos encontrar por Él. Entreguémonos a esa confianza. Él está ahí. Él es Dios-con-nosotros. Él nos acompaña y nos quiere bendecir con su alegría.
Un saludo cordial para todos en este día. Vuestro hermano,
Fernando Prado, CMF.
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
LA LUZ DE LA INMUTABLE VERDAD
Santo Tomás de Aquino (1225-1274), dominico, teólogo, doctor de la Iglesia
Comentario sobre el Evangelio de San Juan. Prólogo de Santo Tomás. Tomo I, 11 página 67
La luz de la inmutable Verdad
El símbolo de Juan es el águila. He aquí porque: los demás evangelistas se concentraron en lo que Cristo cumplió en la carne, y son designados por seres vivientes que caminan sobre la tierra, es decir por el hombre, el buey y el león. Juan, por su parte, vuela como un águila por encima de las nubes de la debilidad humana, contempla la luz de la inmutable Verdad con los ojos del corazón, con la mirada más penetrante y firme posible para un hombre. Atento a la divinidad misma de Nuestro Señor Jesucristo, por la cual él es igual al Padre, Juan se esforzó principalmente en su Evangelio de manifestarla tanto como, hombre entre los hombres, lo creyó necesario. De ese vuelo de Juan, se ha dicho en el Libro de Job: «El águila-es decir Juan-se elevara hacia arriba» (Job 39:27) también se dice que «sus ojos de lejos lo divisan» (Job 39:29) pues, con la mirada del espíritu, contempla el Verbo de Dios en el seno del Padre.
El privilegio de Juan fue el de ser, entre todos los discípulos del Señor, el más amado por Cristo: Juan fue en efecto «el discípulo al que Jesús amaba» (Jn 21:20) como él mismo lo dice si mencionar su nombre. Es así que Cristo reveló sus secretos de manera muy especial a ese discípulo muy especialmente amado. Es él quien, viendo más perfectamente la luz del Verbo, nos la manifiesta diciendo: «Él era la luz verdadera, la luz que ilumina a todo hombre cuando viene a este mundo» (Jn 1:9).
Comentario sobre el Evangelio de San Juan. Prólogo de Santo Tomás. Tomo I, 11 página 67
La luz de la inmutable Verdad
El símbolo de Juan es el águila. He aquí porque: los demás evangelistas se concentraron en lo que Cristo cumplió en la carne, y son designados por seres vivientes que caminan sobre la tierra, es decir por el hombre, el buey y el león. Juan, por su parte, vuela como un águila por encima de las nubes de la debilidad humana, contempla la luz de la inmutable Verdad con los ojos del corazón, con la mirada más penetrante y firme posible para un hombre. Atento a la divinidad misma de Nuestro Señor Jesucristo, por la cual él es igual al Padre, Juan se esforzó principalmente en su Evangelio de manifestarla tanto como, hombre entre los hombres, lo creyó necesario. De ese vuelo de Juan, se ha dicho en el Libro de Job: «El águila-es decir Juan-se elevara hacia arriba» (Job 39:27) también se dice que «sus ojos de lejos lo divisan» (Job 39:29) pues, con la mirada del espíritu, contempla el Verbo de Dios en el seno del Padre.
El privilegio de Juan fue el de ser, entre todos los discípulos del Señor, el más amado por Cristo: Juan fue en efecto «el discípulo al que Jesús amaba» (Jn 21:20) como él mismo lo dice si mencionar su nombre. Es así que Cristo reveló sus secretos de manera muy especial a ese discípulo muy especialmente amado. Es él quien, viendo más perfectamente la luz del Verbo, nos la manifiesta diciendo: «Él era la luz verdadera, la luz que ilumina a todo hombre cuando viene a este mundo» (Jn 1:9).
martes, 26 de diciembre de 2017
LA SED DEL MARGINADO
El peligro de muchos marginados está en que n0 han vivido una relación vital con su madre, lo que ha dejado en ellos una especia de herida. Están sedientos de una relación de ternura que les acoja plenamente en todo momento. En lo más profundo de su ser está ese grito constante pidiendo amor. Al no haber recibido este amor durante su infancia, no han vivido tampoco las primeras frustaciones del niño, como cuando la madre se vuelca hacia otro niño que acaba de nacer. No han vivido las envidias que se integran más tarde y por eso tienen una sed insaciable; quiere poseer totalmente a la persona de referencia y rehusa que se vuelque hacia otro.Quien ayuda a un marginado no debe estar nunca completamente solo. La referencia debe estar bien integrada en una comunidad.
Jean Vanier , La Comunidad, P 300
Vemos a Jesús
«Vemos a Jesús en tantos niños obligados a abandonar sus países, a viajar solos en condiciones inhumanas, siendo fácil presa para los traficantes de personas. En sus ojos vemos el drama de tantos emigrantes forzosos que arriesgan incluso sus vidas para emprender viajes agotadores que muchas veces terminan en una tragedia… Jesús conoce bien el dolor de no ser acogido y la dificultad de no tener un lugar donde reclinar la cabeza. Que nuestros corazones no estén cerrados como las casas de Belén. Acojamos en el Niño Jesús el amor de Dios hecho hombre por nosotros, y esforcémonos, con su gracia, para hacer que nuestro mundo sea más humano, más digno de los niños de hoy y de mañana»Francisco
Urbi et Orbi
Diciembre 2017
viñeta Leonan Faro
En el silencio está Dios
Con Jesús por la mañana.
“Y nadie percibe que en el silencio está Dios, que hace dos mil años se nos volvió Palabra silenciosa. Pisó el mundo sin ruido, no entró en la humanidad precedido de heraldos trompeteros, sino calladamente, en un portal perdido en un poblacho, entre dos bestias silenciosas y dos padres que le miraban atónitos callados…La buena noticia estaba construida de silencio” (José Luis Martín Descalzo). Acércate al pesebre y sólo mira, no te llenes de palabras, respira profundo, y deja que la imagen te hable. ¿Qué sientes después de esta callada oración? Ofrece tu día por la intención del Papa.
Con Jesús por la tarde.
“Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes” (Mt 10, 19-20). Deja que Dios hable en el silencio de tu corazón, Él tiene palabras de Vida. Vuelve la mirada al pesebre y conserva el silencio interior.
Con Jesús por la noche.
Descubre el paso de Dios. Dios te acompañó hoy. ¿En qué situaciones descubres Su presencia? ¿Qué te llenó de alegría? ¿Qué te causó tristeza? ¿Dónde has tenido puesto tu corazón? No se puede sentir plenitud interior si no sabemos hacia dónde va nuestra vida. Retiene lo positivo y lanza lo negativo.
Meditación: Mateo 10, 17-22
San Esteban, protomártir
Hoy es el día después de Navidad. Todavía estamos disfrutando del resplandor de la estrella de Belén, los gloriosos coros angélicos y los apacibles animales del pesebre.
Luego llega Esteban para despertarnos. ¿Por qué sitúa la Iglesia la fiesta de un mártir justo el día después de la Natividad del Señor?
Quizás una mejor pregunta sería por qué decidió Cristo tomar un cuerpo humano. Sabemos que él vino a traer una vida nueva, a restaurar la Creación, a destruir el pecado y llenarnos de su Espíritu Santo. Y Esteban es la personificación perfecta de esta vida nueva. En él vemos cómo luce un testigo vivo de Cristo, vemos lo que puede lograr un buen instrumento del Espíritu Santo.
Esteban era diácono y servía incansablemente a la Iglesia. Dirigiéndose a los jefes de la sinagoga, les ofreció palabras de sabiduría e inspiración, y cuando se vio frente a la amenaza de muerte, encontró la fortaleza y la inspiración del Espíritu Santo. Y en su martirio, vio los cielos abiertos y a Jesús el Mesías sentado en su trono de gloria. Todo esto sucedió porque Esteban había aprendido a confiar en el Espíritu Santo.
No hay duda de que Esteban fue un gran héroe; un símbolo de valor, convicción y gozo cristiano frente a un gran peligro. Pero no olvides que tú también tienes acceso al mismo Espíritu que formó y fortaleció a Esteban; también puedes llegar a ser un héroe como él. Tal vez no estés llamado a sufrir un martirio, y posiblemente no tengas que afrontar una persecución abierta; pero sí tendrás innumerables oportunidades para hacer brillar la luz de Cristo en la oscuridad del pecado, la confusión, la desconfianza y el odio.
La iglesia te necesita. Nada puede desvirtuar con más fuerza la furibunda marea de odio contra el Evangelio que hoy vemos en el mundo que el testimonio gozoso y confiado de los cristianos llenos del Espíritu Santo. Así pues, adopta a Esteban como tu modelo. Deja que la celebración de ayer anime tu determinación de construir la Iglesia de Cristo y proclamar su buena noticia hoy día.
“Jesús, Señor mío, tú ya no eres un pequeño Bebé en el pesebre; tú eres Aquel que trae la vida del cielo a la tierra. Lléname del Espíritu Santo, te ruego, para que yo sea un buen testigo tuyo.”
Hechos 6, 8-10; 7, 54-59
Salmo 31(30), 3-4. 6. 8. 16-17
Fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
RESONAR DE LA PALABRA Evangelio según San Mateo 10,17-22.
Evangelio según San Mateo 10,17-22.
Fernando Prado, cmf
Queridos hermanos:
En medio de las fiestas de Navidad se celebra al mártir San esteban. Él es el primer mártir del cristianismo. El primero en entregar la vida por Jesús. Uno de los grandes testigos de la fe. Por eso celebramos su memoria.
Hay mártires que entregan su vida por Cristo y por el Evangelio, admirablemente, para siempre, en un instante. Hay otros que, no menos admirablemente, entregan la vida cada momento. Hoy puede ser un buen día para acordarnos de tantos misioneros, hombres y mujeres, que han entregado para siempre su vida por los demás. Quizás lo hacen lejos de los suyos, pero cerca de la verdad más profunda de la Navidad. Ellos hoy son testigos (mártires) de Jesucristo en medio de una sociedad que sigue soñando con ser más solidaria y más fraterna. Ellos van por delante, iluminando, desde las periferias, el sueño de crear entre todos un mundo mejor, una fraternidad universal en la que todos vivamos como hermanos, hijos de un mismo padre. Pero también hay muchos mártires y testigos en las realidades más cotidianas, entregando lo mejor de sí, de múltiples formas, pensando más en los demás que en sí mismos. En ellos se refleja la cercanía y el amor de Dios por la humanidad.
“Haz el bien, y no mires a quién”, dice un refrán popular. “No temáis”, aunque seáis incomprendidos, dice Jesús. “Él será quien ponga palabras en vuestra boca”. “Vosotros, perseverad…”.
Pidamos al Señor hoy la gracia de ser testigos y de crecer en esa generosidad y desprendimiento que, sin duda, da credibilidad a nuestra fe en medio de nuestro mundo. Un saludo a todos los misioneros y misioneras que, lejos de los suyos, anunciáis el Evangelio de Jesús. Os llevamos en el corazón y oramos por vosotros, sabiendo que también seguís por la red estas reflexiones del Evangelio. Un fuerte abrazo de vuestro hermano,
Fernando Prado, CMF
Jesús dijo a sus apóstoles: Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas. A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos. Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes. El hermano entregará a su hermano para que sea condenado a muerte, y el padre a su hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y los harán morir. Ustedes serán odiados por todos a causa de mi Nombre, pero aquel que persevere hasta el fin se salvará.
Queridos hermanos:
En medio de las fiestas de Navidad se celebra al mártir San esteban. Él es el primer mártir del cristianismo. El primero en entregar la vida por Jesús. Uno de los grandes testigos de la fe. Por eso celebramos su memoria.
Hay mártires que entregan su vida por Cristo y por el Evangelio, admirablemente, para siempre, en un instante. Hay otros que, no menos admirablemente, entregan la vida cada momento. Hoy puede ser un buen día para acordarnos de tantos misioneros, hombres y mujeres, que han entregado para siempre su vida por los demás. Quizás lo hacen lejos de los suyos, pero cerca de la verdad más profunda de la Navidad. Ellos hoy son testigos (mártires) de Jesucristo en medio de una sociedad que sigue soñando con ser más solidaria y más fraterna. Ellos van por delante, iluminando, desde las periferias, el sueño de crear entre todos un mundo mejor, una fraternidad universal en la que todos vivamos como hermanos, hijos de un mismo padre. Pero también hay muchos mártires y testigos en las realidades más cotidianas, entregando lo mejor de sí, de múltiples formas, pensando más en los demás que en sí mismos. En ellos se refleja la cercanía y el amor de Dios por la humanidad.
“Haz el bien, y no mires a quién”, dice un refrán popular. “No temáis”, aunque seáis incomprendidos, dice Jesús. “Él será quien ponga palabras en vuestra boca”. “Vosotros, perseverad…”.
Pidamos al Señor hoy la gracia de ser testigos y de crecer en esa generosidad y desprendimiento que, sin duda, da credibilidad a nuestra fe en medio de nuestro mundo. Un saludo a todos los misioneros y misioneras que, lejos de los suyos, anunciáis el Evangelio de Jesús. Os llevamos en el corazón y oramos por vosotros, sabiendo que también seguís por la red estas reflexiones del Evangelio. Un fuerte abrazo de vuestro hermano,
Fernando Prado, CMF
fuente del comentario CIUDAD REDONDA
A CAUSA DE MI NOMBRE
San Elredo de Rieval (1110-1167), monje cisterciense
Sermón para la fiesta de San Esteban
« A causa de mi nombre »
Tenemos aun en nuestros brazos el hijo de la Virgen, los ángeles cantan todavía la gloria de Dios y los pastores se regocijan. ¿Quién apartaría su mirada de un tal nacimiento? sin embargo, mientras permanecemos impresionados, Esteban, lleno de gracia y de verdad, «realizaba grandes prodigios y señales milagrosas en medio del pueblo» (Hch 6:8). ¿Es necesario que nos alejemos del rey para echar un vistazo sobre el soldado? el rey mismo nos invita a hacerlo; el hijo de rey asiste, en el dolor de su corazón, al combate de su soldado victorioso.
Esteban, «lleno de gracia y de poder», revestido de gracia y protegido por el escudo del poder divino, «realizaba grandes prodigios y señales milagrosas en medio del pueblo». Entonces «algunos se echaron» contra este testigo (Hch 6:8). Pero la voz del hombre libre se eleva, a partir de sus mismos libros les presenta la palabra de verdad. El Espíritu de Dios se apodera del mártir; quien mira hacia el cielo pero no ve más el cielo; «él ve, los cielos abiertos y al Hijo del Hombre a la derecha de Dios.» (Hch 6:8). El Señor se mantiene de pie con quien está de pie, combate con el que lucha, es lapidado con quien lapidamos. Con justo derecho él merece el primer lugar entre los mártires, el que expresa de manera tan admirable la semejanza con el Señor colgado en la cruz. Esteban exclama con fuerte voz «Señor, no les tomes en cuenta este pecado.» (Hch 7:60; Lc 23:34). Grande es su grito, pues grande es su amor. Se durmió en el Señor, y reposa en los brazos de Dios.
Sermón para la fiesta de San Esteban
« A causa de mi nombre »
Tenemos aun en nuestros brazos el hijo de la Virgen, los ángeles cantan todavía la gloria de Dios y los pastores se regocijan. ¿Quién apartaría su mirada de un tal nacimiento? sin embargo, mientras permanecemos impresionados, Esteban, lleno de gracia y de verdad, «realizaba grandes prodigios y señales milagrosas en medio del pueblo» (Hch 6:8). ¿Es necesario que nos alejemos del rey para echar un vistazo sobre el soldado? el rey mismo nos invita a hacerlo; el hijo de rey asiste, en el dolor de su corazón, al combate de su soldado victorioso.
Esteban, «lleno de gracia y de poder», revestido de gracia y protegido por el escudo del poder divino, «realizaba grandes prodigios y señales milagrosas en medio del pueblo». Entonces «algunos se echaron» contra este testigo (Hch 6:8). Pero la voz del hombre libre se eleva, a partir de sus mismos libros les presenta la palabra de verdad. El Espíritu de Dios se apodera del mártir; quien mira hacia el cielo pero no ve más el cielo; «él ve, los cielos abiertos y al Hijo del Hombre a la derecha de Dios.» (Hch 6:8). El Señor se mantiene de pie con quien está de pie, combate con el que lucha, es lapidado con quien lapidamos. Con justo derecho él merece el primer lugar entre los mártires, el que expresa de manera tan admirable la semejanza con el Señor colgado en la cruz. Esteban exclama con fuerte voz «Señor, no les tomes en cuenta este pecado.» (Hch 7:60; Lc 23:34). Grande es su grito, pues grande es su amor. Se durmió en el Señor, y reposa en los brazos de Dios.
lunes, 25 de diciembre de 2017
Llenar de Jesus
“Cristo debe llenar también mi tiempo. «Llenar de Jesús la mayoría de instantes posibles de la propia vida»: no es un programa imposible. No se trata, de hecho, de estar todo el tiempo pensando en Jesús, sino de «darse cuenta» de su presencia, abandonarse a su voluntad, decirle rápidamente «¡Te amo!», cada vez que tenemos la oportunidad (¡mejor la inspiración!) de entrar en nosotros mismos”p. Raniero Cantalamessa
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