Día dos Novena de Navidad.
Con Jesús por la mañana.
“¡En cuántas familias los nietos reciben de los abuelos la primera educación en la fe! Pero el aporte beneficioso de los ancianos puede extenderse a muchos otros campos. El Espíritu actúa cómo y dónde quiere, sirviéndose no pocas veces de medios humanos que cuentan poco a los ojos del mundo” (Juan Pablo II). Trae a la memoria a los mayores que han dejado huella en ti. Agradece por ellos, llámalos y ten un gesto de cariño. Pide su intercesión si están junto al Padre. Ofrece por todos los ancianos del mundo y únete en oración al Papa.
Con Jesús por la tarde.
“Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino el testigo de la luz” (Jn 1, 6-8). ¿Quiénes han sido testigos de Dios para ti? ¿Quiénes te hablaron de Dios y te ayudaron a encontrarte con Jesús? Agradece por ellos. Actualiza el propósito del día y repite al ritmo de tu respiración: “Gracias Señor por los hermanos que me hablan de ti”.
Con Jesús por la noche.
Pon un nombre a tu semana. Tómate un tiempo tranquilo y mira tu semana. Recorre cada día. ¿Qué momentos han sido los más significativos para ti? ¿Por qué? ¿En qué momentos has sentido paz? ¿En cuáles no? Si puedes reconocer estas variaciones tendrás mayor claridad para cuidar la paz de tu corazón. ¿Cómo llamarías a tu semana? Disponte a iniciar una nueva semana con buen ánimo.
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