Algunos prefieren hacer su oración temprano en el día, otros en la noche, pero en realidad ¿no es más fácil distraerse a las 11 de la noche que a las 11 de la mañana?
Con todo, el Evangelio de hoy nos dice que Ana oraba noche y día. Tanto amaba ella a Dios que persistía en la oración a cualquier hora del día.
¿Como podemos nosotros hacer oración de un modo realista, incluso en la noche? Por supuesto, no es necesario permanecer en la Iglesia toda la noche, como lo hacía Ana, pero podemos ofrecerle nuestras noches a Dios, dedicándole unos minutos antes de disponernos a dormir. Una manera de hacer esto es usar una versión simplificada del “Examen del día”, un método de oración que enseñaba San Ignacio de Loyola.
Primero: Invita al Espíritu Santo a que te acompañe en la noche, y ponte en la presencia de Dios orando con estas palabras u otras parecidas: “Ven, Espíritu Santo, guíame mientras reflexiono en el día que he tenido.”
Segundo: Repasa los momentos y sentimientos específicos del día con gratitud. Tal vez pudiste completar un proyecto difícil, o disfrutaste de la cena familiar. ¿Te sentiste feliz o fue causa de enojo y molestia? A lo mejor te sentiste aliviado. Es asombroso ver cómo suben y bajan las emociones en un solo día. Menciona los dones que Dios te ha dado y dale gracias por ellos.
Tercero: Reflexiona en aquello que pensaste, dijiste o hiciste en esos momentos. En cada una de esas ocasiones puedes ver si Dios estaba presente contigo ese día. ¿Te estabas acercando o apartándote de él? Tal vez te sientas movido a darle gracias a Dios por estar contigo, y quizás quieras arrepentirte de tus errores o fallas.
Cuarto: piensa en lo que va suceder mañana. ¿Qué es lo que esperas que suceda, y qué es lo que te preocupa? Díselo al Señor y pídele que te conceda su gracia para que al día siguiente tú puedas cooperar con él.
Finalmente, reza el Padre Nuestro, confiándote plenamente en el cuidado de tu Padre celestial.
Estos cinco pasos sencillos, justo antes de acostarte, te ayudarán a repetir con el salmista: “Yo me acuesto tranquilo y me duermo en seguida, pues tú, Señor, me haces vivir confiado” (Salmo 4, 9).
“Amado Señor, te bendeciré en todo tiempo; y hasta en la noche te alabaré y te bendeciré.”
1 Juan 2, 12-17
Salmo 96(95), 7-10
Fuente devocionario Católico La Palabra con nosotros
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