Falta apenas un poco más de una semana para la Navidad, y tal vez no te has detenido durante el día para hacer tu oración.
Todos sabemos que debemos rezar y leer la Escritura, pero cada mañana sentimos el impulso de salir corriendo a cumplir nuestros deberes.
Con todo, tenemos una sed profunda que sólo Dios puede saciar. En la primera lectura de hoy, el profeta Isaías nos insta a beber del pozo del amor de Dios. Porque sin los ríos de gracia y vertientes de misericordia de Dios, corremos el riesgo de no ser más que las “cumbres áridas” y el “desierto estéril” que menciona este pasaje; nos sentimos resecos y no damos buen testimonio del amor de Dios.
Por ejemplo, tal vez reaccionamos con impaciencia ante otras personas; o nos encerramos tanto en nosotros mismos que nos preocupamos sólo de nuestras propias necesidades que de lo que necesitan nuestros familiares o amigos. No hay duda de que esta es una temporada de mucho ajetreo, pero el Adviento también puede ser una época de bendiciones, porque nos da la posibilidad de contemplar la fidelidad de nuestro Dios, que prometió enviarles un Mesías a los israelitas y cumplió esa promesa en forma gloriosa en la Persona de Jesucristo.
Tal vez podemos imaginarnos a la Virgen María encinta, que espera con ansias el nacimiento de aquel Bebé tan especial que cambiaría el mundo. O podemos pensar en José, que cuidaba con amor a su esposa. También podemos meditar en la maravilla de la Encarnación, el hecho portentoso de que Dios nos haya amado tanto que decidió venir a hacerse uno de nosotros para salvarnos. Los tiempos de oración como éstos nos alimentan y nos preparan para la gran fiesta de la Navidad.
Incluso si no puedes dedicar mucho tiempo hoy a la oración como quisieras, puedes tener al Señor presente en tu pensamiento durante el día, y eso te ayudará a recordar por qué estás comprando regalos, preparando comidas especiales o decorando tu hogar: es para darle la bienvenida al Niño Jesús y regocijarte en el hecho de su venida al mundo. Procura dejar de lado tus obligaciones por un rato y realiza la única tarea que verdaderamente satisfará tu corazón: pasar tiempo con el Señor.
“Jesús amado, ayúdame a reconocer que tengo sed de ti para saciarme de tu amor.”
Salmo 145(144), 1. 9-13
Mateo 11, 11-15
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros.
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