Ahora tú quedarás mudo… hasta el día en que todo esto suceda, por no haber creído en mis palabras.
Lucas 1, 20
Qué difícil debe haber sido para Zacarías no poder hablar durante nueve meses. La Escritura no explica cómo pasó él ese largo período, pero podemos tener la certeza de que dedicó gran parte del tiempo a aprender paciencia y confianza en Dios.
Se ve claramente que Dios utilizó esta circunstancia para prepararlo en su nueva función de padre de Juan el Bautista. Criar un niño resulta a veces una aventura difícil, así que pensemos en lo mucho que le debe haber costado también a Zacarías: tenía nada menos que la misión de formar y educar al nuevo Elías, el heraldo del Mesías. Por lo tanto, ¡fue bueno que haya tenido mucho tiempo para la reflexión silenciosa!
Un autor y poeta católico habló en alguna ocasión de las bendiciones del silencio de la siguiente manera: “Dios habla en el silencio. Dios te habla al corazón, pero si hay ruido en tu corazón, no lo vas a escuchar.” Es en el silencio que podemos llegar a reconocer el vacío y el anhelo que tenemos de Dios. El pasar mucho tiempo enfrascado en el ruido del mundo embota los sentidos espirituales, e incluso nos hace creer que hemos cumplido nuestro deber y nos quedamos satisfechos, cuando en realidad tal vez vamos saltando de una distracción a otra. Es sólo en el silencio y en la quietud donde el Señor puede llenarnos y hablarnos.
En estos días previos a la Navidad, hazte el propósito de buscar al Señor en el silencio. Tal vez puedes ir a visitarlo en el Sagrario durante la adoración eucarística o contemplando el “nacimiento” que sin duda tienes en tu casa. Habla poco; solamente imagínate a Jesús que está allí contigo y reposa en su presencia. Tal vez te parezca que no sucede nada y no sientes ningún cambio, pero si lo sigues haciendo día tras día, no quedarás defraudado. Dios te hablará, te llenará de su paz y te asegurará de su amor, porque a él le complace pasar tiempo contigo.
Cuando nació Juan el Bautista, Zacarías recuperó el habla y lo que hizo fue alabar a Dios (Lucas 1, 64). El silencio le hizo llenarse de gozo y confianza en el Señor, y lo mismo puede suceder con cada uno de nosotros si esperamos al Señor en el silencio.
“Señor y Dios mío, ayúdame a buscarte y encontrarte en la quietud de mi corazón.”
Jueces 13, 2-7. 24-25
Salmo 71(70), 3-6. 16-17
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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