martes, 26 de diciembre de 2017

A CAUSA DE MI NOMBRE

San Elredo de Rieval (1110-1167), monje cisterciense 
Sermón para la fiesta de San Esteban
« A causa de mi nombre »

      Tenemos aun en nuestros brazos el hijo de la Virgen, los ángeles cantan todavía la gloria de Dios y los pastores se regocijan. ¿Quién apartaría su mirada de un tal nacimiento? sin embargo, mientras permanecemos impresionados, Esteban, lleno de gracia y de verdad, «realizaba grandes prodigios y señales milagrosas en medio del pueblo» (Hch 6:8). ¿Es necesario que nos alejemos del rey para echar un vistazo sobre el soldado? el rey mismo nos invita a hacerlo; el hijo de rey asiste, en el dolor de su corazón, al combate de su soldado victorioso.

      Esteban, «lleno de gracia y de poder», revestido de gracia y protegido por el escudo del poder divino, «realizaba grandes prodigios y señales milagrosas en medio del pueblo». Entonces «algunos se echaron» contra este testigo (Hch 6:8). Pero la voz del hombre libre se eleva, a partir de sus mismos libros les presenta la palabra de verdad. El Espíritu de Dios se apodera del mártir; quien mira hacia el cielo pero no ve más el cielo; «él ve, los cielos abiertos y al Hijo del Hombre a la derecha de Dios.» (Hch 6:8). El Señor se mantiene de pie con quien está de pie, combate con el que lucha, es lapidado con quien lapidamos. Con justo derecho él merece el primer lugar entre los mártires, el que expresa de manera tan admirable la semejanza con el Señor colgado en la cruz. Esteban exclama con fuerte voz «Señor, no les tomes en cuenta este pecado.» (Hch 7:60; Lc 23:34). Grande es su grito, pues grande es su amor. Se durmió en el Señor, y reposa en los brazos de Dios.

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