martes, 12 de diciembre de 2017

La Guadalupana

¿NO ESTOY AQUÍ YO, QUE SOY TU MADRE?
Oye y ten entendido, hijo mío el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige. No se turbe tu corazón, no temas esa ni ninguna otra enfermedad o angustia. ¿Acaso no estoy aquí yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo?… 
Santa María de Guadalupe a San Juan Diego, 12 de Diciembre de 1531 

Hoy la Iglesia y América están de fiesta, como cada 12 de diciembre nuestros corazones se vuelven con alegría y confianza hacia la mirada dulce de Santa María de Guadalupe, la “Madre del verdadero Dios por quien se vive”, Madre nuestra, Madre y Patrona de México, Emperatriz de América. Preparándonos para celebrar el nacimiento del Hijo de Dios en la Navidad, hoy celebramos a la Madre Inmaculada que mereció llevar en su seno a Jesús, nuestro Señor y Salvador. Este día, miles de fieles acuden ante su altar para orar, venerar o simplemente como niños sentir la ternura, amparo y el cariño maternal de La Guadalupana.

Siempre me ha impresionado la fe y devoción del pueblo mexicano hacia “la Morenita del Tepeyac” y aunque aún no he tenido el hermoso privilegio de visitarle en su Santuario, sé que María está cerca de mí y aún en la distancia la dulzura de su mirada es como amparo divino que me protege siempre y en todo momento, ¡cómo no amar a la Virgen de Guadalupe! Desde pequeño tengo arraigado en el corazón un especial amor por Ella; mi familia, especialmente mí abuela, siempre me inculcó el cariño y la especial veneración que debía tenerle.

Recuerdo que, como es tradición en mi país El Salvador, siempre mis hermanas, mis primos y yo tuvimos un trajecito de “indito” (en recuerdo y homenaje de San Juan Diego) que mi abuelita había confeccionado para que cada 12 de diciembre pudiéramos hacer la visita a la Virgen de Guadalupe, en la pequeña Basílica dedicada a Ella en estas tierras; recuerdo como cada año, hacíamos la larga fila de veneración junto a tantos fieles venidos de todas las partes del país, había que pasar allí varias horas para poder pasar ante su altar y poder ofrendarle hermosas flores de pascua en el caso de las niñas (dependiendo del país, también se les conoce como “pastora”, “pascuero”, “noche buena”, etc.) y en el caso de los niños una pequeña “cebadera” (un tipo de bolsa o morral) o un “tecomate” (recipiente para guardar agua)… Y aunque hoy ya no soy un niño y talves ya no me vista de esa forma, la emoción que siento cada vez que le visito y la veo siempre es especial, tanto que no podría imaginarme como sería el poder visitarle en su Santuario del Tepeyac.

Con el tiempo he entendido que esta bonita devoción a María debo llevarla más allá del día de su fiesta y que el pequeño peregrinaje que desde pequeño realizaba hasta su altar, es el reflejo de mi peregrinar cristiano hasta el encuentro del “verdadero Dios por quien se vive“, y dónde también me esperará mi Madre María con sus brazos abiertos. Se que la historia de las apariciones de Guadalupe es apasionante y que nos ha sido transmitida fielmente desde el mismo Juan Diego, desde México a toda América y el mundo entero, pero este 12 de diciembre quisiera compartirles algo más que una síntesis de ello, más bien, decirles que como hijos de tan Buena Madre como lo es Ella, nuestra devoción debe hacerse vida:
  • SIENTETE EL “MÁS PEQUEÑO DE SUS HIJOS”: San Juan Diego se la creyó, se sintió tan amado y protegido por la Virgen que su fe y devoción nos ha sido heredada por generaciones; piensa una cosa, una Madre siempre cuida de sus hijos, Ella cuida de nosotros, somos sus hijitos, no nos desamparará y en nuestras noches oscuras nos iluminará con la luz de Jesús.
  • CONFÍA EN SU INTERCESIÓN: Cuándo Ella se presenta a Juan Diego precisamente se revela como “la perfecta siempre virgen santa María, madre del verdaderísimo Dios por quien se vive, el creador de las personas, el dueño de la cercanía y de la inmediación, el dueño del cielo, el dueño de la tierra…”; teniendo tal carta de presentación, ¿no crees que Ella es capaz de interceder por tus necesidades?
  • CONSTRUYE SU “CASITA SAGRADA”: La Virgen de Guadalupe le dijo a San Juan Diego que deseaba se levantará su casita sagrada “en dónde lo mostrare, lo ensalzare al ponerlo de manifiesto, lo daré a las gentes en todo mi amor personal, en mi mirada compasiva, en mi auxilio…”; hasta en eso es especial nuestra Madre, no quería un Templo para sí, sino para la gloria de su hijo Jesús, para mostrarle, para ensalzarle. Si amas a la Virgen de Guadalupe, haz que tú corazón sea esa casita sagrada que honre siempre al Señor con la vida misma.
  • RECOGE Y PRESENTA SUS ROSAS: San Juan Diego recoge en la cima del Tepeyac las rosas que la Virgen le había encomendado presentar al obispo como prueba de su petición, a pesar de la aridez del lugar y del clima de la época. También nuestra época es muy fría y árida, como cristianos católicos, también hijos de María, recoge sus rosas, reza el rosario y preséntalas al mundo como prueba de tú amor a Dios y a María.
  • VE, INSISTE, PIDE, ESPERA… TODO POR TÚ MADRE: Juan Diego no se dejó vencer por un primer no, ante el encargo de la Madre, debía hablar con Fray Juan de Zumarraga, llevar su mensaje. Tú tampoco te dejes vencer por un no, lleva el mensaje de María, hacer la voluntad de Dios, ser siervos del Señor, Santa María de Guadalupe, Estrella de la Nueva Evangelización nos acompañará.
Sintámonos gozosos y alegres por nuestra Madre, la Virgen de Guadalupe, que desde el Tepeyac nos ve y nos sonríe para decirnos nuevamente “aquí estoy yo que soy tu Madre, no te aflijas, tú estás en mi regazo”. Ella es nuestra Madre Compasiva, a Ella acudimos, por Ella nos dejamos mirar, Ella nos conduce a Jesús. Ella está siempre con nosotros, animando nuestro caminar cristiano, a Ella acudimos. Virgen María de Guadalupe, Madre del Verdadero Dios por quien se vive y Madre nuestra, Estrella de la Nueva Evangelización, ruega por nosotros, ruega por la Iglesia, ruega por México, por América, por el mundo entero.

“¡Salve Madre de América! Celestial misionera del Nuevo Mundo, que desde el Santuario del Tepeyac has sido, durante más de cuatro siglos, Madre y Maestra en la fe de los pueblos de América. Sé también su amparo y sálvalos oh Inmaculada María; asiste a sus gobernantes, infunde nuevo celo a sus Prelados, aumenta las virtudes en el clero; y conserva siempre la fe en el pueblo”
(Oración compuesta por el Beato Juan XXIII en honor a Santa María de Guadalupe)
Artículo escrito por Ernesto Martínez publicado por Católicos con Acción

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