domingo, 31 de julio de 2016

Liturgia Viva al atardecer 310716


Cristo, ¿es el centro de mi vida?

Domingo 31 de julio

Con Jesús por la mañana.
¿Es Cristo el centro de mi vida?  La Compañía de Jesús (jesuitas) celebra hoy a su santo fundador, San Ignacio de Loyola. Él dirigió a su amigo Francisco Javier esta frase del evangelio con la que acabó por ganar su corazón y su entrega para el Señor. «De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si se pierde a sí mismo?» (Lc 9, 25). Cristo fue el centro de la vida de Ignacio, quien entregó su vida a Dios Nuestro Señor. Se puso al servicio del Rey Eterno y se entregó al servicio de sus hermanos para la Mayor Gloria de Dios. Ofrezco mi día por las intenciones del Papa. Pido, por intercesión de San Ignacio, la gracia de vivir con la mirada sólo puesta en Jesús.

Con Jesús durante el día.
¿Quieres vivir en plenitud? Repite con san Ignacio: «Tomad Señor y recibid, toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer. Vos me lo disteis a Vos, Señor lo torno, todo es tuyo, disponed a toda vuestra Voluntad, dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta. Amén».

Con Jesús por la noche.
Agradezco mi día a Dios. Doy gracias a Dios por este peregrinar de la mano de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio en este mes de julio. Pido ayuda en adelante para ser fiel a las gracias recibidas para la Mayor Gloria de Dios. Que los pueblos aborígenes reciban los cuidados y atenciones que necesitan.


RESONAR DE LA PALABRA 310716

Evangelio según San Lucas 12,13-21. 
En aquel tiempo: Uno de la multitud le dijo: "Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia". Jesús le respondió: "Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?". Después les dijo: "Cuídense de toda avaricia, porque aún en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas". Les dijo entonces una parábola: "Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: '¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha'. Después pensó: 'Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida'. Pero Dios le dijo: 'Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?'. Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios". 

RESONAR DE LA PALABRA
Julio César Rioja, cmf
Queridos hermanos:
Parece claro que es la codicia, la que nos ha llevado a esta crisis que estamos padeciendo: “Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes”. Esta crisis ha dejado a miles de personas en el paro, a un montón de trabajadores precarios que aún teniendo trabajo no llegan a fin de mes, a  gente sin casa y familias en la desesperación. Mientras que los mejor situados en el sistema, han visto aumentar sus ingresos y la brecha entre ricos y pobres ha aumentado. Son simplemente datos de Cáritas.
De esto, nos habla la parábola que se nos propone en este domingo y que sin duda, goza de una gran actualidad. Demasiados piensan que lo mejor es almacenar, especular, llenar las arcas, los graneros, asegurar su vida para muchos años, aunque eso implique fastidiar la de otros. Lo importante es descansar, comer, beber, banquetear, disfrutar, aparentar. El dios dinero: “no podéis servir a Dios y al dinero”, se ha convertido en nuestra nueva religión, todos estamos tocados por un ambiente, que nos recuerda, que si no tienes, no eres, estás al margen, descartado, invisible.
La primera lectura del Eclesiastés nos proclama: “¡Vanidad de vanidades; todo es vanidad!”, y Jesús nos dice:”Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?”. Somos con frecuencia  necios y vanidosos, preferimos no pensar, que lo que tenemos, no nos garantiza saber si vamos a estar vivos mañana. “Que me quiten lo bailado” decimos, seguimos con el ansia de acumular, todo es poco para sentirnos satisfechos, necesitamos más productividad, más bienestar, más consumo. Esta codicia a la que nos impulsa el sistema neoliberal, es un peligro mortal, la vida de uno no está asegurada por sus bienes.
Quizás a Jesús, le hubiera gustado esta parábola que cuenta Anthony de Mello y que podemos usar en esta homilía: “Un hombre caminaba sosegadamente por un camino en los alrededores de una aldea india. Vestía una túnica simple, llevaba un hatillo a la espalda y calzaba sandalias. De pronto, alguien le alcanzó corriendo por detrás y le dijo entrecortadamente: ¡La piedra, la piedra! ¡Dame la piedra! Tuve un sueño esta noche y la diosa Visnú me dijo que encontraría cerca de esta aldea a un hombre que posee la mayor piedra preciosa del mundo y que yo podría conseguirla.
Te refieres a esta, dijo el otro sacando de su hatillo un enorme diamante, la encontré esta mañana junto al camino. Llévatela si quieres, yo no la necesito. El hombre contemplo deslumbrado el diamante más grande y hermoso que jamás había visto. En sus destellos veía todo lo que podría adquirir gracias a él: se haría rico, cambiaría de casa, tendría sirvientes, compraría el elixir de la eterna juventud… Arrebató el diamante de las manos del caminante y echó a correr. El hombre lo miró alejarse y se sentó a meditar a la sombra de un árbol junto al camino.
Al atardecer vio venir hacia él al hombre que le había arrebatado el diamante por la mañana. Se acercó a él con la piedra preciosa en la mano, se la entregó y le dijo: Dime, a cambio cuál es la fuerza y el secreto que te permite desprenderte con tanta facilidad de este diamante” (Anthony de Mello, “El canto del pájaro”). Seguro que el texto del Evangelio de hoy hubiera terminado igual, con la misma enseñanza: “Así será el que amasa riqueza para sí y no es rico ante Dios”.
Dice San Pablo a los Colosenses: “Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra”. No son tiempos fáciles para abandonar la idolatría del dinero que nos da seguridad, e intentar vivir en sobriedad y sobre todo atentos a las víctimas de la crisis. ¿Cuál es la fuerza y el secreto que nos puede permitir despendernos?: el Reino de Dios, los bienes de allá arriba.
Comentario publicado por Ciudad Redonda

Desapego

¡Desapego de todo aquello que nos quita libertad! El apego a las cosas y a las personas genera en nosotros mucha angustia. El que vive apegado a personas o cosas no disfruta, se angustia, porque siempre está latente la posibilidad de perderlo.
Las cosas pueden deteriorarse, romperse, nos las pueden robar…
Las personas no son posesiones nuestras. “Soy tuyo o tuya” dejémoslo para las canciones románticas. Nadie es posesión de nadie... El AMOR más auténtico entre dos personas, reflejo del amor de Dios, es darse al otro con generosidad, sin perder la individualidad, sin dejar de ser quien se es, sin asfixiar ni dejarse asfixiar.
La libertad interior, que es fruto de la confianza es lo único que garantiza la felicidad. La lucha interna que padece quien está apegado es tan grande que puede llegar a amargar la vida.

P. Javier Rojas sj

Liturgia Viva al amanecer 310716

Todos necesitamos las cosas imprescindibles para la vida, pero nuestra experiencia humana nos sigue recordando sin cesar lo que Jesús, hace mucho tiempo ya, nos dijo en el evangelio: ¡El acumular riqueza no da la felicidad! La alegría de vivir no depende de graneros llenos o de abultadas cuentas bancarias. La calidad de vida y su alegría dependen más bien de la medida de nuestro amor al Señor y a los hermanos, y también de nuestro compartir generoso con los demás lo que el Señor nos ha regalado. Así es cómo nos volvemos ricos a los ojos de Dios


SER RICO ANTE DIOS

San Basilio (c. 330-379), monje y obispo de Cesárea en Capadocia, doctor de la Iglesia
Homilía 6, sobre las riquezas; PG 31, 261 s.
«Ser rico ante Dios»

     «¿Qué haré? ¿Qué comeré? ¿Con qué me vestiré?» Eso es lo que dice este rico. Sufre su corazón, la inquietud le devora, porque lo que a los demás les alegra, al avaro lo hunde. Que todos sus graneros estén llenos no le da la felicidad. Lo que atormenta a su alma es tener demasiadas riquezas al rebosar sus graneros...

     Considera bien, hombre, quién te ha llenado de sus dones. Reflexiona un poco sobre ti mismo: ¿Quién eres? ¿Qué es lo que se te ha confiado? ¿De quién has recibido ese encargo? ¿Por qué te ha preferido a muchos otros? El Dios de toda bondad ha hecho de ti su intendente; te ha encargado preocuparte de tus compañeros de servicio: ¡no vayas a creer que todo se ha preparado para tu estómago solamente! Dispón de los bienes que tienes en tus manos como si fueran de otros. El placer que te procuran dura muy poco, muy pronto van a escapársete y desaparecer, y sin embargo te pedirán cuenta rigurosa de lo que has hecho con ellos. Luego lo guardas todo, puertas y cerraduras bien cerradas; pues aunque lo hayas cerrado todo, la ansiedad no te deja dormir...

     «¿Qué haré?» Tenía una respuesta a punto: «Llenaré las almas de los hambrientos; abriré mis graneros e invitaré a todos los que pasan necesidad... Haré que oigan una palabra generosa: Venid a mí todos los que no tenéis pan, tomad la parte que os corresponde de los dones que Dios ha concedido, cada uno según su necesidad».

sábado, 30 de julio de 2016

Liturgia Viva al atardecer 300716


Una gran LUPA

MAGNIFICANDO ALGO ANTE DIOS.

Me topé con un escrito que describía lo que hace un intercesor valiéndose de una analogía con las primeras palabras del cántico de María: “Proclama mi alma la grandeza del Señor” (Lc 1,46), literalmente “Mi alma magnifica al Señor” La palabra magnificar significa engrandecer, alabar, ensalzar. Una lupa –que es una lente de aumento-, cuando se coloca sobre un texto y se enfoca correctamente, nos permitirá ver una palabra o frase con claridad, aumentándola de modo que se destaque sobre el texto alrededor. ¿Alguna vez has tomado una lente o una lupa y colocándola sobre un pedazo de papel ha hecho que los rayos del sol la atraviesen? El papel lentamente se vuelve marrón, y como el calor concentrado llega hasta él, aparece humo y finalmente el papel arde en llamas. Como intercesores, estamos llamados a “enfocar” el poder de Dios en las personas y situaciones a través de la oración. Por la intercesión nos colocamos a disposición de Dios como una “lente” de oración. El intercesor, por consiguiente, es lupa (o sea, lente que aumenta, magnifica) de Dios de muchas maneras. El invoca, con confianza, la misericordiosa intervención de Dios sobre la vida de las personas, y también tributa alabanzas y acciones de gracias a Dios, quien extiende su mano para salvar. El intercesor se une a Cristo, quien alaba y da gracias al Padre (Mt. 15,36; Lc 10,21; Lc 22, 17-19), y comparte la agonía de Cristo que está entre el cielo y la tierra implorando la salvación del mundo (Lc 23,34)

¡Eso es intercesión!

Cyril John

Vice-presidente ICCRS

JESÚS EN MEDIO de nosotros 30 JUL 2016

Sábado 30 de julio

Con Jesús por la mañana.
¿Alguna vez has pensado que Dios trabaja por ti? Considera que Dios mantiene con su poder creador toda la realidad, la transforma, la renueva y te la regala para que te ayude en tu diario vivir. Dios se mete y se compromete con tu historia y trabaja para tu bien y tu plenitud. El amor de Dios es la fuerza que mueve la vida. Ofrezco mi día por las intenciones del Papa. ¿Te comprometes a trabajar con Dios por tu vida y por la de tus hermanos, ayudándolo a Él y haciendo lo que a Él le agrada de ti?

Con Jesús durante el día.
«Miren cómo crecen los lirios, sin trabajar ni hilar» (Lc 12, 27). Tu vida crece y se fortalece por la acción de Dios. ¡Créelo! Ofrece tu tiempo para trabajar con Jesús en su misión en este mundo. ¡Haz que el cielo descienda al ver tus obras buenas!

Con Jesús por la noche.
Agradezco a Jesús mi día. ¿Pude entregarme a Dios para servirlo a Él y a mis hermanos? Pido ayuda a Jesús para sumarme a su proyecto desde hoy. Pido para que los pueblos indígenas reciban el trabajo desinteresado de sus hermanos. Pido para que los pueblos indígenas experimenten a Dios que trabaja para ellos a través de sus hermanos de otras culturas.


Llegar a mi propia cima


Hay una cima a la que no se llega superando a los demás, sino a uno mismo. No es fácil hacer cumbre en uno mismo…Por momentos se hace espinoso el camino, perturbador de a ratos y fatigoso en muchas ocasiones. Pero a pesar del cansancio es un sendero que es imprescindible recorrer para lograr la madurez…
Desde siempre los hombres han deseado conocerse a sí mismos sin disfraces y sin máscaras. Pero claro, se requiere de mucha de valentía y voluntad para hacer cumbre ya que no todo lo que hallemos en esta travesía a nuestro "mundo interno" será bello y luminoso. Habrá tanto que remover y tanto que pulir! Y es tan posible que demos dos pasos y retrocedamos tres… porque hasta el mismísimo Jesús descendió a los infiernos!.
Pero cuando aquietamos los sonidos internos y logramos escuchar lo que el alma tiene para decirnos reconocemos la invitación a no claudicar. Es como un llamado o una exhortación. Y como intuimos que ese el “camino” hacia la libertad, redoblamos el empeño...
Los montañistas dicen que instantes antes de hacer cumbre, el corazón se les inflama, el alma se dilata y las palmas de las manos se abren como entregando tanto esfuerzo…
El camino es “hacia arriba" ( o hacia adentro, según lo veamos). Hacia la cima. Es una llamada a conocernos de veras, a aceptarnos tal cual somos y a contemplarnos con autenticidad: “Este soy…me conozco y me acepto.”
Y al fin abrir las palmas para entregarle a Él nuestro esfuerzo. Allá en la cima...

Alejandra Vallina

Liturgia Viva al amanecer 300716

¿Cuál sería nuestra reacción si alguien nos dijera a la cara y a bocajarro que no somos la persona que debemos o pretendemos ser? Miremos lo que ocurre a Jeremías y a Juan el Bautista. Jeremías tiene que luchar por su vida. Juan el Bautista la pierde. ¿Acogeríamos nosotros a los profetas mejor que los judíos en su tiempo, aun contando que fueran justos en su profecía? Resulta tan difícil afrontar la verdad sobre nosotros mismos..., porque es difícil cambiar, estar abiertos a una verdadera conversión. Roguemos en esta eucaristía por el valor y sinceridad que necesitamos para enfrentar esta inquietante verdad. 


LA MUERTE DE JUAN BAUTISTA

San Juan Crisóstomo (c. 345-407), presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilía sobre San Mateo, nº 48
La muerte de Juan el Bautista

      “Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista.” Y Dios lo permitió, no lanzó su rayo desde lo alto de los cielos para devorar a ese rostro insolente; no ordenó a la tierra que se abriera para engullir a los invitados a este banquete horrible. Dios dio así una corona más bella al justo y dejó una magnífica consolación a los que, en el futuro, serían también víctimas de semejantes injusticias. Escuchemos, pues, todos los que a pesar de nuestra vida honesta, tenemos que sufrir de parte de los malvados… El más grande de los nacidos de mujer (Lc 7,28) ha sido asesinado a petición de una hija impúdica, de una mujer perdida; Y todo ello por haber defendido las leyes divinas. Que estas consideraciones nos hagan soportar valientemente nuestros propios sufrimientos…

      Pero fíjate en el tono moderado del evangelista, el cual, en la medida de lo posible, busca circunstancias atenuantes a este crimen. En cuanto a Herodes, hace notar que actúa así “a causa del juramento hecho delante de los invitados” y que “se entristeció”; en cuanto a la joven hace notar que había sido “aconsejada por su madre”… Igualmente nosotros, no odiemos a los malvados, no critiquemos las faltas del prójimo sino que, escondámoslas tan discretamente como nos sea posible; que la caridad encuentre cobijo en nuestras almas. Porque en lo que se refiere a esta mujer impúdica y sanguinaria, el evangelista ha hablado con toda la moderación posible… Tú, por el contrario, no dudas en tratar a tu prójimo con malicia… Toda la diferencia está en la manera de actuar de los santos; lloran por los pecadores en lugar de maldecirlos. Hagamos como ellos; lloremos por Herodías y por los que la imitan. Porque hoy día vemos muchos banquetes del mismo estilo del de Herodes; cierto que no se da muerte al Precursor, pero en ellos se destroza a los miembros de Cristo.

RESONAR DE LA PALABRA 300716

Evangelio según San Mateo 14,1-12. 
En aquel tiempo, la fama de Jesús llegó a oídos del tetrarca Herodes, y él dijo a sus allegados: "Este es Juan el Bautista; ha resucitado de entre los muertos, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos". Herodes, en efecto, había hecho arrestar, encadenar y encarcelar a Juan, a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, porque Juan le decía: "No te es lícito tenerla". Herodes quería matarlo, pero tenía miedo del pueblo, que consideraba a Juan un profeta. El día en que Herodes festejaba su cumpleaños, la hija de Herodías bailó en público, y le agradó tanto a Herodes que prometió bajo juramento darle lo que pidiera. Instigada por su madre, ella dijo: "Tráeme aquí sobre una bandeja la cabeza de Juan el Bautista". El rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por los convidados, ordenó que se la dieran y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Su cabeza fue llevada sobre una bandeja y entregada a la joven, y esta la presentó a su madre. Los discípulos de Juan recogieron el cadáver, lo sepultaron y después fueron a informar a Jesús. 

RESONAR DE LA PALABRA
José María Vegas, cmf
La vocación profética

El denominador común de las lecturas de hoy es el riesgo aparejado a la vocación profética. Jeremías, que vivió siempre al límite, al borde de la muerte por su fidelidad a la Palabra del Señor, se libra en esta ocasión por poco. Los peligros y amenazas no le arredran, sin dejar de denunciar por ello lo injusto de su posible y más que probable muerte. Juan el Bautista, el último y el más grande de los profetas de Israel, no consigue esquivar la ejecución ordenada por el pequeño y débil tirano, condicionado por el qué dirán de su entorno y por la ira criminal de su ilegítima mujer. Juan tampoco se arredró en denunciar el mal de los poderosos; no buscó excusas o componendas que le permitieran vivir una existencia tranquila. Su compromiso con la Verdad fue radical: para confesar al Cristo en el hombre de Nazaret, y para defender la Justicia frente a los abusos del tirano de turno. En su muerte, Juan resultó vencedor. Porque ninguna violencia puede acallar definitivamente la Verdad y el Bien. Vemos cómo una vez muerto, crece la figura de Cristo, hasta el punto de que Herodes cree reconocer en Jesús a un Juan redivivo. En su crueldad queda en Herodes un resto de lucidez, tal vez fruto de su admiración por Juan y de sus conversaciones con él. Pero no comprende que en lo que escuchaba de Jesús estaba venciendo Juan, precisamente porque se estaban cumpliendo sus profecías sobre el que venía detrás de él pero que era mucho más grande que él. En Jesús triunfa Juan y, con él, toda profecía. El débil Juan, arrestado, encarcelado y muerto, se revela más fuerte que el poderoso tiranuelo oriental, porque éste actúa por miedo, por venganza, por las convenciones que le rodean. Su poder es aparente, porque es externo, pasajero, efímero. En su debilidad, Juan, como todo profeta, como Aquel que cumple las profecías, es fuerte, porque posee la libertad interior de ser fiel a sí mismo, al Dios que le habla, al Bien, la Verdad y la Justicia a las que sirve.

Ahora que tanto debatimos sobre las responsabilidades de los poderes políticos, y mirando a la vocación profética, tenemos la oportunidad de comprender que, pese a nuestra debilidad frente a los poderes de este mundo, podemos ser fuertes si nos mantenemos fieles a nosotros mismos, a nuestras convicciones más nobles, al Dios que nos dirige cotidianamente su Palabra. De esa manera podemos hacer una aportación decisiva para que nuestro mundo, al menos el pequeño mundo en el que vivimos cotidianamente, sea mejor, y a él “venga su Reino”. Aunque para ello debemos estar dispuestos a asumir los riesgos que toda vocación profética lleva consigo.

Cordialmente,

José M. Vegas cmf

Meditación: Mateo 14, 1-12


¿Por qué Herodes creyó que Jesús era Juan el Bautista vuelto a la vida, si él mismo había mandado decapitar a Juan? ¿Qué tenían de común Jesús y Juan? ¿Era quizás porque ambos predicaban un mensaje de arrepentimiento? San Marcos escribe: “Apareció en el desierto Juan el Bautista predicando un Bautismo de conversión, para el perdón de los pecados” (Marcos 1,4) y “Jesús se fue a Galilea para predicar el Evangelio de Dios y decía… Conviértanse y crean en el Evangelio” (Marcos 1,14-15).

A pesar de la similitud de ambos mensajes, había una gran diferencia entre el Bautista y Jesús, diferencia que explicó elocuentemente San Agustín (354-430) en uno de sus sermones: “Juan es la voz; mas desde el principio el Señor era la Palabra. Era Juan la voz por algún tiempo… Cristo es Palabra (Verbo) por toda la eternidad. Si suprimes la palabra, ¿qué queda? Un sonido vacío. Donde falta la idea, sólo hay un ruido vano, de tal modo que, si la voz no es palabra, hiere los oídos, mas no edifica, no le dice nada al corazón.” (Sermones 293).

Juan conocía la Palabra, motivo por el cual podía ser la voz de Cristo, y lo que decía llegaba al corazón; no era sonido vacío. Y nosotros, ¿cómo podemos ser la voz de Cristo? Primero hemos de conocer la Palabra. Juan conocía la Palabra y su mensaje, y por eso llegó a ser la voz de la Palabra.

Nosotros también podemos serlo, pero hemos de prepararnos comprometiéndonos nuevamente al plan de crecimiento espiritual que a veces proponemos a nuestros lectores: Dedicar unos diez minutos diarios a la oración personal en silencio y sin distracciones; hacerse un diario examen de conciencia; arrepentirse de los pecados de los que se tenga conciencia, sobre todo los más graves; dedicar diez minutos o más cada día a leer la Escritura y meditar en lo que le parezca a uno que el Señor le dice en su Palabra. Aparte de esto, participar en la vida sacramental y comunitaria de la parroquia.

Si realizas estas acciones con fe y constancia, el Señor te iluminará y tendrás la posibilidad de compartir tu testimonio con otros para que también se conviertan y se salven.
“Señor, sé que soy indigno de ti y en muchos sentidos incapaz de ser un buen discípulo, pero te amo con todo mi corazón y quiero ser un instrumento útil para tu gloria.”

Jeremías 26, 11-16. 24
Salmo 69(68), 15-16. 30-31. 33-34
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

viernes, 29 de julio de 2016

Liturgia Viva al atardecer 290716


Estar donde Dios está


Cuando experimentas una gran necesidad de afecto humano, debes preguntarte si las circunstancias que te rodean y las personas con quienes estas son aquellas con quienes verdaderamente Dios quiere que

estes. Sea lo que sea lo que estes haciendo (mirando una pelicula, escribiendo un libro, haciendo una presentacion, comiendo o durmiendo), tienes que estar en la presencia de Dios. Si sientes una gran soledad y un gran deseo de contacto humano, tienes que ser extremadamente juicioso. Preguntate si esta situacion esta verdaderamente dada por Dios. Porque, donde Dios quiera que estés, El te mantiene a salvo y te da paz, aun cuando haya dolor.
Vivir una vida disciplinada es vivir de manera tal que solo quieras estar alli donde Dios este
contigo. Cuanto mas profundamente vivas tu vida espiritual, mas facil sera discernir la diferencia entre vivir con Dios y vivir sin Dios, mas facil sera alejarse de los lugares en los que Dios ya no este contigo.
El gran desafio es aqui la lealtad que hay que vivir en las opciones de cada momento. Cuando comer, beber, trabajar, hablar o escribir no son para gloria de Dios, debes dejar de hacerlo inmediatamente porque, cuando dejas de vivir para la gloria de Dios, empiezas a vivir para tu propia gloria. Entonces, te separas de Dios y te haces dano.
Tu pregunta fundamental siempre deberá ser si algo es vivido con o sin Dios. Tienes tu propio conocimiento interior para responder esa pregunta. Cada vez que haces algo que proviene de tus necesidades de aceptacion, reconocimiento o afecto, y cada vez que haces algo que aumenta estas necesidades, sabes que no estas con Dios. Estas necesidades nunca seran satisfechas; solo se incrementaran cuando cedas a ellas. Pero, cada vez que hagas algo para la gloria de Dios, reconocerás la paz de Dios en tu corazon, y alli encontrarás reposo.


Henri Nouwen

JESÚS EN MEDIO de nosotros 290716

Viernes 29 de julio

Con Jesús por la mañana.
Buscar y encontrar a Dios en todas las cosas.  Las amigas de Jesús sentían su compañía en sus labores y quehaceres. Recibían al Señor en su casa y lo hacían parte de sus actividades. Así Dios se nos hace presente en todo acontecimiento y en todas las personas, todo es don de Dios. El Señor está en la vida real, en las personas reales, en los acontecimientos reales de todos los días. ¡Descúbrelo! Ofrezco mi día por las intenciones del Papa. Pido ayuda a Santa Marta para descubrir y encontrar a Dios en medio de mis tareas. ¿Te miras a ti mismo y a los demás como don de Dios?

Con Jesús durante el día.
«María sentada a los pies del Señor escuchaba sus palabras. Marta se ocupaba en los quehaceres de la casa» (Lc 11, 39-40). Reconoce en los demás el regalo que Dios te hace recibiendo con agrado la compañía de los que se te acerquen. Sé tú mismo un regalo para otros.

Con Jesús por la noche.
Agradezco mi día a Jesús. ¿Descubro a Dios en los acontecimientos de mi vida? ¿Siento que Dios llena mi vida de bendiciones en lo que me da a vivir? Pido perdón. Mañana seré agradecido con el Señor que se me regala en todo lo que vivo. Pido para que los pueblos indígenas sean visto como don de Dios para todas las culturas del mundo.



Buen día, Espíritu Santo! 290716

Señor y Dios de nuestras vidas,
al despertar colocamos delante de Ti nuestras necesidades y carencias,
nuestras expectativas, anhelos y deseos,
te suplicamos que de Tu generosidad seamos llenos.
Danos el maná de la solidaridad y la generosidad,
el que hace compartir teniendo tus mismos sentimientos.
Danos el vivir esta semana que iniciamos juntos,
expectantes, alegres y esperanzados.
Asegura nuestro caminar sobre Tus pasos;
Afirma nuestras rodillas vacilantes;
Direcciona nuestro obrar,
Perfecciona en el Amor las obras que iniciamos,
Danos Tus Palabras, las que consuelan y fortalecen,
para que cuantos se crucen en nuestros senderos,
de ellas también puedan beber,
y saciarse, y llenos de vigor proclamar Tu Bondad y Tu Misericordia,
que no reconocen límites,
que no tienen ocaso.
Amén!

Liturgia Viva al amanecer 290716

Marta: Servir espontáneamente, sin que nadie se lo pida; estar graciosamente disponible para los demás; poca alharaca y publicidad, pero trabajo eficaz entre bambalinas; no buscar honores pero esquivando el hombro, sino trabajar calladamente y con eficacia. Así es cómo Marta siguió al Señor. Y su fe era profunda y fuerte en Cristo como el Hijo de Dios que podría resucitar a los muertos.


QUIEN CREE EN MI, VIVIRA

San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Tratados sobre San Juan, 49,15
“Quien cree en mí, vivirá.”

    “El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás.” ¿Qué hay que decir a esto? Quien cree en mí, aunque haya muerto como Lázaro, vivirá, porque Dios no es un Dios de muertos sino de vivos. Refiriéndose a Abrahán, Isaac, Jacob, los patriarcas muertos hace mucho, Jesús había dado a los judíos la misma respuesta: “Soy el Dios de Abrahán, de Isaac, de Jacob, no un Dios de muertos sino de vivos, porque todos viven gracias a él.” (cf Lc 20,38) Cree, pues, y cuando hayas muerto, no obstante, vivirás. Pero si no crees, aunque vivas, estás realmente muerto... ¿De dónde viene la muerte del alma? De la ausencia de la fe. ¿De dónde viene la muerte del cuerpo? De la ausencia del alma. El alma de tu alma es la fe.

    “El que cree en mí, aunque haya muerto en su cuerpo, vivirá en su alma, hasta que el cuerpo mismo resucite para no morir ya más. Y todo el que vive en la carne y cree en mí, aunque tenga que morir según su cuerpo, no morirá por toda la eternidad, gracias a la vida del Espíritu y de la inmortalidad de la resurrección.”

    Esto es lo que Jesús quiere decir en su respuesta a Marta...”¿Crees esto?” “Sí, Señor, le responde, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios que tenía que venir a este mundo.  Creyendo esto, creo que tú eres la resurrección, creo que tú eres la vida, creo que quien cree en ti, aunque muera, vivirá, creo que aquel que vive y cree en ti, no morirá por toda la eternidad.”


RESONAR DE LA PALABRA 290716

Evangelio según San Juan 11,19-27. 
Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano. Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas". Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará". Marta le respondió: "Sé que resucitará en la resurrección del último día". Jesús le dijo: "Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?". Ella le respondió: "Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo". 

RESONAR DE LA PALABRA
José María Vegas, cmf
Si hubieras estado aquí…
Santa Marta se ha convertido en una santa todavía más popular de lo que ya era, gracias a la residencia abierta en tiempos de san Juan Pablo II en el territorio vaticano, y en la que, además, el Papa Francisco, renunciando a sus apartamentos en el Palacio vaticano, se ha establecido ahí para vivir menos aislado, más en comunidad. Santa Marta, que representa en los Evangelios la acogida amistosa de Cristo, parece simbolizar hoy en día una cierta renovación de la Iglesia, en la línea de una vida más simple y austera.
Todos conocemos la suave reconvención que Cristo dirigió a Marta cuando ésta exigía que su hermana María, embelesada por la Palabra del Maestro, le ayudara en sus tareas cotidianas. Y es que se puede acoger a Cristo materialmente (declarándose cristiano, frecuentando la Iglesia y trabajando con diligencia en ella), pero sin que eso suponga una actitud de verdadera escucha y acogida de su palabra, que significa acogerle con el corazón. Todos comprendemos que si alguien nos invita a su casa, y se pasa el tiempo haciendo cosas para que estemos a gusto, pero no nos dedica ni un minuto de tiempo, ni se sienta a conversar con nosotros, todas las otras ocupaciones resultan inútiles, incluso molestas. Acoger materialmente (declararse cristiano, frecuentar la Iglesia y trabajar en ella) es importante, pero para que todo eso dé frutos de verdadera vida cristiana es preciso saber pararse, perder el tiempo, orar, contemplar y escuchar la Palabra del que ha venido a nuestra casa a estar con nosotros.
Marta es hermana de María: la acción y la contemplación no son enemigas, sino hermanas de una misma familia, la que está basada en el amor de Dios, del que nos habla Juan en la primera lectura. Y aunque en ocasiones salten chispas entre ellas, Jesús nos enseña que hay que aprender a armonizarlas y establecer prioridades. Marta aprendió bien la lección. En el Evangelio de hoy es ella la que le dirige un suave reproche a Jesús. Es el que todos le hacemos a Dios cuando perdemos a un ser querido, sobre todo si creemos que todavía no había llegado su hora. El reproche de Marta está, sin embargo, impregnado de confianza. Y es en el precioso diálogo con Jesús donde comprendemos hasta qué punto Marta, sin dejar su talante activo (es ella la que se adelanta a acercarse a Jesús), ha aprendido la lección de la acogida con el corazón, que no es una acogida meramente sentimental, sino en fe. Marta confiesa que el amigo que les ama y al que aman es además el Mesías, que no sólo retrasa la muerte inevitable unos cuantos años, sino que la ha vencido definitivamente, porque Él mismo ha entregado su vida por amor para librarnos definitivamente del pecado y de la muerte.
Cordialmente,
José M. Vegas cmf

jueves, 28 de julio de 2016

Meditación: Juan 11, 19-27



Todos recordamos que Marta de Betania se preocupaba demasiado de los quehaceres de la casa y hasta se molestaba con su hermana María porque ésta no le ayudaba. Si esto es todo lo que recordamos de Marta, la estamos subestimando. Más que nada, hay que recordar que Marta hizo una audaz profesión de fe en Cristo, ¡una declaración que exige decisión y coraje!

Lázaro, su hermano, había muerto hacía cuatro días y su cuerpo ya se empezaba a descomponer; pero Marta creyó, sin siquiera entender lo que Jesús iba a hacer. Pese a que sus sentidos naturales le decían lo contrario, se dejó llevar por la fe para comprender lo sobrenatural. Es cierto que pudo haber tenido momentos de debilidad, pero ¡era una gran creyente!

El ejemplo de Marta demuestra que aquellas personas que tienen ocasiones de baja emocional o desánimo son capaces de hacer grandes actos de fe; nos enseña a no menospreciar la fe y la gracia que todos recibimos en el Bautismo; es decir, nunca debemos darnos por vencidos, como el que razona: “Yo no soy San Pedro ni la Virgen María, así que es mejor que me limite a limpiar los bancos de la iglesia y me conforme con eso.”

Todos podemos tener una fe firme y audaz, que se encumbra por encima del razonamiento típico. A veces esta fe florece en casos de crisis, como el fallecimiento de un ser querido, porque nos lleva a sacar a la luz aquello de lo que realmente estamos convencidos. Pero también puede surgir en ocasiones ordinarias, en el quehacer cotidiano, porque siempre podemos actuar con fe y obediencia. Hasta lo más sencillo, si lo hacemos con fe, es valioso para el Señor.

En efecto, no hay nada que no puedan hacer los fieles cuando ejercen su fe. Dispón tu corazón y tu mente para experimentar la gracia de Dios; dales la oportunidad de mostrarte su bondad y no creas que el Señor no puede hacer grandes cosas para ti y a través tuyo. Cristo puede hacer que tú seas una columna firme y estable de fe.
“Santa Marta, gracias por tu fe que demostraste en Cristo y porque tuviste el honor y la alegría de hospedar a Jesús en tu familia. Ruega por mí y por mi familia, te lo pido, para que en ella se conserve la paz y el mutuo amor, y sobre todo la fe en Cristo.”
Jeremías 26, 1-9
Salmo 69(68), 5. 8-10. 14

fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

Liturgia Viva al atardecer 280716


JESÚS EN MEDIO de nosotros 280716

Jueves 28 de julio

Con Jesús por la mañana.
¿Te has puesto a pensar que tu vida es una historia de amor tejida entre el Señor y tú? Jesús, te llama e invita a ser amigo suyo. Te ama. Tu historia de amor con Dios está tejida desde siempre pues el Señor te ha pensado y deseado desde la eternidad con tanta fuerza que te creó sólo para amarte. Anímate a pensar que Dios no tiene otra cosa más importante que hacer que amarte a ti. En los momentos difíciles de tu vida, aunque tú no lo hayas notado, Él te ha sostenido. Ofrezco mi día por las intenciones del Papa. ¿Te animas a contar tu historia desde el amor y no desde el dolor?

Con Jesús durante el día.
«El Reino de los Cielos se parece a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces» (Mt 13, 47). Mira los acontecimientos más difíciles de tu vida. Piensa que Dios te ha sostenido. ¿Qué ves ahora? 

Con Jesús por la noche.
Agradezco a Jesús por el día y por lo que he vivido hoy. Agradezco la presencia del Amor de Dios en mi vida. ¿Pude sentirlo? Pido ayuda a Dios para sentir siempre su amor desde mañana y para siempre en todos los acontecimientos que me toque vivir. Pido para que los pueblos indígenas se sientan amados por Dios.


COMENCEMOS A PINTAR


Si pudieras pintar tu vida de colores, con cuáles la pintarías hoy, en este aquí y ahora?
Quizá el rojo impetuoso de la pasión. Pasión por la vida, por la familia, por los amigos y el trabajo…
Quizá de azul profundo. Calma, estabilidad, reflexión…
O es el naranja el que vibra en tu alma hoy…O quizá el verde, el negro, amarillo o gris…
Esta es una pregunta que no tiene nada de ingenua. Porque de acuerdo sea tu respuesta sincera podrás descubrir mucho de cómo tu espíritu se encuentra. A veces intentamos engañarnos a nosotros mismos, pero los gestos, los colores que apreciamos, con los cuales nos vestimos, los modos en los que miramos a las personas dicen mucho más que las palabras... Incluso la “vestimenta” de tu casa, que no tiene nada que ver con que ésta sea opulenta o sencilla.
Una casa con vida y calor de hogar está vestida de colores, fotografías, libros, juguetes, plantas y mascotas. Te has percatado?. Aunque no estamos hablando aquí de una verdad matemática los colores de tu casa dicen mucho también de ti. No es necesario ser experto en decoración para advertir que hay casas cálidas y otras tristes y apagadas. Sin calor ni color. Como las personas…
Por eso cierra los ojos, respira pausadamente y observa cuál es la paleta de colores con la que hoy está pintada tu vida…
Recuerda que el mejor pintor es Dios, que nos ofrece toda la paleta de colores. Todos ellos están a nuestro alcance. Nos los presenta para que pintemos nuestra vida de calidez, ternura y entusiasmo.
Dios nos mira a nosotros, sus hijos, como si fuésemos arco iris luminosos y radiantes. Desea que nuestra vidas sean muy felices y plenas…
Por eso cuando vayan mal las cosas reza. Mucho. Y trata de pintar tus mañanas de verdes y amarillos, y tus tardes y tus noches de naranjas y turquesas. Aunque vayan mal las cosas como a veces suelen ir…
Nadie dijo que sea fácil... pero tomemos los pinceles y comencemos a pintar!
De qué color está tu vida hoy?


Alejandra Vallina

Jeremías 18


Buen día, Espíritu Santo! 280716









Liturgia Viva al amanecer 280716

Mientras se recuperaba de una herida contraída como soldado, Ignacio leyó vidas de santos, al no tener otros libros a mano. Estas lecturas le hicieron reflexionar seriamente sobre el sentido y finalidad de la vida, hizo peregrinaciones, y por fin decidió servir a Dios. 

La “Compañía” que él fundó debía estar a disposición del Papa, para servir a las más urgentes necesidades contemporáneas de la Iglesia. En tiempo de Ignacio los Jesuítas contribuyeron decisivamente a contrarrestar las herejías, reformando la Iglesia, y comenzando misiones en el extranjero. Para él la acción apostólica debe tener como base la oración y la reflexión. Sabio consejo éste, también para nosotros hoy.


Meditación: Mateo 13, 47-53

En la parábola que leemos hoy, la última en una larga enseñanza acerca del Reino de Dios, el Señor dice que los buenos y los malos crecerán juntos en el Reino hasta la obra final de separación, en que los buenos irán a la gloria eterna y los malhechores al fuego de la condenación y el sufrimiento eterno lejos de la presencia de Dios.

Como resumen de la enseñanza de las diversas parábolas sobre el Reino, el Señor dijo que el “dueño de una casa… de lo que tiene guardado sabe sacar cosas nuevas y cosas viejas” (Mateo 13, 52) para guiar a su familia. Estas enseñanzas de Cristo acerca del Reino de Dios y su infinito valor se dirigen de modo directo al “dueño de casa” o “padre de familia”.
Hoy, lamentablemente, hay muchísimos casos de padres de familia que se niegan a cumplir su deber y renuncian a la responsabilidad de ser guías y protectores de aquellos que Dios ha puesto a su cuidado, es decir, su esposa y sus hijos, dedicándose en cambio a satisfacer sus deseos egoístas, como la búsqueda de dinero, el placer o las adicciones, con las nefastas consecuencias de divorcio, adulterio, violencia doméstica y abuso.
El hombre cristiano tiene el deber ineludible de ser reflejo de Cristo, tanto en el hogar como en la calle. Si no se preocupa de serlo, se estará preparando su propia perdición eterna, a menos que se arrepienta de verdad, pida perdón y se convierta.
En la segunda lectura de hoy, el Señor dice: “Ustedes son en mis manos como el barro en las manos del alfarero” (Jeremías 18, 6), es decir, tenemos que dejar que Dios nos moldee en vasijas hermosas y útiles, personas de bien, que trabajen por la paz, la armonía, el amor y la reconciliación. Si no lo hacemos, no seremos más que un montón de barro inútil.
Terminadas las parábolas, Jesús prosiguió con su misión de enseñar al pueblo, tratando de prepararlo para aceptar su pasión, muerte y resurrección, a fin de que sus discípulos fueran capaces de entender el desafío que habían de encarar todos los que decidieran entrar en el Reino de Dios. ¿Estás tú, hermano, dispuesto a seguir siempre a Cristo a donde él te quiera llevar?
“Señor Jesús, te ruego que me concedas sabiduría y prudencia para aceptar más resueltamente el Reino de Dios y vivir según tus mandamientos, especialmente los de amar a Dios sobre todas las cosas y a mi prójimo como a mí mismo.”
Jeremías 18, 1-6
Salmo 146(145), 1-6
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros

COMPRENDIENDO LA PALABRA 280716

Santa Catalina de Siena (1347-1380), terciaria dominica, doctora de la Iglesia, copatrona de Europa
El Diálogo, cap. 39
«El que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea en el Hijo, no verá la vida»

     [Santa Catalina oyó que Dios decía:] En el último día del juicio, cuando el Verbo, mi Hijo, revestido de mi majestad, vendrá a juzgar al mundo con su poder divino, no vendrá como pobre y miserable tal como se presentó cuando nació del seno de la Virgen, en un establo y en medio de animales, o tal como murió, entre dos ladrones. Entonces, en él mi poder estaba escondido; como hombre le dejé sufrir dolores y tormentos. No fue, en absoluto, que mi naturaleza divina se separara de la naturaleza humana, sino que le dejé sufrir como a hombre para expiar vuestras faltas. No, no es así que vendrá en el momento supremo: vendrá con todo su poder y con todo el esplendor de su propia persona...

     A los justos les inspirará, al mismo tiempo que un temor respetuoso, un gran júbilo. No es que su rostro cambie: su rostro, en virtud de su naturaleza divina, es inmutable porque no es sino uno conmigo, y en virtud de la naturaleza humana su rostro es igualmente inmutable porque tiene asumida la gloria de la resurrección. A los ojos de los réprobos, aparecerá terrible, porque le verán con ese ojo de espanto y turbación que los pecadores llevan dentro de sí mismos.

    ¿No es lo mismo que ocurre con un ojo enfermo? Cuando brilla el sol no ve más que tinieblas, mientras que el ojo sano ve la luz. No es que la luz tenga algún defecto; no es que el sol cambie. El defecto está en el ojo ciego. Es así como los réprobos verán a mi Hijo: en la tiniebla, el odio y la confusión. Será por culpa de su propia enfermedad y no a causa de la majestad divina con la que mi Hijo aparecerá para juzgar al mundo.

RESONAR DE LA PALABRA 280716

Evangelio según San Mateo 13,47-53. 
Jesús dijo a la multitud: "El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes. ¿Comprendieron todo esto?". "Sí", le respondieron. Entonces agregó: "Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo". Cuando Jesús terminó estas parábolas se alejó de allí.

RESONAR DE LA PALABRA 
José María Vegas, cmf
El escriba sabio

La última de las parábolas de este capítulo 13 del Evangelio de Mateo destaca por su extrema sencillez. En ella descubrimos que Jesús, que es el rostro visible de la bondad incondicional del Padre, no cae por ello en eso que hoy se llama “buenismo”. Existe el bien y el mal, y existen los buenos y los malos, como en la pesca hay peces buenos y otros que no lo son (sea porque no son comestibles, sea porque, según las normas rituales judías, se consideran impuros). En el caso de los seres humanos esa bondad o maldad no viene marcada por la naturaleza, sino por la libertad. Por tanto, hay que entender la parábola de Jesús como una llamada a la responsabilidad. Aunque en la primera lectura se da a entender que Dios nos modela como el alfarero hace con la arcilla, y a veces le sale bien, a veces, mal, ese salir bien o mal depende, no de las manos del buen alfarero, sino de la calidad de la arcilla, y esa, depende a su vez, de las decisiones que libremente tomamos. Somos en cierto sentido como la arcilla, porque en cada uno de nosotros hay muchas posibilidades, y podemos convertirnos en una buena vasija, pero también en una defectuosa y mala. Pero no somos materia inerte, como la arcilla, sino que Dios nos conforma en diálogo: podemos dejarnos hacer por la gracia y el amor de Dios, o resistirnos, rechazar su mano amorosa, impidiendo que concluya en nosotros la obra buena iniciada con el don de la vida. Por eso dice el libro del Eclesiástico (15, 14) que “Dios hizo al hombre al principio y lo dejó en manos de su albedrío”.

Ahora bien, podemos preguntarnos: ¿en qué consiste en concreto el bien y el mal? O, dicho de otra manera, ¿qué tenemos que hacer y qué no nos conviene? Existen múltiples indicaciones en la Biblia (ahí están los mandamientos), y en la sabiduría secular de los pueblos y las culturas. Pero Jesús, tal vez para evitar el peligro del legalismo o del cumplimiento mecánico, concluye sus parábolas sobre el Reino haciendo un pequeño examen a los discípulos, que dicen haber entendido, y un resumen que es la invitación a una actitud sapiencial. No se trata de atenerse ciegamente a la tradición, pero tampoco de aceptar sin más cualquier novedad. Ni el tradicionalismo, ni el progresismo (por decirlo en términos actuales) son la solución. La verdadera actitud del sabio consiste en un espíritu de discernimiento, que conserva lo que se ha de conservar, el bien probado, y se abre a las novedades que aumentan el caudal de bondad. Y el criterio de discernimiento nos lo proporciona el mismo Jesús, su persona, su modo de actuar, su vida, y también su muerte. Cualquiera que esté familiarizado con Él lo descubrirá fácilmente (de ahí el “sí” de los discípulos). No es otro que el mandamiento del amor.

Cordialmente,

José M. Vegas cmf

miércoles, 27 de julio de 2016

Liturgia Viva al atardecer 270716


ORACIÓN POR EL BUEN USO DEL TIEMPO

Tengo ante mí unos minutos, unas horas, unos días.
¿Qué voy a hacer? La decisión está en mis manos.
Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net


Tengo ante mí unos minutos, unas horas, unos días. ¿Qué voy a hacer? La decisión está en mis manos. Si no hay urgencias inmediatas, si la enfermedad no corta las alas de mi vida, soy plenamente libre para escoger.No quiero, sin embargo, decidir a solas. Sé que hay un Dios que es Padre y me ama. Sé que Cristo me ha enseñado el camino de la vida. Sé que el Espíritu Santo habita en mi alma y me invita a optar por lo mejor.Por eso, Señor, te pido luz para usar bien el tiempo que ahora me concedes. Ayúdame a renunciar a un uso egoísta del mismo. Ayúdame a dejar de lado caprichos, placeres malsanos, deseos de venganza, obsesiones que encadenan.Permíteme la gracia de arrepentirme de mis pecados y de llegar a una conversión profunda, sincera, completa, decidida, desde la certeza de tu misericordia eterna.Concédeme ver con claridad qué deseas de mí ahora, cómo puedo ayudar mejor a mis hermanos.Fortalece mi voluntad para que la pereza no me detenga, para que el miedo no me paralice, para que esté dispuesto a arriesgar mi fama si se trata de defender la justicia, de ayudar al pobre, de proteger a la viuda, de corregir al que yerra, de consolar al triste, de transmitir tu Evangelio.Ayúdame a tomar buenas decisiones. La vida pasa, y no puedo desgastarme en lo inútil y en lo dañino. Sólo tiene sentido escoger lo que me lleva a amarte a Ti y a servir a mis hermanos.Señor, tengo ante mí este tiempo que me concedes. Haz que se convierta en un momento bello para acercarme más a Ti, para conocer mejor mi fe, para dejarme impulsar por la esperanza, para avanzar por el camino maravilloso del amor, del servicio, de la entrega hasta “dar la vida por los hermanos” (1Jn 3,16).

¿Qué es la ACEDIA?

LA CIVILIZACION DE LA ACEDIA.
(Creemos de la mayor importancia para el bien de la vida eclesial, transcribir parte de la Lección Inaugural del Curso lectivo en el Seminario San José de la Plata (Argentina) el 7 de marzo del 2001, pronunciada por el P. Horacio Bojorge, S.J.)

Importancia del hecho
Al comenzar esta exposición quiero encarecer la importancia vital, existencial, que tiene para todo creyente, el reconocer el hecho de la acedia.
Se comprenderá así que la acedia no es solamente una tentación propia de los monjes del desierto sino que es el mal de la civilización moderna. Pero que además, no permanece exterior a la Iglesia, sino que, convergentemente, se plantea agudamente, también desde dentro del cuerpo eclesial, como una dolencia espiritual tan grave como no reconocida; o, -más exactamente-: tanto más grave cuanto menos reconocida, y tanto más grave porque inadvertida.
Una dolencia que, hasta ahora anónima, sin embargo urge diagnosticar, reconocer y tratar con remedios adecuados, para impedir que siga haciendo sus estragos en todos los niveles de la vida de la Iglesia.
Reconocer y comprender la naturaleza del hecho espiritual que nos afecta es decisivo para orientar la pastoral dentro de la Iglesia.
La tendencia idealista a reemplazar la realidad, por una idea que apunta a sustituirla en forma voluntarista, se manifiesta claramente en las actuales preguntas acerca de las cosas más fundamentales de la identidad católica, de la Iglesia, de la fe y -en particular- acerca de la identidad sacerdotal.
Como he observado en mi reciente libro "Teologías deicidas" el idealismo moderno es voluntarista y por lo tanto fatalista, fanático y revolucionario. Y cuando se infiltra en el campo teológico, lo tiñe con esas características.
En efecto, en el citado libro señalo - a la luz de un ejemplo - cómo, en estos momentos un cierto idealismo teológico que padece de la ceguera acédica para las realidades eclesiales, inseparables de la cruz, pretende abolir lo que es en aras de lo que se sueña o se imagina que debería ser. Pero el destino fatídico del voluntarismo, del rupturismo gnóstico es que opone ideas humanas a realizaciones del Espíritu Santo, para cuya bondad es ciega y tácitamente impugna.
Me permito ejemplificar el hecho al que me refiero. Un número importantísimo de los mártires católicos del siglo XX muere gritando "Viva Cristo Rey". No se trata de una consigna ni de un programa, porque no es programable lo que se va a decir a la hora de la muerte. Ese no es un grito programático ni ideológico, sino una obra del Espíritu Santo cuya significación divina la teología puede y debe auscultar.
Puede decirse, en forma de tesis, y aunque no tenga aquí el tiempo de probarla, que el rupturismo propio del idealismo moderno, es una forma de la acedia de nuestra civilización.
Y comprendido en ese marco, actualmente, el ministerio paulino cobra su pleno sentido como ministerio de reconciliación. Un ministerio que consiste en llamar a la reconciliación a una cultura que se manifiesta como irreconciliada con Dios, tal como Él ha querido manifestarse en la concreta comunión divino-eclesial católica. Una cultura que se muestra tan tolerante con la idea o las ideas de Dios, cuanto intolerante con Dios mismo.
Espero que lo dicho sea suficiente para ilustrar la importancia existencial que este hecho reviste para (todos) nosotros.
Corresponde ahora adentrarnos en la exposición.

Orden de la exposición
Articularé mi exposición en (dos) partes.
I. Primero recordaré la noción tradicional de acedia y la ilustraré a la luz de las
Sagradas Escrituras. Éstas nos ofrecen mucho más que ejemplos de acedia. Nos convencen de que la acedia es el pecado fontal, el mal radical, al que la redención viene a poner remedio. La Historia de la salvación es historia de la salvación de la acedia.
2. En segundo lugar corresponde mostrar que la nuestra es una civilización de la acedia, es decir, una cultura que se organiza gobernada por la acedia, contra los gozos de la caridad.. En los librosEn mi sed me dieron vinagre y Mujer ¿por qué lloras? He descrito largamente los rasgos de esta civilización que nos convencen de que éste es el diagnóstico espiritual apropiado del mal moderno.
Pero en vez de repetir aquí mis propias argumentaciones, resumiré el diagnóstico, coincidente y contemporáneo con el mío, de un prominente norteamericano.

I) QUÉ ES LA ACEDIA

De la acedia no se suele hablar actualmente. No se la enumera habitualmente en la lista de los pecados capitales. Difícilmente se encontrará su nombre fuera de algunos manuales y diccionarios de moral. Ni siquiera de todos.
Muchos son los fieles, religiosos y catequistas incluidos, que nunca o rarísima vez oyeron nombrar la acedia y pocos sabrán ni podrán explicar en qué consista.
Sin embargo la acedia existe y abunda por ahí, aunque pocos sepan cómo se llama. Se la puede encontrar en todas sus formas: tentación, pecado actual, hábito extendido como una epidemia, y hasta en forma de cultura con comportamientos y teorías propias que se trasmiten por imitación o desde sus cátedras, populares o académicas. Si bien se mira, puede describirse una verdadera y propia civilización de laacedia por lo cual parece conveniente ocuparme de ella..
Definición y ejemplos bíblicos
Para dar una idea de lo que es la acedia expondremos primero sus definiciones y después daremos una serie de ejemplos bíblicos.

La acedia es propiamente una especie o una forma particular de la envidia O sea que es una especie de tristeza
Santo Tomás de Aquino, la define como: "tristeza por el bien divino del que goza la caridad". O sea, envidia a Dios; tristeza envidiosa por los bienes espirituales, por las personas, funciones, signos, símbolos sagrados, sacramentos, efectos de gracia, dones y carismas....
Es, propiamente, el afecto demoníaco, del que nace el pecado demoníaco.
El Catecismo de la Iglesia Católica (=CIC) la define así: "La acedia o pereza espiritual llega a rechazar el gozo que viene de Dios y a sentir horror por el bien divino" (CIC 2094).
El Catecismo de la Iglesia Católica (=CIC) ubica la acedia entre los pecados contra la Caridad: 1°) indiferencia, 2°) ingratitud, 3°) tibieza, 4°)acedia y 5°) odio a Dios. La acedia se manifiesta en forma de indiferencia, ingratitud y tibieza. Su culminación es el odio a Dios.

La acedia es, pues, tristeza por un bien y por lo tanto es una especie de envidia. ¿Qué la distingue de la envidia en general? Que mientras la envidia es tristeza por cualquier bien terreno y genérico de la criatura, la acedia es tristeza por el bien divino, ya sea en Dios mismo ya en sus criaturas. Es, en una palabra una envidia opuesta al objeto de las virtudes teologales y a los bienes propios de la virtud de religión, entre los cuales son los principales las Personas divinas y las personas humanas que están en comunión con ellas.
La acedia es igualmente enfriamiento o entibiamiento del fervor de la caridad. Como se dice en el Apocalipsis: "tengo contra ti que has perdido tu amor de antes" (Apoc. 2,4); "Puesto que no eres frío ni caliente, voy a vomitarle de mi boca" (Apoc. 3,16).

Acedia en las Sagradas Escrituras
Las Sagradas Escrituras nos ofrecen una galería de retratos de la acedia en todas estas formas, que van desde la indiferencia, pasando por la tibieza, la ingratitud y la burla, hasta llegar al odio.
Nos dan también pistas para comprender la naturaleza de la acedia. Nos ayudan para reconocerla en sus formas históricas y actuales. Nos permiten comprender mejor su mecanismo espiritual. En los casos clínicos bíblicos se ve cuáles son las causas y los síntomas de la acedia.

1) La acedia de Judas se pone de manifiesto cuando critica a María como exagerada por haber derramado toda la libra de perfume de nardo puro sobre Jesús. Es propio de la acedia en esta forma, oponer razones aparentemente sensatas a las obras del amor, desprestigiándolas como excesivas o exageradas. "¡Qué desperdicio!" se oye decir cuando un joven o una joven quieren seguir la vocación sacerdotal o religiosa y derramar su vida como un gesto de amor. Ni está lejos del sentir de Judas el escándalo por las "riquezas del Vaticano".
Las razones de Judas implican un menos-precio del amor a Jesús, y de las conductas de los que lo aman, y en el fondo de Jesús mismo, que se irá manifestando durante la Pasión: en la venta por treinta monedas, en las burlas de la soldadesca. La burla nace del menosprecio y siembra más menosprecio.

2) La Acedia de Mikal, Esposa de David: se manifiesta como irritación y menosprecio viendo a David bailar delante del Arca de la Alianza en la fiesta de la Traslación. La danza de David era una manifestación del gozo de la caridad. La irritación de Mikal por la devoción de David es acedia. (2 Samuel 6, 14-23). Los que menosprecian a los romeros, peregrinos, promesantes y a cuantos expresan físicamente su alegría religiosa están tentados con esta forma de acedia.

3) La Acedia de los Hijos de Jeconías: El Arca de la Alianza fue devuelta por los filisteos a los israelitas, para librarse del azote de la peste. Se alegraron con el retorno del Arca los habitantes de Bet-Shémesh. Excepto una familia, que fue por eso duramente castigada. He aquí otro ejemplo de lo que es acedia: "ausencia de la debida alegría a causa de la presencia de Dios,. indiferencia". (Ver 1 Samuel 6,13-21). Los hijos de Jeconías consideran que la irrupción de Dios en plena tarea de la cosecha, era, por lo menos inoportuna. La solicitud excesiva por las cosas de esta vida, es otra forma y raíz de la acedia, que impide alegrarse en la fiesta y el culto. Los que dicen no tener tiempo para el culto debido a las urgencias de la vida, adolecen de este tipo de acedia.

4) El Menosprecio de un Profeta: Los niños que se mofan del profeta Eliseo, gritándole " ¡Sube, calvo! ¡Sube, calvo!", burlándose de su tonsura religiosa, y que a consecuencia de una maldición del profeta, son destrozados por los osos, reflejan una ignorancia religiosa y un menosprecio recibido de sus mayores. (2 Reyes 2,23-24).

El relato quiere inculcar el respeto a los profetas, a un pueblo que, por acedia, se inclinaba a rechazarlos y aún a matarlos. En efecto, la persecución a los profetas, y en general a los justos, empieza con burlas pero tiende a terminar en sangre. Eliseo ve, en ese menosprecio, más que una inocentada infantil, la manifestación de un pecado social, nacional. La acedia tiene sus raíces infantiles, puesto que también desde niños hay en Israel piedad e impiedad, religión e irreligión, gozo de la caridad o acedia.

Nuestros catequistas chocan continuamente, aún en nuestros colegios católicos, con la indiferencia, el desinterés y hasta la burla y el menosprecio de sus alumnos por la doctrina de la fe. El fenómeno es semejante. Porque muy a menudo la indiferencia de los niños es un puro reflejo de la tibieza de sus mayores.

5) Esaú menosprecia la Primogenitura Esaú le vendió a su hermano Jacob la primogenitura por un plato de guiso. Es otro ejemplo clásico de acedia como menosprecio - y consiguiente postergación y pérdida - de los bienes espirituales, debido a la compulsión y a la urgencia de un apetito de la carne. La civilización de la acedia abunda en ejemplos de estas actitudes de acedia, como desprecio de la vida eterna debido a las urgencias de esta vida. (Génesis 25,2934).

6) " Os hemos tocado la flauta y no habéis bailado, os hemos entonado endechas, y no habéis llorado. " (Lucas 7,31-35). La actitud de acedia como un "no" a la fiesta, o sea un no a las alegrías de Dios y a su oferta de comunicarla y participarla, la ilustran las parábolas de Reino como un Banquete al que se niegan a acudir los invitados. (Mateo 22,1-14; ver también 8,11-12; Lucas 14,16-24). No es otra cosa lo que hace la civilización de la acedia rechazando la alegría del culto divino.

7) San Clemente romano explica el mal de acedia que padecen los corintios como un caso particular de la acedia que él considera como el drama propio de toda la historia de la salvación: "Ya veis, hermanos, cómo los celos y la acedia produjeron un fratricidio [Abel a manos de Caín]. A causa de la acedia, nuestro padre Jacob tuvo que huir de la presencia de su hermano Esaú. La acedia hizo que José fuera perseguido hasta punto de muerte y llegara hasta la esclavitud La acedia obligó a Moisés a huir de la presencia de Faraón, rey de Egipto, al oír a uno de su misma tribu: ?Quién te ha constituido árbitro y juez entre nosotros? ? Acaso quieres tú matarme a mí, como mataste ayer al egipcio?'. Por la acedia, Aarón y María hubieron de acampar fuera del campamento. La acedia hizo bajar vivos al Hades a Datán y Abirón, por haberse rebelado contra el siervo de Dios, Moisés. Por celos no sólo tuvo David que sufrir envidia de parte de los extranjeros, sino que fue perseguido por Saúl, rey de Israel" (San Clemente romano, A los Corintios 4,7-13).

Uno se pregunta si la enumeración de San Clemente no refleja la enseñanza de Jesús a los de Emaús, cuando les explicaba las Escrituras por el camino. Por acedia mataron a Jesús los príncipes del pueblo elegido, que era la aristocracia religiosa del mundo antiguo.
Las Sagradas Escrituras no sólo nos ofrecen ejemplos de acedia; nos enseñan que la acedia es el drama mismo que las recorre. Y el libro de la Sabiduría podrá afirmar que la acedia es el pecado fontal de todos los pecados de todos los tiempos: " Por acedia del diablo entró la muerte en el mundo y la experimentan los que le pertenecen " (Sabiduría 2,24).
Al recuento de San Clemente romano agregaré solamente dos episodios de acedia que lo completan:

8) El menosprecio de la Tierra Prometida: "Despreciaron una Tierra envidiable" (Sal 105 (106),24; Números Caps. 13-14 y Deuteronomio 1,19-46). El pueblo no se alegró con el bien de la Tierra Prometida, que le pintaban Caleb y Josué, los buenos exploradores, testigos fidedignos de la bondad de la tierra, fieles a la verdad. Prefirió creer al testimonio de los malos exploradores, testigos falsos.

A esta forma de acedia, corresponde, en la dispensación del Nuevo Testamento, el menosprecio de la vida eterna de la que Jesús es el explorador y testigo: "En verdad, en verdad te digo: nosotros hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero vosotros no aceptáis nuestro testimonio. Si al decirles cosas de la tierra, no creéis, ¿cómo vais a creer si os digo cosas del cielo? Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre". (Juan 3,11-13)

9) La Acedia de Pedro ante la Cruz: Pedro se niega a recibir el testimonio de Jesús acerca del misterio de la cruz. Por eso se hace acreedor del nombre de Satanás, y en vez de piedra fundamental se convierte en piedra de escándalo (Mateo 16,18), no sólo para los más pequeños (Marcos 9,42), sino para Jesús mismo (Mateo 16,23).

Ya se ve la importancia que tiene el pecado de acedia en toda la Sagrada Escritura. Si se ignora lo que es la acedia no se puede entender la Escritura ni el drama de Jesús. La acedia es ceguera para el bien de Dios y confusión espiritual del mal por bien y del bien por mal. Es lo que muestran los dos ayes proféticos que siguen.
Dos Ayes Proféticos sobre la Acedia: nos enseñan que la acedia es apercepción y dispercepción del bien divino:

1) Acedia como ceguera o a-percepción: "¡Maldito el hombre que confía en el hombre, y hace de la carne su apoyo apartando del Señor su corazón! Es como el tamarisco en el desierto de Arabá y no verá el biencuando venga" (Jeremías 17, 5-6).En cambio: "los rectos lo ven y se alegran" (Salmo 106,42) "En tu luz vemos la luz" (Salmo 35,10); "Ábreme Señor los ojos y contemplaré las maravillas de tu voluntad"(Salmo 118, 18); "Al que sigue el buen camino le haré ver la salvación de Dios" (Salmo 49,23)..

2) Acedia como dis-percepción: " ¡Ay, los que llaman al mal bien y al bien mal; los que dan la oscuridad por luz, y la luz por oscuridad; que dan lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!" (Isaías 5,20-21). Entristecerse por el bien del que goza la caridad, como hace la acedia, es dar por mal ese bien, dar lo dulce por agrio o por amargo, dar la luz por tinieblas.

2) LA CIVILIZACION DE LA ACEDIA
Una vez descrita la acedia y ejemplificada, nos toca ahora señalarla como el mal característico de nuestra civilización. Ya he ido aludiendo, a raíz de cada ejemplo bíblico a algunas correspondencias modernas. Pero la Sagrada Escritura y el magisterio patrístico nos revelan que la acedia es la esencia del drama del pecado y que toda la historia de la salvación gira alrededor de ella. No habrá que extrañarse si también en nuestra cultura y civilización moderna, no sólo se dan aquí y allá ejemplos de acedia, sino que toda ella adolece de acedia y se construye desde ella.

Las descripciones del pensamiento o tentación de acedia que han hecho los padres del desierto, presentan el fenómeno tal como se observa en la situación de laboratorio que es la vida ascética de ermitaños y cenobitas. El discurso sobre la acedia de los maestros espirituales, como San Isidoro de Sevilla o San Gregorio Magno y de teólogos como Santo Tomás de Aquino, está muy influido por la doctrina de los padres del desierto. Hacen un examen cabal del fenómeno, pero lo consideran más bien en el plano moral e individual. Diríamos que lo analizan más al nivel de la carne, pero no tanto a nivel de su configuración en mundo, ni a nivel de su raíz demoníaca.

A señalarlo y mostrarlo reconocible en sus configuraciones colectivas, sociales, culturales, he dedicado prolijos análisis en mis dos libros, En mi sed me dieron vinagre y Mujer: ¿por qué lloras? . En vez de intentar sintetizarlos aquí, prefiero limitarme a exponer un testimonio ajeno que ofrece un diagnóstico coincidente con el mío.
Es el diagnóstico de un prominente político y hombre de la cultura norteamericano, que después de pasar revista a los males de la sociedad de los EE.UU., afirma que la raíz de ellos es un mal de naturaleza espiritual y su nombre es: acedia.

William J. Bennett, graduado en derecho en Harvard, doctor en Filosofía por la universidad de Texas, Ministro de Educación durante el gobierno del presidente Ronald Reagan, es conocido también como autor del bestseller: The book of Virtues, El libro de las Virtudes, con más de dos millones de ejemplares vendidos. Es un hombre bien conocido en Norteamérica y buen conocedor de la sociedad norteamericana. Lo que dice Bennett de su país se aplica en su medida también a nosotros, ya que los países latinoamericanos somos epígonos de aquél país que nos exporta e impone, globalizado, su modelo moderno de civilización feliz. A sus promesas seductoras y a sus encantos parecen incapaces de resistirse nuestra clase política, nuestros intelectuales y gobernantes, y en buena medida nuestros pueblos y hasta nosotros mismos.

No me detendré en ir señalando los pasajes del discurso de Bennett que son aplicables a nosotros: a nuestra sociedad, nuestra prensa, nuestros espectáculos televisivos. Creo que las semejanzas serán reconocibles sin necesidad de señalarlas.

En abril de 1995 Bennett expuso en un seminario para dirigentes nacionales, organizado por el Hillsdale College, las ideas que paso a resumirles:
" Cuando se examina la situación social y cultural de la moderna sociedad norteamericana, -comienza diciendo Bennett - son muchos los que están de acuerdo en afirmar que ofrece muchísimos motivos de preocupación. Y sin embargo, pienso que no llegan a medir el mal en su real dimensión, en su profundidad y su verdadera naturaleza ".
Bennett ilustra esta afirmación con testimonios de extranjeros que opinan sobre la situación americana y señalan la violencia y el pánico ciudadano en que allí se vive. Una estudiante polaca le decía: "Cuando recién llegué a Estados Unidos fue como entrar en un mundo loco, pero ahora me estoy acostumbrando; y debo decir que no es bueno acostumbrarse a esto ".

Bennett reconoce que los EE.UU. sobresalen en bienestar, consumo, tecnología, y muchos otros aspectos, que los ponen a la cabeza de las naciones, pero comprueba que todo esto no basta para hacer feliz al norteamericano.
El progreso material y económico va acompañado de una regresión social y de las virtudes. En los treinta años que van de 1960 a 1990:"hubo un aumento del 560% en el número de crímenes violentos,. más del 400% de aumento en el número de nacimientos ilegítimos,. se multiplicó por cuatro el número de divorcios; por tres el porcentaje de niños que viven con uno solo de sus padres; aumentó un 200% el número de suicidios de adolescentes; cayó en un 75% el promedio de rendimiento de los estudiantes secundarios ".

Entre los países industrializados, los EE.UU. están a la cabeza del número de abortos, divorcios e hijos ilegítimos. Están en la vanguardia de los asesinatos, violaciones y crímenes violentos. En educación básica y secundaria, van a la zaga con los más bajos logros de aprendizaje. En 1940, los docentes luchaban con los niños porque hablaban sin permiso, mascaban chicle, corrían en los patios, no hacían bien la fila, o por problemas con el ruido, el vestido, la desprolijidad y el desorden. En 1990, los docentes se enfrentaban con: uso de drogas, abuso de alcohol, embarazos, suicidio, violaciones, robos y asalto, armas en la escuela.

Bennett afirma: "Hay rudeza, insensibilidad, cinismo, superficialidad y vulgaridad en nuestros tiempos. Hay demasiados signos de pérdida de civilización, o sea de civilización corrompida. Y lo peor tiene que ver con nuestros hijos. Aparte de las cifras y los hechos específicos, está el creciente crimen crónico contra la niñez, de hacerlos envejecer prematuramente. Vivimos en una cultura que parece a veces dedicada a la corrupción de los menores, a garantizar la pérdida de su inocencia antes de tiempo".
" Esto puede sonar a demasiado pesimista o alarmista. Pero pienso que es tal cual es. Y lo que me preocupa es ver que la gente no parece suficientemente alarmada. Nos hemos habituado a la descomposición cultural de la que somos testigos. [...). Se está padeciendo una sobredosis de atrocidades y se está perdiendo la capacidad de asombrarse, disgustarse e indignarse. Hace unos años once personas fueron asesinadas en Nueva York en diez horas, . Hasta donde sé, nadie se estremeció. Poco después un criminal violento, atracó y casi mató a un anciano de 72 años, fue baleado por un oficial de policía mientras huía de la escena del crimen, pero fue recompensado con más de cuatro millones de dólares. Silencio virtual". " Estamos perdiendo el sentido cívico y moral ante la violencia y la crueldad" concluye Bennett.

Bennett continúa su examen con la música rockera que celebra la tortura y el abuso contra las mujeres ante multitudes de jóvenes que crecen en las calles miserables, sin familia ni padres. Se hace eco de las críticas a la televisión que divulga una crueldad y una promiscuidad desenfrenadas. Pero: " Lo peor de la televisión es lo que se dice en los shows durante el día, en los cuales la exhibición de la indecencia se celebra como virtud [...) Hubo un tiempo en que los fracasos personales, los deseos subliminales y el gusto perverso, iban acompañados de culpa o vergüenza, o al menos por el silencio.

Actualmente son contraseña para aparecer en el show de Sally Jessy Raphael o en algún otro de las docenas de shows parecidos. He aquí una lista de temas agitados en estos Shows en el lapso de quince días: parejas cruzadas; triángulos amorosos; un hombre cuyo ideal en la vida es engañar a sus parejas ocasionales haciéndoles creer que usa preservativo durante la relación, . conductas sexuales femeninas compulsivas,. prostitutas vocacionales que aman su profesión,. un extraficante de droga; una joven prisionera en una verdadera lucha por mantener su integridad Estos programas son un problema social de doble filo. El primer filo consiste en los tantos que apetecen aparecer en ellos para exhibirse. El segundo filo es que muchos sintonizan para verlos exhibirse".
"¿Por qué ocurre todo esto? -se pregunta entonces Bennett- "¿Qué eslo que hay detrás de todo esto? Se han propuesto argumentos muy ingeniosos para explicar este estado de cosas. La gente que piensa ha señalado como causas: el materialismo, el consumismo, la sociedad permisiva, los escritos de Rousseau, Marx, Freud, Nietzsche, el legado de la década de los 60, etc., etc. Permítanme exponerles mi opinión ".

" Les propongo mi tesis de que la crisis de nuestra época es de orden espiritual Específicamente, nuestro mal es lo que los antiguos llamabanacedia. Acedia es el pecado de pereza. Pero lo que los santos entienden por acedia, no es la pereza en la que pensamos nosotros habitualmente, que consiste en la dejadez para los deberes cotidianos. La acedia es otra cosa. Bien entendida, es una aversión y una negación ante lo espiritual La acedia se pone de manifiesto en una ansiosa e indebida preocupación por lo exterior y lo mundano. Consiste en una pachorra y ausencia de interés por las cosas divinas. Trae aparejada, según los antiguos, una cierta tristeza y dolor por todo. La acedia se pone de manifiesto en un rechazo carente de alegría, malhumorado, y egotista de la vocación a ser hijos de Dios. El hombre acedioso odia todo lo espiritual y quiere verse exento de sus exigencias. Según los antiguos teólogos la acedia produce odio contra todo lo bueno. y este odio realimenta el rechazo, el mal humor, la tristeza y el dolor".
" La acedia no es un mal espiritual nuevo, por supuesto. Es conocido como el séptimo pecado capital Pero hoy en día viene en aumento ".

Bennett cita a continuación dos testimonios famosos, el del novelista americano Walker Percy y el de Aleksandr Solzhenitsyn. y continúa:
" El mal que nos aflige es la corrupción del corazón, la deserción del alma. Nuestras aspiraciones y nuestros deseos se orientan hacia los objetos que no corresponden. Y solamente cuando nos orientemos hacia los fines correctos - hacia la fortaleza, lo noble, lo espiritual - mejorarán las cosas ".
Y Bennett completa esta descripción social del mal de acedia con nuevas observaciones: "Al diagnosticar que nuestro principal problema es del orden espiritual y consiste en una debilidad espiritual, sé que voy contra la sensibilidad de muchos. Hay en nuestros tiempos una repugnancia y resistencia a hablar seriamente de asuntos espirituales y religiosos. ¿Por qué? Quizás esto tenga algo que ver con la hipersensibilidad y profunda incomodidad moderna ante los mandamientos de Dios. Entre otras malas costumbres, nos hemos habituado también a no hablar de las cosas que importan más, y por eso no lo hacemos. " Sí, señor Bennett, la acedia cultural se nos ha impuesto y amenaza imponérsenos a los creyentes y hasta a los sacerdotes "

"Se oye decir a menudo -termina diciendo Bennett- que las creencias religiosas son un asunto privado que no corresponde tratar públicamente. Este es un criterio insostenible, por lo menos en algunos aspectos. Sea cual fuere la fe que uno tenga - e incluso en el caso de que no se tenga ninguna - lo cierto es que cuando millones de personas dejan de creer en Dios, o cuando su fe es tan débil que sólo se cree de palabra, se siguen de ese hecho enormes consecuencias públicas. y cuando a esto se le agrega una extendida aversión al lenguaje espiritual en la clase política e intelectual, las consecuencias públicas son aún mayores.
¿ Cómo podría ser de otra manera? En la modernidad, nada ha tenido tan vastas consecuencias o consecuencias tan manifiestas, como el hecho de que grandes sectores de la sociedad norteamericana se hayan apartado de Dios o lo hayan empezado a considerar irrelevante, o piensen que ha muerto. Dostoiewsky recuerda, en Los Hermanos Karamazov que "si Dios no existe, entonces todo está permitido".Nosotros estamos ahora presenciando ese "todo"'. Y no es bueno acostumbrarse a la mayor parte de todo esto ". Señor Bennett, gracias por su diagnóstico espiritual de la sociedad dominante. Mutatis mutandis, sus males ya nos han alcanzado o están en camino de alcanzarnos. y reconocemos en la sociedad en que debemos desarrollar nuestro ministerio las mismas tendencias, que son, a todas luces, frutos del mismo mal espiritual, que amenaza globalizarse.

Los invito a ponernos de pie y a orar:
Padre, que nos engendras cada día y a cada momento, de Quien por eterna y divina generación procede eternamente tu Hijo consustancial, que se nos manifestó en su naturaleza humana como un hombre, Jesús, que recibía de ti amorosamente su ser y su obrar ...Engéndranos a nosotros también como hijos tuyos, hoy y cada día de nuestra vida terrena y luego en la eternidad.De Ti queremos recibir todo lo que somos y hacemos, pensamos y amamos.Manifiesta en nosotros tu gloria y glorifica en nosotros tu Nombre como lo glorificaste en Jesús, tu Hijo muy amado. Configúranos con Él puesto que nos has elegido...Padre: Tú nos has colocado en esta civilización de la acedia. No permitas que ella sofoque en nosotros el gozo de la caridad, que es nuestra fuerza. Danos tu gracia para ser testigos y apóstoles de tu gozo. Y a los que lo reciban admítelos en tu reposo y en tu Paz. Amén.