sábado, 23 de julio de 2016

Meditación: Mateo 13, 24-30


En la parábola de hoy, Jesús hablaba no sólo de la gente buena y mala del mundo, sino también de los elementos de luz y oscuridad que existen en la propia Iglesia. Si pensamos en el cristianismo con un criterio realista, nos daremos cuenta de que hay mucha gente en la Iglesia que, sin darse cuenta, se deja llevar tanto por la corriente del pecado como por las tendencias populares y la influencia del maligno, lo que en realidad es peligroso para todos.

Los Padres del Concilio Vaticano II declararon: “La Iglesia aún en la tierra se reviste de una verdadera aunque imperfecta santidad” (Lumen Gentium, 48). Pero aquí es precisamente donde hemos de ser cuidadosos. No nos corresponde a nosotros buscar la “cizaña” en nuestra parroquia o en la iglesia en general, ni tratar de enfrentarla nosotros mismos. La tendencia a juzgar es posiblemente una cizaña muy destructiva y una de las señales más claras de la acción del demonio, “el acusador de nuestros hermanos” (Apocalipsis 12, 10).

Jesús, conocedor de la rapidez con que juzgarnos a los demás, nos advirtió que siempre nos fijáramos primero en la viga que llevamos en el ojo propio antes de tratar de sacar la paja del ojo ajeno (Mateo 7, 1-5). Todos llevamos “semillas malas” en el corazón; por eso, la mejor manera de asegurar la protección de la Iglesia es pedirle al Espíritu Santo que nos ayude a hacernos el examen de nuestra propia conciencia y nos libre de todo pecado.

Decía Santa Ángela de la Cruz: “No hay que dar oído a las voces del mundo, de que en todas partes se hace esto o aquello; nosotras siempre lo mismo, sin inventar variaciones, y siguiendo la manera de hacer las cosas, que son un tesoro escondido; son las que nos abrirán las puertas del cielo.”

Oremos pidiendo por nosotros mismos y por la Iglesia; de esta forma seremos obedientes a Jesús, que siempre intercede por cada uno de sus fieles ante el trono del Padre (Hebreos 7, 25), y llegaremos un día a imitar al Cordero de Dios, que anhela vernos a todos libres del mal para que podamos entrar en el Reino de Dios.
“Padre celestial, cuando miras al corazón de tus hijos, ves que allí habita tu Hijo amado, pero que también hay cizaña. Enséñanos, Señor, a entregarnos más a Jesús, para que tu Iglesia sea una verdadera luz para el mundo.”
Jeremías 7, 1-11
Salmo 84(83), 3-6. 8. 11
fuente del comentario DEVOCIONARIO CATÓLICO LA PALABRA CON NOSOTROS

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