Los combatientes de Dios son forjados y crean temple en el crisol de la tentación. Es una cosa extraña; mucha gente no acepta eso, siente repulsa a pensarlo, pero es la pura verdad! El Señor entrena a Sus valientes guerreros en el campo abierto de la tentación.
Fue así con Su Hijo Jesús: el Padre lo preparaba para ser el "General" del poderoso ejército de Sus valientes guerreros; por eso lo hizo pasar también a Él por la dura prueba de la tentación. No lo dudes: el discípulo no es más que el Maestro. Nosotros pasamos por los mismos caminos de Jesús.
No podemos confiar en nosotros mismos. Nuestra naturaleza humana fue contaminada por el pecado. Somos portadores de una inclinación para el mal. Si no tenemos los cuidados necesarios, esa naturaleza tomará cuenta de nosotros y acabaremos perdiendo la gracia de Dios. Es necesario podar siempre el hombre viejo y dejar que crezca la rama nueva, esto es, a semejanza de Jesús. Eso lo hace el Espíritu Santo, que el propio Señor injertó en nosotros. Esa criatura nueva ya existe en nosotros.
"Los combatientes de Dios son forjados
y crean temple en el crisol de la tentación"
Por qué escribas y sacerdotes, levitas y fariseos, que conocían y enseñaban la Palabra, acabaron traicionando a Jesús? Porque los más escogidos, los elegidos, los más amados son los más tentados.
Leemos en la parábola de los viñadores:
"Pero los trabajadores, al ver al hijo, se dijeron: Ese es el heredero. Lo matamos y así nos quedamos con su herencia. Lo tomaron, pues, lo echaron fuera de la viña y lo mataron. Ahora bien, cuando venga el dueño de la viña, ¿qué hará con esos labradores?» Le contestaron: «Hará morir sin compasión a esa gente tan mala, y arrendará la viña a otros labradores que le paguen a su debido tiempo.» Jesús agregó: «¿No han leído cierta Escritura? Dice así: La piedra que los constructores desecharon llegó a ser la piedra principal del edificio; ésa fue la obra del Señor y nos dejó maravillados. Ahora yo les digo a ustedes: Se les quitará el Reino de los Cielos, y será entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos." Mt 21,38-43
Dios dio el arrendamiento de Su Reino, en primer lugar, al pueblo elegido por El: los judíos. Como éstos no escogieron a Jesús, llegando a incluso causarle la muerte, el arrendamiento fue pasado a otro pueblo: los paganos, que somos nosotros.
Si el pueblo elegido acabó rechazando a Jesús y, por eso perdió el Reino, más todavía nosotros, que somos la segunda opción, necesitamos estar atentos para no perdernos ese Reino. No somos mejores que lo judíos, que fueron preparados por Dios durante siglos, pero no se "dejaron tocar" por la predicación de Jesús. Ellos quedaron llenos de celos. Los sacerdotes y escribas, los grandes conocedores de la palabra tuvieron envidia de la sabiduría de Jesús; dejaron que la naturaleza humana con su amor propio prevaleciese. No resistieron la fuerza del hombre viejo.
Por eso no podemos decir que somos mejores que los otros. Es como ser portador de una enfermedad sin aún haberse manifestado. El no es mejor que aquel en quien la dolencia ya se manifestó, los dos están contaminados, son portadores del mismo mal.
La verdad es que no podemos confiar en nosotros mismos.
Nuestra naturaleza humana fue contaminada por el pecado. Somos portadores de una inclinación hacia el mal. Si no tenemos cuidado, esa naturaleza vieja tomará cuenta de nosotros.
Antes de nuestra conversión, el enemigo poco se preocupaba de tentarnos. pero, en la medida en que más tomamos conciencia de que somos elegidos, cuanto más caminamos los caminos del Señor y nos volvemos útiles en el trabajo de Dios, más somos probados por la tentación.
Artículo tomado del libro: "Combatientes en la prueba", de mons. Jonas Abib.
Adaptación del original en portugues
fuente: Portal www.cancaonova.com