“Les doy un mandamiento nuevo: Ámense los unos a otros. Como yo los he amado así también ámense los unos a otros. Por el amor que se tengan los unos a los otros reconocerán todos que son discípulos míos” (Jn 13,34-35)
Hace muchos años cuando todavía era seminarista, prediqué por primera vez en un Retiro del Sagrado Corazón, en el antiguo “Rincón de Mi Señor”(Sede de la Comunidad Canción Nueva en San Pablo). Hoy ya no formo parte de la Congregación del Sagrado Corazón de Jesús, pero soy heredero de todo lo que viví en estos buenos años.
En esta prédica, hablaré sobre el Corazón de Dios: me di cuenta que el corazón que más se asemeja al Corazón de Jesús es el de la mujer, principalmente el de la madre. Yo conocí el Corazón de Jesús por intermedio de los brazos de mi madre. Fue así que lo experimenté, hasta de forma rudimentaria y comencé a tener una vida en Dios.
No tengo miedo de colocar a prueba la verdad; nada podrá apartarme de la certeza de que Dios me ama. No porque lo leí en los libros o lo aprendí en la facultad, sino porque vivo esa verdad. Nada puede apartarme de esa experiencia en mi día a día esto hace parte de mi ministerios. Estoy cada vez más convencido de que, para alcanzar esa gracia, tenemos que adentrarnos en el territorio de la intimidad con Dios y con los hermanos. Mis amigos son aquellos que me hacen ser amigo de Jesús.
El pudor es positivo porque nos preserva de exponernos demasiado. En muchas situaciones de nuestras vidas el pudor nos impide llegar a las personas y hacer lo que debemos. A veces, nos hace rever nuestros actos por miedo a lo que las personas pensarán de nosotros. Pero el pudor también nos puede impedir de actuar con misericordia. ¿Por qué no tenemos la valentía de ir hasta los más necesitados y excluidos de la sociedad? Muchas veces tenemos miedo de andar al lado de personas diferentes a nosotros, como los drogadictos, los ladrones y las prostitutas. Muchas veces, nosotros también erramos y pecamos, pero somos muy orgullosos para asumir nuestro error y pedir perdón. Cuanto más juzgamos y humillamos a los demás tanto más nos escondemos de nuestras debilidades.
El Evangelio de hoy parte de una revelación del amor de Dios por nosotros. Es por el amor de uno para con otro que testimoniaremos el amor de Dios por nosotros. ¿Entiendes eso? Amados, amar significa salir de la propia “tienda” para entrar en la “tienda” de otro.
Cuando percibimos que el otro entendió y se preocupa por lo que estamos viviendo, somos confortados ¿verdad? Nos gusta cuando alguien entra a nuestra tienda, en nuestra intimidad. Jesús sabe que la única forma de seguimiento que contagiará al mundo es por la capacidad de amar. Quien no entra en la “tienda” del otro no aprende a amarlo verdaderamente. Solo sabemos que existe amor de verdad cuando hay disposición de entrar en la “tienda” del otro. El seguimiento que nos diferencia a unos y otros es cuanto nos amamos. ¿Cuál fue la gran misión de Jesús en el mundo? La de rescatarnos del pecado ¿verdad? Sí. Pero, ante todo, el Señor se dispuso a amarnos.
Por causa del pecado original, siempre vamos a querer saber sobre la intimidad de quien amamos y admiramos: pero no siempre sabremos lidiar bien con eso. Lo que debería impresionarnos no es la intimidad del otro, sino quien verdaderamente es. Hermanos no podemos ser cristianos de “quinta categoría”. Debe existir dentro de nosotros un cambio de vida. Lo que nos debe interesar de la vida del otro no es aquello que todos ven sino lo que es por dentro, en su ser.
Debemos conocer cada vez más el Corazón de Dios, y eso solo sucederá cuando entremos, con la ayuda del Espíritu Santo, en la Tienda de su Sagrado Corazón. Jesús no es teoría, sino una verdad.
Me impresiona cuando reflexiono sobre la actitud de los amigos de Jesús, en la Última Noche del Señor que duermen durante el momento más importante. Pero cuando miramos a esos cinco amigos, nos damos cuenta que también tenemos chances de salvarnos ¿no? Somos así, vivimos de forma banal y perdemos tiempo con las banalidades del mundo y nos privamos de entrar en intimidad con el Padre. Necesitamos adentrarnos en el Corazón de Jesús para lograr cambiar de vida.
Cuando vivimos de forma superficial nuestra religión podemos hacer que el contexto cristiano permanezca adormecido en nosotros. El Cristianismo nunca será una religión superflua. Aquellos que banalizan el Cristianismo pecan contra el Evangelio. Ten los ojos abiertos en tu discipulado, porque puede estar siendo banalizado. ¡Cuidado con su manera de ser católico! ¡Cuidado con insistir en aquello que no nos salva! ¡Sumérgete en el Corazón de Jesús para huir de las banalidades de la vida!
No puede haber una devoción al Sagrado Corazón sin los actos de misericordia para con los demás. Amar no es broma; requiere un esfuerzo constante para no reducir ni banalizar el amor. No serás reconocido por el bien que hagas en el silencio de tu vida, pero verás que la salvación no es engendrada en momentos públicos, sino cuando las luces están apagadas. Tal vez ni seas citado en el fin de la historia. El amor puede ser cruel pero es salvífico.
Si quieres conocer íntimamente al Señor, anímate a conocer tu propia intimidad. Investiga en tu propio corazón aquello que es capaz convertir. Solo se puede conocer el Corazón de Jesús por medio de la humildad.
Padre Fabio de Melo
Prédica durante el Campamento del Sagrado Corazón 2014
Prédica durante el Campamento del Sagrado Corazón 2014
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