¡Buen día, Espíritu Santo!
Sé que no existe tiniebla que tu gracia no pueda disipar,
ni tristeza que no puedas alegrar.
No hay quebranto que no puedas restaurar,
ni soledad que no puedas acompañar.
Por eso es que mi voz se vuelve confiada,
mi garganta y mi pecho se llenan de esperanza,
y así, en confiada espera te digo en mi mañana:
¡Ven, Dulce Huesped del Alma, Ven!
No hay comentarios:
Publicar un comentario