Bautizados en el Espíritu para el Fin de los Tiempos
Necesitamos vivir este día recordando conscientemente que la Palabra que leemos es viva y no es un cuento de hadas. Esta Palabra nos hiere, nos toca, pues cuando la leemos con fe, ella tiene el poder para transformarnos:
Leamos con fe:
“De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse. Había en Jerusalén hombres piadosos, que allí residían, venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo. Al producirse aquel ruido la gente se congregó y se llenó de estupor al oírles hablar cada uno en su propia lengua.” (Hechos 2, 2-6).
La Palabra del Señor escuchada y leída, con fe, trae una propia eficacia. Ellos necesitaban ir a Jerusalén y esperar el cumplimiento de la promesa del Padre que era justamente el derramamiento del Espíritu Santo. Entonces ¿qué es el bautismo del Espíritu Santo? Es el derramar de Dios que nos da coraje para testimonar que El camina con nosotros y nos protege. El trae sabor a las cosas de Dios, a la Eucaristía, a nuestra confesión. Provoca en nosotros el temor de Dios, que no nos deja quedar en pecado. Dios habla con nosotros a través de su Palabra.
El Espíritu Santo nos prepara para el fin de los tiempos, para no tener miedo de enfrentar el combate y salir vencedores. Ese mismo Espíritu Santo nos enseña a caminar en las tribulaciones como vencedores, para eso somos bautizados en El.
“pero el que persevere hasta el fin, se salvará” (Marcos 13,13).
Fue para eso que Dios derramó sobre nosotros su Espíritu Santo. La promesa se está cumpliendo. Dios está haciendo uso de la paciencia con nosotros para que no nos perdamos.
El tiempo en que vivimos es un tiempo de espera y vigilia porque vivimos los últimos tiempos (Catecismo de la Iglesia Católica 672) . El enemigo de Dios no quiere que evangelicemos, él se levanta, se opone e intenta alcanzarnos de diferentes formas, colocando orgullo, frialdad, desánimo, orgullo espiritual en nosotros e intentando alejarnos de Dios.
La acción del Espíritu es como una bomba atómica, en contacto con el uranio las personas se contaminan. Ser carismático es así, tiene los mismos efectos que una bomba, aún en silencio se deja “contaminar” por el Espíritu Santo. Estamos en los últimos tiempos y necesitamos vivir esa vida carismática y contagiar a más almas para Dios.
La venida del Espíritu Santo no cesará jamás, es promesa de Dios, en la doctrina de la Iglesia.
¡Cómo son bellos los pies del mensajero que anuncia al Señor!
Es hora de que tomemos conciencia de que estamos en los últimos días y vivimos como apóstoles del fin de los tiempos, no por merecimiento sino por gracia. Recordemos lo que el Papa Francisco dijo en el encuentro de la Renovación Carismática Católica cuando nos pidió compartir los dones del Espíritu Santo.
Debemos dejarnos usar por Dios, necesitamos ser usados por El.
Debemos tener esa alianza con el Espíritu Santo, ser uno con El, tener una sola alma con el Espíritu Santo. Así como la Virgen María que decía “shalom” y todos eran bautizados en el Espíritu.
La evangelización necesita ser la del fin de los tiempos, con señales y prodigios. Jesús nos choca con su acción evangelizadora. Este mundo necesita experimentar la acción del Espíritu Santo y va a experimentar por este profeta llamado: "tu". Nuestro testimonio es el que debe provocar este cambio.
Las señales de que ya vivimos el fin de los tiempos son estos: “Oiréis también hablar de guerras y rumores de guerras. ¡Cuidado, no os alarméis! Porque eso es necesario que suceda, pero no es todavía el fin. Pues se levantará nación contra nación y reino contra reino, y habrá en diversos lugares hambre y terremotos. Todo esto será el comienzo de los dolores de alumbramiento.” (Mateo 24, 6-8). Hemos visto a nuestros hermanos siendo condenados a muerte por el nombre de Jesús, como está pasando en Siria; asi como vimos el testimonio de aquella mujer embarazada que fue condenada a muerte. Vemos cuántos asaltos, cuántos asesinatos, un descontrol total. Necesitamos dejarnos controlar por el Espíritu Santo de Dios.
Nosotros no somos de la noche, no somos de las tinieblas, la acción del Espíritu Santo nos traslada de este mundo para el Reino de Dios. El nos hace dejar los libros, novelas, lugares, fiestas, conversas y pensamientos que no agradan al corazón de Dios. Los dones del Espíritu nos auxilian a vivir esa gracia. Es tiempo de vigilancia y sobriedad.
“No se dejen balancear tan rápido en sus convicciones, que nadie los engañe”. Pablo habla sobre el anticristo, que se manifestará, clamaremos por seguridad y el enemigo nos traerá falsa paz. Existe una fuerza que es del mal y que saca a la Iglesia del centro de nuestra vida; para muchos hoy la ciencia y el Estado son más importantes que la Iglesia. Ideologías están quitando el espacio de la Iglesia.
Solo hay una solución para enfrentar todo esto: Ser lleno del Espíritu Santo para ese tiempo. El soplo de la boca de Dios es lo que nos hace vencer. Ese soplo de la boca de Dios se llama Espíritu Santo, el Paráclito.
El Catecismo está diciendo que la Iglesia pasará por una prueba que sacudirá la fe de muchos (CIC, n. 675). Llegará el día, como está escrito en Apocalipsis, en que no podremos comprar ni vender si no tenemos la marca de la bestia. Es el Espíritu quien nos da la capacidad de perseverar y no vender el alma al enemigo de Dios. La fuerza del Espíritu Santo nos debe acompañar.
Padre Roger Luís
Padre de la Comunidad Canção Nova
Padre de la Comunidad Canção Nova
*texto con adaptaciones gramaticales
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