¿Puedes imaginar la escena narrada en el Evangelio de San Juan 7,17?
El pueblo estaba allá cuarenta años, viviendo en tiendas, a fin de celebrar el gran prodigio que Dios hizo en la vida de ellos. Dios proveyó a Su pueblo mamá y agua. Todavía hoy, se celebra la fiesta de las Tiendas.
El agua es vida y nuestra vida se derrama en el altar. Mientras el pueblo iba llegando al templo con los grandes jarrones de agua, Jesús iba a un lugar más algo. Como dice en la escritura, el Señor clamó al Padre; era un clamor que venía del corazón, que brotaba del corazón de Él. Clamó: "Quien tenga sed, venga a mi y beba; quien cree en mi, de su interior brotarán ríos de agua viva". San Juan cree que Jesús hablaba del Espíritu que irían a recibir aquellos que creían en él.
El gran deseo del corazón de Jesús era dar Agua Viva a aquel pueblo. Así, como ellos tiraban jarros de agua sobre el altar, el Señor quería derramar el Espíritu Santo sobre ellos. Fue en el día de Pentecostes que Jesús derramó Su Espíritu. Pero yo corrijo: Jesús derramó y todavía derrama sobre cada uno de nosotros Su Espíritu Santo.
Tu hermano,
Monse. Jonas Abib
Fundador Comunidad Canção Nova
Adaptación del original en portugues.
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