¿Has sentido el peso de saber que “hagas lo que hagas, las heridas se abren y los recuerdos atormentan?
Ante esto tres posibilidades se presentan: Huir. Paralizarnos. Enfrentarlos.
Cualquiera sea la situación, lo fundamental es saber a qué nos enfrentamos.
¿Sabes lo que es un tormento? La palabra ("tormentum", en latín) refería originariamente a una máquina de guerra. Era un instrumento de asedio.
Disparaba grandes proyectiles y su fuerza propulsora se basaba en la tensión que provocaban unas sogas que se enroscaban y retorcían tensándose al máximo.
El “tormentum”, (aquella vieja máquina) dependía de “la tensión”. Cuanta más tensión, más poder destructivo.
¿Quieres acabar con “tu tormento”?
¡Quítale su fuerza destructiva!
Arroja lejos de tu centro vital, de tu corazón, toda tensión.
No luches contra los recuerdos. Es energía vital desperdiciada. Ellos serán siempre parte de tu vida porque están impresos en tu memoria. Nuestro combate es contra la “carga emocional” que ellos encierran. Esa es la verdadera tensión destructiva.
¿Oramos juntos?
“Señor, aquí estoy.
Vengo a mostrarte las heridas de mis guerras,
De mis luchas, de los combates de la vida.
Dame la gracia de reconciliarme con mi propia historia.
Dame la gracia de aceptar y comenzar a vivir sin sobresaltos,
Sin angustias; con paz y serenidad.
Sé que has estado siempre presente.
Sé que Tu Amor no ha esquivado mis caminos, ni mis errores,
Ni mis luchas, ni aquello que, no buscado, ha tocado la puerta de mi casa.
Al contemplarte te pido la gracia de comprender mi vida desde Tu misterio:
Tu Resurrección no hizo desaparecer Tus Llagas.
Ven aquí a visitarme, y por el poder Bendito de esas llagas,
Restaura, Señor, mi ser herido,
sanando los efectos mutiladores de mis dolorosas heridas.
¡Amén!
Dios te Bendice!
Miguel
Comunidad Piedras Vivas
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