“El Cenáculo nos recuerda la comunión, la fraternidad, la armonía, la paz entre nosotros. ¡Cuánto amor, cuánto bien ha brotado del Cenáculo! ¡Cuánta caridad ha salido de aquí, como un río de su fuente, que al principio es un arroyo y después crece y se hace grande… Todos los santos han bebido de aquí; el gran río de la santidad de la Iglesia siempre encuentra su origen aquí, siempre de nuevo, del Corazón de Cristo, de la Eucaristía, de su Espíritu Santo”.
Santo Padre Francisco.
Santo Padre Francisco.
“el Cenáculo nos recuerda la amistad. ‘Ya no les llamo siervos –dijo Jesús a los Doce-… a ustedes les llamo amigos’. El Señor nos hace sus amigos, nos confía la voluntad del Padre y se nos da Él mismo. Ésta es la experiencia más hermosa del cristiano, y especialmente del sacerdote: hacerse amigo del Señor Jesús”.
“El Cenáculo nos recuerda la despedida del Maestro y la promesa de volver a encontrarse con sus amigos. ‘Cuando vaya…, volveré y les llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estén también ustedes’. Jesús no nos deja, no nos abandona nunca, nos precede en la casa del Padre y allá nos quiere llevar con Él”.
Santo Padre Francisco.
“el Cenáculo, finalmente, nos recuerda el nacimiento de la nueva familia, la Iglesia, constituida por Cristo resucitado. Una familia que tiene una Madre, la Virgen María. Las familias cristianas pertenecen a esta gran familia, y en ella encuentran luz y fuerza para caminar y renovarse, mediante las fatigas y las pruebas de la vida. A esta gran familia están invitados y llamados todos los hijos de Dios de cualquier pueblo y lengua, todos hermanos e hijos de un único Padre que está en los cielos”.
“Éste es el horizonte del Cenáculo: el horizonte del Resucitado y de la Iglesia. De aquí parte la Iglesia en salida, animada por el soplo del Espíritu. Recogida en oración con la Madre de Jesús, revive siempre la esperanza de una renovada efusión del Espíritu Santo: Envía, Señor, tu Espíritu, y renueva la faz de la tierra”.
Santo Padre Francisco.
Santo Padre Francisco.
En el Cenáculo, Jesús resucitado, enviado por el Padre, comunicó su mismo Espíritu a los Apóstoles y con esta fuerza los envió a renovar la faz de la tierra.
Salir, marchar, no quiere decir olvidar. La Iglesia en salida guarda la memoria de lo que sucedió aquí; el Espíritu Paráclito le recuerda cada palabra, cada gesto, y le revela su sentido.
Santo Padre Francisco.
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