Antes solo
Hay un dicho popular que dice: “Antes solo que mal acompañado” ¿Cómo entenderlo? Estar solos, buscar la soledad es algo que nos asusta a todos, pues Dios no nos creó para vivir aislados, sino para vivir en sociedad: “El Señor Dios dijo: No es buena que el hombre esté solo, voy a darle una ayuda que le sea adecuada” (Gn 2,18).
Ya era una preocupación del Altísimo que no viviéramos solos, pues bien sabe el Señor cuan difícil es la soledad. Nos creó para estar en sociedad. Pero sucede que no todos caminan en la misma dirección, no todos buscan el mismo sentido.
¿Qué hacer?
Generalmente las personas se agrupan por afinidades, por grupos de intereses. En nuestro caso, como cristianos, estamos juntos, porque seguimos a Cristo y creemos en sus palabras. Sucede que no todos tienen el mismo pasatiempo que nosotros, es más, la sociedad de hoy es una sociedad pagana que, lamentablemente, se distancia cada vez más de Dios. Por eso, es una desafío cultivar amistades y vínculos en esa realidad.
Un principio de los alcohólicos anónimos es: evitar el primer trago. Para evitar el primer trago es necesario evitar compañías, lugares y situaciones que pueden provocar la recaída y la vuelta al vicio. En verdad, es la aplicación del principio dejado por Jesucristo: Vigilen y oren, para no caer en la tentación.
Oración y vigilancia. Vigilancia es exactamente eso: evitar compañías, lugares y situaciones que nos pueden apartar de Dios, que nos pueden llevar al pecado. Si la otra persona no entiende el motivo por el cual evito su compañía (¡Esto no puede hacerse nunca de forma agresiva!) y me da la oportunidad de explicárselo, puedo simplemente decirle que mis elecciones son distintas a las suyas. En caso que perciba que no lo entenderá, puedo buscar refugio en el silencio y en la oración.
Es de esta forma que podemos entender el dicho popular: antes solo que mal acompañado, que significa: es preferible estar solo que permanecer al lado de personas que no me comprenden ni me auxilian en este proceso de búsqueda de la santidad que anhelo.
Sin embargo, andar solo no quiere decir que tengo el derecho de juzgar al otro, creyendo que está en el camino errado y yo en el correcto: ciertas cosas no necesitan ser dichas. Cada uno tiene su conciencia. Así como tampoco tengo el derecho de cerrarme en el caso que la otra persona me busque: debo, como Jesús, estar siempre disponible a acoger y escuchar, y en caso que me lo pidan dar mi opinión sobre lo que es correcto, porque enseñar a los ignorantes es una obra de misericordia.
Busquemos juntos la Divina Misericordia, y ella nos capacitará para buscar a los demás de una forma más renovada.
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