miércoles, 28 de febrero de 2018

LA OFRENDA DE LA MISA

«La Cuaresma es un tiempo favorable para intensificar la vida espiritual: la práctica del ayuno os  ayudará, queridos jóvenes, a adquirir un mayor dominio sobre vosotros mismos. La idea del futuro os ayudará a vosotros, queridos ancianos, a dar esperanza a los jóvenes: hablad con ellos. La oración sea para vosotros, queridos enfermos, el medio para confiar vuestros sufrimientos a Dios y sentiros siempre cerca de él. Las obras de misericordia os ayuden, queridos recién casados, a vivir vuestra vida conyugal siempre orientada a las necesidades de los hermanos»  
Francisco
Audiencia General 28/02/18
Viñeta: Leonan Faro

ORAR

Cuando se vive en comunidad y lo cotidiano está repleto y es arduo, es absolutamente indispensable tener un momento de recogimiento en soledad, para rezar y para volver a encontrar a Dios en el silencio y en el reposo.  Sino, la "locomotora" de la actividad no se parará y uno se convierte en un molino de viento. 
Jean Vanier , La Comunidad, P 204 


TE CONSAGRO MI MENTE, SEÑOR

30 minutos para cambiar tu día a día
TE CONSAGRO MI MENTE, SEÑOR

“No tomen como modelo a este mundo.
Por el contrario, transfórmense interiormente renovando su mentalidad,
a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios:
lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto.”.
Rom. 12,2

Al concluir tu momento de intimidad con el Señor, es importante no dejar que nada de ese tiempo precioso se pierda. Es bueno guardarlo como en un cofre fortificado para que el demonio no lo venga a saquear como el ave que come la semilla que cae a la vera del camino. Podemos hacer eso consagrando nuestra mente al Espíritu Santo.

Consagrar significa entregar, confiar, ceder, separar para el uso exclusivo de lo que es sagrado. Es decidir, de aquí en adelante, no usar más nuestra mente a no ser para el bien, para conocer la verdad y para agradar a Dios. Consagración que deberemos renovar siempre que estemos concluyendo esos 30 minutos en la presencia del Altísimo. Si quieres, puedes rezar la oración que sigue:

ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN DE LA MENTE A DIOS.

Señor Jesús, así como consagraste tu vida al Padre, yo también vengo ahora a consagrarte mi mente y cada pensamiento en este día. Te entrego mi mente a ti, y la confío en tus manos, las someto a tu divino poder. Cedo a ti todas las posibilidades que en ella existen y me rehuso terminantemente a usarla a no ser para lo que es agradable a ti; o sea, para lo que es bueno y santo.

Te consagro todo mi ser, todo lo que tengo y soy. Me abandono en tus manos sin esconder nada (Una vez más coloca debajo de la luz de Dios, una a una, aquellas cosas sufridas, vergonzosas, incomodas, aquellas medias intenciones de ceder a una tentación, o todavía en aquellos proyectos particulares que tenemos recelo de que el Espíritu Santo los repruebe)

No reservo cosa alguna para mi. Pongo a tu servicio mi inteligencia, mi memoria y mi imaginación. Todo es tuyo. Que estén a tu disposición para el bien de mis hermanos, que trabajen para generar amor y sean fuente de alegría para todos.

Pongo también en tus manos mis cargas y preocupaciones. Que nada me perturbe y venga a minar mi confianza en ti. Te confío de antemano los pensamientos que pasarán por mi cabeza, las preocupaciones por mi sustento material y espiritual, con mi familia y las personas que amo. Te consagro cada pensamiento en este día y en cada uno de ellos te entrego mi pasado, mi presente y mi futuro.

Señor, inspírame aquello que debo pensar para que pueda discernir concretamente tu voluntad para mi vida en aquello que hago. Santifica mis ideas, recuerdos e imaginaciones. Inspírame los buenos propósitos. Despierta mi mente para aquello que debo hacer, muéstrame también lo que debo evitar.

Sé que tu me amas, cuidas de mi, por eso, desde ya, te agradezco por todo y acepto todo lo que me permitas vivir en este día de hoy. Creo firmemente en tu amor y confío incondicionalmente en tu divina Providencia. Declaro ahora que este día ya fue consagrado a ti.

¡Amén!

Padre Nuestro que está en el Cielo…
Ave-María, llena de gracia…

Agradece al Señor por este tiempo pasado en Su presencia. Alábalo por Su bondad. Termina con una canción de alabanza que proclame la victoria del Señor.
Revístete de alegría y vive bien el día. 

Por la señal de la Santa Cruz, líbranos Dios, Señor Nuestro, de nuestros enemigos. 
En Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
¡Amén!

Marcio Mendes
30 minutos para cambiar tu día a día.
Adaptación de original en portugués.
Editorial Canción Nueva.

Meditación: Mateo 20, 17-28

El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida.
Mateo 20, 28

Santiago y Juan eran leales seguidores de Jesús. Probablemente habrían hecho cualquier cosa que él les pidiera, aunque en realidad no sabían qué iba a hacer el Señor. El hecho de pedirle que en el cielo ellos se sentaran cada uno a su lado es prueba de que sus valores estaban demasiado influenciados por el aquí y el ahora, donde los afanes de dinero, placer y prestigio sustituyen la búsqueda de Dios. Y lo que pedían los hermanos era precisamente lugares de honor y poder.

Dice el obispo Mons. Roberto Barron: “El poder no es, en sí mismo, algo malo. Y lo mismo puede decirse en el caso del honor. Santo Tomás de Aquino dijo que el honor es la bandera de la virtud, un modo de señalar a otros que vale la pena prestar la atención a algo.

“Pero, entonces, ¿cuál es el problema? El problema es que están exigiendo estas dos cosas con un espíritu erróneo. El ego no deseará utilizar el poder para cumplir los propósitos de Dios, ni tampoco en servicio de la verdad, la belleza y la bondad, sino para su propio engrandecimiento y defensa. Cuando se busca el honor por el honor mismo, o para hinchar el ego, también se vuelve peligroso.

“¿Cuál es la salida? Jesús nos lo dice: ‘El que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes, y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo.’ Cuando sirves a otros, cuando te conviertes en el último, entonces accedes al poder de Dios y buscas honrar a Dios.”

Cada año durante la Cuaresma, la Iglesia, en su sabiduría, nos ofrece la oportunidad de aprender esta lección, la oportunidad de reenfocar la mirada en Cristo y refirmar la voluntad de vivir no ya para nosotros mismos, sino para el Señor. Y esta lección nos ayuda a entrar en esta temporada con un corazón bien puesto, un espíritu de docilidad, de humildad y el deseo de servir al Señor y al prójimo. Así aprenderemos a morir a nosotros mismos y adoptar una vida de servicio, confianza y obediencia al Padre. ¿Cuál es el secreto de morir a sí mismo? En realidad, no es complicado; solamente hay que tomar la firme determinación de hacer todo lo que uno hace “como para el Señor” y para nadie más. Este es el secreto; así nos acercaremos más al Señor y haremos su voluntad.
“Gracias, amado Señor, porque en la cruz nos diste la muestra de amor más sublime de todas. Concédeme tu gracia, Señor, para tener un corazón dispuesto a hacer tu voluntad.”
Jeremías 18, 18-20
Salmo 31(30), 5-6. 14-16

fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

SEÑOR, ¿QUÉ QUIERES QUE HAGA?

30 minutos para cambiar tu día a día
SEÑOR, ¿QUÉ QUIERES QUE HAGA?

“¡Busquen al Señor mientras se deja encontrar,
llámenlo mientras está cerca!”.
Isaías 55,6

El secreto para una vida más segura y decidida es descubrir lo que Dios quiere de nosotros en todo lo que hacemos. El Señor desea siempre revelarnos su voluntad, pero quiere que le busquemos con perseverancia aún más. Pídele constantemente: “Señor, enséñame a escucharte”.

Algunas veces, El nos revela sus planes durante la oración; otras, Él se vale de las personas para hablar con nosotros. De una manera u otra, el Señor está siempre orientándonos. Somos nosotros quienes tenemos dificultades para oírle. 

Muchos errores serían evitados si educásemos mejor los oídos del corazón para captar lo que Dios está por decirnos. 

Tal vez te preguntes: “Pero, ¿cómo? ¿De qué manera es posible oír a Dios?” Comienza procurando escuchar más, dedicándote a prestar más atención a las personas y a los acontecimientos que llegan a ti. Para eso, evita la charlatanería. Responde con simplicidad cuando alguien te consulte, principalmente en lo que se refiere a cosas delicadas de la vida y de Dios. Cuando te pidan que te posiciones sobre algunas cuestiones importantes y no sepas qué decir, entonces, pide un tiempo para pensar. Después encuentra un lugar tranquilo, sin distracciones, y consulta a Dios en oración. Simplemente, oye la voz del Señor dentro de ti. La respuesta vendrá. 

Existen personas que no consiguen admitir que no saben todo. No quieren reconocer que no tienen todas las respuestas. En lugar de eso, comienzan a especular, a discutir y a pelear, por el simple placer de exhibirse “moviendo la boca”. Huye de eso.

Esas cosas solo nos disipan, causan alboroto, desvían de la verdad y nos atrapan para distinguir la voz de Dios. Escucha más y habla menos. Dios aprovechará esa actitud para conducirte y afirmarte en el camino correcto. No tengas recelo de oír a las personas, pues existen ciertas cosas que solo conseguimos percibir por medio de los ojos de los otros. Y Dios aprovecha eso para ayudarnos.

La gente aprende muchas cosas con las personas sabias, la gente aprende mucho con los amigos. Y ¡cuánto aprendemos con nuestros hijos! Es muy triste alguien que piensa no tener nada que aprender con los otros, sobre todo con los de su casa.

Cuando encuentres una persona de bien, orante, instruida y sabia, piensa: “Qué debo hacer para volverme como ese hombre o como esa mujer?” Cuando te topes con una persona perdida, desperdiciando su propio tiempo y energía, actuando mal, haciendo el mal; piensa: “Mi Dios, ¿será que yo también me porto de ese modo?” Y procura con la fuerza del Espíritu Santo volverte un ser humano mejor.

El amor puro no está en lo que hablas; sino en lo que haces. Y sólo el amor puede llevarnos al encuentro de Dios, hacernos entender lo que Él quiere para nosotros y volvernos sabios. Por lo tanto, cuando estés con las personas, no te olvides de lo que Dios te inspiró en la oración. Y cuando estés en oración no te olvides de que Dios habló contigo por medio de personas. Siempre y en todo lugar procura oír lo que el Espíritu Santo está diciéndote. ¿Estás perdido, confundido, o inseguro de tus decisiones? Reza.

Recurre al Señor que perdona nuestros desvíos y nos lleva por caminos mejores.

Dile: “¡Habla conmigo, Señor! Necesito oír tu voz. ¿Qué quieres de mi? ¿Qué debo hacer en este día para agradarte? ¿En qué debo mejorar ahora? ¿En qué debo corregirme? ¿Qué iniciativas debo tener?

También puedes pedir, con fe y reverencia, que el Señor te de una palabra de la Escritura que te sirva de apoyo, confirmación o te dé coraje. En seguida, abre la Biblia aleatoriamente. Es probable que un versículo o un trecho de aquella página te llame más la atención. Haz una lectura orante y procura discernir en lo que ese pasaje de la Escritura tiene que ver con lo que Dios ya te había inspirado.

Graba las directrices, revelaciones, enseñanzas, órdenes y promesas de Dios en este tiempo de oración. Anótalas y retómalas en otros momentos hasta que tu corazón te asegure que ellas ya cumplieron su misión.

Aprovecha para hacer un examen de conciencia y pedir perdón por los errores y pecados del día presente o del día anterior. Seguidamente asume con Dios el propósito de enmendar los errores, reparar los pecados y retomar las buenas inspiraciones e iniciativas que fueron dejadas atrás. Pregunta al Señor: “Mi Dios, ¿cual es la buena obra que has reservado de antemano para que practique hoy?. En la medida en que la respuesta venga a tu mente, toma posesión de ella y comprométete con Dios a realizarla todavía en aquel día lo antes posible. Ingresarás en una atmósfera de amor tan profunda que renovará tu ánimo, fortalecerá tu voluntad y te curará.

Como las otras oraciones ya han preparado tu interior, es posible oír la voz de Dios en esos minutos de escucha. Pero si puedes y quieres permanecer quieto y en silencio en la presencia de Dios por más tiempo, ten la certeza de que valerá cada segundo. 

Recemos entonces:

ORACIÓN DE ESCUCHA A DIOS

Abre, Señor, los oídos de mi alma, como hiciste con el profeta Samuel, para que sepa distinguir tu voz y también responder: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”

No sólo los oídos de la mente, sino sobre todo los del corazón precisan ser tocados y abiertos por tu Espíritu Santo. No quiero solamente entender, quiero más que eso, quiero si comprender todo lo que me dices.

Por la experiencia de las heridas no sanadas, del egoísmo, de la vanidad, del rencor, me fui cerrando en mi mismo. Fui, así, atrofiando mi capacidad de escuchar con amor y oír tu voz.

Jesús, como pusiste tus manos sobre los ojos del ciego para que se abriesen, coloca tus manos llagadas sobre mi para que todo mi ser sea puro acogimiento a lo que me quieres revelar. 

Estos oídos míos más dispuestos a escuchar cosas inútiles y maldades que a tu Santa Palabra; más abiertos para acoger la ilusión de las mentiras que las verdades; tan resistentes a las mociones de tu Espíritu por estar más preocupados en satisfacer sus propios caprichos -Señor, son estos oídos que necesitan ser sanados por ti.

Todo mi ser ansía por esta unción de tu Espíritu Santo -mi mente, mi corazón, mi cuerpo, todos mis sentidos -tan prisioneros de sí mismos- aguardan que Tú los liberes.

Señor, ¡habla conmigo! ¡Necesito escucharte! ¡Necesito ser conducido por ti! Estaré enteramente atento en este momento. Que todo bloqueo, miedo, frialdad, resistencia o negación a la escucha de tu voluntad para mi vida sea envuelta ahora en el fuego ardiente del Espíritu de Dios y disueltas de una vez por todas. Que los ángeles de Dios combatan por mi, y que el Santo Espíritu abra los más íntimos recintos de mi ser para que la voz del Señor y su Palabra me sumerjan en un amor incesante y en la alegría de tus inspiraciones.

¡Amén!

Marcio Mendes
30 minutos para cambiar tu día a día.
Adaptación de original en portugués.
Editorial Canción Nueva.

RESONAR DE LA PALABRA Evangelio según San Mateo 20,17-28.

Evangelio según San Mateo 20,17-28. 
Cuando Jesús se dispuso a subir a Jerusalén, llevó consigo sólo a los Doce, y en el camino les dijo: "Ahora subimos a Jerusalén, donde el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Ellos lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos para que sea maltratado, azotado y crucificado, pero al tercer día resucitará". Entonces la madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo. "¿Qué quieres?", le preguntó Jesús. Ella le dijo: "Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda". "No saben lo que piden", respondió Jesús. "¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?". "Podemos", le respondieron. "Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre". Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: "Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud". 


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos:
Había una reunión de familia con muchos invitados a la mesa. Como podéis imaginar trabajo no faltaba. Fue una oportunidad inesperada para conocer las maneras y forma de ser de los comensales, pues mientras unos apenas se movían de sus sillas otros apenas se sentaban, porque había mucho que preparar y servir. ¡Y eso que todos eran parientes!

Algo parecido nos cuenta el evangelio que sucedió entre los apóstoles. Jesús anunció la pasión y las humillaciones que tendría que sufrir, pero algunos discípulos no escuchaban. Estaban pensando en los puestos que conseguirían, en el poder que el Señor les daría en ese reino de felicidad que se acercaba. Creían que Jesús iba a tener un reinado glorioso en la tierra, y les interesaba asegurarse el puesto más destacado. Jesús rechaza esos deseos mundanos y pide a sus discípulos que no caigan en esa trampa. En la nueva comunidad que Él inicia en esta tierra la autoridad es servicio, no gloria.

¿Qué pasa hoy día en algunas comunidades cristianas? ¿No se convierten tal vez en escenario de ambiciones y rivalidad, buscando cómo sobresalir y conseguir ventajas?
La enseñanza de la Palabra de Dios es fuerte. Y nos puede molestar esta insistencia en el servicio. Pero esa es la verdadera palabra de Jesús; no lo que a nosotros nos gustaría. Es decir que lo importante en el reinado de Dios no es tener un puesto de honor, sino seguirle a Él, Jesús, en su camino de entrega y servicio a los más necesitados, a los “descartados”, como dice el Papa Francisco.

Os invito a meditar el “TESTIMONIO DE MASSIMILIANO”.
Sucedió en Roma el 19 de agosto del 2000 con ocasión de la XV Jornada Mundial de la Juventud ante dos millones de jóvenes reunidos en la Vigilia de oración en Tor Vergata con el Papa S. Juan Pablo II.

Massimiliano, nacido en Roma, explicó en su testimonio que había nacido en una sociedad «donde todo se puede comprar» y «en la que tengo de todo». “Tengo una familia unida, en casa no me falta de nada, tengo estudios en la Universidad, tengo asegurado mi puesto de trabajo. No he conocido la guerra ni las deportaciones ni el control de la libertad como muchos de los jóvenes que aquí están... Me considero un joven privilegiado. Pero un día leyendo el Evangelio de Jesús encontré estas palabras que me impresionaron muchísimo –las que Jesús dijo al joven rico- : “Una cosa te falta...”

Era cierto ME FALTABA EL AMOR A LOS POBRES... Y en ese momento he sentido el llamamiento a dar lo que tenía a los pobres y a seguir a Cristo. “Procuro hacerme amigo de ellos: ellos ya conocen mi nombre y yo conozco el nombre de algunos de ellos. Y todo esto no lo hago yo sólo, pues estoy con un grupo de amigos que tienen los mismos ideales que yo”.
Este es el camino de Jesús que este joven intenta seguir no para llamar la atención o recibir algún premio, sino por hacer realidad lo que Jesús nos enseñó a todos sus amigos.

Tu hermano en la fe
Carlos Latorre
Misionero Claretiano

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

HE AQUÍ QUE SUBIMOS A JERUSALÉN

San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia 
Las Confesiones, XIII, 9
« He aquí que subimos a Jerusalén »

     Date a mí, mi Dios, date siempre a mí... Descansamos en el don de tu Espíritu; allí gozamos de tí, allí está nuestro bien y nuestro descanso. El amor nos enseña, y tu Espíritu que es bueno exalta nuestra bajeza, retirándola de las puertas de la muerte (Ps 9,14). En la buena voluntad encontramos la paz.
     Un cuerpo, por su peso, tiende hacia su lugar propio; el peso no va necesariamente hacia abajo, sino a su lugar propio. El fuego tiende hacia lo alto, la piedra hacia abajo..., cada uno hacia su propio lugar; el aceite sube encima del agua, el agua desciende debajo del aceite. Si algo no está en su lugar, está sin reposo; pero cuando ha encontrado su lugar, queda en reposo. 
     Mi peso es mi amor: es él quien me arrastra, o que me lleva. Tu don nos inflama y nos lleva hacia arriba; nos abraza y partimos... Tu fuego, tu buen fuego nos hace quemar y vamos, subimos hacia la paz de la Jerusalén celeste –- porque he encontrado mi alegría cuando se me ha dicho: « ¡Vamos a la casa del Señor! » (Ps 121:1) Es allí donde la buena voluntad nos conducirá para estar en nuestro lugar, allí donde no desearemos nada más que morar por la eternidad.

martes, 27 de febrero de 2018

Dirección espiritual

"Algo está cada vez más claro en la Renovación: ésta necesita contar con santos y sabios maestros del Espíritu. La "dirección espiritual" tiene una importancia especial dentro de ella. Refugiarse en "ya me guía el Espíritu; no necesito de ninguna ayuda ajena" es desconocer peligrosamente los pasos difíciles de la vida espiritual y los peculiares de la Renovación.Es preciso caer en cuenta de que, a partir de la Encarnación del Hijo de Dios, e inaugurada por El en profunda humildad (Fil 2,5), se da en el orden sobrenatural una mediación querida y bendecida por el Señor. En esta mediación intervienen los hombres como cooperadores, respecto de sus hermanos."
p. Benigno Juanes sj
"Las 11 tentaciones del servidor"




ORACIÓN PERSONAL

Cuando se vive en comunidad y lo cotidiano está repleto y es arduo, es absolutamente indispensable tener un momento de recogimiento en soledad, para rezar y para volver a encontrar a Dios en el silencio y en el reposo.  Sino, la "locomotora" de la actividad no se parará y uno se convierte en un molino de viento.

Jean Vanier , La Comunidad, P 204


CONDICIONES PARA MINISTRAR LA ORACIÓN DE SANACIÓN

Pasos para la sanación y liberación
CONDICIONES PARA MINISTRAR LA ORACIÓN DE SANACIÓN



¡Cuánto deseo tienen las personas de un encuentro personal con Jesús! Quieren ser tocadas por Dios. Quieren recibir el Espíritu Santo en su corazón. Se acercan a nosotros y preguntan como la multitud a Pedro: “¿Qué debemos hacer, hermanos?” Piden nuestra oración y quieren también que les enseñemos a orar. La mejor manera de hacer eso todavía es la de Jesús: orando con ellas. Si tuviéramos más confianza en llevar nuestros enfermos al Señor, ¡cuántas cosas maravillosas testimoniaremos! ¡Cuántas sanaciones, conversiones y salvación! Ciertamente, agrada al Señor que cuidemos de nuestros enfermos, y más aún, que los llevemos a Él. Cualquiera que sea la situación, existen seis puntos que ayudarán mucho para que eso suceda: asumir una disposición de fe y oración, animar la confianza en el Señor, relatar testimonios de intervención divina, anunciar el Evangelio, limpiar el corazón y hacer la oración de sanación.

1) ASUMIR UNA DISPOSICIÓN DE FE Y ORACIÓN.

En la oración de sanación, necesitamos favorecer que aquel momento sea de profunda intimidad con Dios. Para eso, conviene que se apague la televisión, la radio y las demás fuentes de distracción; se debe dejar de lado otras actividades en esa hora y silenciar los teléfonos. Es importante invitar a la oración a aquellos que aman al enfermo y hacen parte de su vida: parientes, amigos, empleados, et. El clima debe ser de calma y confianza en Jesús.

2) ANIMAR LA CONFIANZA EN EL SEÑOR

Dios quiere lo mejor para nosotros. El jamás nos dará algo malo. Aunque nuestra voluntad sea la sanación, debemos confiar y pedir a Dios lo que Él quiere dar, por la gracia de la sanación; o el descanso definitivo, dejando en todos una gran paz. Muchas personas que no recibieron la sanación física por medio de la oración alcanzaron otra gracia: la de descubrirse amadas y fallecieron con el corazón lleno de paz y perdón.

3) RELATAR TESTIMONIOS DE LA INTERVENCIÓN DIVINA.

Jesús envió a sus apóstoles no para enseñar fantasías que nada transforman, sino para testimoniar lo que habían visto y oído. Los envió a sanar, liberar y comunicar vida. Pues, para vivir una vida nueva, transformada por Dios, es necesario antes haber nacido por el poder del Espíritu Santo. Un evangelizador es, antes que nada, un testimonio que viene de quien tiene experiencia personal con Jesús resucitado y lleva a otros no una idea vacía, y sí una persona viva que da vida y vida en abundancia. Cuando testimoniamos que Jesús continúa obrando en nuestros días, entonces todo cambia. La predica se reviste de las señales y prodigios que el Señor prometió.

Cierta vez, hice una prédica que llego hasta una mujer deprimida. Vivía encerrada en su propio cuarto. Desde que los médicos le dijeron que no había sanación para su cáncer, había desistido de vivir. Su familia me contó que estaba sepultada en vida. Al oír la Palabra de Dios y el relato de algunos testimonios, se sintió tan profundamente tocada por el amor del Señor que abandonó el cuarto oscuro y vino personalmente a decirme: “Ya no tengo miedo de la muerte. Tampoco me preocupa si obtendré o no la sanación. Mi vida está en las manos de Dios -El tiene la última palabra al respecto, y no la enfermedad, ni la muerte. Si El quiere llevarme, estoy lista para ir inmediatamente”. Y, sonriendo continuó: “Pero, hasta que Jesús me lleve, voy a vivir cada día como nunca. Voy a amar y ser feliz”. Más que una sanación, el Señor le devolvió la alegría de vivir.

Nuestra evangelización será otra cuando nos convenzamos del poder que tiene el testimonio.

4) ANUNCIAR EL EVANGELIO

Leer, en la Palabra de Dios, los pasajes en que Jesús curaba a todos de sus males físicos y espirituales hace crecer nuestra fe. El Nuevo Testamento está repleto de trechos que manifiestan que la voluntad de Dios es que estemos bien y sanos.

5) LIMPIAR EL CORAZÓN.

Para rezar bien es necesario limpiar el corazón de toda culpa, falta de perdón y enredos con las fuerzas espirituales de las tinieblas. Tanto el enfermo cuanto aquellos que oran con ellos y por ellos deben pedir perdón a Dios en una oración sincera. Sería todavía mejor si recurriesen al sacramento de la reconciliación. En el caso de que algunos se hayan envuelto con brujerías, espiritismo y supersticiones, deben hacer la oración de renuncia a esas prácticas.

6) HACER LA ORACIÓN DE SANACIÓN

Más importante que hablar de Jesús es dejarlo actuar con todo el poder del Espíritu Santo. Por más consoladoras que sean nuestras palabras, nada se compara al actuar del Señor por medio de nosotros en la oración. El Evangelio no son discursos. El Reino de Dios es poder y fuerza que viene de lo alto y se manifiesta entre nosotros.

Marcio Mendes,
“Pasos para la sanación y liberación completa” – Editorial Canción Nueva
Adaptación del original en portugués

Salmo 49


Meditación: Mateo 23, 1-12

El que se humilla será enaltecido.
Mateo 23, 12

Los maestros de la ley y los fariseos eran personajes influyentes en Israel, como se aprecia en los evangelios, y vemos que eran los “chicos malos” que toda buena obra literaria necesita. Pero la verdad es que estos estudiosos jefes religiosos eran en realidad gente común, al igual que nosotros. Tenían sus propias virtudes y defectos, al igual que nosotros. Muchos eran probablemente buenos hombres de familia y muy dedicados a su trabajo y, como todos, afrontaban dilemas que resolver, dificultades y tentaciones. El problema es que algunos de ellos cedían a las tentaciones, especialmente las de la corrupción y la soberbia.

¿Quién de nosotros no ha sentido la tentación de procurarse lugares de honor, “echarse flores” uno mismo, lograr que los demás nos consideren importantes y cosas por el estilo? La buena noticia es que todos podemos aprender a reconocer estas tentaciones y decidirnos a rechazarlas en lugar de ceder a ellas. Todos, por la gracia del Espíritu Santo, podemos llevar una vida con la firme determinación de no caer en actitudes de arrogancia o superioridad, y si ocasionalmente caemos, podemos arrepentirnos, pedir perdón y seguir adelante.

Tal vez no todos lo crean, pero Dios ha hecho posible que los fieles llevemos una vida humilde, como lo hizo Jesús hace dos mil años. ¿Cómo? En parte depende de lo que observamos, es decir, de tener presentes los lugares, las personas y las ocasiones que nos llevan a una mentalidad de soberbia, porque así podremos saber cuándo nos conviene estar especialmente en guardia. También depende del tiempo que pasemos en oración con el Señor, puesto que él puede hacer por nosotros lo que jamás podríamos hacer por nosotros mismos. Unos pocos minutos de oración cada día puede ser muy eficaz para lograr un cambio de corazón y de mentalidad. Y depende, además, de la acción del Espíritu Santo, que constantemente está trabajando y enviándonos mensajes: “No te olvides de que Dios te ama… Lo que hiciste no estuvo bien; pídele perdón a Dios... Aquella persona necesita una mano compasiva…Ten cuidado; te estás poniendo soberbio…”

Por eso, hoy tienes un triple trabajo que hacer: estar en guardia cuando sea necesario; orar y tratar de percibir la acción del Espíritu Santo. Si lo haces, avanzarás bastante.
“Espíritu Santo, te ruego que me des fuerzas para resistir la tentación y me enseñes a ser humilde.”
Isaías 1, 10. 16-20
Salmo 50(49), 8-9. 16-17. 21. 23

fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

RESONAR DE LA PALABRA Evangelio según San Mateo 23,1-12.

Evangelio según San Mateo 23,1-12. 
Jesús dijo a la multitud y a sus discípulos:"Los escribas y fariseos ocupan la cátedra de Moisés; ustedes hagan y cumplan todo lo que ellos les digan, pero no se guíen por sus obras, porque no hacen lo que dicen. Atan pesadas cargas y las ponen sobre los hombros de los demás, mientras que ellos no quieren moverlas ni siquiera con el dedo. Todo lo hacen para que los vean: agrandan las filacterias y alargan los flecos de sus mantos; les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, ser saludados en las plazas y oírse llamar 'mi maestro' por la gente. En cuanto a ustedes, no se hagan llamar 'maestro', porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A nadie en el mundo llamen 'padre', porque no tienen sino uno, el Padre celestial. No se dejen llamar tampoco 'doctores', porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías. Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros, porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado". 


RESONAR DE LA PALABRA

Carlos Latorre, Misionero Claretiano
Queridos amigos:
Todos deseamos vivir esta Cuaresma como algo muy provechoso para nuestra vida espiritual. Y la mejor guía para conseguirlo lo tenemos en la santa Biblia, en los textos que nos propone la liturgia.
El profeta Isaías nos dice: “Dejad de hacer el mal, aprended a hacer el bien. Buscad la justicia, socorred al oprimido, proteged el derecho del huérfano, defended a la viuda”. ¡Buen programa para estos días de penitencia cuaresmal!
El evangelio nos presenta las controversias de Jesús con los distintos grupos de judíos que rechazaban sus enseñanzas. Leían la Biblia, que ellos llamaban la Torá, pero no ponían en práctica sus enseñanzas.
Nos sorprende la vanidad y la ostentación de estos maestros de la Ley, la incapacidad para distinguir lo importante de lo secundario. Se habían olvidado de que la religión es también cuestión del corazón, tanto en su relación con Dios, como en su relación con el prójimo.
Jesús respetó la Ley de Moisés, pero también destapó la hipocresía de los doctores y maestros que la enseñaban: ataban cargas pesadas sobre los hombros de los demás, pero ellos no arrimaban ni un dedo para llevar esas cargas. Decían a los demás lo que tenían que hacer para agradar a Dios, pero ellos dejaban a Dios de lado.
¿Se dan todavía hoy entre nosotros este tipo de situaciones? Por supuesto. La condición humana es muy parecida en todas partes y en todas las épocas de la historia, por eso la hipocresía también puede estar presente hoy entre nosotros cristianos. Es tiempo de Cuaresma, es la ocasión propicia para hacer un buen examen de nuestras actitudes y sentimientos. Y, por supuesto, con la gracia del Señor, intentar cambiar, pues en el esfuerzo está el mérito.
Hay una fábula que ilustra este plan de superación. Se titula “Los dos lobos”:“Un viejo cacique de una tribu estaba teniendo una charla con sus nietos acerca de la vida.
Los niños le preguntaban curiosos sobre muchas cosas: cómo ser buenas personas, por qué había personas malas, por qué tenían intenciones no muy buenas y engañaban, etc.
El viejo cacique les dijo: "Una gran pelea está ocurriendo dentro de mí; es entre dos lobos. Uno de los lobos es: maldad, ira, envidia, rencor, avaricia, arrogancia, mentira, orgullo... El otro es: bondad, alegría, paz, amor, humildad, dulzura, generosidad, amistad, compasión.
Esta misma pelea está ocurriendo dentro de vosotros también niños, y dentro de casi todos los seres humanos de la tierra." Lo pensaron un minuto, y uno de los niños le preguntó: "Abuelo, ¿cuál de los dos lobos ganará?" Y el viejo cacique respondió: “simplemente... el que tú alimentes, hijo mío".
Es un cuentito, pero cuánta verdad encierra si lo queremos aprovechar. ¿Qué virtudes me he propuesto cultivar en esta Cuaresma?

Vuestro hermano en la fe
Carlos Latorre
Misionero Claretiano
carloslatorre@claretianos.es

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

EL QUE SE HUMILLA SERÁ ENALTECIDO

Isaac el Sirio (siglo VII), monje cercano a Mossoul 
Sermones ascéticos, 1ª serie, nº 49
«El que se humilla será enaltecido»

     La providencia de Dios, que vela para dar a cada uno de nosotros lo que es bueno, ha hecho dirigir todas las cosas hacia nosotros para llevarnos a la humildad. Porque si te enorgulleces de las gracias que la providencia te ha dado, ésta te abandona y caes de nuevo... Debes, pues, saber que no es propio, ni de ti ni de tu virtud, resistir a las malas tendencias, sino que es solamente la gracia la que te mantiene en su mano para que no temas... Gime, llora, acuérdate de tus faltas en tiempo de prueba para que te veas liberado del orgullo y adquieras humildad. Mientras, no desesperes. Pide humildemente a Dios que perdone tus pecados.

     La humildad, aunque sea sin obras, borra muchas faltas. Por el contrario, sin ella, las obras no sirven de nada; nos procuran muchos males. Por la humildad, obtén pues, el perdón de tus injusticias. Lo que la sal es para todo alimento, la humildad lo es para cualquier virtud. Puede romper la fuerza de numerosos pecados... Si la poseemos, hace de nosotros hijos de Dios y nos lleva a Dios incluso sin la ayuda de las obras buenas. Por eso, sin ella, todas las obras son vanas, son vanas todas las virtudes y son vanos todos los trabajos.

lunes, 26 de febrero de 2018

EL PELIGRO DE NEGAR LO MALO EN NOSOTROS

El gran peligro que tiene el ser humano es rechazar y negar lo malo y diferente que hay en su interior. El ser humano es complejo; es cuerpo y espíritu; es corazón e inteligencia; está en busca de comunión y de triunfo; está próximo a la tierra por su cuerpo, y cerca de lo universal por su inteligencia. Es tambien un ser con una historia. Tiene raíces en una familia, como niño ha sido amado y rechazado; en la vida ha tenido éxitos y fracasos; ha dado vida pero también se ha negado a darla. El ser humano es una mezcla de luz y tinieblas, de confianza y de miedo, de amor y de odio. La división se establece cuando se niega a mirar y a aceptar la realidad de su pasado, de sus heridas, de sus prejuicios, de sus miedos. Es como si reconocer todo lo oscuro y herido que hay en él fuera a provocar sentimientos intolerables de angustia y de muerte (...). La unidad interior se realiza progresivamente en la medida en que comenzamos a reconocer que ese mundo existe en lo más profundo de nosotros mismos.

Jean Vanier, Cada  persona es una historia sagrada, P 198 


Buen día, Espíritu Santo! 26022018


Meditación: Lucas 6, 36-38

En el Evangelio de hoy, Jesucristo establece una norma cuya luz vemos resplandecer en la liturgia: Si nuestro Padre celestial es misericordioso, nosotros, los hijos suyos, también debemos serlo. 

En cuatro momentos sucesivos, el Señor nos enseña, primero, aconsejándonos no hacer algo: “No juzguen y no serán juzgados… No condenen y no serán condenados…” y luego hacer algo: “Perdonen y serán perdonados… Den y se les dará.”

Esto lo podemos aplicar prácticamente en la vida cotidiana mediante un sincero examen de conciencia: Si el Señor fuera a juzgar algo de nuestra vida familiar, cultural, económica y política del mismo modo como el mundo juzga y condena, ¿podríamos sostenernos ante el tribunal? Con Dios, si damos algo, ¿recibiremos en la misma proporción? No. Si damos algo, recibiremos “una medida buena, bien apretada, remecida y rebosante” (Lucas 6, 38). ¡Qué hermosa y bendita desproporción la que nos ofrece el Señor, siempre que nosotros demos algo antes!

A veces es difícil vivir esta “ley del talión al revés”: devolver bien por mal, poner amor donde hay crítica, rechazo o incluso odio. Jesús nos enseña que, para el cristiano, esta es la única solución. Para Dios todo es posible y nos da su gracia para vivir, y nos ha dicho que los incrédulos nos reconocerán por la manera como nos amemos y vivamos la caridad. Su mandamiento nuevo es que nos amemos como él nos ama. Debido al pecado original —desde el principio manifestado en la soberbia, el egoísmo, la envidia, el rencor, etc.— la convivencia humana se ha hecho más difícil; pero, con la gracia de Dios, el hombre puede llegar a amar al prójimo como el Señor lo ama.

El Catecismo nos enseña que: “Observar el mandamiento del Señor es imposible si se trata de imitar desde fuera el modelo divino. Se trata de una participación, vital y nacida ‘del fondo del corazón’, en la santidad, en la misericordia y en el amor de nuestro Dios… El perdón es cumbre de la oración cristiana; el don de la oración no puede recibirse más que en un corazón acorde con la compasión divina. Además, el perdón da testimonio de que el amor es más fuerte que el pecado.” (CIC 2842, 2844).
“Dios mío, me cuesta mucho perdonar cuando me injurian, me causan dolor o me ofenden. Concédeme tu gracia, Señor, y tu fortaleza para perdonar así como tú perdonas mis propios pecados.”
Daniel 9, 4-10
Salmo 79 (78), 8-9. 11. 13
Fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

Salmo 78



SEÑOR, TE SUPLICO, AYUDA A ESTA PERSONA

SEÑOR, TE SUPLICO, AYUDA A ESTA PERSONA

“Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico:
«Hijo, tus pecados te son perdonados».”.
Marcos 2,5

Donde la Palabra de Dios es acogida en clima de fe y oración el milagro siempre se vuelve posible. San Marcos habla de cuatro hombres, cuatro intercesores, que creyeron en la Palabra de Jesús y le trajeron a su amigo paralítico para que el Señor lo curase.

Si los obstáculos eran grandes para la sanación de este hombre, el amor de sus cuatro amigos por el era aún mayor. Tan dispuestos estaban a hacer todo por el bien de su amigo que Jesús quedó admirado y se conmovió con lo que vio. El Señor no los atendió por causa de sus muchas palabras, ya que ellos no dijeron nada, y sí por su gran confianza y esperanza en el poder del Salvador.

Cuando los intercesores no fallan haciendo su parte, Jesús es quien no fallará en cumplir con ellos. Interceder es llevar a quien amamos a la presencia del Señor para que allí reciba el perdón y encuentre la sanación. En el momento en que damos el paso en la fe de confiar sin restricciones en Jesús, aunque la situación se presente sin salida y la resolución se revele como imposible, el Señor toma aquella causa en sus manos y manifiesta su poder salvador.

Si conoces a alguien que necesita urgentemente de la ayuda del Dios, aproxímate a esa persona, dale tu amor y llévala a Jesús en oración. Es tan importante interceder unos por los otros que Nuestro Señor dio a María Magdalena de Pazzi la siguiente revelación: “Mira, hija mía, como caen los cristianos en las manos del demonio; si mis escogidos no los librasen por sus oraciones, serían tragados por él”.

En este momento, pide al Espíritu Santo: “Muéstrame, Señor, las personas y los nombres por los cuales debo interceder”. Percibirás que, en el transcurso del día, recuerdos de hechos, nombres de personas y rostros familiares surgirán en tus pensamientos Es Dios respondiendo tu oración y entrenándote en la intercesión.

Presenta cada una de esas personas al Señor. Intercede en favor de ellas. Clama al Espíritu Santo que las socorra, que las preserve del peligro y que las ayude donde quiera que se encuentren. Pide que el Señor rescate a aquellas que se corrieron del camino, que las perdone de sus pecados, que las libere del maligno y las santifique.

Dile: “Envuelve, Jesús a esta persona con tu abrazo de amor y muéstrale hoy tu poder salvador.” Reza con tranquilidad y confianza. Habla de esa persona a Jesús, como un amigo conversa con el otro. Hazle preguntas, cuéntale tus dudas, dale sugerencias y, sobre todo, preséntale súplicas. Intercede por tus padres, por tu cónyuge, por tus hijos, parientes, amigos.

Clama: “Padre amado, en nombre de Jesús, por el poder del Espíritu Santo, cumple hoy tus planes en la vida de… “ (Decir el nombre de la persona). 

Permanece seguro de que Dios te oirá. El siempre oye cuando oramos en favor de alguien. ¿Qué tal crear ahora un gran movimiento de oración intercediendo por aquellos que, como vos, están siguiendo los pasos de este libro? Pide al Señor que atienda la oración de esos hermanos.

Si uno reza por todos, todos rezarán por éste. O sea, millones de personas estarán pidiendo a Dios por ti. Recemos unos minutitos por aquellos que el Espíritu santo nos presenta:

ORACIÓN INTERCESORA.

Padre amado, en nombre de Jesús, pido que el Señor visite y bautice con Espíritu Santo el corazón de ….. (nombra a la persona) y envuelve todas las situaciones que este tu hijo(a) está enfrentando. Dale, Señor, el consuelo de tu presencia. Esta persona necesita de tu fuerza y de tu luz, mi Dios. Ayúdalo. Coloca tu mano sobre sus heridas emocionales que tanto lo desgastan y le hacen sufrir y concédele la sanación del alma, la sanación del corazón y la sanación interior.

El Señor conoce lo íntimo de este hermano mucho mejor que lo que él mismo se conoce. El Señor tiene las respuestas para sus problemas, dudas y dolores. El Señor sabe como aliviarlo por las pérdidas que él ya sufrió. Derrama, Señor, el bálsamo de tu amor en su alma e inunda con él todos los espacios oscuros, fríos y vacíos de tu corazón.

De todas las cadenas que lo aprisionan, ¡libéralo, Padre amado, en nombre de Jesús! Del espíritu maligno, defiéndelo. Arráncalo de este vicio, mal hábito o manía. Disuelve y aniquila en el fuego del Espíritu Santo todo y cualquier voto secreto que el haya hecho contra sí mismo o contra alguien comprometiendo así su salvación.

De todo mal que lo acompaña por causa de odios, mentiras, envolvimientos con el ocultismo, objetos supersticiosos, ¡libéralos, Señor! Clamo la Sangre de Jesús sobre todas esas áreas y circunstancias de su vida. El mal no puede y no va a prevalecer. Sobre este hijo tuyo, la Sangre de Cristo puede más.

Muéstrale, Señor, como tu lo amas, cuán importante es él para ti, como él es querido y defendido constantemente por ti y por tus ángeles. No permitas que la tristeza penetre en su corazón por medio de los sentimientos de rechazo, desamparo, soledad o disgusto por sí mismo. Expulsa de su vida el espíritu de desvalorización y baja estima de sí mismo.

(Pregunta al Espíritu Santo: “Señor, ¿Qué más este hermano mío, esta hermana mía, necesita?” Y así cuando la respuesta venga a tu mente, ora al Señor y dile: “Concédele, oh Dios, esta gracia”)

Padre, en nombre del Señor Jesús, como aquellos cuatro hombres colocaron a su amigo paralítico a tus pies, también yo pongo enteramente a tus pies a… (nombre de la persona) y te consagro su mente, emociones, sentimientos y su físico. Guárdalo de todo mal y restáuralo completamente en tu amor.

¡Gracias, mi Dios! ¡Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo! Como era en un principio, ahora y siempre. ¡Amén!

Marcio Mendes
30 minutos para cambiar tu día a día.
Adaptación de original en portugués.
Editorial Canción Nueva.

RESONAR DE LA PALABRA Evangelio según San Lucas 6,36-38.

Evangelio según San Lucas 6,36-38. 
Jesús dijo a sus discípulos: «Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes». 



RESONAR DE LA PALABRA

Carlos Latorre, Misionero Claretiano
Queridos amigos:
Hemos entrado de lleno en el tiempo de Cuaresma. El mensaje del Santo Padre Francisco nos invita a no desaprovechar estas semanas para fortalecer nuestra vida cristiana dejándonos iluminar y guiar por la Palabra de Dios. No siempre cumplimos al cien por cien lo que nos proponemos para mejorar nuestra vida; lo importante es no darse nunca por vencidos. ¿Quién no tiene deseos de una vida espiritual más auténtica? ¡Ánimo! La gracia del Señor no nos va a faltar.
La lectura del profeta Daniel es una llamada al arrepentimiento por todos los males que aquejan al pueblo desterrado y que resume en estas palabras: “a nosotros nos abruma la vergüenza”. Y en el Salmo repetimos una y otra vez: “Señor, no nos trates como merecen nuestros pecados”. Confiamos en la infinita bondad divina y no en nuestros méritos.
El evangelio es muy breve, es como un resumen de algunos puntos clave de la vida cristiana. Como solemos ser demasiado propensos a juzgar y condenar a los demás, Jesús nos dice: “no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados”.
Recuerdo todavía lo que un sacerdote le dijo a la persona que se confesaba:
-Mira, de todos los pecados que confesaste, ¿sabes cuál es el peor?
–Todos, Padre, contestó el penitente.
Y el confesor le explicó:
-Cuando hablas mal de tu prójimo, lo juzgas y lo condenas: ese sí que es un verdadero pecado mortal.
Por eso Jesús nos dice hoy: “No juzguéis y no seréis juzgados”.
Dios nos medirá con la misma medida con la que midamos a los demás.
Hay una antigua fábula que dice:
“El dios Prometeo al modelar a los hombres les colgó dos alforjas, una de defectos ajenos, otra de los defectos propios. La de los ajenos la puso delante, pero la otra la colgó detrás.
Desde entonces les ocurre a los hombres que de lejos ven los defectos ajenos, pero no miran los suyos propios. Esta fábula se refiere al hombre entrometido que, ciego en sus propias cosas, se ocupa de las que no le conciernen”.
En el mensaje para esta Cuaresma el santo Padre nos recomienda el ayuno y dice: “El ayuno debilita nuestra violencia, nos desarma, y constituye una importante ocasión para crecer. Por una parte, nos permite experimentar lo que sienten aquellos que carecen de lo indispensable y conocen el aguijón del hambre; por otra, expresa la condición de nuestro espíritu, hambriento de bondad y sediento de la vida de Dios. El ayuno nos despierta, nos hace estar más atentos a Dios y al prójimo, inflama nuestra voluntad de obedecer a Dios, que es el único que sacia hambre de nuestro corazón”. El Papa se está refiriendo en primer lugar al control de la comida y la bebida. Pero con toda razón podemos aplicar el mensaje del Papa al “ayuno de palabras y juicios temerarios que juzgan y condenan a nuestros prójimos”, y que tal vez nos cuesta más practicar.

Vuestro hermano en la fe
Carlos Latorre
Misionero Claretiano
carloslatorre@claretianos.es

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

COMPRENDIENDO LA PALABRA 260218

Santa Teresa de Calcuta (1910-1997), fundadora de las Hermanas Misioneras de la Caridad 
No hay amor más grande
“Sed misericordiosos como lo es vuestro Padre”

    Tengo el sentimiento profundo de que, sin cesar y en todas partes, se revive la Pasión de Cristo. ¿Estamos dispuestos a participar de esta Pasión? ¿Estamos dispuestos a compartir los sufrimientos de los demás, no tan sólo allí donde predomina la pobreza sino en toda la tierra? Me parece que la gran miseria y el sufrimiento son más difíciles de resolver en Occidente. Recogiendo a algún hambriento en la calle, ofreciéndole una taza de arroz o una rebanada de pan, puedo apaciguar su hambre. Pero aquel que ha sido golpeado, que no se siente deseado, amado, que vive en el temor, que se sabe rechazado por la sociedad, este sufre una forma de pobreza mucho más profunda y dolorosa. Es mucho más difícil de encontrar un remedio para él.

    La gente tiene hambre de Dios. La gente está necesitada de amor. ¿Tenemos nosotros conciencia de ello? ¿Lo sabemos? ¿Lo vemos? ¿Tenemos ojos para verlo? A menudo nuestra mirada se pasea sin detenerse sobre nadie. Como si no hiciéramos otra cosa que atravesar este mundo. Debemos abrir nuestros ojos, y ver.

domingo, 25 de febrero de 2018

La conversión del corazón

La conversión del corazón que viene a ser el núcleo de toda la Cuaresma, es vista por la Escritura, como un momento de elección por parte del hombre que debe dirigir a Alguien. La pregunta es: ¿A quién dirigimos el corazón? ¿Hacia quién me estoy dirigiendo yo? En este período en el cual la Iglesia nos invita a reflexionar más profundamente tenemos que preguntarnos: ¿Hacia dónde voy yo?
Autor: P. Cipriano Sánchez

Reflexionar es una conversión que no debe ser solamente una conversión exterior, sino que debe ir sobre todo hacia la conversión del corazón. La conversión del corazón que viene a ser el núcleo de toda la Cuaresma, es vista por la Escritura, como un momento de elección por parte del hombre que debe dirigir a Alguien. La pregunta es: ¿A quién dirigimos el corazón? ¿Hacia quién me estoy dirigiendo yo? En este período en el cual la Iglesia nos invita a reflexionar más profundamente tenemos que preguntarnos: ¿Hacia dónde voy yo?

En la primera lectura Dios pone delante del pueblo de Israel el bien y el mal, diciéndole que puede elegir, decir a quién quiere servir, qué quiere hacer de su vida. Tú también vas a decidir si quieres vivir tu vida amando al Señor tu Dios, escuchando su voz, adhiriéndote a Él, o vas a tener un corazón que se resiste. Es en lo profundo de nuestra intimidad donde acabamos descubriendo hacia quién estamos orientando nuestra vida.

La Escritura nos habla por un lado de un corazón que se resiste a Dios y por otro lado de un corazón que se adhiere a Dios. Mi corazón se resiste a Dios cuando no quiero ver su gracia, cuando no quiero ver su obra en mi vida, cuando no quiero ver su camino sobre mi existencia. Mi corazón se adhiere a Dios, cuando en medio de mil inquietudes, vicisitudes, en medio de mil circunstancias yo voy siendo capaz de descubrir, de encontrar, de amar, de ponerme de delante de Él y decirle: “aquí estoy, cuenta conmigo”.

Jesús en el Evangelio nos presenta esta elección, entre resistencia del corazón y la adhesión del corazón como una adhesión por Él o contra Él: “El que quiera seguirme que se niegue a sí mismo, cargue su cruz cada día y se venga conmigo.” Una conversión que no es solamente el cambiar el comportamiento; una conversión que no es simplemente el tener una doctrina diferente; una conversión que no es buscarse a sí mismo, sino seguir a Jesucristo. Esta es la auténtica conversión del corazón.

Jesús pone como polo opuesto, como manifestación de la resistencia del corazón el querer ganar todo el mundo. ¿Qué prefieres tú? ¿Cuál es la opción de tu vida, cuál es el camino por el cual tu vida se orienta, ganar todo el mundo si no te ganas a ti mismo?, pero si has perdido a base de la resistencia de tu corazón lo más importante que eres tú mismo, ¿cómo te puedes encontrar?. Solamente te vas a encontrar adhiriéndote a Dios.

Deberíamos entrar en nuestra alma y ver que estamos ganando o qué estamos perdiendo, a qué nos estamos resistiendo y a quién nos estamos adhiriendo. Este es el doble juego que tenemos que hacer y no lo podemos evitar. Nuestra alma, de una forma u otra, se va a orientar hacia adherirse a Dios, automáticamente está construyendo en su interior la resistencia a Dios. El alma que no busca ganarse a sí misma dándose a Dios, está automáticamente perdiéndose a sí misma.

Son dos caminos. A nosotros nos toca elegir: “Dichoso el hombre que confía en el Señor, éste será dichoso; en cambio los malvados serán como paja barrida por el viento. El Señor protege el camino del justo y al malo sus caminos acaban por perderlo”: ¿Qué camino llevo en este inicio de Cuaresma? ¿Es un camino de seguimiento? Me dice Nuestro Señor: ¿Eres de los que quieren estar conmigo, de los que quieren adherirse a Mí? ¿O eres de los que se resisten?

LOS PRIMEROS TIEMPOS EN UNA COMUNIDAD

Para los que han estado viviendo solos, el primer mes en una comunidad es generalmente eufórico.  Todos los que les rodean les parecen santos; todos tienen un aspecto feliz. Luego, al segundo mes, todos ellos son unos demonios. Tienen motivaciones ambiguas, todos son más o menos hipócritas, y tan glotones que se eligen precisamente la porción de carne que a mí me apetecía. Cuando tengo ganas de estar en silencio, hablan y cuando me apetece hablar, me cortan la palabra con la mirada. ¡Es una conspiración!Al tercer mes, no son ni santos ni demonios. Son unas personas que se han juntado para luchar y amar juntas. No son ni perfectos ni imperfectos. Son como todo el mundo, una mezcla de ambas cosas. Están creciendo, lo cual quiere decir que el bien está en el crecimiento, y que el mal es lo que impide crecer. (Desgraciadamente, para algunos el "segundo mes"es tan fuerte que abandonan).Esta es la realidad. Debemos aceptar que el crecimiento nos lleva del egoísmo al amor, de "la comunidad para mí" al "yo para la comunidad"; es un camino largo y a veces árduo, empedrado de alegrías y sufrimientos.  Un camino que empieza aceptando nuestras diferencias y aprendiendo a conocernos unos a otros. ¿Qué es lo que proporciona paz a un determinado miembro de la comunidad? ¿Qué es lo que le levanta el ánimo? ¿Qué es lo que le hiere? ¿Qué es lo que le sosiega? ¿Qué es lo que le irrita?  Todo es importante cuando vivís con alguien (...). Debemos ser sensibles a lo que necesita el otro. Ahí empieza la comunidad. Y muchas veces con pequeños detalles manifestamos que los demás son importantes: acordarse del cumpleaños, del día del santo, servir bien la mesa y barrer, arreglar las flores... Todo puede transformarse de ley, a comunión y  don, puesto que una comunidad empieza por las cosas materiales. 


Jean Vanier, No temas amar, p 66