La Iglesia siempre ha considerado que el Padre Nuestro es la oración más valiosa. Es una plegaria de confianza, obediencia y amor que brotó del corazón del propio Jesucristo. También es una oración para todos los hijos de Dios que desean acercarse al Padre, confiando en que, a su debido tiempo y como él quiera, les dará el “pan” que necesiten.
Es importante observar que todas las peticiones del Padre Nuestro están formuladas en plural: Danos hoy nuestro pan de cada día; no nos dejes caer en tentación, etc. Esto significa que la oración que revela más claramente el corazón de Jesús frente al Padre debe rezarse en común. Cada cual tiene el privilegio de entrar en una relación íntima con Dios como Padre; sin embargo, esta intimidad no ha de tender a generar una relación aislada e individualista, porque todos, unidos por la gracia del Espíritu, somos hijos de Dios y hermanos en Cristo, y juntos podemos elevar a su presencia la oración más profunda de nuestro corazón.
Esta plegaria nos une con la de los fieles de todas las lenguas y naciones, por eso nuestras peticiones deben incluir las necesidades de todos los que consideran a Dios como Padre. Cuando oramos por el pan nuestro de cada día, pedimos que todos los hijos de Dios reciban la gracia y el sustento que el Señor quiere darles; cuando pedimos perdón por nuestras faltas, decimos que deseamos tener un corazón compasivo, capaz de perdonar todo el mal que nos hayan hecho, a nosotros y a cualquier persona. Si no llegamos a esta comunión y unidad entre los unos y los otros, sin acusaciones ni resentimientos, estamos limitando nuestra vivencia de la gracia y el perdón del Señor.
San Cipriano de Cartago, que murió en el año 258 d.C., escribió la siguiente oración: “Dios, el maestro de la paz y la armonía que nos enseñó la unidad, quiso que cada uno orara por todos, tal como él llevó a todos en su persona… Dios, quiere que los del mismo hogar vivan en armonía, admitirá en su hogar eterno sólo a los que tengan armonía en la oración” (Tratado sobre el Padre Nuestro, 8-9).
“Padre eterno y misericordioso, te rogamos que nos concedas la gracia de una profunda unidad, mayor amor y armonía con todas las personas, para que nuestra oración denote la misericordia y la compasión de Jesucristo, tu Hijo amado.”
Isaías 55, 10-11
Salmo 34(33), 4-7. 16-19
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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