En el Evangelio de hoy, el Señor explica el verdadero significado de la enseñanza del Antiguo Testamento diciendo: “Han oído que se dijo... Yo en cambio les digo.”
Esto es algo que también es útil para nuestra propia instrucción. Escuchamos muchas filosofías y opiniones, pero lo que cuenta es lo que Jesucristo enseñó y que podemos leer en la Escritura y el Magisterio de la Iglesia. Si queremos ser hijos de nuestro Padre celestial, debemos amar como él ama: sin condiciones, a todos, todo el tiempo.
Ser perfectos como Dios Padre es perfecto parece una tarea imposible, pero la invitación de Jesús a todos los cristianos es clara y directa. Sus palabras encuentran eco en la enseñanza del Concilio Vaticano II: “El Señor Jesús, divino Maestro y modelo de toda perfección, predicó la santidad de vida… a todos y a cada uno de sus discípulos, de cualquier condición que fuesen” (Lumen Gentium, 40). Una buena medida para saber si hemos crecido en la santidad es analizar la actitud que adoptamos frente a quienes nos critican o nos contradicen. ¿Los amamos con el amor perfecto que San Pablo describe en 1 Corintios 13, 4-8? Jesús nos pide que así lo hagamos. ¿Cómo podemos negarnos a amar a alguien a quien Dios ama tanto?
En la práctica, ¿qué actitud adoptamos frente a este llamamiento? Probablemente alegaremos que no es posible amar a los enemigos, que eso es pedir mucho o que Dios comprenderá que no siempre podemos hacerlo. Pensamientos como éstos revelan una falta de fe en que el Espíritu Santo vive en nosotros y puede movernos a amar perfectamente. En lo íntimo del corazón, debemos decir que, con la gracia de Dios y el poder del Espíritu Santo, podemos amar a nuestros enemigos, si queremos hacerlo.
Aceptar esta invitación significa no guardar nada contra nadie, tal como Dios no guarda nada contra nosotros. Piensa en las personas que tú no amas, que no puedes perdonar, contra quienes tienes resentimientos o rencores. Arrepiéntete ante el Señor y perdona a esas personas en tu corazón. Si es posible y aconsejable, anda y reconcíliate en persona. Perdonar es maravilloso, pero sólo es posible hacerlo con la fuerza del Espíritu Santo que actúa en nosotros.
“Amado Jesús, Señor y Salvador mío, que me has dado tu propio Espíritu para que yo ame como tú amas, ayúdame a amar y ser perfecto como tu Padre es perfecto.”
Deuteronomio 26, 16-19
Salmo 119(118), 1-2. 4-5. 7-8
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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