Necesitamos estar bien equipados para dirigir, ayudar, pastorear a nuestros hermanos. Parece que debiéramos tener en abundancia los carismas para "construir" la comunidad de la que somos responsables. Si otros menos instruidos, menos conocedores de la Renovación, quizá menos entregados al Señor, tienen uno o varios dones, ¿por qué no quienes han de supervisar, discernir, dirigir a esos mismos favorecidos por el Espíritu? El celo mal orientado, la envidia oculta, el deseo de ser considerado y admirado... pueden hacer presa en nosotros.
El espíritu del mal no nos tentará abiertamente; lo hará, como a Cristo en las tentaciones del comienzo de su vida pública, a partir de un bien real o aparente. Es preciso que los líderes no se consideren inmunes a estos ataques sutiles. Persuadidos de esta realidad, han de saber conservar la serenidad interior, ser capaces de examinar, discernir en sí mismos las raíces ocultas de lo que aparece, en la superficie, como irreprochable. Sin alteraciones ni congojas, es importante conservar la humildad, la capacidad de ser ayudados, para mantenerse en ese difícil equilibrio que huye de los extremos, en la apreciación, deseo y uso de los carismas en sí y en los demás.
p. Benigno Juanes sj
"Las 11 tentaciones del servidor"
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