Mateo 23, 12
Los maestros de la ley y los fariseos eran personajes influyentes en Israel, como se aprecia en los evangelios, y vemos que eran los “chicos malos” que toda buena obra literaria necesita. Pero la verdad es que estos estudiosos jefes religiosos eran en realidad gente común, al igual que nosotros. Tenían sus propias virtudes y defectos, al igual que nosotros. Muchos eran probablemente buenos hombres de familia y muy dedicados a su trabajo y, como todos, afrontaban dilemas que resolver, dificultades y tentaciones. El problema es que algunos de ellos cedían a las tentaciones, especialmente las de la corrupción y la soberbia.
¿Quién de nosotros no ha sentido la tentación de procurarse lugares de honor, “echarse flores” uno mismo, lograr que los demás nos consideren importantes y cosas por el estilo? La buena noticia es que todos podemos aprender a reconocer estas tentaciones y decidirnos a rechazarlas en lugar de ceder a ellas. Todos, por la gracia del Espíritu Santo, podemos llevar una vida con la firme determinación de no caer en actitudes de arrogancia o superioridad, y si ocasionalmente caemos, podemos arrepentirnos, pedir perdón y seguir adelante.
Tal vez no todos lo crean, pero Dios ha hecho posible que los fieles llevemos una vida humilde, como lo hizo Jesús hace dos mil años. ¿Cómo? En parte depende de lo que observamos, es decir, de tener presentes los lugares, las personas y las ocasiones que nos llevan a una mentalidad de soberbia, porque así podremos saber cuándo nos conviene estar especialmente en guardia. También depende del tiempo que pasemos en oración con el Señor, puesto que él puede hacer por nosotros lo que jamás podríamos hacer por nosotros mismos. Unos pocos minutos de oración cada día puede ser muy eficaz para lograr un cambio de corazón y de mentalidad. Y depende, además, de la acción del Espíritu Santo, que constantemente está trabajando y enviándonos mensajes: “No te olvides de que Dios te ama… Lo que hiciste no estuvo bien; pídele perdón a Dios... Aquella persona necesita una mano compasiva…Ten cuidado; te estás poniendo soberbio…”
Por eso, hoy tienes un triple trabajo que hacer: estar en guardia cuando sea necesario; orar y tratar de percibir la acción del Espíritu Santo. Si lo haces, avanzarás bastante.
“Espíritu Santo, te ruego que me des fuerzas para resistir la tentación y me enseñes a ser humilde.”
Isaías 1, 10. 16-20
Salmo 50(49), 8-9. 16-17. 21. 23
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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