Conocemos la famosa frase: “Todo puede ser transformado por la fuerza de la oración”. Ya se convirtió hasta en una música, como canta Salette Ferreira. Pero, ¿te has preguntado si tu oración es capaz, verdaderamente capaz, de cambiar la voluntad de Dios? ¿Con tus pedidos y súplicas, Dios cambiaría su voluntad? ¿Sería posible que, nosotros como criaturas, modificáramos la voluntad del Creador?
Si ya te hiciste esa pregunta, déjame decirte que no fuiste el primero. Santo Tomás de Aquino, una gran santo y doctor de la Iglesia, nos catequizó sobre esa pregunta. En su Suma Teológica, en el artículo 2, de la cuestión 83 de II IIa Parte, habla específicamente de la oración, él nos apunta la respuesta de esa pregunta, que es formulada de esta forma: ¿Por medio de la oración se doblega el ánimo de aquel a quien se ora para que haga lo que se le pide? Pero el ánimo de Dios es inmutable e inflexible, según aquel texto de 1 Re 15,29: Por cierto que el triunfador de Israel no perdonará ni, arrepentido, se doblegará. Luego no es conveniente que oremos a Dios.
¿Cuál es el sentido de orar?
¿Si no somos capaces de doblar a Dios -torcer su voluntad-, a quien oramos, entonces, cuál es el sentido de orar? ¿Cuál es el sentido de pedir, si no vamos a conseguir lo que queremos, ya que Dios no va a cambiar su voluntad? Y ahí, Tomás nos presenta el sentido de la oración. Nosotros, los hombres, no oramos para cambiar la voluntad de Dios, al contrario, oramos para alcanzar aquello que Él nos ofrece, pero que solo conseguiremos por medio de la oración.
Es más o menos así: Dios me dio un regalo, pero lo dejó del otro lado de la calle. Para que yo pueda obtener ese regalo, necesito cruzar la calle. Si yo me quedo parado de este lado, nunca voy a tener el regalo. Así podemos entender que, Dios nos dio un regalo y la vía para alcanzarlo es la oración. Si no cruzo la calle, no tengo el regalo; si no oro, no tengo el regalo. Lo más interesante es que Dios ya me dio ese regalo. Él no me lo va a dar cuando llegue al otro lado de la calle, ese regalo ya es mío, incluso cuando esté del otro lado, el regalo ya está allí.
La oración nos transforma
La oración, por lo tanto, no es para cambiar la voluntad de Dios, sino para que su voluntad nos transforme. Orando, y solamente orando, vamos a entender cuál es la voluntad de Dios para nuestra vida. Por eso, es extremadamente necesario tener una vida de oración, pues por medio de ella vamos a entrar en sintonía con la voluntad del Señor. Es la vida de oración (y aquí la podemos traducir como la intimidad con Dios) la que va a moldear nuestro corazón según el formato del corazón de Dios. La propia oración tiene varias características: oración de intercesión, de súplica, agradecimiento, alabanzas a Dios, etc. Todas ellas nos van a acercar más al corazón de Dios.
Entonces, no dejemos de pedir, no dejemos de orar pensando que la oración no tiene efecto, ya no vamos a cambiar a Dios. Muy por el contrario, recemos más, pidamos más, pues es esa oración la que nos va a transformar. Y eso es lo que importa: nuestra conversión diaria, para que, cada vez estemos más cerca de Dios.
Guilherme Zapparoli
Misionero de la Comunidad Canción Nueva, formado en Biología y pos graduado en bioética
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