lunes, 13 de agosto de 2012

En la paradoja está la virtud



  
Ron Rolheiser (Trad. Julia Hinojosa)
Lunes 13 de Agosto del 2012
Hay una serie de axiomas antiguos que sugieren que la virtud y la verdad se encuentran en el medio, entre dos extremos.  Esto fue llamado el “justo medio” y se expresa en frases tales como “En medio stat virtus” y “Aurea mediocritas.”
Sin embargo, esto, facilmente, puede ser malinterpretado cuando se sugiere que la virtud y la verdad se encuentran en el mínimo común denominador, en la mediocridad.  De hecho esa es la traducción literal de la “aurea mediocritas”, la mediocridad de oro.
Lo que estos axiomas señalan, sin embargo, no es una mediocridad que trata de evitar los bordes crudos de los dos extremos para replantear algún centro desfigurado. Más bien nos dicen que la virtud y la verdad se encuentran en la paradoja, en provocar la verdad en ambos lados y en vivir dentro de la tensión de esa ambigüedad.  La virtud y la verdad no se detectan mediante la elección de entre "uno / otro" ó en  optar por algún punto medio insípido que no es lo suficientemente picante como para ofender a una u otra postura.  La virtud y la verdad se encuentran en la vivencia de " ambos / y ", es decir, en el provocar y en el equilibrar  la verdad que se encuentra en ambos extremos.
Y, en nada, esto es más verdadero que en el discernimiento religioso, es decir, en la cuestión de cómo reconocer la voz de Dios en nuestras vidas. 
¿Dios habla en voz baja ó en el trueno?
¿Dios habla en el dolor ó en la bendición?
¿Dios nos llama fuera de este mundo ó más profundamente hacia él?
¿Dios nos llama a través de lo que ya es conocido y domesticado ó  Dios nos llama a tierras extranjeras?
¿Dios nos altera ó nos tranquiliza?
¿Reconocemos a Dios en los milagros ó en la impotencia?
¿Dios habla a través de los ricos ó por medio de los pobres, a través de la educación ó a través los que no tienen educación?
¿La voz de Dios nos asusta ó nos libera del temor?
¿Se escucha la voz de Dios más a través de la piedad ó la iconoclasia?
¿Dios nos pide renunciar a los placeres de este mundo ó Dios nos pide disfrutar de ellos?
La voz de Dios está en todas estas cosas.
Se escucha en la paradoja:
  • La voz de Dios se reconoce tanto en los susurros y los tonos suaves, así como en el trueno y en la tormenta. Dios le habló a Elías en una suave brisa, sin embargo a Faraón a través de las plagas.
  • La voz de Dios se reconoce donde quiera que uno ve vida,  alegría,  salud,  color y  humor, incluso se reconoce allí donde uno ve morir, sufrimiento, pobreza, o un espíritu abatido. Dios está igualmente presente en el Viernes Santo y en el Domingo de Pascua.
  • La voz de Dios se reconoce en aquello que nos llama a lo más elevado,  lo que nos distingue,  lo que nos invita a la santidad, y al mismo tiempo nos llama a la humildad, nos invita a sumergir  nuestra individualidad en la humanidad, y rechaza todo lo que denigra nuestra humanidad. La voz de Dios nos llama a salir de lo que es puramente humano, incluso nos invita a tomar humildemente nuestro lugar dentro de la humanidad.
  • La voz de Dios se reconoce en lo que aparece en nuestras vidas como "diferente", como otro, como "alguien no conocido", y también se reconoce en la voz que es profundamente familiar y que nos llama a casa.  La voz de Dios nos lleva más allá de cualquier lenguaje que conozcamos, incluso cuando reconocemos en ella, más profundamente,  nuestra lengua materna.
  • La voz de Dios es la que más nos desafía, aun cuando sea la única voz que en última instancia nos calma y nos consuela.  La voz de Dios perturba a los que da consuelo y consuela a los perturbados,  sin embargo también consuela a los que da consuelo y perturba a los perturbados.
  • La voz de Dios entra en nuestra vida como el más grandioso de los poderes, y en la vulnerabilidad, de un bebé indefenso entre pajas.  La voz de Dios crea el cosmos y lo mantiene en existencia, y al mismo tiempo se encuentra en nuestro mundo como un niño impotente.
  • La voz de Dios se escucha en forma privilegiada en los pobres, pero también nos llama a través de la voz del artista y del intelectual. Dios está en los pobres, incluso cuando el artista y el intelectual ayuden a revelar las propiedades trascendentales de Dios.
  • La voz de Dios nos invita a vivir más allá de todo temor, aun cuando nos inspira un temor santo. Cuando Dios aparece en la historia humana, invariablemente, las primeras palabras son: "¡No tengáis miedo!" La presencia de Dios tiene la intención de erradicar todo el miedo, incluso cuando nos invita a vivir en el "santo temor", en una reverencia y una castidad que ayudan a crear un mundo en el que nadie tiene que temer nada.
  • La voz de Dios se  reconoce en los dones del Espíritu Santo, aun cuando nos invita a nunca negar la complejidad de nuestro mundo y nuestras propias vidas.
  • La voz de Dios siempre se escucha donde se esté  disfrutando genuinamente y haya auténtica gratitud, incluso cuando nos pide negarnos a nosotros mismos, morir a nosotros mismos, y relativizar todas las cosas de este mundo.
Por supuesto que aceptar esto también es aceptar vivir con la ambigüedad, la complejidad, sin saber, y con una gran dósis de paciencia. 
La voz de Dios, entonces ya no será tan clara como a nuestro instinto fundamentalista le gustaría, sin embargo estará libre para aliviarnos y  desafíanos como nunca antes.
fuente: Portal Ciudad Redonda

domingo, 12 de agosto de 2012

Gustad y Ved


Dejo que las palabras resuenen en mis oídos:

“Gustad y ved qué bueno es el Señor.”

Gustad y ved. Es la invitación más seria y más íntima que he recibido en mi vida: invitación a gustar y ver la bondad del Señor. Va más allá del estudio y el saber, más allá de razones y argumentos, más allá de libros doctos y escrituras santas. Es invitación personal y directa, concreta y urgente. Habla de contacto, presencia, experiencia. No dice “leed y reflexionad”, o “escuchad y entended”, o “meditad y contemplad”, sino “gustad y ved”. Abrid los ojos y alargad la mano, despertad vuestros sentidos y agudizad vuestros sentimientos, poned en juego el poder más íntimo del alma en reacción espontánea y profundidad total, el poder de sentir, de palpar, de “gustar” la bondad, la belleza y la verdad. Y que esa facultad se ejerza con amor y alegría en disfrutar radicalmente la definitiva bondad, belleza y verdad que es Dios mismo.

“Gustar” es palabra mística. Y desde ahora tengo derecho a usarla. Estoy llamado a gustar y ver. No hay ya timidez que me detenga ni falsa humildad que me haba dudar. Me siento agradecido y valiente, y quiero responder a la invitación de Dios con toda mi alma y alegría. Quiero abrirme al gozo íntimo de la presencia de Dios en mi alma. Quiero atesorar las entrevistas secretas de confianza y amor más allá de toda palabra y toda descripción. Quiero disfrutar sin medida la comunión del ser entre mi alma y su Creador. Él sabe cómo hacer real su presencia y cómo acunar en su abrazo a las almas que él ha creado. A mí me toca sólo aceptar y entregarme con admiración agradecida y gozo callado, y disponerme así a recibir la caricia de Dios en mi alma.

Sé que para despertar a mis sentidos espirituales tengo que acallar el entendimiento. El mucho razonar ciega la intuición, y el discurrir humano cierra el camino a la sabiduría divina. El discurrir impide el gustar y ver. He de aprender a quedarme callado, a ser humilde, a ser sencillo, a trascender por un rato todo lo que he estudiado en mi vida y aparecer ante Dios en la desnudez de mi ser y la humildad de mi ignorancia. Sólo entonces llenará él mi vacío con su plenitud y redimirá la nada de mi existencia con la totalidad de su ser. Para gustar la dulzura de la divinidad tengo que purificar mis sentidos y limpiarlos de toda experiencia pasada y de todo prejuicio innato. El papel en blanco ante la nueva inspiración. El alma ante su Creador y  Señor.

El objeto del sentido del gusto son los frutos de la tierra en el cuerpo, y los del Espíritu en al alma: “amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza.” (Gálatas 5,22). Cosecha divina en corazones humanos. Esa es la cosecha que estamos invitados a recoger para gustar y asimilar sus frutos. La alegría brotará entonces en nuestras vidas al madurar las cosechas por los campos del amor; y las alabanzas del Señor resonarán de un extremo a otro de la tierra fecunda.

Bendigo al Señor en todo momento,
Su alabanza siempre está en mi boca. 
Proclamad conmigo la grandeza del Señor,
Ensalcemos juntos su nombre.”

Carlos Valles sj
Fuente: Blog personal padre Carlos Valles sj

A Dios se lo escucha con el corazón

En este salmo esta el centro de la voz de Dios, y quien dice eso es el propio Señor por medio del salmista: “Ojalá escucharan hoy la voz de Señor: “No cierren sus corazones”” (Salmo 94)




Mis hermanos, esta aquí una revelación del Señor: “Escuchen mi voz, y sigan adelante por el camino que les voy a indicar para que sean felices" (Jeremías 7,23)

Es una lastima si pensamos que las leyes divinas son un fardo para hacernos infelices. Por eso, el Señor nos pide: “No cierren sus corazones”. Aquí, Dios no habla de oídos, sino del corazón, porque a Él se lo escucha con el corazón Por eso necesitamos tenerlo cada vez más abierto, más dócil, porque así, con esa docilidad el Señor no va a hablar y nosotros lograremos escucharlo. Él nos esta indicando el camino, y si lo seguimos seremos felices.

Todo lo que el Señor nos enseña, necesitamos pasárselo a las demás personas. Pero si ellas no quieren escuchar, tenemos que rezar por ellas, pidiendo que el Espíritu Santo las ilumine para que escuchen la voz del Señor y vivan según su voluntad divina.
“Señor, quita la sordera del corazón de cada uno de nosotros, y, al pedir eso para nosotros, lo pedimos también para los nuestros. Quita la dureza y la desobediencia de nuestro corazón. Lo que pido para mí, Señor, pido para los míos, para que ellos sean felices y para que, en nuestra casa, seamos felices y ayudemos a que otros también lo sean”.
Hermanos, el Señor nos esta mostrando el secreto de la felicidad: escuchar Su voz y seguir el camino trazado por Él. “Pero ellos no escucharon y no prestaron atención; al contrario, siguiendo las inclinaciones del corazón, andaban para atrás y no hacia el frente” (Jeremías 7,24)

Cualquier persona, familia o nación que no escuche la voz del Señor, en vez de andar hacia el frente, va andar para atrás. Esas no son palabras de los sacerdotes, ni del Papa, son las del propio Dios.
¡Que Dios te bendiga!

Monseñor Jonas Abib
Fundador de la Comunidad Canción Nueva.
Traducción: Exequiel Alvarez
Fuente: Portal Canción Nueva en español

sábado, 11 de agosto de 2012

Entrégale a Nuestra Señora la llave de tu casa







En el sueño de Don Bosco, el Papa hizo que la barca de la Iglesia llegase entre las dos columnas: María y la Eucaristía. Debemos consagrar nuestra familia y nuestra casa a quienes son sus verdaderos dueños. Si todavía no le has dado a ellos el derecho de ser los dueños de tu hogar, ¡este es el momento de hacerlo! Si las cosas van mal, seguramente es porque todavía insistes en ser el dueño de tu casa. ¡Quien somos nosotros para solucionar alguna cosa!

Necesitamos darle a nuestra Señora la llave de nuestra casa, y hacer que ella sea la dueña. Necesitamos consagrar nuestra casa a ella. ¡No necesitamos tener miedo! La primera cosa que la Virgen María hará cuando la constituyas dueña de tu casa es entronizar Jesús en ella. “Entronizar” quiere decir “poner en el trono”. Ella va sentarse en el trono de tu casa y quedara al lado de Jesús, humilde, mirando hacia Él, hacia nosotros, mirando nuestra casa, señalando a Jesús, presentándole nuestros problemas y las dificultades.

Existen algunos que dicen que estamos adorando Nuestra Señora. No es idolatría. Ella es dueña y reina, pero ella sabe cual es su lugar. Ella no le va a quitar el lugar a Cristo. Al contrario, le va devolver a Jesús el lugar que Él no esta teniendo en nuestra casa. Este es el momento de consagrar nuestra casa a la Virgen María Ten la seguridad que, consagrando a ella, nuestra casa va ser consagrada a Jesús, el Señor.

¡Dios te bendiga!

Monseñor Jonas Abib
Fundador de la Comunidad Canción Nueva
fuente: Portal Español Canción Nueva.

viernes, 3 de agosto de 2012

AVISO IMPORTANTE
Vistas las bajas temperaturas y hasta tanto
se considere conveniente, nuestra comunidad
suspende los encuentros de las 20.30 hs.
Te esperamos todos los miércoles a las 15 hs.
En el mismo lugar,
en tu Casa,
en tu Parroquia.

Aquí esta el SOL

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Paciencia con Dios


  
Ron Rolheiser (Trad. Julia Hinojosa) - Lunes 30 de Julio del 2012
Hay un adagio que dice que un ateo es simplemente alguien quien no puede comprender la metáfora.  Thomas Halik, el escritor Checo, sugiere que más bien un ateo es alguien quien no es suficientemente paciente con Dios.
Hay mucho de cierto en esto.  La paciencia con Dios es probablemente nuestra mayor lucha de la fe.  Dios, al parecer, nunca tiene prisa y por eso vivimos con una impaciencia que puede poner a prueba la fe más fuerte y el corazón más valiente.
La vida, como todos podemos atestiguar, no esta exenta de amargas frustraciones y dolores de cabeza abrumadores. Todos vivimos con mucho dolor, y tensiones sin resolver.  ¿Quién de  nosotros no experimenta en forma regular el dolor de la enfermedad, varios tipos de fracasos personales y profesionales, algún tipo de humillación, una  expresión personal inadecuada, la devastación del alma por la perdida de seres queridos, cualquier tipo de anhelo frustrado, y el dolor persistente de una vida inadecuada?  En esta vida no hay nada que se parezca a una alegría clara y pura; más bien todo viene con una sombra.  Nosotros de hecho vivimos dentro de un cierto  valle de lágrimas.
Nosotros fuimos creados para la felicidad, mas sin embargo, la felicidad pura nunca nos encuentra.  Tampoco, al parecer, la justicia.  Jesús nos prometió que los humildes van a heredar la tierra, pero la mayoría de las veces no suele ocurrir así.  Los arrogantes entre nosotros a menudo creen eso.  Hay una caricatura infame de Ziggi la cual lo presenta rezándole a Dios con estas palabras: ¡solo quiero decirte que los humildes siguen siendo clavados aquí abajo! Frecuentemente esto es lo que en realidad sucede. ¿Entonces dónde esta Dios? ¿Dónde esta la verdad en la promesa de Jesús acerca de que los humildes heredarán la tierra?  Ante esta gran injusticia social global, o  vivimos siento inmensamente pacientes con Dios, ó  acabamos creyendo ni las promesas  ni la existencia de Dios son ciertas.
Cuando Jesús  moría en la cruz, algunos espectadores se burlaban y desafiaban su mensaje con éstas palabras: ¡Si tú eres el hijo de Dios, deja que te rescate!  En esencia: ¡si Dios es real y tu mensaje es verdad, pruébalo en este momento! ¡Y Dios dejó morir a Jesús! Lo mismo puede decirse de Jesús  enfrentando la muerte de Lázaro.  En esencia, se le estaba desafiado: Si tú posees el poder de Dios en este mundo y tú amas a este hombre, ¿por qué no lo salvas de la muerte?  ¡Jesús dejó morir a Lázaro! Y la primera comunidad de discípulos inmediatamente después de la Ascensión, dolorosamente se enfrentaron con la misma pregunta: Jesús es Dios, y él nos ama - ¿por qué entonces nos deja morir?
Cada uno de nosotros se hace la misma pregunta personal porque lo que  queremos es un Dios que nos rescate, que intervenga activamente por la justicia y la bondad en este mundo, que actúe de forma visible en esta vida, y que  no permita que nos enfermemos y muramos.  Nadie de nosotros queremos un Dios que nos pida que vivamos toda una vida de paciencia, predicando la promesa de que al final, en cualquier momento que esto sea, el amor y la justicia van a prevalecer, todas las lágrimas se secarán, y todo finalmente va a estar bien.  Queremos la vida, el amor, la justicia, y la consumación, ahora, no en un futuro distante y después de toda una vida de dolor.  Dios, como dice un antiguo axioma Judío, ¡no tiene prisa!
Y así vivimos con mucha impaciencia, expresa y tácita con Dios. Los ateos, al parecer, en un determinado momento se dan por vencidos en este juego y, en esencia, dicen las palabras: ¡He visto lo suficiente, he esperado lo suficiente,  y no es suficiente!  ¡Ya no voy a esperar a Dios! Más sin embargo, si el ateísmo es sólo otra manera de decir que yo ya no voy a esperar a Dios, entonces lo contrario también es cierto: La fe, es simplemente otra manera de decir: voy a esperar a Dios. Si el ateísmo es la impaciencia, la fe es la paciencia.
El escritor espiritual Italiano, Carlo Carreto, después de pasar mas de 20 años en soledad como un monje en el desierto del Sahara, se le preguntó qué cosa en particular oyó que Dios le dijera, dentro de ese largo, profundo silencio.  Le preguntaron ¿qué escuchó a Dios decirle al mundo?  Su respuesta: ¡Dios nos esta pidiendo que esperemos, que seamos pacientes!
¿Por qué la necesidad de esa gran paciencia? ¿Acaso Dios quiere probarnos? ¿Acaso quiere Dios ver si de hecho tenemos una fe que sea digna de recompensa?  No. Dios no tiene necesidad de jugar ese juego, ni tampoco nosotros.  No es que Dios quiera probar nuestra paciencia. La necesidad de paciencia surge por lo ritmos innatos dentro de la propia vida y dentro del amor mismo.  Tienen que desarrollarse, al igual que las flores y los embarazos, de acuerdo con sus ritmos innatos, y dentro de su propio tiempo.  Estos no se pueden apresurar, no importa cuán grande sea nuestra impaciencia, ó cuan grande sea nuestro malestar.
Y tampoco Dios puede ser apresurado, porque es su tiempo, el que nos protege, de un retraso en el crecimiento perpetuo de la vida y del amor, de pasar a través del canal de parto prematuramente.
Fuente Ciudad Redonda

9º Viernes de Adoración


Un minuto para Dios... para vos