miércoles, 31 de mayo de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

“¿Quién soy yo, para que me visite la madre de mi Señor?”

Cristo nos urge (cf 2Co 5,14). Cada uno de vosotros ha de ser no sólo apóstol, sino apóstol de apóstoles, que arrastre a otros, que mueva a los demás para que también ellos den a conocer a Jesucristo. Quizás alguno se pregunte cómo, de qué manera puede dar este conocimiento a las gentes. Y os respondo: con naturalidad, con sencillez, viviendo como vivís en medio del mundo, entregados a vuestro trabajo profesional y al cuidado de vuestra familia...la vida ordinaria puede ser santa y llena de Dios, que el Señor nos llama a santificar la tarea corriente, porque ahí está también la perfección cristiana. Considerémoslo una vez más, contemplando la vida de María.

No olvidemos que la casi totalidad de los días que Nuestra Señora pasó en la tierra transcurrieron de una manera muy parecida a las jornadas de otros millones de mujeres, ocupadas en cuidar de su familia, en educar a sus hijos, en sacar adelante las tareas del hogar. María santifica lo más menudo, lo que muchos consideran erróneamente como intrascendente y sin valor: el trabajo de cada día, los detalles de atención hacia las personas queridas, las conversaciones y las visitas con motivo de parentesco o de amistad. ¡Bendita normalidad, que puede estar llena de tanto amor de Dios!

Porque eso es lo que explica la vida de María: su amor. Un amor llevado hasta el extremo, hasta el olvido completo de sí misma, contenta de estar allí, donde la quiere Dios, y cumpliendo con esmero la voluntad divina. Eso es lo que hace que el más pequeño gesto suyo, no sea nunca banal, sino que se manifieste lleno de contenido. María, Nuestra Madre, es para nosotros ejemplo y camino. Hemos de procurar ser como Ella, en las circunstancias concretas en las que Dios ha querido que vivamos.


San Josemaría Escrivá de Balaguer (1902-1975)
presbítero, fundador
Homilía del 04/05/1957, Es Cristo que pasa

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Lucas 1,39-56


Evangelio según San Lucas 1,39-56
María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá.

Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.

Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo,

exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!

¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?

Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno.

Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor".

María dijo entonces: "Mi alma canta la grandeza del Señor,

y mi espíritu se estremece de gozo en Dios, mi Salvador,

porque él miró con bondad la pequeñez de tu servidora.

En adelante todas las generaciones me llamarán feliz".

Porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas:

¡su Nombre es santo!

Su misericordia se extiende de generación en generación

sobre aquellos que lo temen.

Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón.

Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes.

Colmó de bienes a los hambrientos

y despidió a los ricos con las manos vacías.

Socorrió a Israel, su servidor,

acordándose de su misericordia,

como lo había prometido a nuestros padres,

en favor de Abraham y de su descendencia para siempre".

María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos y amigas

Son muchísimas las alusiones directas de la Palabra a la alegría, al júbilo, al regocijo, al gozo, al grito, a saltar, a danzar, a ser dichosos

La Palabra de hoy inflama el corazón de agradecimiento, impulsando no sólo a contar la experiencia de Dios sino más bien a CANTAR las maravillas que realiza en sus hijos

En María podemos contemplar la plenitud de esta alegría, de esta jubilosa ALABANZA que le hace ponerse en pie, ponerse en camino y atravesar aprisa regiones montañosas cual arca de la Nueva Alianza, como esperada nueva Hija de Sión y, de este modo, hacer posible y actual la continua visita de Dios a su pueblo, un Dios que se goza en sus hijos

¿Cómo es que la Madre de mi Señor viene a mí?... Viene siempre. María en medio de nuestras regiones montañosas viene a traernos la alegría porque lleva en su seno a Aquel que es la misma ALEGRÍA!

Su Magníficat es ante todo un estallido de alegría. Y ¿de dónde nace su alegría?: de la experiencia de haberse sentido MIRADA por Dios. Para nuestra mentalidad occidental no es fácil entender lo que para un oriental significa “ser mirado por Dios”. Para éste la santidad la transmiten los santos a través de su mirada. La mirada de un hombre de Dios es una bendición. ¡Cuánto más si el que mira es Dios! María da una importancia enorme a este acontecimiento por eso dice que todas las generaciones la llamarán bienaventurada… porque no hay nada más grande que pueda acontecer en la vida de una persona que SER MIRADA POR DIOS!!!

Todo ello nos conduce a activar esos “ojos del corazón” que saben ir más allá de las apariencias y permiten captar esa realidad esencial que permanece invisible a la percepción de la mente, ya que sólo puede alcanzarse con el amor. Donde reina el amor allí hay ojos que saben ver (Ricardo de San Víctor). Sólo conoce el que ama. En efecto, la capacidad de amar está en disposición de ir más allá del umbral inmediato de los acontecimientos, como ocurre con una lente de aumento o un microscopio, haciendo percibir horizontes que de otra manera serían imperceptibles.

Ojalá nuestra vida sea también un canto nuevo y bello por las maravillas que dejamos hacer a Dios en nuestra humillación; un canto audaz, valiente, comprometido, un canto capaz de transformar en sinfonía el grito disonante de un mundo que todavía pide pan.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

martes, 30 de mayo de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

“Desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno… y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna.”

Para los cuales, sin embargo, si siguen los preceptos de Cristo, resultará poco la amistad y se unirán por el amor fraterno. Pues verán y comprenderán que todos los hombres han sido creados por el mismo Dios, Padre común; que todos tienden al mismo fin, que es el mismo Dios, el único que puede dar la felicidad perfecta y absoluta a los hombres y a los ángeles; que, además, todos han sido igualmente redimidos por el beneficio de Jesucristo y elevados a la dignidad de hijos de Dios, de modo que se sientan unidos, por parentesco fraternal, tanto entre sí como con Cristo, «primogénito entre muchos hermanos» (Rm 8,29). De igual manera que los bienes naturales, los dones de la gracia divina pertenecen en común y generalmente a todo el linaje humano, y nadie, a no ser que se haga indigno, será desheredado de los bienes celestiales: «Si hijos, pues, también herederos; herederos ciertamente de Dios y coherederos de Cristo» (Rom8,17).


León XIII (1810-1903)
papa 1878-1903
Carta encíclica «Rerum novarum», 20 - Copyright © Libreria Editrice Vaticana

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 10,28-31


Evangelio según San Marcos 10,28-31
Pedro le dijo a Jesús: "Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido".

Jesús respondió: "Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia,

desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y, campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna.

Muchos de los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos y amigas:

La primera lectura nos ofrece un buen elenco de ofrendas que agradan a Dios: cumplir los mandamientos, hacer favores, dar limosna, apartarse del mal y de la injusticia… presentarnos ante Dios con las manos llenas de una vida comprometida con los valores del Reino de Dios. Pero me llama especialmente la atención la frase: “Da al Altísimo como é te dio”. ¡y que verdad¡ Cómo podemos esperar paga especial, si El ya nos lo ha dado todo, o mejor, ya se nos ha dado totalmente en Jesucristo. Y nosotros seguimos esperando pequeños pagos por nuestras mezquinas ofrendas “ofrendas”.

En evangelio nos augura un futuro de plenitud si nos hacemos disponibles hoy a la voz a de Dios que nos llama a la entrega por el Reino. El premio es el ciento por uno. Aquellos testigos que han sabido escuchar esta llamada y se han dado por entero a la causa de Jesús lo saben bien. Nunca se sintieron tan llenos como cuando se vaciaron, nunca se sintieron tan poderosos como cuando se hicieron débiles, nunca fueron tan sabios como cuando hicieron el viaje de la sencillez y la simplicidad… A nosotros parece que nos cuesta arrancar. Seguimos queriendo nadar y guardar la ropa, seguimos con la mano en el arado y mirando a atrás, seguimos queriendo ser “seguidores de Jesús”, pero “razonables seguidores”…no me acuerdo muy bien pero tengo la vaga idea de que Jesús habló una vez de los tibios…aunque eso mejor será dejarlo tranquilo, no vamos a exagerar… ¿verdad?

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

lunes, 29 de mayo de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA


María, modelo y Madre de la Iglesia

En verdad es justo y necesario,

es nuestro deber y salvación,

darte gracias siempre y en todo lugar,

Señor, Padre santo,

Dios todopoderoso y eterno,

y glorificarte como es debido

en esta celebración de la Virgen María.

Ella, al aceptar tu Palabra con su corazón inmaculado,

mereció concebirla en su seno virginal

y, al dar a luz a su propio Creador,

preparó el nacimiento de la Iglesia.

Ella, aceptando junto a la cruz el testamento del amor divino,

adoptó como hijos

a todos los hombres nacidos a la vida sobrenatural

por la muerte de Cristo.

Ella, unida a los Apóstoles

en espera del Espíritu Santo prometido,

asoció su oración a la de los discípulos

y se convirtió en modelo de la Iglesia orante.

Elevada a la gloria de los cielos,

acompaña a la Iglesia peregrina con amor maternal,

y con bondad protege sus pasos hacia la patria del cielo,

hasta que llegue el día glorioso del Señor.


Misal Romano
Prefacio de la Santísima Virgen María V

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 19,25-34


Evangelio según San Juan 19,25-34
Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena.

Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: "Mujer, aquí tienes a tu hijo".

Luego dijo al discípulo: "Aquí tienes a tu madre". Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.

Después, sabiendo que ya todo estaba cumplido, y para que la Escritura se cumpliera hasta el final, Jesús dijo: Tengo sed.

Había allí un recipiente lleno de vinagre; empaparon en él una esponja, la ataron a una rama de hisopo y se la acercaron a la boca.

Después de beber el vinagre, dijo Jesús: "Todo se ha cumplido". E inclinando la cabeza, entregó su espíritu.

Era el día de la Preparación de la Pascua. Los judíos pidieron a Pilato que hiciera quebrar las piernas de los crucificados y mandara retirar sus cuerpos, para que no quedaran en la cruz durante el sábado, porque ese sábado era muy solemne.

Los soldados fueron y quebraron las piernas a los dos que habían sido crucificados con Jesús.

Cuando llegaron a él, al ver que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas,

sino que uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua.

RESONAR DE LA PALABRA


«Junto a la cruz de Jesús estaba su madre...» (Jn 19,25)

Hoy miramos a María, Madre de la esperanza. María ha vivido más de una noche en su camino de madre. Desde su primera aparición en la historia de los Evangelios, su figura se perfila como si fuera el personaje de un drama. No era un simple responder con un «sí» a la invitación del ángel: y sin embargo Ella, mujer todavía en plena juventud, responde con valor, no obstante nada supiese del destino que la esperaba. María en ese instante se nos presenta como una de las muchas madres de nuestro mundo, valientes hasta el extremo cuando se trata de acoger en su propio vientre la historia de un nuevo hombre que nace.

Ese «sí» es el primer paso de una larga lista de obediencias —¡larga lista de obediencias!— que acompañarán su itinerario de madre. Así María aparece en los Evangelios como una mujer silenciosa, que a menudo no comprende todo lo que le ocurre alrededor, pero que medita cada palabra y acontecimiento en su corazón.

En esta disposición hay un rasgo bellísimo de la psicología de María: no es una mujer que se deprime ante las incertidumbres de la vida, especialmente cuando nada parece ir en la dirección correcta. No es ni siquiera una mujer que protesta con violencia, que se queja contra el destino de la vida que revela a menudo un rostro hostil. En cambio es una mujer que escucha: no os olvidéis de que siempre hay una gran relación entre la esperanza y la escucha, y María es una mujer que escucha. María acoge la existencia tal y como se nos entrega, con sus días felices, pero también con sus tragedias con las que nunca querríamos habernos cruzado. Hasta la noche suprema de María, cuando su Hijo está clavado en el madero de la cruz.

Hasta ese día, María casi había desaparecido de la trama de los Evangelios: los escritores sagrados dan a entender este lento eclipsarse de su presencia, su permanecer muda ante el misterio de un Hijo que obedece al Padre. Pero María reaparece precisamente en el momento crucial: cuando buena parte de los amigos se han disipado por motivo del miedo. Las madres no traicionan, y en ese instante al pie de la cruz, ninguno de nosotros puede decir cuál haya sido la pasión más cruel: si la de un hombre inocente que muere en el patíbulo de la cruz, o la agonía de una madre que acompaña los últimos instantes de la vida de su hijo. Los evangelios son lacónicos, y extremadamente discretos. Reflejan con un simple verbo la presencia de la Madre: Ella «estaba» (Juan 19, 25), Ella estaba. Nada dicen de su reacción: si llorase, si no llorase... nada; ni siquiera una pincelada para describir su dolor: sobre estos detalles se habría aventurado la imaginación de poetas y pintores regalándonos imágenes que han entrado en la historia del arte y de la literatura. Pero los Evangelios solo dicen: Ella «estaba». Estaba allí, en el peor momento, en el momento más cruel, y sufría con el hijo. «estaba». María «estaba», simplemente estaba allí. Ahí está de nuevo la joven mujer de Nazareth, ya con los cabellos grises por el pasar de los años, todavía con un Dios que debe ser solo abrazado, y con una vida que ha llegado al umbral de la oscuridad más intensa. María «estaba» en la oscuridad más intensa, pero «estaba». No se fue. María está allí, fielmente presente, cada vez que hay que tener una vela encendida en un lugar de bruma y de nieblas. Ni siquiera Ella conoce el destino de resurrección que su Hijo estaba abriendo para todos nosotros hombres: está allí por fidelidad al plan de Dios del cual se ha proclamado sierva en el primer día de su vocación, pero también a causa de su instinto de madre que simplemente sufre, cada vez que hay un hijo que atraviesa una pasión. Los sufrimientos de las madres: ¡todos nosotros hemos conocido mujeres fuertes, que han afrontado muchos sufrimientos de los hijos!

La volveremos a encontrar en el primer día de la Iglesia, Ella, madre de esperanza, en medio de esa comunidad de discípulos tan frágiles: uno había renegado, muchos habían huído, todos habían tenido miedo (cf. Hechos de los Apóstoles 1, 14). Pero Ella simplemente estaba allí, en el más normal de los modos, como si fuera una cosa completamente normal: en la primera Iglesia envuelta por la luz de la Resurrección, pero también de los temblores de los primeros pasos que debía dar en el mundo.

Por esto todos nosotros la amamos como Madre. No somos huérfanos: tenemos una Madre en el cielo, que es la Santa Madre de Dios. Porque nos enseña la virtud de la espera, incluso cuando todo parece sin sentido: Ella siempre confiada en el misterio de Dios, también cuando Él parece eclipsarse por culpa del mal del mundo. Que en los momentos de dificultad, María, la Madre que Jesús nos ha regalado a todos nosotros, pueda siempre sostener nuestros pasos, pueda siempre decir a nuestro corazón: «¡levántate!, mira adelante, mira el horizonte», porque Ella es Madre de esperanza.

Francisco
Audiencia General (10-05-2017): Ella estaba allí

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

domingo, 28 de mayo de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

Recibir el Espíritu Santo, llenos de gratitud

Mientras se leía en el evangelio que el Señor entregó el Espíritu Santo a sus discípulos, soplando sobre ellos (cf. Jn 20,22), Gertrudis, con gran devoción, suplicó al Señor que en su generosidad, le diera a ella también el Espíritu del que brota toda ternura. El Señor le respondió: “Si deseas recibir el Espíritu Santo, es necesario, como mis discípulos, tocar primero mi costado y mis manos” (cf. Jn 20,27).

Estas palabras le hicieron comprender que si alguien quiere recibir el Espíritu Santo, es necesario que toque el costado del Señor, es decir, considere con gratitud el amor del Corazón divino, ya que por él nos predestinó de toda eternidad a ser sus hijos y herederos de su Reino. Considere también cómo por tantas infinitas bondades nos ha guardado a pesar de nuestra indignidad y continúa el cuidado de su gracia a pesar de nuestra ingratitud. Es necesario además tocar las manos del Señor, es decir recordar con gratitud todos los actos del Señor, que realizó siempre por amor, con los que penó durante treinta y tres años, especialmente en su pasión y muerte, por nuestra redención.

Cuando esté ardiendo por este recuerdo y esta gratitud, que ofrezca a Dios todo su corazón para el agrado de la voluntad divina, unido por el amor que hizo decir al Señor: “Como el Padre me ha enviado, yo también los envío” (Jn 20,21). De este modo, que el hombre no quiera ni desee nada sino el soberano agrado de Dios y se ofrezca a sí mismo (…). Si alguien actúa así, recibirá sin dudas al Espíritu Santo, el Paráclito, con los mismos sentimientos que los discípulos lo recibieron con el soplo del Hijo de Dios.


Santa Gertrudis de Helfta (1256-1301)
monja benedictina
El Heraldo, IV (SC 255. Œuvres spirituelles, Le Héraut, IV, Cerf, 1978), trad. sc©evangelizo.org

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 20,19-23


Evangelio según San Juan 20,19-23
Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté con ustedes!".

Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.

Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes".

Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban el Espíritu Santo.

Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan".


RESONAR DE LA PALABRA


LA IGLESIA NACIÓ DE UN SOPLIDO


«De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban». Así pues, la Iglesia nació de un «soplo». Como Adán. Nació el día en que un grupo de personas paralizado por el miedo, atrincherados en una casa con las puertas cerradas para defenderse del mundo exterior (¡qué malo es el miedo!), fueron embestidos por una ráfaga de «viento recio». Y esta Iglesia se hizo conocer por los cuatro costados del Imperio Romano, cuando todas aquellas personas se sintieron lanzadas por el viento FUERA de la casa, y empezaron a hablar a hablar en un lenguaje comprensible para todos (el lenguaje del Amor, claro está).

En Pentecostés celebramos el nacimiento de una Iglesia que no se está quieta, ni a la defensiva, ni siquiera protegida, sino que es CAMINANTE, QUE SALE al encuentro de las gentes. El Espíritu siempre zarandea y nos desequilibra: "¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?" ¿Qué hacéis ahí atrapados durante horas por la televisión, o internet, o con los mil mensajitos del móvil? ¿Qué hacéis ahí repitiendo las mismas cosas de siempre, y en los mismos lugares de siempre? ¿Qué hacéis ahí sentados en el despacho parroquial, en vuestras sacristías, al calorcillo de vuestro grupo cristiano? ¿Qué hacéis ahí repitiendo las mismas canciones, los mismos rezos, los mismos programas, las mismas...?

Jesucristo, el hombre sobre el que había reposado el Espíritu en el día de su bautismo, había «SALIDO» del Padre, para cumplir una tarea. Y por eso mismo encarga a sus discípulos: "COMO EL PADRE ME ENVIÓ, YO OS ENVÍO". Su Espíritu nos quiere fuera, en medio de los hombres, con ellos.
En cambio, una Iglesia sentada, al resguardo, preocupada por que todo esté en orden, y que se comunica con el exterior por medio de «documentos» y «comunicados», denuncias y toques de atención... es una Iglesia sin Pentecostés, sin Espíritu Santo.

Esta Iglesia con la que debemos “sentir” es la casa de todos, no una capillita en la que cabe sólo un grupito de personas selectas. No podemos reducir el seno de la Iglesia universal a un nido protector de nuestra mediocridad. Y la Iglesia es Madre —prosigue—. La Iglesia es fecunda, debe serlo. (Papa Francisco)

La gente acudió por el «ruido» provocado por el Espíritu, por lo que les pasa a los discípulos cuando el Viento los descoloca y transforma, y no ciertamente atraída por el rumor de las discusiones internas, los planes pastorales, los documentos, las campañas y las declaraciones solemnes. El viento, cuando sopla, provoca desorden, se lleva los papeles junto con todo lo que está seco, caído, sin vida. Y los «hijos del viento», los cristianos, disfrutan con las ventanas abiertas y olvidando el «miedo» a lo que pueda pasar «fuera». Sobre todo porque ellos también están fuera. ¿Recordáis al Papa Juan XXIII, cuando una buena mañana abrió de par en par las puertas y ventanas de la Iglesia para que se ventilara (Concilio Vaticano II)?. Algunos se cogieron un buen catarro, les sentó muy mal esa iniciativa. Y aún no se les ha pasado.

Por eso el Espíritu es el mejor antídoto contra el COMPLEJO DE OSTRA.

Las ostras se agarran fuertemente a la roca. Quieren estar seguras, para poder aguantar las embestidas del mar. El "complejo de ostra" es el de aquellos que están siempre añorando tiempos pasados (que no sé por qué dicen que eran mejores, simplemente eran otros... que ya no son). Son los que están más obsesionados por reunirse, que por salir a los caminos y hablar el lenguaje de los hombres. Tienen complejo de ostra los que confunden la Comunidad con un nido, e incluso con una trinchera. Ya se dice en el lenguaje popular que «esto es más aburrido que una ostra». Porque las ostras no saben de riesgos, de novedad, de fantasía. Para las ostras, «todo tiene que ser como siempre». Tienen una alergia enorme a los cambios. Y si, encima, la poca agua que les llega está contaminada, desoxigenada, estancada... acaban oliendo ellas mismas a podrido, a rancio.
¿Podrías decir tú que últimante te has movido, que has mejorado, que has cambiado, renovado, actualizado en algo respecto a tu fe, a tu participación en la Iglesia? ¿Que has apoyado, animado, participado en iniciativas, propuestas nuevas...?

La Iglesia recibió, como primer regalo, EL FUEGO. Jesús había anunciado que venía a traer fuego a la tierra, y que estaba deseando que ardiese. Los apóstoles recibieron unas llamaradas que les prendieron el corazón. Ya sabemos que el fuego purifica, libera de escorias, quema desde las raíces el orgullo, la vanidad, los adornos. No dice Lucas que los apóstoles se llenaran la cabeza de ideas, discursos, ritos, o mensajes. Lo que les pasa es que se convierten en apasionados, y como el fuego, peligrosos, incontrolables, imprevisibles, ardientes (arden en caridad).
Pues el Espíritu es también una medicina excelente contra el «COMPLEJO DE BOMBERO».
Siempre hay dentro de la Iglesia algunos muy pendientes de sofocar todo rescoldo, toda brasa, toda iniciativa, todo lo que pueda ser peligroso e incontrolable, todo lo que suene a carismático, todo lo que pueda ser peligrosamente contagioso. Podríamos preguntar a tantos santos cómo quisieron hacerles callar y controlarlos. Podríamos preguntar a tantos mártires de la justicia, de la paz, de los derechos humanos. Podrían darnos su experiencia tantos que, con un profundo amor a la Iglesia, la intentaron «sacar de sus casillas», igual que el Espíritu sacó a los apóstoles de su «casa». Podrían contarnos tantos fundadores de Congregaciones Religiosas e iniciativas apostólicas, cuántas prevenciones, cuántas zancadillas, cuánta cinomprensión...
La Iglesia, en lugar de tomar la manguera y el hacha de los bomberos, haría bien en tomar una buena hélice y AVIVAR el Viento para que esos fuegos se extiendan, se multipliquen... porque tantas veces (seguramente con muy buena voluntad) andamos extinguiendo la Fuerza, el Fuego de Dios.

La Iglesia, tan pronto como recibe el soplido del Espíritu, y se deja encender por el Fuego, tiene una PALABRA QUE DECIR y que todos pueden entender.
Uno de los frutos del Espíritu es saber captar el lenguaje del otro, saber escucharle, comprenderle, y desde ahí, hacernos entender. Así puede decirle a cada hombre lo que necesita y debe escuchar. Consiente que cada persona sea como es, sin intentar hacerla en serie, etiquetarla, pasarla por el aro, cambiarle las ideas, o provocar sentimientos de culpa...

El lenguaje de la Iglesia animado por el Espíritu es el que habla al corazón del hombre. Un lenguaje universal, que todos entienden, porque todos entienden del amor, de la vida, de la reconciliación, de la fraternidad... "¿Cómo es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua nativa?".
Nos hace falta la vacuna del Espíritu para no dejarnos contagiar del COMPLEJO DE LOCUTOR.
El "locutor", cuando tiene delante un micrófono, tiene que hablar. Y muchas veces da igual lo que diga: tiene que rellenar el tiempo, aunque sea repitiendo continuamente la hora, o lanzando opiniones, preguntas (incluso sin dejar responder), tantas veces haciéndose notar, que acaba siendo su presencia lo principal del programa. Y no digamos de algunos, que parecen saber sobre todos los temas habidos y por haber, y que nos dan lecciones sobre lo que tenemos que pensar y hacer.
Los cristianos formamos un Cuerpo, donde hay diversidad de funciones. Pero a veces damos la impresión de que se nos ha hipertrofiado la boca, y «hablamos por hablar». O pretendemos saber e instruir sobre todos los temas. O hablamos con un lenguaje que para muchos es abstracto e incomprensible. Algunos reconocen que la Iglesia tiene un serio problema con los medios de comunicación.
Bien haríamos en recordar que los cristianos sabemos sobre todo a Cristo Crucificado (San Pablo). Queremos contar su Palabra, lo que él ha hecho en nosotros. De esto tenemos que hablar. Y luego, seguir «haciendo» en silencio, es decir: que sigan funcionado las manos (verbos hacer y crear) y los pies (moverse en busca de los hombres). Dice un viejo dicho latino: «Hechos, no palabras». Y confirmaba Carl Jung : “eres aquello que haces, no lo que dices que harás”. Se habla mucho, pero se hace poco. Hablamos de los pobres, de Iglesia sinodal, de escuchar, de compartir responsabilidades en la comunidad, de ser solidarios, de defender la justicia, la verdad... ¿Sabrías decir «hechos» concretos que ratifiquen tus principios, tus discursos, tus opciones, tus valores cristianos?

Las cenizas que nos impusieron al comienzo de la Cuaresma nos recordaban a qué nos reducimos cuando el Fuego se apaga. Y el Fuego de la Vigilia Pascual subrayaba que a Jesús ha presentado como la Luz, la Lámpara, la Sal que quema, el Camino que andar. Después de celebrar estos 50 días de Pascua debiéramos haber quedado todos un poco más abrasados, ardientes, y encendidos, habernos movido. Ya sabéis que el fuego tiende a propagarse, a contagiarse, a crecer...
Así que hoy es un día estupendo para revisar nuestra fe: si vamos guiados por el Viento o se nos ha pegado el «complejo de ostras». Si andamos quemando y encendiendo corazones o nos hemos apuntado al «cuerpo de bomberos». O, peor aún, estamos más quemados que la pipa de un indio. Si tenemos palabras que hablen al corazón de los hombres, o nos hemos apuntado a calentar los oídos y las cabezas de los hombres con mucha palabrería... callándonos lo principal y olvidando los hechos, los actos.
Estaría bien que repases y ores con la secuencia de Pentecostés... para que recuerdes (pases por el corazón) cuál es la acción del Espíritu en nosotros. Amén

Quique Martínez de la Lama-Noriega, cmf

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

jueves, 25 de mayo de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

“Que sean uno como nosotros somos uno” (Jn 17,22)

En su oración sacerdotal, antes de la Pasión, Cristo Jesús hace un pedido para sus apóstoles y los que creerán en su palabra: que sean uno con Él, como Él y su Padre son uno, para que puedan ver su gloria (cf. 17,21.24). Cristo Jesús lo pide como precio de su sacrificio. Esta unidad es la finalidad de la Encarnación y la Redención. Es vital para nuestras almas y la Iglesia. (…) La Iglesia es Cristo difundido o Cristo propagado en sus miembros. Ella lo prolonga sumándole humanidades en las que vierte las riquezas de su gracia y por las que continúa su misión sacerdotal aquí abajo. La gracia divina que nos viene de Cristo, nos encadena a Cristo y nos hace de Cristo. Así, nosotros somos a Cristo y Cristo es a Dios. (…)

Tal es el plan de Dios que nos envuelve y los designios que quiere realizar en nosotros y por nosotros. Seremos de Cristo o no tendremos vida sobrenatural. Seremos hijos con el Verbo encarnado en el seno de la Trinidad santa o seremos excluidos del Reino de los cielos. Estas verdades no deben sólo proveer un alimento a nuestra contemplación. Ya que dirigen toda la obra divina de la Redención y de la organización de la Iglesia, deben presidir a la cooperación que nos es pedida para esta obra divina. Esas verdades tan altas están entre las más prácticas para la vida espiritual y el apostolado.


Beato María-Eugenio del Niño Jesús (1894-1967)
carmelita, fundador de Nuestra Señora de Vida
El buen Jesús (Je veux voir Dieu, Carmel, 1949), trad.sc©evangelizo.org

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 17,20-26


Evangelio según San Juan 17,20-26
Jesús levantó los ojos al cielo y oró diciendo:

"Padre santo, no ruego solamente por ellos, sino también por los que, gracias a su palabra, creerán en mí.

Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste.

Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno

-yo en ellos y tú en mí- para que sean perfectamente uno y el mundo conozca que tú me has enviado, y que yo los amé cómo tú me amaste.

Padre, quiero que los que tú me diste estén conmigo donde yo esté, para que contemplen la gloria que me has dado, porque ya me amabas antes de la creación del mundo.

Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te conocí, y ellos reconocieron que tú me enviaste.

Les di a conocer tu Nombre, y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me amaste esté en ellos, y yo también esté en ellos".


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos y amigas:

Jerusalén, Atenas y Roma eran tres ciudades-símbolo en tiempos de Pablo. Jerusalén representaba la ciudad santa del judaísmo y el lugar en el que sucedieron los acontecimientos centrales de la vida de Jesús. Esto es particularmente importante en la teología del autor de los Hechos. Atenas simbolizaba la sabiduría. Roma era el centro del imperio.

Pablo ha dado testimonio de Jesús en Jerusalén y en Atenas. Lo ha presentado en los círculos religiosos y culturales. Le queda presentarlo en el centro político: Lo mismo que has dado testimonio a favor mío en Jerusalén, tienes que darlo en Roma. Como veremos más adelante, Roma será testigo de la palabra elocuente del Pablo maduro, pero será, sobre todo, el escenario de su prisión y de su muerte. Pablo será ajusticiado en la ciudad donde reside el mismo poder que ajustició a Jesús. A la hora de la muerte, se da, pues, una íntima vinculación entre Maestro y discípulo.

Uno de los acentos del testamento de Jesús es su oración por la unidad. Las palabras Que todos sean uno se han convertido en un lema que ilumina muchas realidades cristianas, pero, sobre todo, en las últimas décadas, la causa ecuménica. Y se ha vinculado la unidad de la comunidad de Jesús con la credibilidad de su mensaje: Para que el mundo crea que tú me has enviado. No hay mucho que decir sobre esta vinculación. Salta a la vista.

¿De qué unidad habla Jesús? ¿De la que se logra a base de interminables diálogos, acuerdos, tratados? Este es el significado que suele tener el término “unidad” en perspectiva política. ¿Cómo se ha ido construyendo, por ejemplo, la Unión Europea? Pues a través de un largo proceso negociador en el que todos ceden un poco, pero en el que los más fuertes tienden a imponer su criterio a los más débiles. Creo, sin embargo, que la unidad que Jesús pide al Padre es de naturaleza pascual. Se logra cuando uno muere para que el otro viva. No es un gesto de rendición o de debilidad sino de fe en el don de Dios. Lo nuevo sólo adviene cuando lo viejo es crucificado y sepultado.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

miércoles, 24 de mayo de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

“¡Qué sean uno!”

Hay una sola Iglesia y por su fecundidad siempre en crecimiento, abraza una multitud cada vez mayor. El sol envía muchos rayos, pero su fuente luminosa es única. El árbol se divide en muchas ramas, pero hay sólo un tronco vigorosamente apoyado sobre tenaces raíces. De un manantial salen muchos arroyos y aunque todo tiene una única fuente, esta multiplicidad no se deseca gracias a la abundancia de sus aguas. Separen un rayo solar de la masa del sol, la unidad de la luz no evidencia el fraccionamiento. Saquen una rama a un árbol, la rama rota no podrá germinar. Corten un arroyo del manantial, el arroyo se deseca.

Lo mismo ocurre en la Iglesia del Señor. Difunde en el universo los rayos de su luz pero una es la luz que ilumina todo, unidad del cuerpo que no se divide. Extiende sobre la tierra sus ramas de poderosa vitalidad, derrama lejos sus aguas sobreabundantes. Sin embargo, hay una sola fuente, un solo origen, una sola madre.

El sacramento de la unidad, ese lazo de concordia indisolublemente coherente, es representado en el Evangelio por la túnica de nuestro Señor Jesucristo. Ella no es dividida ni rota, sino que sorteada para saber quien revestiría a Cristo, llega intacta al que se transforma en maestro. El pueblo de Cristo tampoco puede ser dividido. Su túnica, de una sola pieza, un solo tejido, es figura de la concordia coherente de nuestro pueblo, de aquellos que hemos revestido a Cristo.

Indivisible es la unidad. Un cuerpo no puede perder su cohesión ni ser dividido, ni su interior rasgado y dispersado en partes. Todo lo que se aleja del centro de la vida no puede vivir y respirar dividido en partes, ya que pierde lo esencial de su bien.


San Cipriano (c. 200-258)
obispo de Cartago y mártir
Sobre la unidad de la Iglesia (De l’unité de l’ Église, Cerf, 1942), trad.sc©evangelizo.org

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 17,11b-19


Evangelio según San Juan 17,11b-19
Jesús levantó los ojos al cielo, y oró diciendo:

"Padre santo, cuida en tu Nombre a aquellos que me diste, para que sean uno, como nosotros.

Mientras estaba con ellos, cuidaba en tu Nombre a los que me diste; yo los protegía y no se perdió ninguno de ellos, excepto el que debía perderse, para que se cumpliera la Escritura.

Pero ahora voy a ti, y digo esto estando en el mundo, para que mi gozo sea el de ellos y su gozo sea perfecto.

Yo les comuniqué tu palabra, y el mundo los odió porque ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del Maligno.

Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.

Conságralos en la verdad: tu palabra es verdad.

Así como tú me enviaste al mundo, yo también los envío al mundo.

Por ellos me consagro, para que también ellos sean consagrados en la verdad."


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos amigos y amigas:

La última semana del tiempo pascual es una semana “testamentaria”. Las lecturas nos presentan el testamento de Pablo (Hechos de los Apóstoles) y el testamento de Jesús (evangelio de Juan).

Pablo, despidiéndose de los responsables de la comunidad de Éfeso, les hace una sentida exhortación al cuidado de la comunidad, a la alerta frente a los “lobos feroces”, y al trabajo gratuito en favor de los necesitados. Al hablar de este último aspecto cita dos dichos de Jesús, casi dos refranes, que han debido de llegarle por tradición oral: Más vale dar que recibir y Más dichoso es el que da que el que recibe. Es verdad que en una cultura autosuficiente como la nuestra se necesita mucha humildad para saber recibir, pero tendríamos que seguir profundizando en la sabiduría evangélica del “dar”. Hoy, por lo general, damos cosas. Por todas partes hay campañas a favor de las iglesias necesitadas, de los enfermos de SIDA, de los desempleados, etc. Pero pocas veces se trata del dar de la viuda, que es el modelo favorito de Jesús. En un contexto de relativa abundancia, damos de lo que no sobra. Podemos así tranquilizar la conciencia, pero nos quedamos sin experimentar el fruto evangélico que acompaña a quien da lo que necesita para vivir. Nos hemos hecho tan calculadores (presupuestos, balances, proyectos, etc.) que cualquier acción desprogramada nos parece asistencialismo. Y, sin embargo, la donación de uno mismo se resiste a la planificación, porque no depende de lo que yo quiero hacer con mi vida sino de lo que los demás (casi siempre de forma imprevista) necesitan.

Jesús le pide al Padre por sus discípulos, por los que me has dado: para que no se pierdan, sean uno, tengan alegría, sean preservados del mal y santificados en la verdad. Fortalecidos por estos dones del Padre, podrán ser enviados. Por eso, el fragmento testamentario de hoy termina con un envío: Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Mientras medito estas palabras, pienso si nuestros “envíos” de hoy van acompañados por los dones que Jesús pide al Padre; es decir, por la unidad, por la alegría, por la verdad. ¿No os parece que nuestras acciones individualistas, tristes y de mera apariencia están llamadas al fracaso?

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

martes, 23 de mayo de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

“Saben que todo lo que me has dado viene de ti” (Jn 17,7)

¡Dios eterno, Luz más allá de toda luz y foco de toda luz! ¡Oh Fuego más allá de otro fuego, Fuego único que arde sin consumirse! ¡Fuego que consume al pecado y al amor propio en el alma, Fuego que no consume el alma sino que la nutre con un amor insaciable, porque al saciarla no la sacia, ella continúa a desearlo! ¡Oh Fuego soberano, Fuego eterno, abismo de Caridad, cuanto más el alma lo desea, más lo posee, más lo busca, más lo encuentra y lo gusta!

Oh Bien supremo y eterno, ¿quién lo ha llevado, Dios infinito, a iluminarme con la luz de su Verdad, a mí, su pequeña criatura? Solamente usted, ¡oh Fuego de amor! El Amor siempre, el Amor sólo, lo ha llevado y lo lleva todavía a crear a su imagen y semejanza a sus criaturas razonables, a hacerles misericordia, colmándolas con gracias infinitas y dones sin medida.

Oh Bondad más allá de toda bondad, ¡solo soberanamente bueno! Sin embargo, ¡nos ha dado al Verbo, su Hijo único, para vivir con nosotros, en contacto con nuestro ser de corrupción y nuestras tinieblas! ¿Cuál fue la causa de ese don? El amor. Ya que nos ha amado antes de nuestra creación. ¡Oh Grandeza eterna! ¡Oh grandeza de Bondad! Se abajó, se hizo pequeño para hacer grande al hombre. Hacia cualquier lado que me vuelva, sólo encuentro la inmensidad y fuego de su Caridad.


Santa Catalina de Siena (1347-1380)
terciaria dominica, doctora de la Iglesia, copatrona de Europa
Diálogos, La reforma de los pastores, XXV (Le dialogue, II, Téqui, 1976), trad.sc©evangelizo.org

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 17,1-11a


Evangelio según San Juan 17,1-11a
Jesús levantó los ojos al cielo, diciendo:

"Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a ti,

ya que le diste autoridad sobre todos los hombres, para que él diera Vida eterna a todos los que tú les has dado.

Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo.

Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste.

Ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía contigo antes que el mundo existiera.

Manifesté tu Nombre a los que separaste del mundo para confiármelos. Eran tuyos y me los diste, y ellos fueron fieles a tu palabra.

Ahora saben que todo lo que me has dado viene de ti,

porque les comuniqué las palabras que tú me diste: ellos han reconocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me enviaste.

Yo ruego por ellos: no ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque son tuyos.

Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío, y en ellos he sido glorificado.

Ya no estoy más en el mundo, pero ellos están en él; y yo vuelvo a ti."


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos y amigas:

Pablo presiente que su muerte está cercana. Por eso, ante los presbíteros de Éfeso, realiza un balance de su vida apostólica. Esta emotiva “declaración de Mileto” sintetiza las tres actitudes fundamentales que lo han guiado en su anuncio del evangelio. Son las propias de todo evangelizador:

La humildad. A veces, el que anuncia corre el riesgo de remitir todo a sí mismo, de juzgar la respuesta de las personas según su particular criterio, de perder los papeles cuando las cosas no salen según sus planes. Pablo, por el contrario, reconoce que ha servido al Señor con toda humildad, en las penas y pruebas.

La entrega. No es lo mismo ser entusiasta un día que hacer de la propia vida una ofrenda permanente. El entusiasmo de un día puede provocar el aplauso y un reconocimiento efímero. La entrega de toda la vida tiene la eficacia del grano de trigo enterrado. Pablo se ha deshecho por el evangelio, insistiendo a judíos y griegos a que se conviertan y crean en nuestro Señor Jesús.

La fidelidad. La evangelización está llena de riesgos, de cansancios, de búsqueda de compensaciones. ¿Qué buscamos cuando anunciamos a Jesús? Ojalá pudiéramos reconocernos en las palabras de Pablo: Lo que me importa es completar mi carrera, y cumplir el encargo que me dio el Señor Jesús: ser testigo del Evangelio, que es gracia de Dios.

El evangelio de Juan se adentra en el largo y denso capítulo 17. Es un capítulo tan cuajado de contenidos que, ante la imposibilidad de presentarlos detalladamente, bastaría con agruparlos todos bajo las primeras palabras pronunciadas por Jesús: Ha llegado la hora. Al comienzo del evangelio, Jesús es renuente a realizar el signo que su madre le pide en Caná, porque no ha llegado todavía mi hora. En vísperas de su muerte, no hay ya nada que esperar. El trigo está listo para la cosecha. El plazo se ha cumplido. La “hora de Jesús” es la entrega suprema de la muerte. Y, por eso, es también la hora de la glorificación y de la eficacia máxima.

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

PENSAMIENTOS

 


lunes, 22 de mayo de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

Yo he vencido al mundo

Diversos temas toca el evangelio de hoy. En un principio, parece que los apóstoles, en su intento de conocer más de cerca a Jesús y seguirle, están contentos porque creen que van entendiendo quién es Jesús y todo lo que les dice, “ahora sí que hablas claro… por ello creemos que saliste de Dios”.

Pero el mismo Jesús rebaja su opinión. “¿Ahora creéis?”. Si creyeran de verdad que Jesús además de ser hombre es también el Hijo de Dios, serían siempre fieles a su amistad, aceptarían su verdad y no le rechazarían. Pero Jesús les indica que van a ser capaces de abandonarle y dejarle solo, podemos añadir, en los momentos difíciles de su pasión. “Está para llegar la hora… en que a mí me dejéis solo”.

A pesar de ello, Jesús les da la buena noticia, de que él nunca va a estar solo, porque “el Padre está conmigo”. Y también les anima, porque a pesar de todo y de sus deficiencias y de las luchas que van a tener en el mundo, encontrarán la paz en él. Y por eso, les sucederá lo mismo que a él: “En el mundo tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo”.




Fray Manuel Santos Sánchez O.P.

Fray Manuel Santos Sánchez O.P.

Convento de Santo Domingo (Oviedo)

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 16,29-33


Evangelio según San Juan 16,29-33
Los discípulos le dijeron a Jesús: "Por fin hablas claro y sin parábolas.

Ahora conocemos que tú lo sabes todo y no hace falta hacerte preguntas. Por eso creemos que tú has salido de Dios".

Jesús les respondió: "¿Ahora creen?

Se acerca la hora, y ya ha llegado, en que ustedes se dispersarán cada uno por su lado, y me dejarán solo. Pero no, no estoy solo, porque el Padre está conmigo.

Les digo esto para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo".


RESONAR DE LA PALABRA


Queridos amigos y amigas:

Estamos viviendo la última semana del tiempo pascual. Con ella, concluiremos la lectura continuada de los dos libros que nos han acompañado durante estos cincuenta días: los Hechos de los Apóstoles y el evangelio de Juan. A través de ellos hemos conocido mejor a Jesús y a su comunidad. Hemos aprendido también a encontrar un “punto de vista” objetivo en medio de nuestras incertidumbres. ¿Cuántas veces hemos discutido sobre la identidad de Jesús o sobre la naturaleza de la Iglesia? Muchas de las cuestiones debatidas hoy tienen que ver con estas dos realidades. ¿No nos hemos abandonado a menudo a nuestras impresiones superficiales, a la fuerza de la opinión pública, sin acercarnos a las fuentes que las iluminan?

¡Ojalá, como fruto de la Pascua de este año, hayamos aprendido a dejarnos educar por la fuerza de la Palabra! Nuestras opiniones pueden ser interesantes, novedosas, incluso proféticas, pero la única palabra que “da vida” (y, por lo tanto, que cambia a las personas) es la Palabra de Dios.

Hoy encontramos a Pablo en Éfeso. El encuentro con unos discípulos que habían recibido el bautismo de Juan da pie para acentuar el significado del bautismo cristiano, que no es tanto un signo de conversión cuanto un nuevo nacimiento en el Espíritu. Lo sucedido en Éfeso pone de relieve la acción del Espíritu y los frutos que produce en quienes lo reciben.

En el largo testamento de Jesús, concentrado en los capítulos 13-18 del evangelio de Juan, hoy el Señor advierte a sus discípulos sobre lo que les va a suceder cuando él ya no esté físicamente con ellos: se producirá la dispersión de la comunidad y aumentarán las luchas con el mundo. Frente a estos dos fenómenos, que siguen presentes en toda comunidad cristiana, Jesús nos invita a “tener valor” porque él es la fuente de la paz (Encontraréis la paz en mí) y porque con él la victoria es posible (Yo he vencido al mundo). Por desgracia, estas palabras nos parecen maravillosas hasta el momento preciso en que nos toca vivir en carne propia situaciones reales de dispersión o persecución. Entonces se nos antojan demasiado idealistas y echamos mano de la psicología o de otras destrezas más a ras de suelo. ¿Habremos creído de verdad en lo que Jesús nos promete o lo habremos reducido a una exhortación piadosa sin fuerza real de cambio?

CR

fuente del comentario CIUDAD REDONDA
 

domingo, 21 de mayo de 2023

COMPRENDIENDO LA PALABRA

“Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”

¿El que descendió sobre la tierra – sólo él sabe cómo - en el momento de irse de nuevo - cómo? Él sólo lo sabe - tomó a aquellos a los que amaba y los llevó a una montaña… para levantarles la cabeza y el espíritu… El Señor, extendiendo los brazos como alas, cubrió así como una águila el nido que cuidaba tiernamente (Dt 32,11) y dijo a sus pequeños: "Os he protegido con mi sombra contra todos los peligros (Sal.90,1): así como yo os he amado, amadme. Yo no me separo de vosotros: estoy con vosotros, ¿quién estará contra vosotros? "(cf Mt 28,20; Rm 8,31)…

Con estas palabras, el Salvador les causó a sus apóstoles una gran pena. Posiblemente llorando decían: "¿nos dejas, te separas de aquellos que te quieren?... Esto nos angustia, porque nuestro deseo es estar contigo. Buscamos tu rostro; no hay otro Dios como tú (Sal. 26,8; Is 45,5). No te alejes de los que te quieren, quédate cerca de nosotros y dinos: 'Yo no me separo de vosotros: estoy con vosotros, y ¿quién estará contra vosotros?' "

El Señor, viendo las quejas de aquellos que le amaban, los sostuvo como un padre a sus hijos: "no lloréis, amigos, porque no es tiempo de lágrimas… Es la hora de mi alegría: para ir hacia mi Padre ' tomo las alas, y reposaré ' en mi tienda (Sal. 138,9). Porque del firmamento del cielo hice una tienda…, como lo dice Isaías: ' Dios levantó el cielo como una bóveda y como una tienda donde se vive ' (Is 40,22), Dios que dice a los suyos: 'Yo no me separo de vosotros: estoy con vosotros, y ¿quién estará contra vosotros? ' "

"Estad ahora alegres y radiantes, 'cantad un cántico nuevo' (Sal. 97,1), porque todo lo que va a suceder es por vosotros. Por amor vuestro descendí aquí abajo y fui por todas partes, con el fin de amaros y de ser acogido por vosotros. También por amor a vosotros subo a los cielos, con el fin de disponer el lugar donde debo estar con vosotros: porque "en la casa de mi Padre hay muchas moradas" (Jn 14,2)… Voy pues a preparar una morada para vosotros y llevaros allí, y 'Yo no me separo de vosotros: estoy con vosotros, y ¿quién estará contra vosotros?' "


San Romano el Melódico (?-c. 560)
compositor de himnos
Himno 48, La Ascensión, 2-4, 7-8; SC 283 (trad. SC p. 141s rev.)

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Mateo 28,16-20


Evangelio según San Mateo 28,16-20
En aquel tiempo, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado.

Al verlo, se postraron delante de el; sin embargo, algunos todavía dudaron.

Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra.

Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,

y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo".


RESONAR DE LA PALABRA


UNA DESPEDIDA QUE ES ENVÍO

Una Iglesia más como la quiso Jesús

Cada evangelista ha concluido de distinta manera su Evangelio y las experiencias y relatos de la Pascua. La que más grabada tenemos todos es la escena de la Ascensión, exclusiva de San Lucas, y que nos narra al final de su Evangelio y al comienzo del Libro de los Hechos. Él quiso redactar una catequesis «visual», separando para resaltar tres aspectos de la Pascua: 1) la Resurrección del Señor y algunas apariciones, 2) la Ascensión o despedida y fin de las apariciones y 3) Pentecostés, el nuevo tiempo del Espíritu y la Iglesia. Hoy el Señor se despide y «sube al cielo» a la vista de sus discípulos, dejándoles lo que Mateo considera el mensaje principal de Jesús al marcharse: su misión.

Para comprender lo que Lucas nos quiso decir con su relato de la «Ascensión del Señor» (primera lectura) es bueno que nos fijemos en que ANTES de ascender... Jesús se dedicó a «bajar»:

 • Bajó del cielo, al seno de una mujer nazarena. Como también «bajó» a un pesebre en una cueva de Belén. Rebajó su «grandeza» divina, para ser uno de nosotros, un crío, totalmente dependiente del cuidado de sus padres (como todos los niños). Así lo describe San Pablo en uno de sus conocidos himnos: «Cristo, a pesar de su condición divina, no se aferró a su categoría de Dios, al contrario, se despojó de su rango, y se hizo uno de tantos...».
Y toda su vida anduvo «bajando»: al Jordán, para bautizarse entre los pecadores. Bajó a donde estaban las clases más bajas y rebajadas de la sociedad, para estar con todos y compartir su situación dolorosa e ignorada conscientemente por políticos y religiosos. Al suelo se echó para lavar los pies a sus discípulos. Y por andar entre pecadores, prostitutas y gente de mala fama «su prestigio personal» quedó por los suelos .Y por los suelos se arrastró llevando a cuestas el madero de la cruz, para terminar colgado sin aspecto casi humano, despreciado, machacado y rechazado por todos.

• El ser humano prefiere «subir»: al podio de las medallas deportivas, del cine o de la canción, a los resultados electorales, a los puestos directivos, a todo tipo de cargos con consideración social y buenos sueldos (también ocurre dentro de la Iglesia, como repetidamente denuncia el Papa Francisco)... Algunos, además, no tienen inconveniente en subirse sobre la espalda de los demás (su dignidad y derechos) para sentirse superiores.
Jesús, en cambio, eligió bajarse y rebajarse, y tan abajo quedó que -de nuevo con Palabras de Pablo- "Dios lo levantó sobre todo y le concedió el nombre sobre todo nombre". O, como nos dice el evangelista Mateo en el Evangelio de hoy: «se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra». Por Amor Jesucristo bajó para estar con los que estaban más abajo... y por eso... el Padre quiso levantarlo a lo más alto.

• Y ya que Jesús dice haber recibido «pleno poder», ¿a qué poder se refiere? Y también ¿cómo deben entender y ejercer el «poder» sus discípulos?
Jesús «huyó» toda su vida del poder. Precisamente fue una de las tentaciones en el desierto: «le subió Satanás a lo alto y le ofreció el poder y todos los reinos del mundo». Pero Jesús lo rechazo. Cuando los que asistieron a la multiplicación de los panes, quisieron coronarlo como rey... Jesús se esfumó. Y además advirtió a sus discípulos que no fueran como los poderosos de este mundo... Ni siquiera debemos usar «títulos honoríficos» (padre, maestro, rabí... eran los de entonces; hoy serían...), ni tampoco busquemos los primeros puestos, ni reverencias, ni... La tarea principal del que esté al frente de la comunidad es «servir». Por poner solo un ejemplo del «breve» Papa Juan Pablo I:

El obispo-presidente del IOR (Banco Vaticano) debe ser sustituido: en cuanto usted lo crea oportuno. Deberá hacerse de manera justa y con respeto de la dignidad de la persona. Un obispo no puede presidir o gobernar un banco. Aquella que se llama sede de Pedro y que se dice también santa, no puede degradarse hasta el punto de mezclar sus actividades financieras con las de los banqueros, para los cuales la única ley es el beneficio y donde se ejerce la usura, permitida y aceptada, pero al fin y al cabo usura. Hemos perdido el sentido de la pobreza evangélica; hemos hecho nuestras las reglas del mundo”.

 Por eso, el «poder» que dice tener Jesús es el de haber vencido a las fuerzas del mal y de la muerte, y que el Padre le haya constituido Señor del Universo, dando un «certificado de calidad» a sus valores y estilo de vida.
Así podemos entender que su llamada/envío a los discípulos no es a «montar un tinglado poderoso» a base de buscar adeptos. No quiere multiplicar el número de bautizados, o engordar las estructuras eclesiales (que por aquel entonces ni existían)... sino... hacer discípulos, que es bien distinto.

Siguiendo con el mismo lenguaje empresarial del texto anterior, otro Papa (Benedicto XVI) escribía:

"Cada empresa tiene el derecho de promocionar su producto. Pero la Iglesia no es una empresa. Sólo debe anunciar a Cristo. No debe atraer hacia sí, ni engrandecer su rebaño, ni procurarse clientes, sino mostrar el rostro de Jesús. La fe no es una mercancía, ni propiedad de un grupo en expansión. Nosotros no poseemos nada. La Iglesia anuncia a Cristo, no busca consenso. No se puede presentar como misión lo que no es otra cosa que burda propaganda sectaria o parcial. El mensaje de Cristo debe ser anunciado incluso allí donde no gusta. La Iglesia es Iglesia de mártires, no Iglesia que martiriza. Una Iglesia tolerante, que no persigue a sus adversarios".

• Por eso hay que prestar atención a los «pequeños grandes detalles» del relato evangélico de hoy.

Jesús les ha citado en un monte. Así, ¿sin especificar? Bueno, es que en la predicación del Reino, las Bienaventuranzas, fueron proclamadas en un «monte». Y en un monte, se transfiguró Jesús y explicó a sus discípulos que el camino de la gloria pasa por el sufrimiento y el rechazo. En un monte fue crucificado. El monte es el lugar de las revelaciones.

También tiene su importancia «Galilea». Es un lugar cargado de significado. Es lo que el Papa Francisco llama hoy «las periferias». Allí dio comienzo la historia de amistad de Jesús con sus discípulos, y allí desarrolló su misión. Galilea, es el lugar de la gente normal, que sufre y que vive, que busca y escucha la Palabra... Era llamada «tierra de paganos», gentes de poca o ninguna fe. Lejos del Templo, de las leyes, de los distintos grupos políticos y religiosos influyentes, lejos de Jerusalem y Judea... que fueron precisamente quienes rechazaron y condenaron a Jesús. Hay que empezar y estar en donde y con quienes Jesús estuvo y empezó.

• ¿La tarea? Id y hacer discípulos...bautizándolos. Es decir: compartir y contagiar la experiencia que ellos han vivido con el Maestro. El discípulo se deja primero enseñar por el Maestro... y luego hace discípulos. Sí: el discípulo de Jesús es aquel que «hace discípulos», compañeros de vida y de misión. Lo subrayaba también otro Papa: Juan Pablo II:

«El cristiano y la Iglesia o son misioneros o no son tales. Quien ama la propia fe se preocupará también de testimoniarla, de llevarla a los otros y permitir a los otros de participar en ella. La falta de celo misionero es carencia de celo por la fe. Al contrario, la fe se robustece trasmitiéndola» .

 El término «evangelización» no es ya sinónimo de catequización, ni de ganar prosélitos o adeptos. Me parece mucho más sugerente el término acuñado por Teilhard de Chardin: «amorizar el mundo». En todo caso, el objetivo es «hacer discípulos, bautizándolos».
Bautizar ¿en qué sentido? En aquellos primeros momentos de la Comunidad Cristiana, el bautizado era el que decidía poner su vida al servicio de Jesús, asumiendo su estilo, e incorporándose al grupo de discípulos (la fe cristiana siempre fue «comunitaria», compartida). Ellos son también los que «guardan sus enseñanzas», las contagian, las hacen vida y las ofrecen a todos.

Propongo, como uno de los mensajes principales de la fiesta de hoy, que es necesario, como tantas voces (incluida de del Papa Francisco) piden desde dentro y fuera de la Iglesia: que ésta se parezca mucho más a lo que Jesús quiso, pues el paso de los siglos la ha ido llenando de elementos poco evangélicos. Que sea mucho más «comunidad de discípulos y testigos» que sirven desde abajo.
Y también que ES URGENTE QUE LOS BAUTIZADOS TODOS PASEN A SER DISCÍPULOS Y EVANGELIZADORES. Testigos de un Dios que quiere estar hoy en medio de todas las Galileas donde los hombres sufran, necesiten palabras y gestos de esperanza, donde haya cadenas que rompen, horizontes que abrir, fraternidades que ofrecer...

Quique Martínez de la Lama-Noriega

fuente del comentario CIUDAD REDONDA