“Nadie va al Padre, sino por mí” (Jn 14,6)
[Santa Catalina escuchó decirle a Dios:] Te he dicho que del Verbo, mi Hijo Único, yo había hecho un puente y eso es la verdad. Quiero que sepan, hijos míos, que la ruta fue cortada por la desobediencia de Adán, de manera que nadie podía llegar a la vida durable. Los hombres no me rendían por ese medio la gloria debida, ya que no participaban más al bien para el que los había creado.
En esas condiciones, mi Verdad no estaba completada. Mi Verdad es que he creado al hombre a mi imagen y semejanza para que posea la vida imperecedera, la comparta conmigo y guste la soberana y eterna ternura de mi Bondad. Pero, después que el pecado había cerrado el cielo y las puertas de la Misericordia, el acceso le fue cerrado de ese lado. La falta produjo las espinas y tribulaciones de múltiples contrariedades… (…) Desde que hubo pecado, fue asaltado por un torrente impetuoso que viene a batirlo con sus aguas. Tuvo que portar penas y tormentos: tormentos provenientes de él mismo, del demonio, del mundo. Todos se ahogaban en ese torrente y ninguno, con su justicia personal, podía llegar a la vida eterna.
Por eso, queriendo remediar los grandes males que ustedes tenían, les he dado a mi Hijo como un puente, sobre el que pudieran pasar el río sin ahogarse. Ese río es el mar pleno de tempestades de esta vida tenebrosa. Mira entonces las obligaciones que tiene la criatura hacia mí, y qué ignorante es al querer todavía ahogarse, al no aceptar el socorro que le he dado.
Santa Catalina de Siena (1347-1380)
terciaria dominica, doctora de la Iglesia, copatrona de Europa
El don del Verbo encarnado, 5, Diálogos (Le dialogue, II, Téqui, 1976), trad. sc©evangelizo.org
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