Recibir el Espíritu Santo, llenos de gratitud
Mientras se leía en el evangelio que el Señor entregó el Espíritu Santo a sus discípulos, soplando sobre ellos (cf. Jn 20,22), Gertrudis, con gran devoción, suplicó al Señor que en su generosidad, le diera a ella también el Espíritu del que brota toda ternura. El Señor le respondió: “Si deseas recibir el Espíritu Santo, es necesario, como mis discípulos, tocar primero mi costado y mis manos” (cf. Jn 20,27).
Estas palabras le hicieron comprender que si alguien quiere recibir el Espíritu Santo, es necesario que toque el costado del Señor, es decir, considere con gratitud el amor del Corazón divino, ya que por él nos predestinó de toda eternidad a ser sus hijos y herederos de su Reino. Considere también cómo por tantas infinitas bondades nos ha guardado a pesar de nuestra indignidad y continúa el cuidado de su gracia a pesar de nuestra ingratitud. Es necesario además tocar las manos del Señor, es decir recordar con gratitud todos los actos del Señor, que realizó siempre por amor, con los que penó durante treinta y tres años, especialmente en su pasión y muerte, por nuestra redención.
Cuando esté ardiendo por este recuerdo y esta gratitud, que ofrezca a Dios todo su corazón para el agrado de la voluntad divina, unido por el amor que hizo decir al Señor: “Como el Padre me ha enviado, yo también los envío” (Jn 20,21). De este modo, que el hombre no quiera ni desee nada sino el soberano agrado de Dios y se ofrezca a sí mismo (…). Si alguien actúa así, recibirá sin dudas al Espíritu Santo, el Paráclito, con los mismos sentimientos que los discípulos lo recibieron con el soplo del Hijo de Dios.
Santa Gertrudis de Helfta (1256-1301)
monja benedictina
El Heraldo, IV (SC 255. Œuvres spirituelles, Le Héraut, IV, Cerf, 1978), trad. sc©evangelizo.org
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