sábado, 31 de marzo de 2018

Santa vergüenza, santa esperanza


“Nuestra mirada está llena también de un arrepentimiento que, delante de tu silencio elocuente, suplica tu misericordia: Un arrepentimiento que germina ante la certeza de que sólo tú puedes salvarnos del mal, sólo tú puedes curar nuestra lepra de odio, de egoísmo, de soberbia, de codicia, de venganza, de codicia, de idolatría, sólo tú puedes abrazarnos devolviéndonos la dignidad filiar y alegrarte por nuestro regreso a casa, a la vida”
Francisco.
Oración Vía Crucis 30.03.2018
viñeta del Papa: Leonan Faro

NO ES LO MISMO

No es lo mismo escuchar una palabra viva que brota del corazón de alguien que leer el mismo mensaje de un libro. Cuando se escucha a una persona, es una vida y un espíritu los que se comunican. Dios se sirve de esta palabra viva para dar la vida. Los que anuncian la palabra deben recordar que no están llamados a dar buenas ideas sino a comunicar la vida y revelar la comunión. Se dice a veces que para las personas con una deficiencia habría que reemplazar la palabra por la música, las imágenes y los mimos. Es cierto que muchos no comprenden las ideas abstractas, pero son sensibles al idioma del amor que brota del corazón. Me impresiona ver sus rostros tan atentos cuando escuchan al padre Thomas en la Eucaristía. La palabra puede convertirse verdaderamente en un sacramento que transmite la luz y la presencia de Jesús. Didier, deficiente mental profundo, me decía: "Cuando el padre Gilbert hablaba, mi corazón estaba ardiendo".

Jean Vanier, La Comunidad, p190

Buen día, Espíritu Santo! 31032018


EL DESCENSO DEL SEÑOR A LA REGIÓN DE LOS MUERTOS

De una antigua Homilía sobre el santo y grandioso Sábado
(PG 43, 439. 451. 462-463)
EL DESCENSO DEL SEÑOR A LA REGIÓN DE LOS MUERTOS

¿Qué es lo que pasa? Un gran silencio se cierne hoy sobre la tierra; un gran silencio y una gran soledad. Un gran silencio, porque el Rey está durmiendo; la tierra está temerosa Y no se atreve a moverse, porque el Dios hecho hombre se ha dormido Y ha despertado a los que dormían desde hace siglos. El Dios hecho hombre ha muerto y ha puesto en movimiento a la región de los muertos.

En primer lugar, va a buscar a nuestro primer padre, como a la oveja perdida. Quiere visitar a los que yacen sumergidos en las tinieblas y en las sombras de la muerte; Dios y su Hijo van a liberar de los dolores de la muerte a Adán, que está cautivo, y a Eva, que está cautiva con él.

El Señor hace su entrada donde están ellos, llevando en sus manos el arma victoriosa de la cruz. Al verlo, Adán, nuestro primer padre, golpeándose el pecho de estupor, exclama, dirigiéndose a todos: «Mi Señor está con todos vosotros.» Y responde Cristo a Adán: «y con tu espíritu.» Y, tomándolo de la mano, lo levanta, diciéndole: «Despierta, tú que duermes, Y levántate de entre los muertos y te iluminará Cristo.

Yo soy tu Dios, que por ti me hice hijo tuyo, por ti y por todos estos que habían de nacer de ti; digo, ahora, y ordeno a todos los que estaban en cadenas: "Salid", y a los que estaban en tinieblas: "Sed iluminados", Y a los que estaban adormilados: "Levantaos."

Yo te lo mando: Despierta, tú que duermes; porque yo no te he creado para que estuvieras preso en la región de los muertos. Levántate de entre los muertos; yo soy la vida de los que han muerto. Levántate, obra de mis manos; levántate, mi efigie, tú que has sido creado a imagen mía. Levántate, salgamos de aquí; porque tú en mí y yo en ti somos una sola cosa.

Por ti, yo, tu Dios, me he hecho hijo tuyo; por ti, siendo Señor, asumí tu misma apariencia de esclavo; por ti, yo, que estoy por encima de los cielos, vine a la tierra, y aun bajo tierra; por ti, hombre, vine a ser como hombre sin fuerzas, abandonado entre los muertos; por ti, que fuiste expulsado del huerto paradisíaco, fui entregado a los judíos en un huerto y sepultado en un huerto.

Mira los salivazos de mi rostro, que recibí, por ti, para restituirte el primitivo aliento de vida que inspiré en tu rostro. Mira las bofetadas de mis mejillas, que soporté para reformar a imagen mía tu aspecto deteriorado. Mira los azotes de mi espalda, que recibí para quitarte de la espalda el peso de tus pecados. Mira mis manos, fuertemente sujetas con clavos en el árbol de la cruz, por ti, que en otro tiempo extendiste funestamente una de tus manos hacia el árbol prohibido.

Me dormí en la cruz, y la lanza penetró en mi costado, por ti, de cuyo costado salió Eva, mientras dormías allá en el paraíso. Mi costado ha curado el dolor del tuyo. Mi sueño te sacará del sueño de la muerte. Mi lanza ha reprimido la espada de fuego que se alzaba contra ti.

Levántate, vayámonos de aquí. El enemigo te hizo salir del paraíso; yo, en cambio, te coloco no ya en el paraíso, sino en el trono celestial. Te prohibí comer del simbólico árbol de la vida; mas he aquí que yo, que soy la vida, estoy unido a ti. Puse a los ángeles a tu servicio, para que te guardaran; ahora hago que te adoren en calidad de Dios.

Tienes preparado un trono de querubines, están dispuestos los mensajeros, construido el tálamo, preparado el banquete, adornados los eternos tabernáculos y mansiones, a tu disposición el tesoro de todos los bienes, y preparado desde toda la eternidad el reino de los cielos.»

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Marcos 16,1-7.

Evangelio según San Marcos 16,1-7. 
Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé compraron perfumes para ungir el cuerpo de Jesús. A la madrugada del primer día de la semana, cuando salía el sol, fueron al sepulcro. Y decían entre ellas: "¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?". Pero al mirar, vieron que la piedra había sido corrida; era una piedra muy grande. Al entrar al sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca. Ellas quedaron sorprendidas, pero él les dijo: "No teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Miren el lugar donde lo habían puesto. Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro que él irá antes que ustedes a Galilea; allí lo verán, como él se lo había dicho". 

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

Hoy es Sábado Santo. Un día «santo» porque en él se trasluce elmisterio último del amor de Dios. No se trata de un amor cualquiera: es el amor definitivo del Dios que espera con nosotros la feliz sobreabundancia eterna.

La caminata temprana de las mujeres al sepulcro no fue inmediata; tampoco la carrera de los discípulos hacia la tumba vacía. La muerte es una palabra lo suficientemente rotunda como para dejarnos en silencio largo tiempo, aunque sea una palabra penúltima. Se trata de un silencio que hemos de aprender a hospedar. Asimismo, la pérdida es un golpe lo bastante desgarrador como para imponernos un duelo prolongado, aunque sea un golpe penúltimo. Se trata de un duelo que hemos de aprender a transitar. Sin el silencio y el duelo no es posible recobrar la presencia del ausente. Hoy la liturgia calla para poder cantar mañana.

Cuando el amor encara con hondura la muerte y el fracaso, no se pierde, se siembra. Al fin y al cabo, el amor tiene vocación de eternidad y de fecundidad: de ahí que nos quepa confiar en que el Amado volverá a pronunciar sobre la tumba su palabra perenne y feraz. Ahora bien, ninguna semilla da fruto de repente: tampoco la del amor, que ha de aquilatarse en el fuego de la paciencia y el cuidado. Hay que llorar el amor. Hay que abrigar el amor. Hay que sufrir el amor. Hay que arar el amor. Hay que recoger el amor. Hay que anhelar el amor. Hay que alentar el amor... No se pasa de la noche cerrada al sol de mediodía sin resistir la oscuridad, desear el alba y madurar la mañana.

Entonces, ¿hay que esperar a Dios para que nos alcance la vida? Más bien al revés: Dios espera con nosotros para que maduremos el amor. Por eso, la bondad definitiva de Dios Padre, que resucita a su Hijo como sol que nace de lo alto, se adivina ya en la neblina incierta del amanecer. Allí estamos los discípulos perdidos, aguardando; allí también Él, aguardando con nosotros. La caridad divina no conoce el hiato: no está ausente su misericordia ningún día de nuestra vida. Porque el amor de Dios llena todas las horas: Él acoge el grano que cae en tierra y muere al final de la tarde, lo nutre amorosamente durante la noche y espera con nosotros su florecer feliz y sobreabundante en la plenitud del nuevo día.

Dejemos hoy que el amor de Dios llegue hasta nosotros en todo su misterio, que el Padre nos diga a cada uno: «Espera en el Señor, ten ánimo, sé valiente. Espera en el Señor». Y al acudir sin prisa a su sepulcro abierto, ¿hallaremos en Él nuestro nuevo nacimiento?

Fraternalmente:
Adrián de Prado Postigo, cmf.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

HAGO EL UNIVERSO NUEVO

Hago el universo nuevo (Ap 21,5)

        El mundo entero, que celebra la vigilia pascual a lo largo de esta noche, testimonia la grandeza y la solemnidad de esta noche. Y con razón: en esta noche la muerte ha sido vencida, la Vida está viva, Cristo ha resucitado de entre los muertos. Antaño Moisés había dicho al pueblo, a propósito de esta Vida: "Sentirás que tu vida estará pendiente de un hilo, temblarás día y noche» (Dt 28,66 tipos de Vulg)... Se trata allí de Cristo Señor, él mismo nos lo muestra en el Evangelio cuando dice: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 14,6). Se llama camino, porque conduce al Padre; verdad, porque condena la mentira; y vida, porque manda sobre la muerte: "¿Muerte, dónde está tu aguijón? ¿Muerte, dónde está tu victoria?"(1Co 15,55) Porque la muerte, que hasta ahora había vencido siempre, ha sido derrotada por la muerte de su vencedor. La Vida aceptó morir para derrotar a la muerte. Lo mismo que al amanecer las tinieblas desaparecen, así la muerte ha sido aniquilada cuando se levantó la Vida eterna...
        He aquí pues el tiempo de Pascua. Antaño, Moisés habló al pueblo diciendo: "Este mes será para vosotros el primer mes del año" (Ex 12,2)... El primer mes del año no es pues el del enero, donde todo estaba muerto, sino el tiempo de Pascua, dónde todo vuelve a la vida. Porque es ahora cuando la hierba de los prados, en cierto modo, resucita de la muerte, ahora que hay flores en los árboles, y que las vides brotan, ahora que el aire mismo parece feliz como si empezara un nuevo año... Este tiempo de Pascua es pues el primer mes, el tiempo nuevo, y en este día el género humano también es renovado. Porque hoy, en el mundo entero, pueblos innumerables resucitan por el agua del bautismo a una vida nueva...
        Nosotros pues, que creemos que el tiempo de Pascua es verdaderamente el año nuevo, debemos celebrar este día santo con gran felicidad, gozo, y alegría espiritual, con el fin de poder decir en toda verdad este estribillo del salmo: "Este es el día en que actuó el Señor; vivámoslo con alegría y gozo" (117,24).


San Cromacio de Aquilea (¿-407), obispo 
Sermón 17, segundo para la Noche de Pascua; SC 154

viernes, 30 de marzo de 2018

Cercanos, callejeros

«La cercanía es más que el nombre de una virtud particular, es una actitud que involucra a la persona entera, a su modo de vincularse, de estar a la vez en sí mismo y atento al otro. Cuando la gente dice de un sacerdote que «es cercano» suele resaltar dos cosas: la primera es que «siempre está» (contra el que «nunca está»: «Ya sé, padre, que usted está muy ocupado», suelen decir). Y otra es que sabe encontrar una palabra para cada uno. «Habla con todos», dice la gente: con los grandes, los chicos, los pobres, con los que no creen... Curas cercanos, que están, que hablan con todos... Curas callejeros… La cercanía es la clave del evangelizador porque es una actitud clave en el Evangelio»

Francisco
Homilía Misa Crismal
2018


Este es el servicio

Jesús termina su discurso diciendo: « Porque os he dado ejemplo, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis». Lavar los pies. Los pies en aquel tiempo eran lavados por los esclavos. Era un trabajo de los esclavos. La gente recorría las calles, no había asfalto, no había “sampietrini”; en aquel tiempo había polvo en el camino y la gente se ensuciaba los pies. Y en el ingreso de las casas estaban los esclavos que lavaban los pies. Era un trabajo de esclavos pero era un servicio: un servicio hecho por los esclavos. Jesús quiso hacer este servicio para darnos un ejemplo de cómo nosotros tenemos que servirnos los unos a los otros.

Una vez, cuando estaban en camino, dos de los discípulos que querían hacer carrera, pidieron a Jesús ocupar los puestos importantes, uno a su derecha y el otro a la izquierda, (cfr. Mc 10,35-45). Jesús los miró con amor -Jesús siempre miraba con amor - y les dijo: «No saben lo que piden». Los jefes de las naciones – dice Jesús – “dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad” (v.48) Pensemos, en aquella época de los reyes, emperadores, muchos crueles, que se hacían servir por los esclavos. Entre ustedes – dice Jesús - no debe ser así: el que quiera ser grande, que se haga servidor. El jefe vuestro debe ser vuestro servidor. Jesús revierte la costumbre sólida y cultural de aquella época y también la de hoy. El que manda debe ser un bravo jefe, sea donde sea, debe servir.

Pienso muchas veces – no en este tiempo porque cada uno está vivo todavía y tiene la oportunidad de cambiar vida y no podemos juzgar – pero pensemos en la historia: si tantos reyes, emperadores, jefes de estado hubieran entendido esta enseñanza de Jesús y en vez de dominar, ser crueles, matar gente, hubieran hecho esto: ¡cuántas guerras se hubieran evitado! El servicio: de verdad que hay gente que no facilita esta actitud, gente soberbia, gente odiosa, gente que tal vez nos desea el mal; pero nosotros estamos llamados a servirlos aún más. Y también hay gente que sufre, que está descartada por la sociedad, al menos por un tiempo, y Jesús va allí para decirles “tú eres importante para mí. Jesus viene a servirnos, y la señal que Jesús nos sirve hoy aquí, en la cárcel de Regina Coeli, es que ha querido elegir a doce de ustedes para lavarles los pies. Jesús arriesga por cada uno de nosotros. Jesús no se llama Poncio Pilato, no sabe “lavarse las manos”, sabe sólo arriesgar. Miren esta imagen tan bella: Jesús, inclinado entre las espinas, arriesgando herirse para agarrar a la oveja perdida. Hoy yo, que soy pecador como ustedes, pero que represento a Jesús, soy embajador de Jesús. Hoy cuando me incline ante cada uno de ustedes piensen: “Jesús ha arriesgado en este hombre, un pecador, para venir a verme y decirme que me ama”. Éste es el servicio, éste es Jesús: no nos abandona nunca, nunca se cansa de perdonar, nos ama tanto. ¡Miren como arriesga Jesús!

Y así, con este sentimiento, vamos adelante en esta ceremonia que es simbólica. Antes de darnos su Cuerpo y su Sangre, Jesús se arriesga por cada uno de nosotros, y arriesga en el servicio porque nos ama tanto.

Francisco
Homilía en la Carcel "Regina Coeli"

Jesús se arriesga por nosotros


«La señal que Jesús nos sirve hoy aquí es que ha querido elegir a doce de ustedes para lavarles los pies. Hoy yo, que soy pecador como ustedes, pero que represento a Jesús, soy embajador de Jesús. Hoy cuando me incline ante cada uno de ustedes piensen: “Jesús ha arriesgado en este hombre, un pecador, para venir a verme y decirme que me ama”. Éste es el servicio, éste es Jesús: no nos abandona nunca, nunca se cansa de perdonar, nos ama tanto. ¡Miren como arriesga Jesús!»

Francisco.
Homilía de la Cena del Señor en la cárcel.
29032018
viñeta del Papa: Leonan Faro

Mirar con la cruz con otros ojos






«El velo del templo se rasgó... y el hombre de la cruz perdió el aliento entregando su vida al Padre en el Misterio... Y la marabunta se desperdigaba en su abucheo ante un inocente que, llevado al cadalso sin culpa alguna, decidió morir por "muchos". Desde entonces miramos la Cruz con otros ojos. Y a ella nos abrazamos esperanzados, y en ella volcamos nuestros pecados, frustraciones y dolencias; y esperamos que alguna gota de su preciosa sangre se vierta sobre nosotros y sane tanta herida»

P. Carlos García Malo


El más bello de los hombres

“Jesús clavado en la Cruz es «el más bello de los hombres» porque ha amado hasta el extremo, anteponiendo la voluntad del Padre y la salvación de los hombres a la preservación de su belleza física y de su vida. Es la belleza del que se ha negado a sí mismo por amor, para vivir en todos y dar vida a todos... y «el Señor lo bendice eternamente»”

p. José María Prats

Meditación: Juan 18, 1–19, 42

Hoy recordamos el primer Viernes Santo, cuando nuestro Señor murió crucificado. 

Es día de silenciosa contemplación del sacrificio redentor de nuestro Salvador. San Alfonso Ligorio hizo la siguiente reflexión sobre la Pasión y Muerte de nuestro Señor:

“Cuando Cristo estaba a punto de morir exclamó ‘Todo está cumplido’ y mientras pronunciaba estas palabras, repasó en su mente todo el transcurso de su vida: todas las fatigas que había pasado, la pobreza, los dolores, los insultos, y se los ofreció a su Padre eterno por la salvación del mundo.

“Luego, volviendo la atención a nosotros, pareciera que repitiera ‘Todo está cumplido’, como si nos dijera ‘La redención de ustedes ha sido lograda; la justicia divina ha quedado satisfecha; el paraíso ha quedado abierto; ha llegado ‘la era del amor’. Al fin ha llegado el tiempo para que ustedes se rindan a mi amor. Ámenme, pues, porque no hay nada más que yo pueda hacer para que ustedes me amen. Ya ven lo que he hecho para ganarme su amor. Por ustedes he llevado una vida llena de tribulaciones y persecuciones. Ahora estoy contento de dejar que mi sangre se derrame, que me escupan la cara, que me despedacen la carne y me claven en la cabeza una corona de espinas. Solamente me falta morir por ustedes. Ven, oh muerte, te doy permiso para que me arrebates la vida para la salvación de mi rebaño. Y ustedes, rebaño mío, ámenme, ámenme, porque no puedo hacer nada más para que ustedes me amen.’” (XII.5)

Hoy, al leer la Pasión del Señor, hagamos nuestra propia meditación personal. Por ejemplo, Judas traicionó a Cristo; veamos cómo lo traicionamos nosotros cometiendo pecado tras pecado. Pedro actuó con cobardía cuando negó al Señor; veamos lo cobardes que también somos nosotros cuando otros blasfeman el nombre de Cristo y no hacemos nada o cuando no compartimos la fe que nos anima. Otras veces posiblemente imitemos a Poncio Pilato cuando preguntó “¿Y qué es la verdad?”, no porque quisiera conocerla, sino porque quería proteger su reputación. O tal vez actuemos como los soldados, cuando le clavamos los pies y manos al Señor y le traspasamos el costado con nuestros pecados.
“Amado Jesús, si en el pasado te he ofendido, tu muerte es mi esperanza. Pero solamente de ti puedo esperar el que yo permanezca fiel. Por tus méritos, Oh, Jesús mío, te pido perdón y de ti espero mi salvación.”

Gaudete et exsultate - Idea 27 de 35

27
Vive en austeridad, desatóntate y prepárate para desgastarte

Francisco advierte contra las trampas del consumismo hedonista, y también de los que quieren relajarse y descansar. Pide "desgastarse y cansarse intentando vivir las obras de misericordia". Cita a Teresa de Calcuta: "Dios depende de nosotros para amar al mundo y demostrarle lo mucho que lo ama. Si nos ocupamos demasiado de nosotros mismos, no nos quedará tiempo para los demás». 

"Será difícil que nos ocupemos y dediquemos energías a dar una mano a los que están mal si no cultivamos una cierta austeridad, si no luchamos contra esa fiebre que nos impone la sociedad de consumo para vendernos cosas, y que termina convirtiéndonos en pobres insatisfechos que quieren tenerlo todo y probarlo todo", avisa el Papa. 

Eso incluye desengancharse del "consumo de información superficial y las formas de comunicación rápida y virtual", que pueden ser "un factor de atontamiento que se lleva todo nuestro tiempo y nos aleja de la carne sufriente de los hermanos. En medio de esta vorágine actual, el Evangelio vuelve a resonar para ofrecernos una vida diferente, más sana y más feliz".

35 ideas de Gaudete et exsultate

UN TIEMPO DE AMISTAD

La adolescencia es un tiempo de amistad. Los amigos construyen un puente entre la calidez y la protección de la familia, y la nueva y aún no seleccionada tierra en la cual echarán sus raíces. La amistad es preciosa. Abre el corazón, da seguridad y permite que la gente tome riesgos. 

Jean Vanier - Cada persona es una historia sagrada, P 96


Oficio de Lectura - Viernes Santo

De las Catequesis de san Juan Crisóstomo, obispo

¿Deseas conocer el valor de la sangre de Cristo? Re- montémonos a las figuras que la profetizaron y recordemos los antiguos relatos de Egipto.

Inmolad —dice Moisés— un cordero de un año; tomad su sangre y rociad las dos jambas y el dintel de la casa. «¿Qué dices, Moisés? La sangre de un cordero irracional ¿puede salvar a los hombres dotados de razón?» «Sin duda —responde Moisés—: no porque se trate de sangre, sino porque en esta sangre se contiene una profecía de la sangre del Señor.»

Si hoy, pues, el enemigo, en lugar de ver las puertas rociadas con sangre simbólica, ve brillar en los labios de los fieles, puertas de los templos de Cristo, la sangre del verdadero Cordero, huirá todavía más lejos.

¿Deseas descubrir aún por otro medio el valor de esta sangre? Mira de dónde brotó y cuál sea su fuente. Empezó a brotar de la misma cruz y su fuente fue el costado del Señor. Pues muerto ya el Señor, dice el Evangelio, uno de los soldados se acercó con la lanza, le traspasó

el costado, y al punto salió agua y sangre: agua, como símbolo del bautismo; sangre, como figura de la eucaristía. El soldado le traspasó el costado, abrió una brecha en el muro del templo santo, y yo encuentro el tesoro escondido y me alegro con la riqueza hallada. Esto fue lo que ocurrió con el cordero: los judíos sacrificaron el cordero, y yo recibo el fruto del sacrificio.

Del costado salió sangre y agua. No quiero, amado oyente, que pases con indiferencia ante tan gran misterio, pues me falta explicarte aún otra interpretación mística. He dicho que esta agua y esta sangre eran símbolos del bautismo y de la eucaristía. Pues bien, con

estos dos sacramentos se edifica la Iglesia: con el agua de la regeneración y con la renovación del Espíritu Santo, es decir, con el bautismo y la eucaristía, que han brotado, ambos, del costado. Del costado de Jesús se formó, pues, la Iglesia, como del costado de Adán fue formada Eva.

Por esta misma razón, afirma san Pablo: Somos miembros de su cuerpo, formados de sus huesos, aludiendo con ello al costado de Cristo. Pues del mismo modo que Dios formó a la mujer del costado de Adán, de igual manera Jesucristo nos dio el agua y la sangre salidas de su costado, para edificar la Iglesia. Y de la misma manera que entonces Dios tomó la costilla de Adán, mientras éste dormía, así también nos dio el agua y la sangre después que Cristo hubo muerto.

Mirad de qué manera Cristo se ha unido a su esposa, considerad con qué alimento la nutre. Con un

mismo alimento hemos nacido y nos alimentamos. De la misma manera que la mujer se siente impulsada por su misma naturaleza a alimentar con su propia sangre y con su leche a aquel a quien ha dado a luz, así también Cristo alimenta siempre con su sangre a aquellos a quienes él mismo ha hecho renacer.

Rectitud de intención

"un medio importantísimo para permitir al Espíritu Santo que obre a través de nuestra predicación y, en general, a través de todo nuestro ministerio pastoral, es la rectitud de intención. El hombre ve lo externo, pero Dios escudriña las intenciones del corazón (cf. 1 Sam 16,7). Una acción vale para Dios lo que vale la intención con que se hace. El Espíritu Santo no puede actuar en nuestra evangelización, si el motivo de la misma no es puro. No puede hacerse cómplice de la mentira. No puede venir a potenciar nuestra vanidad.

Fray R. Cantalamessa
4ta. prédica de Cuaresma
2018

Dios marca nuestra historia - Clamor 3

Señor, te damos gracias por cuantos han ejercido en Recreo puestos de gobierno, de administración, de justicia.
Te agradecemos por tantos hombres y mujeres que han trabajado en instituciones públicas, y de servicio.
Por cuantos han estado en la creación de nuevas y variadas instituciones de bien público.
Te pedimos que sean muchos los llamados a ofrendar su tiempo,sus capacidades al servicio del hombre y la mujer de Recreo.Que sean muchos los que descubran el valor del servicio.
Te pedimos que sean protegidos de todo espíritu de injusticia,
de todo espíritu de provecho particular;
Presérvalos a la soberbia y la arrogancia;
Que el poder no cause estragos en su vida espiritual;
Que tengan un corazón dócil para descubrir en los desamparados, una vida a ser protegida y cuidada.
Otórgales sabiduría para tomar decisiones acordes al bien común.
Decisiones que hagan crecer en todos los habitantes los valores humanos y así edificar una sociedad más justa y solidaria.

Oremos
(De la guía de "Dios Marca nuestra historia")


RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 18,1-40.19,1-42.

Evangelio según San Juan 18,1-40.19,1-42. 
Jesús fue con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón. Había en ese lugar una huerta y allí entró con ellos. Judas, el traidor, también conocía el lugar porque Jesús y sus discípulos se reunían allí con frecuencia. Entonces Judas, al frente de un destacamento de soldados y de los guardias designados por los sumos sacerdotes y los fariseos, llegó allí con faroles, antorchas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que le iba a suceder, se adelantó y les preguntó: "¿A quién buscan?". Le respondieron: "A Jesús, el Nazareno". El les dijo: "Soy yo". Judas, el que lo entregaba, estaba con ellos. Cuando Jesús les dijo: "Soy yo", ellos retrocedieron y cayeron en tierra. Les preguntó nuevamente: "¿A quién buscan?". Le dijeron: "A Jesús, el Nazareno". Jesús repitió: "Ya les dije que soy yo. Si es a mí a quien buscan, dejEn que estos se vayan". Así debía cumplirse la palabra que él había dicho: "No he perdido a ninguno de los que me confiaste". Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al servidor del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja derecha. El servidor se llamaba Malco. Jesús dijo a Simón Pedro: "Envaina tu espada. ¿ Acaso no beberé el cáliz que me ha dado el Padre?". El destacamento de soldados, con el tribuno y los guardias judíos, se apoderaron de Jesús y lo ataron. Lo llevaron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás, Sumo Sacerdote aquel año. Caifás era el que había aconsejado a los judíos: "Es preferible que un solo hombre muera por el pueblo". Entre tanto, Simón Pedro, acompañado de otro discípulo, seguía a Jesús. Este discípulo, que era conocido del Sumo Sacerdote, entró con Jesús en el patio del Pontífice, mientras Pedro permanecía afuera, en la puerta. El otro discípulo, el que era conocido del Sumo Sacerdote, salió, habló a la portera e hizo entrar a Pedro. La portera dijo entonces a Pedro: "¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre?". El le respondió: "No lo soy". Los servidores y los guardias se calentaban junto al fuego, que habían encendido porque hacía frío. Pedro también estaba con ellos, junto al fuego. El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su enseñanza. Jesús le respondió: "He hablado abiertamente al mundo; siempre enseñé en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he dicho nada en secreto. ¿Por qué me interrogas a mí? Pregunta a los que me han oído qué les enseñé. Ellos saben bien lo que he dicho". Apenas Jesús dijo esto, uno de los guardias allí presentes le dio una bofetada, diciéndole: "¿Así respondes al Sumo Sacerdote?". Jesús le respondió: "Si he hablado mal, muestra en qué ha sido; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?". Entonces Anás lo envió atado ante el Sumo Sacerdote Caifás. Simón Pedro permanecía junto al fuego. Los que estaban con él le dijeron: "¿No eres tú también uno de sus discípulos?". El lo negó y dijo: "No lo soy". Uno de los servidores del Sumo Sacerdote, pariente de aquel al que Pedro había cortado la oreja, insistió: "¿Acaso no te vi con él en la huerta?". Pedro volvió a negarlo, y en seguida cantó el gallo. Desde la casa de Caifás llevaron a Jesús al pretorio. Era de madrugada. Pero ellos no entraron en el pretorio, para no contaminarse y poder así participar en la comida de Pascua. Pilato salió a donde estaban ellos y les preguntó: "¿Qué acusación traen contra este hombre?". Ellos respondieron: "Si no fuera un malhechor, no te lo hubiéramos entregado". Pilato les dijo: "Tómenlo y júzguenlo ustedes mismos, según la Ley que tienen". Los judíos le dijeron: "A nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie". Así debía cumplirse lo que había dicho Jesús cuando indicó cómo iba a morir. Pilato volvió a entrar en el pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: "¿Eres tú el rey de los judíos?". Jesús le respondió: "¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?". Pilato replicó: "¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?". Jesús respondió: "Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí". Pilato le dijo: "¿Entonces tú eres rey?". Jesús respondió: "Tú lo dices: yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz". Pilato le preguntó: "¿Qué es la verdad?". Al decir esto, salió nuevamente a donde estaban los judíos y les dijo: "Yo no encuentro en él ningún motivo para condenarlo. Y ya que ustedes tienen la costumbre de que ponga en libertad a alguien, en ocasión de la Pascua, ¿quieren que suelte al rey de los judíos?". Ellos comenzaron a gritar, diciendo: "¡A él no, a Barrabás!". Barrabás era un bandido. Pilato mandó entonces azotar a Jesús. Los soldados tejieron una corona de espinas y se la pusieron sobre la cabeza. Lo revistieron con un manto rojo, y acercándose, le decían: "¡Salud, rey de los judíos!", y lo abofeteaban. Pilato volvió a salir y les dijo: "Miren, lo traigo afuera para que sepan que no encuentro en él ningún motivo de condena". Jesús salió, llevando la corona de espinas y el manto rojo. Pilato les dijo: "¡Aquí tienen al hombre!". Cuando los sumos sacerdotes y los guardias lo vieron, gritaron: "¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!". Pilato les dijo: "Tómenlo ustedes y crucifíquenlo. Yo no encuentro en él ningún motivo para condenarlo". Los judíos respondieron: "Nosotros tenemos una Ley, y según esa Ley debe morir porque él pretende ser Hijo de Dios". Al oír estas palabras, Pilato se alarmó más todavía. Volvió a entrar en el pretorio y preguntó a Jesús: "¿De dónde eres tú?". Pero Jesús no le respondió nada. Pilato le dijo: "¿No quieres hablarme? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y también para crucificarte?". Jesús le respondió: " Tú no tendrías sobre mí ninguna autoridad, si no la hubieras recibido de lo alto. Por eso, el que me ha entregado a ti ha cometido un pecado más grave". Desde ese momento, Pilato trataba de ponerlo en libertad. Pero los judíos gritaban: "Si lo sueltas, no eres amigo del César, porque el que se hace rey se opone al César". Al oír esto, Pilato sacó afuera a Jesús y lo hizo sentar sobre un estrado, en el lugar llamado "el Empedrado", en hebreo, "Gábata". Era el día de la Preparación de la Pascua, alrededor del mediodía. Pilato dijo a los judíos: "Aquí tienen a su rey". Ellos vociferaban: "¡Que muera! ¡Que muera! ¡Crucifícalo!". Pilato les dijo: "¿Voy a crucificar a su rey?". Los sumos sacerdotes respondieron: "No tenemos otro rey que el César". Entonces Pilato se lo entregó para que lo crucificaran, y ellos se lo llevaron. Jesús, cargando sobre sí la cruz, salió de la ciudad para dirigirse al lugar llamado "del Cráneo", en hebreo "Gólgota". Allí lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado y Jesús en el medio. Pilato redactó una inscripción que decía: "Jesús el Nazareno, rey de los judíos", y la hizo poner sobre la cruz. Muchos judíos leyeron esta inscripción, porque el lugar donde Jesús fue crucificado quedaba cerca de la ciudad y la inscripción estaba en hebreo, latín y griego. Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: "No escribas: 'El rey de los judíos', sino: 'Este ha dicho: Yo soy el rey de los judíos'. Pilato respondió: "Lo escrito, escrito está". Después que los soldados crucificaron a Jesús, tomaron sus vestiduras y las dividieron en cuatro partes, una para cada uno. Tomaron también la túnica, y como no tenía costura, porque estaba hecha de una sola pieza de arriba abajo, se dijeron entre sí: "No la rompamos. Vamos a sortearla, para ver a quién le toca". Así se cumplió la Escritura que dice: Se repartieron mis vestiduras y sortearon mi túnica. Esto fue lo que hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: "Mujer, aquí tienes a tu hijo". Luego dijo al discípulo: "Aquí tienes a tu madre". Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa. Después, sabiendo que ya todo estaba cumplido, y para que la Escritura se cumpliera hasta el final, Jesús dijo: Tengo sed. Había allí un recipiente lleno de vinagre; empaparon en él una esponja, la ataron a una rama de hisopo y se la acercaron a la boca. Después de beber el vinagre, dijo Jesús: "Todo se ha cumplido". E inclinando la cabeza, entregó su espíritu. Era el día de la Preparación de la Pascua. Los judíos pidieron a Pilato que hiciera quebrar las piernas de los crucificados y mandara retirar sus cuerpos, para que no quedaran en la cruz durante el sábado, porque ese sábado era muy solemne. Los soldados fueron y quebraron las piernas a los dos que habían sido crucificados con Jesús. Cuando llegaron a él, al ver que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza, y en seguida brotó sangre y agua. El que vio esto lo atestigua: su testimonio es verdadero y él sabe que dice la verdad, para que también ustedes crean. Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice: No le quebrarán ninguno de sus huesos. Y otro pasaje de la Escritura, dice: Verán al que ellos mismos traspasaron. Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús -pero secretamente, por temor a los judíos- pidió autorización a Pilato para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se la concedió, y él fue a retirarlo. Fue también Nicodemo, el mismo que anteriormente había ido a verlo de noche, y trajo una mezcla de mirra y áloe, que pesaba unos treinta kilos. Tomaron entonces el cuerpo de Jesús y lo envolvieron con vendas, agregándole la mezcla de perfumes, según la costumbre de sepultar que tienen los judíos. En el lugar donde lo crucificaron había una huerta y en ella, una tumba nueva, en la que todavía nadie había sido sepultado. Como era para los judíos el día de la Preparación y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús. 

RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

Hoy es Viernes Santo. Un día «santo» porque en él se trasluce el misterio último del amor de Cristo. No se trata de un amor cualquiera: es el amor del que lo ha dado todo, confiando del todo, por salvar a todos.

Por más esperanza que albergue nuestra mirada, cuando nos llega la hora de la prueba, es difícil ver en el dolor, la injusticia y la muerte algo más que muerte, injusticia y dolor. En este sentido, el relato de la Pasión del Señor, aun cuando recoge palabras y gestos en los que asoma la luz de la Vida, constituye un catálogo abrumador de vejaciones, mezquindades, heridas y sombras de muerte en el que resulta casi imposible encontrar algo más. Todo parece perdido, al menos desde fuera. Sin embargo, si miramos más adentro en la espesura, al interior de esta vía dolorosa, emergen la conciencia, la libertad y la caridad del Hijo de Dios, que la transita. Así, para quien es capaz de «mantener la confesión de la fe», la andadura final de Cristo hacia la cruz está misteriosamente transida del humano amor de Dios.

Hay más amor allí donde el amor sufre su condena. Por paradójico que parezca, cuanto más se acerca Jesús a la vileza del mundo, más se eleva su oración confiada al Padre, más se ensancha su entraña misericordiosa. De ahí que la humillación de la cruz se haya convertido para nosotros en cauce de salvación; la cicatriz, en bálsamo medicinal. Salva el amor del que lo da todo: su cuerpo, su vida, su corazón entregado hasta el extremo. Salva el amor del que confía del todo: con su silencio, su súplica, su piedad sostenida hasta el final. Salva el amor del que busca a todos: por su intercesión, su perdón, su compasión extendida hasta el último lugar. No hay ninguna situación humana, por débil o empecatada que resulte, que quede lejos o fuera de las lágrimas y la oración de Jesucristo. Él ha descendido amorosamente al rincón más perdido de nuestra historia para, cargando sobre sí con toda crudeza nuestro pecado, abrirnos de una vez para siempre las puertas del Reino de su Padre. Sin excepción. «Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de su conocimiento»; por los trabajos de su cuerpo traerá el perdón, el injusto se saciará de su amor. Para bienaventuranza de todos –desde el discípulo amado al soldado insidioso- se derrama por siempre la sangre enamorada del Crucificado.

Dejemos hoy que el amor de Cristo llegue hasta nosotros en todo su misterio, que Jesús nos diga a cada uno: «Hoy estarás conmigo en el paraíso». Y al cerrarse sus ojos hacia la muerte, ¿se abrirán los nuestros hacia la Vida?

Fraternalmente:
Adrián de Prado Postigo, cmf.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

DICHOSOS LOS QUE SE REFUGIAN EN EL

“Dichosos los que se refugian en él”

     Bendito aquel que, para que yo pueda “hacer mi nido en los huecos de la peña” (Ct 2,14), se ha dejado perforar las manos, los pies y el costado. Bendito aquel que se ha abierto todo entero a mí para que yo pueda penetrar en el santuario admirable (Sl 41,5) y “me esconda en lo escondido de su morada” (Sl 26,5). Esta peña es un refugio…, dulce lugar donde anidan las palomas, porque los huecos tan abiertos de esta llagas sobre todo el cuerpo ofrecen el perdón a los pecadores y conceden la gracia a los justos. Es una estancia segura, hermanos, “una roca inaccesible y mi bastión contra el enemigo” (sl 60,4), el habitar, por una meditación constante y amorosa, en las llagas de Cristo nuestro Señor, el buscar en la fe y el amor hacia el Crucificado, un refugio seguro para nuestra alma, un refugio contra la vehemencia de la carne, las tempestades de este mundo, los asaltos del demonio. La protección de este santuario predomina sobre el prestigio de este mundo…

    Entra, pues, en esta peña, escóndete…, refúgiate en el Crucificado… ¿Qué es la llaga del costado de Cristo sino la puerta del arca abierta para los que serán preservados del diluvio? Pero el arca de Noé era solamente un símbolo; aquí, es la realidad; no se trata ya de salvar la vida mortal, sino de recibir la inmortalidad…

    Es pues bien justo que la paloma de Cristo, su hermosa (Ct 2,13-14)…, cante hoy con gozo sus alabanzas. Del recuerdo o de la imitación de la pasión, de la meditación de sus santas llagas, como de los escondrijos de la peña, su dulce voz resuena en los oídos del Esposo (Ct 2,14).

Beato Guerrico de Igny (c. 1080-1157), abad cisterciense 
4º sermón para los Ramos

jueves, 29 de marzo de 2018

Meditación: Juan 13, 1-15

Se puso a lavarles los pies a los discípulos
y a secárselos con la toalla que se había ceñido. 
Juan 13, 5


Hoy iniciamos el Triduo Pascual de la Semana Santa y recordamos el espléndido ejemplo de amor y humildad que dio el Señor a sus discípulos en la Última Cena: ¡El Rey de los reyes se rebaja para lavarnos los pies! ¿Quiénes somos nosotros para que el Señor de toda la Creación se preocupe de cada uno? En esto se ve la extraordinaria naturaleza del amor de Cristo: Un amor tan inmenso que lo movió a humillarse hasta tomar el lugar de siervo por nuestra salvación.

Pero ¿acaso no hemos repetido nosotros las palabras de Pedro tratando de impedir que el Señor nos purifique? Tal vez pensamos que no merecemos semejante amor, o tal vez creemos que en realidad no necesitamos que nos lave y nos purifique. Pero a cada uno Jesús nos dice: “Si no te los lavo, no podrás ser de los míos” (Juan 13, 8), o sea, si no le permitimos cuidarnos y purificarnos terminaremos separados de él.

Jesús quiere lavarnos, tanto en el Bautismo como en el diario vivir, para que podamos entrar en su presencia y experimentar su abrazo transformador. Aceptar este ofrecimiento significa aquietar el corazón y la mente; hacer un alto en los quehaceres diarios y presentarse ante el Señor con actitud de paz, reconociendo lo mucho que lo necesitamos. Claro que tenemos innumerables deberes y obligaciones que cumplir cada día, pero si dejamos que estas cosas nos llenen por completo, ¿qué lugar le daremos al Señor? Y ¿cómo podrá él darnos lo que necesitamos?

El Triduo Pascual son los tres días más trascendentales del cristianismo: La Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, en los que recordamos y celebramos la redención del ser humano. Si dedicamos tiempo extra para permanecer en presencia de Jesús en las diversas liturgias que se celebrarán en estos días, le daremos al Señor la oportunidad de lavarnos los pies y purificarnos; abriremos la puerta para que él actúe libremente en nuestro corazón, y toda vez que lo hagamos, nos iremos transformando un poco más en su propia imagen y así seremos capaces de lavar también los pies de nuestros semejantes.
“Señor mío Jesucristo, ayúdame a renunciar a todo lo que no me deja entregarme del todo en tus manos amorosas. Ven, Señor, y actúa libremente en mí.”
Éxodo 12, 1-8. 11-14
Salmo 116(115), 12-13. 15-18
1 Corintios 11, 23-26

fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros

CELEBRAR

Definitivamente, los festejos cumplen un rol para ayudar a las personas a aceptar los sufrimientos del día a día ofreciéndoles la posibilidad de relajarse y dejarse llevar. Mirarlos sólo como una forma de escapismo es no entender la naturaleza humana. Nuestro corazón humano necesita ir más allá de las limitaciones y frustraciones diarias del trabajo. Tenemos sed de una felicidad que parece inalcanzable en la tierra. Anhelamos lo infinito, lo universal, lo eterno -algo que nos de un sentido a la vida y sus fastidiosas rutinas diarias-. Una fiesta  es un signo del reino de los cielos.  Simboliza nuestras más profundas aspiraciones,  una experiencia de comunión total.
                                                                                 Jean Vanier, La Comunidad p. 314


Buen día, Espíritu Santo! 29032018


Salmo 115


Especial sintonia

"...cuando uno se rinde completamente a Dios, entonces, misteriosamente, Dios se rinde a él y le confía su Espíritu y su poder, del que ahora sabe que no abusará para sí mismo y para su gloria, ni para manipular a sus hermanos. Entonces sucede que las palabras que él pronuncia traspasan el corazón. Él mismo experimenta una autoridad que no viene de él. Con este propósito, aconsejo acercarse al sacramento de la reconciliación antes de cada compromiso importante de predicación. Estar libres de pecado sitúa en una especial sintonía con Dios."

Fray R. Cantalamessa
4ta. prédica de Cuaresma
2018

RESONAR DE LA PALABRA - Evangelio según San Juan 13,1-15.

Evangelio según San Juan 13,1-15. 
Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin. Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura. Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: "¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?". Jesús le respondió: "No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás". "No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!". Jesús le respondió: "Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte". "Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!". Jesús le dijo: "El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos". El sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: "No todos ustedes están limpios". Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: "¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes." 


RESONAR DE LA PALABRA

Queridos hermanos:

Hoy es Jueves Santo. Un día «santo» porque en él se trasluce el misterio último del amor del hombre. No se trata de un amor cualquiera: es el amor de los hermanos que se entregan la vida mutuamente.

No fue exactamente la fraternidad lo que rescató al pueblo de Israel de la esclavitud, sino la mano poderosa y protectora de YHWH, que escuchó la súplica de su pueblo y tuvo misericordia de sus hijos. No obstante, aquella acción liberadora de YHWH hizo posible la vida común entre los que caminaban en el desierto: el amor salvífico de Dios posibilitó el amor fraterno entre los hombres. Tampoco fue la fraternidad de los discípulos lo que se condensó en aquella «primera eucaristía» del cenáculo, sino la ofrenda radical que Jesús hizo de su vida y su persona bajo los signos sacramentales del pan y el vino. No obstante, aquel ofrecimiento irrestricto del Hijo hizo posible el servicio mutuo entre los hermanos: el amor salvífico de Dios volvió a posibilitar –entonces ya de un modo insuperable- el amor fraterno entre los hombres.

Donde el amor de Dios se hace más radical, allí hay que buscar la forma más lograda del amor del hombre. ¿Puede un ser humano amar más y mejor de lo que amó el Hijo de Dios a los pies de Pedro? Al arrodillarse Cristo delante de Pedro, Pedro quedó arrodillado delante de Juan y de Santiago y de Andrés y de Felipe... y hasta del Iscariote. La dádiva de Jesús instauró la fraternidad de sus discípulos. Y lo sigue haciendo cada día en su Iglesia: «Esto es mi cuerpo que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía».

Ahora bien, la lógica que hay detrás del misterio del amor humano no es la del ejemplo o la imitación. No se trata de intentar parecerse a Cristo en su mucho amor, sino de consentir que Él sitúe nuestros afectos en el plano de su propia entrega. En una palabra: tomar su pan y su cáliz y su toalla ha de transformarnos, de su suerte que en las venas de nuestro amor humano corra la sangre de su amor divino. Esa es la lógica del que ha ofrecido su sangre para que la nuestra vuelva a fluir. Fue la sangre de un cordero lo que salvó a los israelitas, mostrándoles que podían ser un solo rebaño en brazos del Buen Pastor. Ahora es la sangre del Pastor, que se hace cordero, la que nos salva. Ya no hay que temer que alguna oveja se pierda: todas pueden amarse y servirse con la fuerza del Cordero de Dios.

Dejemos hoy que el amor del hombre llegue hasta nosotros en todo su misterio, que Cristo nos diga a cada uno: «Si no te lavo los pies, no tienes nada que ver conmigo». Y al ver cómo vuelca la jofaina, ¿entraremos en la corriente viva de su pascua fraterna?

Fraternalmente:
Adrián de Prado Postigo, cmf.

fuente del comentario CIUDAD REDONDA

JESÚS, PAN SAGRADO

«Jesús, pan consagrado»

      De entre todos los recuerdos de Cristo el más digno de ser recordados es evidentemente el que se sitúa en aquella cena final, la Santa Cena en la cual no solamente el cordero pascual fue dado como comida pero adonde el Cordero inmaculado que quita el pecado del mundo se ofrece él mismo bajo las especies de pan «que contiene todas las delicias y la dulzura de todos los manjares.» (Sab 16:20) 

      Durante ese festejo, la dulzura de la bondad de Cristo brilla admirablemente: cena en la misma mesa y come el mismo plato, con aquellos pequeños pobres, sus discípulos, y con Judas, el traidor. 

      Un admirable ejemplo de humildad resplandece cuando el Rey de gloria, ceñido de un lienzo, lava con mucho cuidado los pies de aquellos pecadores, incluso de aquel que lo traiciona. 

       Admirable es también la generosidad de su magnificencia al dar su Cuerpo santo como comida y su Sangre como verdadera bebida a sus primeros sacerdotes y por consiguiente a toda la Iglesia y al mundo entero, afín  que lo que pronto iba a convertirse en un sacrificio agradable a Dios, y el precio inestimable de nuestra redención sea nuestro viático y nuestro apoyo. 

      En fin el admirable exceso de su amor brilla aún más  que todo por aquella tierna exhortación que, «amando a los suyos hasta el extremo» (Jn 13:1), les hace para reforzarlos en el bien, advirtiendo especialmente a Pedro para fortalecer su fe y ofreciendo con su pecho a Juan un suave y santo reposo. 

      ¡Todas estas cosas sí que son admirables y llenas de dulzura! al menos para el alma llamada a una tan excelente cena y que corre con todo el ardor de su espíritu, para poder hacer el grito del profeta: «Como anhela la cierva estar junto al arroyo, así mi alma desea, Señor, estar contigo.» (Sal 41:2) 


San Buenaventura (1221-1274), franciscano, doctor de la Iglesia 
El Árbol de la Vida (Obras espirituales, t. III, Soc. S. Francisco de Asís, París, 1932, pg. 81-82). (Trad. ©Evangelizo.org)

miércoles, 28 de marzo de 2018

CORAJE AL CONFESARSE

«Les quiero pedir una cosa: Que cada uno de ustedes tengan el coraje de ir a confesarse en estos días. Hagan una buena confesión»


Francisco
Audiencia General 28-03-18
Viñeta: Leonan Faro

Noches en Getsemani


"Hay que morir a uno mismo, dejarse lacerar el corazón, para acoger toda la voluntad del Padre, que es mucho más grande y distinta que la nuestra. Yo estoy persuadido de que existieron muchas noches de Getsemaní en la vida de Jesús, no sólo una. En ellas él luchaba con Dios, pero no para doblegar a Dios a su voluntad, como hacía Jacob en su lucha con Dios, sino para doblegar su voluntad humana a Dios y decir, ante cada nueva dificultad y exigencia: «Fiat, Sí». Después de estas noches, Jesús volvía a predicar a las multitudes y las multitudes decían, llenas de asombro: «¡Habla con autoridad! ¿De dónde le viene esta autoridad?»."
Fray Reniero Cantalamessa
4ta. predicación de cuaresma 2018