Esta oración vence y expulsa, poco a poco, el poder del demonio sobre nuestro corazón.
Entre las inefables y maravillosas características del divino Nombre de Jesús, también se encuentra el poder de echar los demonios, cosa que nuestro mismo Señor Jesucristo nos enseña (Marcos 16, 17). Y es que los demonios pueden venir a morar al hombre, de dos maneras distintas:
1. De forma sensible, cuando el espíritu maligno mora con su ser en el cuerpo del hombre, atormentando a cuerpo y alma. Así, en el hombre pueden convivir varios demonios (Marcos 5, 9). En este pasaje del Evangelio nos encontramos con un poseído. Recordemos que, partiendo de lo que nos relatan los Santos Evangelios, sabemos que nuestro Señor Jesucristo sanaba a los endemoniados. Asimismo, los Santos Apóstoles, imitando a nuestro Señor, expulsaban a los demonios, en el nombre de nuestro Señor Jesús.
2. De forma moral, el maligno pervive en el hombre cuando éste se dedica a cumplir con su voluntad. Así fue como “Satanás entró en Judas, el llamado Iscariote” (Lucas 22, 3), es decir que vino a dominar su mente y su voluntad, uniéndosele en espíritu. En este mismo estado se hallan —según su grado de pecado— todos aquellos que han sido bautizados en Cristo, pero se han alejado de Él por culpa de sus propias faltas. Así es como entienden los Santos Padres el retorno del demonio con otros siete espíritus, más terribles aún, al templo espiritual, del cual se ha apartado el Espíritu Santo, por causa de los pecados del hombre (Mateo 12, 43-45). Esos espíritus pueden ser expulsados por medio de la “Oración de Jesús”, si vivimos en una contrición permamente. Luego, debemos preocuparnos por echar todos los espíritus diabólicos que hayan entrado en nosotros, por negligencia y por causa de nuestros pecados, a través de la “Oración de Jesús”. Esta oración tiene el poder de resucitar a los muertos por el pecado y expulsar a los demonios (Juan 11, 25). Ciertamente, la “Oración de Jesús” primero revela la presencia de los demonios en el hombre, y después los echa. El poder del demonio empieza a desvanecerse cuando escucha el Nombre de nuestro Señor Jesucristo, invocado por el cristiano con sus oraciones. Es entonces cuando el demonio azuza las pasiones del hombre, buscando interrumpir su oración y asustarle. Los Santos Padres nos enseñan que la acción de las pasiones y el actuar de los demonios están estrechamente vinculados, porque los demonios obran por medio de las pasiones. Cuando, al repetir la “Oración de Jesús”, sintamos una cierta turbación y que se enardecen nuestras pasiones, no caigamos en la desesperanza ni nos perturbemos. Al contrario, llenémonos de valor y preparémonos para un esfuerzo más fuerte en la “Oración de Jesús”, sintiendo cómo empieza a producir frutos.
San Juan Crisóstomo dice.
“La invocación del Nombre de nuestro Señor Jesucristo incita al demonio a la lucha, porque el alma que se esfuerza con la Oración de Jesús podría obtenerlo todo. Pero, ante todo, (con la Oración de Jesús) el hombre es capaz de ver el mal que hay en su corazón, y después el bien. Esta oración hace evidente el pecado que hay en nosotros, destruyéndolo también. Esta oración vence y expulsa, poco a poco, el poder del demonio sobre nuestro corazón”.
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