Ten ánimo, hija de Sión, no temas: «He aquí que viene a ti tu rey: justo y victorioso, humilde y montado en un asno, en un pollino, cría de asna». Viene, el que está presente en todo y llena el universo, viene a ti para realizar en ti la salvación para todos. Viene el que «no ha venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan», para hacer salir del pecado a los que se han extraviado. No temas pues: «Dios está en medio de ti, eres inquebrantable». Levantando las manos acoge al que con sus manos ha dibujado tus murallas. Acoge al que ha asumido en sí mismo todo lo que es nuestro, excepto el pecado, para allegarnos hasta él... Alégrate, hija de Jerusalén, canta y danza de alegría... «Resplandece, porque viene tu luz, y la gloria del Señor se levanta sobre ti»
¿Cuál es esta luz? «La que ilumina a todo hombre que viene al mundo»: la luz eterna... aparecida en el tiempo; luz manifestada en la carne y escondida por su naturaleza; luz que envuelve a los pastores y conduce a los magos; luz que estaba en el mundo desde el principio, por quien el mundo se hizo y que el mundo no ha reconocido; luz que vino a los suyos y los suyos no la recibieron.
Y ¿cuál es la gloria del Señor? Sin ninguna duda es la cruz sobre la cual Cristo ha sido glorificado, él, el esplendor de la gloria del Padre. Él mismo lo dijo al acercarse su pasión: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él y le glorificará pronto». La gloria de la que habla aquí, es su subida a la cruz. Sí, la cruz es la gloria de Cristo y su exaltación. Dijo: «Cuando sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí».
Referencias bíblicas: Za 9,9; Lc 5,32; Ps 45,6; Is 60,1; Jn 1,9-11; He 1,3; Jn 13,31-32; Jn 12,32)
San Andrés de Creta (660-740), monje y obispo
Sermón para el día de Ramos; PG 97, 1002
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