Hay dos formas de preparar una predicación.
Puedo sentarme a la mesa y elegir yo mismo la palabra a anunciar y el tema a desarrollar basándome en mis conocimientos, preferencias, etc., y después, una vez preparado el discurso, ponerme de rodillas para pedir a Dios que le dé fuerza a mis palabras, que añada el Espíritu Santo a mi cultura. Es ya una buena cosa, pero no es el camino profético. Es necesario hacer lo contrario. Primero, ponerse de rodillas y preguntar a Dios qué palabra quiere decir; después, sentarse a la mesa y poner la propia cultura y los propios medios al servicio de Dios para dar cuerpo a esa palabra. Esto lo cambia todo: ya no se trata de una palabra mía, sino de la palabra de Dios; ya no es Dios el que debe hacer suya mi palabra, sino yo quien hago mía la palabra de Dios.
Fray Reinero Cantalamessa
4ta. prédica de Cuaresma - 2018
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