viernes, 25 de mayo de 2012

¡Ven, quiero ser encendido!



Ven Espíritu Santo, bautízame, quiero ser encendido por tu consuelo. Creo que cuando te acepté como Mi Señor, me volví uno contigo. Todo lo que eres, habita dentro de mí. Sé que mi vida, mis fuerzas nacen de tu amor.
Creo que cuando pida, tú Señor, me responderás con fuerza y sabiduría.
Clamo también para que derrames sobre mí tus dones de santificación, sabiduría, prudencia, coraje, ciencia. Reconozco que necesito de ellos en mi vida. Clamo y te pido que liberes en mi vida los dones carismáticos"

El don de discernimiento

Un don que no procede de la capacidad humana

El discernimiento es una habilidad o capacidad dada por Dios para reconocer la identidad (y muchas veces, la personalidad y la condición) de los “espíritus” que están por detrás de diferentes manifestaciones o actividades. Este don, esencial para la Iglesia, es generalmente concedido a los pastores del rebaño de Dios y a los que están en posición de guardar y de guiar.

Como podemos ver en la definición de arriba, ese don de Dios nos ayuda a percibir el origen de una intuición, de un pensamiento, la causa de un comportamiento – especialmente cuando este se nos presenta de forma extraña. El discernimiento, es un don “protector de la comunidad y protector de todos los otros dones”.
Como don (discernimiento de los espíritus) no procede de las capacidades simplemente humanas ni de deducciones científicas que podamos haber adquirido. “El discernimiento es intuición por la cual sabemos lo que, verdaderamente, es del Espíritu Santo
El discernimiento también puede ser visto como una especie de visión o sensibilidad; es una revelación espiritual de la operación de los diferentes tipos de espíritus en una persona o en una situación; es el medio por el cual Dios hace que los cristianos tomen conciencia de lo que está sucediendo.
Después de todas estas definiciones, nos podemos preguntar: ¿Cuál es el beneficio que nos da ese don, al ser usado de forma adecuada? ¿Cómo utilizarlo? ¿Cómo debe ser utilizado por las personas, cuando estas viven situaciones complejas? ¿Cómo deben proceder esas personas a partir de la orientación adecuada y segura que el discernimiento les dio?
El uso del don de discernimiento
El carisma en estudio nos permite actuar de forma correcta ante un hecho o situación que tenemos en mano, en el momento. Nos permite identificar la causa de esa situación especial, pudiendo, así, descubrir la raíz, lo que la origina, encaminándonos hacia una situación acertada y feliz.
El uso del don nos ayuda, por lo tanto, a conocer el espíritu, esto es, el principio animador (anima = lo que anima, mueve, moviliza, etc.). Con el, podemos llegar, con facilidad, al origen de una inspiración y confirmar de donde proviene:
Si proviene de Dios (o de Dios por medio de sus ángeles, sus mensajeros);
Si tiene origen en la mente humana (la cual puede estar sana, enferma, desequilibrada o alterada);
Si proviene de espíritus malos (del demonio o de influencias maléficas).
El discernimiento nos ayuda, también, a distinguir lo cierto de lo errado, lo verdadero de lo falso, orientando nuestras vidas en la fe y en la doctrina de Jesucristo. El Señor tiene para nosotros ese gran don, ese precioso don, que es el discernimiento de los espíritus. Mas allá que sea un don, que se nos da gratuitamente, es resultado, también, de nuestra caminata.
Necesitamos caminar y madurar y lo que nos torna maduros es la perseverancia, la oración, la Palabra de Dios y la docilidad. Y con la madurez también viene el discernimiento de los espíritus.
Que Dios te conceda este gran don. Tú puedes rezar ahoraSeñor Jesús, te pido el discernimiento de los espíritus. Necesito mucho de este don para no confundir todas las cosas. No quiero saber de nada malo, no quiero confundirme. Quiero ser guiado, conducido, orientado por  Ti. Dame, Señor, el don del discernimiento de los espíritus. Amen!”
Pido para ti la gracia de la caminata, del crecimiento, para que seas perseverante. Pido que, maduro, crecido y arraigado en Jesús, tengas todo el discernimiento para poder servir al Señor cada vez mejor, como bueno y prudente a quien el Señor puede confiar lo más preciado que tiene.
¡Ven, Espíritu Santo, y danos el don de discernir!
Padre Luizinho
Sacerdote de la Comunidad Canción Nueva
Traducido por: Exequiel Alvarez
fuente: Portal en español Canción Nueva.

domingo, 20 de mayo de 2012

Querer y pedir el Espíritu Santo


El Espíritu Santo que habita en ti, desde el día de tu bautismo, viene a orar y clama “Ven”. Nosotros recibimos el Espíritu porque oramos, pero oramos porque recibimos el Espíritu.
Que el sediento venga y que el hombre de buena voluntad reciba del agua de la vida. Es necesario tener sed de Dios. Aquel que tenga sed que venga”. Para recibir el Espíritu Santo es necesario querer. ¿Quieres verdaderamente ser lleno de Él? Es necesario querer de verdad, pues en un corazón de mala gana el Espíritu no puede entrar.
El Señor no tira puertas para entrar.
Solo entra en un alma que sea abre para Él.
Es necesario reconocerse necesitado.
Jesús no vino para los que se creen justos y buenos, sino para los necesitados, pobres y pecadores. Cuanto más necesitamos de Dios, más lo recibiremos. El Señor te llenará con todo el Espíritu que necesitas para este día, pero para eso es necesario vaciarse. Si quieres estar lleno de Dios, tienes que vaciarte de ti mismo. Entonces, Él te dará todo el Espíritu Santo que eres capaz de recibir.
Cuanto más necesitado estés, más vas a recibir.
“Por eso yo les digo: Pidan, y Dios les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y Dios les abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca encuentra, y al que llama, Dios le abre. ¿Qué padre entre ustedes, si su hijo le pide un pez, le da una serpiente en lugar del pescado? ¿O si le pide un huevo, le va a dar un alacrán? Pues si ustedes aun siendo malos, saben dar a sus hijos cosas buenas, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pida? (Lc 11, 9-13)
No existe, en esta vida, nada tan bueno como el don del Espíritu Santo para pidas.
Necesitas pedir y querer.
Esas dos cosas no son iguales, porque muchas personas piden sin querer; rezan, porque otro está rezando. Piden de la boca para afuera. Eso no es pecado, pero tampoco es bueno porque es preciso decir queriendo, decir con la boca lo que estás sintiendo en el corazón.
Nosotros no fuimos llamados por Dios para una experiencia sin vida, descalificada.
No tengo dudas y sé que tu tampoco de que el Espíritu Santo esta en tu corazón.
Hoy, el Señor quiere darte una efusión tan gran del Espíritu que las personas, cuando te vean, van a decir: “¿Qué paso contigo?”
Y, entonces, podrás responder:
“El Espíritu Santo poso sobre mi”.
Tú siempre tuviste el Espíritu Santo dentro, pero hoy, el Señor quiere dejar de ser un simple huésped. Él quiere darte más de lo que ya recibiste.
No puedes negarte a esa prueba de amor.
Será tanto amor derramado sobre tu corazón que va a ser imposible no experimentar el don de lágrimas. Vas a pisar las nubes, porque el amor hace temblar nuestras estructuras.
Cuando tú rezas, aquello que escuchaste o leíste acontece para ti.
Cuando clamas por el Espíritu Santo, todo podrá suceder.
¿Quién necesita y ha pedido a Dios por su sanación interior?
¿Quién clama por una liberación?
¿Quién necesita rezar por su familia?
Tu no tiene idea de lo que va suceder cuando pidas (queriendo) “¡Ven Espíritu Santo!”.
“¡Ven Espíritu Santo, bautízame, quiero ser encendido por tu consuelo!
Creo que cuando te acepté como Mi Señor, me volví uno contigo.
Todo lo que eres, habita dentro de mí.
Sé que mi vida, mis fuerzas nacen de tu amor.
Creo que cuando pido, tú Señor, me respondes con fuerza y sabiduría.
Clamo también para que derrames sobre mí tus dones de santificación, sabiduría, prudencia, coraje, ciencia.
Reconozco que necesito de ellos en mi vida.
Clamo y te pido que liberes en mi vida los dones carismáticos”

Marcio Mendes
Misionero de la Comunidad Canción Nuevo, formado en Teología
Fuente: Portal en español Canción Nueva

domingo, 13 de mayo de 2012

DANDO es como SE RECIBE


El ser humano es un ser social.

Esto es, un ser que no puede vivir solitario y totalmente desconectado de los otros.
Siempre es necesario estar en relación con los demás.
En ellos se encuentra la riqueza, la solidaridad,
la retroalimentación que requiere para poder ser feliz.
Somos conscientes que esa relación con el otro también puede ser conflictiva y problemática. Estar en relación con el otro supone apertura, renuncias, entregas, compromiso; y eso no siempre es posible.
¿Cómo tener unas buenas relaciones interpersonales?
Creo que la clave está en entender y comprender que el otro es un ser humano que quiere y necesita lo que normalmente nosotros necesitamos.
Es por esto que se habla mucho de la regla de comportamiento:
“No hagas al otro lo que no quieres que te hagan”.
1. Reconocimiento:
todos los seres humanos queremos sentirnos conocidos, aceptados, amados y valorados.
Nadie quiere pasar desapercibido por los otros o ser maltratado.
Si quieres tener una buena relación con los otros tendrás que aprender a sinceramente reconocer sus cualidades y capacidades y hacerle sentir que es una persona valiosa.
No estoy hablando de los ‘piropos lambones’ que a todos nos fastidian y no generan confianza, sino de aquellos comentarios agradables que para todos son caricias emocionales que siempre son bien recibidos.
No podemos pretender que el otro nos reciba bien si nuestros comentarios siempre son ofensivos, despectivos o simplemente buscan hacer sentir mal a la otra persona.
Cuando eres alguien capaz de reconocer los valores de las otras personas, estas abren su corazón para relacionarse bien contigo.

2. Esperanza:
el corazón humano se alimenta de esperanza.
El futuro siempre nos genera muchas expectativas y queremos sentir que en él nos va a ir bien, que todo saldrá mejor de lo que estamos viviendo ahora.
No queremos tener al lado a personas que siempre están manifestándose negativamente o que hacen del negativismo su bandera.
Si quieres buenas relaciones comparte esperanza con los otros, que tus palabras y tus actitudes comuniquen a los otros ánimo, fuerza, ganas.
Tienes que ser un auténtico luchador, pero a la vez alguien que con su alegría, su seguridad y su fortaleza comunique esperanza a los otros. Eso hará que ellos quieran tener una buena relación contigo.

3. Orientación:
todos necesitamos orientación y la andamos buscando.
Pero ¡ojo! No queremos esos seres humanos que andan repartiendo consejos sin que nadie se los pida y tratan de meterse en la vida de los demás.
Queremos seres humanos seguros de lo que hacen en su vida, inteligentes a la hora de exponer las ideas que gobiernan su proyecto de vida.
En una palabra, gente que sabe para dónde va, que sabe qué quiere.
El que tiene palabras claras para aquellos que, en un momento de confusión, piden una orientación.
Todos necesitamos a alguien que nos muestre el camino y sea capaz de indicarnos cuál es el mejor.

4. Solidaridad:
siempre todos esperamos que alguien nos ayude.
Si queremos tener buenas relaciones con los demás tenemos que estar dispuestos a colaborarles, a servirles y bendecirlos con nuestros comportamientos.
Lo que se da es lo que se recibe.
Muchas veces pretendemos que los otros nos ayuden,
pero no somos capaces de salir de nuestra comodidad para colaborarles en la construcción de sus soluciones y respuestas.
Todos queremos estar con gente colaborativa y solidaria.
Se trata de comprender que los otros quieren y necesitan, de alguna manera,
lo que nosotros queremos y necesitamos,
y que para tener unas buenas relaciones hay que saber comportarse con los demás,
porque estos, como nosotros,
no tienen por qué aceptar y aguantar ‘cualquier tipo de comportamiento’.

Pregúntate si eres una persona que tiene estas cuatro actitudes-propuestas anteriormente.

P. Alberto Linero Gómez, eudista

jueves, 10 de mayo de 2012

Un cántico nuevo


Salmo 95
“Cantad al Señor un cántico nuevo.”

A primera vista, éste es el mandamiento imposible.
¿Cómo cantar un cántico nuevo cuando todos los cantos,
en todas las lenguas, te han cantado una y otra vez, Señor?
Se han agotado los temas, se han probado todas las rimas,
se han ensayado todos los tonos.
La oración es esencialmente repetición,
y tengo que esforzarme para que parezca que no estoy diciendo las mismas cosas todos los días,
aunque sé muy bien que las estoy diciendo.

Estoy condenado a intentar la variedad
cuando sé que toda oración se reduce a la repetición de tu nombre
y a la presentación de mis ruegos.
Variaciones sobre un mismo tema.
¿Cómo puedes pedirme, en tales circunstancias, que te cante un cántico nuevo?
Sé la respuesta antes de acabar con la pregunta.
El cántico puede ser el mismo,
pero el espíritu con que lo canto ha de ser nuevo cada día.
El fervor, el gozo, el sonido de cada palabra
y el vuelo de cada nota han de ser diferentes cada vez que esa nota sale de mis labios,
cada vez que esa oración sale de mi corazón.

Ese es el secreto para mantener la vida siempre nueva,
y así, al pedirme que cante un canto nuevo me estás enseñando
el arte de vivir una vida nueva cada día
con la lozanía temprana del amanecer en cada momento de mi existencia.
Un cántico nuevo, una vida nueva, un amanecer nuevo,
un aire nuevo, una energía nueva en cada paso, una esperanza nueva en cada encuentro.
Todo es lo mismo y todo es distinto,
porque los ojos, que miran los mismos objetos que ayer,
son nuevos hoy.
El arte de saber mirar con ojos nuevos
me capacita para disfrutar los bienes de la naturaleza
en toda la plenitud de su pujante realidad.

Los cielos y la tierra y los campos y los árboles son ahora nuevos,
porque mi mirada es nueva.
Se me unen para cantar todos juntos el nuevo cántico de alabanza.

“Alégrese el cielo, goce la tierra, 
retumbe el mar y cuanto lo llena; 
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, 
aclamen los árboles del bosque delante del Señor, 
que ya llega, ya llega a regir la tierra.”

Éste es el cántico nuevo que llena mi vida
y llena el mundo que me rodea,
el único canto que es digno de Aquel
cuya esencia es ser nuevo en cada instante
con la riqueza irrepetible de su ser eterno.

“Cantad al Señor un cántico nuevo, 
cantad al Señor toda la tierra; cantad al Señor, 
bendecid su nombre, 
proclamad día tras día su victoria.”

P. Carlos Valles, sj

martes, 8 de mayo de 2012

El camino de la Sanación interior


En 1979, dirigí un retiro para chicas de una universidad católica de la India. Luego una de las chicas me escribió una carta diciéndome que su hermano salió de su casa y fue a vivir con los jipis a la ciudad de Goa, porque habían descubierto que él era drogadicto. Ella me pidió que orase por él para que volviera a casa.; Respondí su carta diciéndole: “No voy a orar para que él vuelva a casa, para volver como él se fue. Voy a hacer algo mejor: voy a rezar para que él tenga una total conversión para una vida nueva”.

sanacioncapa
No pasó mucho tiempo y ella me escribió contándome lo que había pasado. Ese muchacho fue a hacer un retiro con otros jóvenes que le dijeron: “Hay un retiro para Jóvenes y estamos yendo para pasarla bien. Vamos a llevar las drogas y las jeringas. También oímos decir que habrá muchas chicas”.
Pero fue en aquel retiro que el Señor cambió su vida. Èl entró en el proceso contemplo que llamamos cura interior.
Aquel retiro lo ayudó a encontrar las causas profundas de sus problemas, que es siempre el primer objetivo de la acción de Dios: ayudarnos a conocer del modo que él conoce, no de forma superficial, sino profundamente, nuestro corazón.
Él encontró la razón, el porqué de que toda su vida esté en una confusión: la muerte de su madre.
A los cinco años, su madre murió quemada delante de sus propios ojos intentando sacarle los fósforos con los que estaba jugando.
¡Pueden ustedes imaginar el trauma en esta criatura! Y su abuela todavía le decía: “Tú causaste la muerte de tu madre”.
Su padre era coronel del Ejército indio, no tenía tiempo para dedicar a las criaturas y las envió a la casa de sus parientes para que cuidasen de ellas. Y ellos tuvieron que enviarlas a escuelas de internados.
El pequeño joven Mateo sufrió demasiado, odiaba a todo. Cuando llegó a la universidad todo ese resentimiento salió hacia fuera y comenzó a hacer cosas erradas.
Los jóvenes, normalmente, hacen cosas erradas solamente para herir o provocar a alguien. Es como un tipo de venganza. Él comenzó a fumar, beber, tomar drogas.. Un día, cuando su padre fue a una reunión a la escuela, se enteró de que el joven había faltado casi el año entero, fue a dar clases solo tres días. Le contaron que su hijo era drogadicto y lo castigó físicamente, por eso Mateo se fue de la casa.
En el retiro Mateo descubrió las razones por las cuales su vida estaba de es modo. Era la muerte de su madre que él ya tenía olvidada.
En segundo lugar, aquel retiro ayudó a remover los bloqueos para su cura. Perdonó a todos: a Dios por haberlo dejado sin madre, a su madre por haber muerto y haberlo dejado solo, a su abuela, a su padre. Pidió perdón a los profesores de la escuelas y a las personas a las que él había herido. Renunció a las prácticas ocultas que estaba practicando. Él había llevado al retiro unos pequeños ídolos hindúes que siempre tenía en su bolso como protección, y en la noche del primer día de retiro, los sacó y tiró al río.
Este fue el segundo paso de la cura interior: remover los bloqueos de falta de arrepentimiento, falta de perdón y de haber participado de prácticas ocultas.
A partir de ese día Mateo entró en el tercer paso de la cura interior que es alabar a Dios.
Mateo alabó al Señor diciendo: “Padre del cielo, no sé cómo te llevaste a mi madre cuando yo era tan pequeño. Sé que nunca voy a descubrir por qué pasó esto conmigo, y tampoco quiero saberlo. Solo quiero alabarte porque, en tu plan maravilloso para que mi vida, esto pudo haber sido la mejor cosa que me sucedió”.
Alabar significa: entregar nuestros problemas al Señor. Pero primero es necesario aceptar que esto viene de Él, agradeciendo de corazón.
¿Como supe yo que Mateo estaba curado? Antes no podía siquiera pronunciar el nombre de su madre, y ahora pasó a dar testimonio de su muerte. Faltaba a los exámenes de la escuela, no llevaba sus estudios en serio y luego se volvió el mejor alumno de la universidad. Además, se encontraba frecuentemente con su padre.
Hoy su familia es una de las más importantes del Catolicismo de la India. Todos están en la Renovación Carismática.
Mateo fue a otra universidad y me escribió invitándome a dar un retiro para los profesores y los directores. Yo pensé que ningún profesor vendría al retiro de la Renovación, pensé que solo tal vez uno o dos. Pero todos, los cien profesores y los diez padres de aquella universidad fueron. Aquel joven estaba predicando en el retiro junto conmigo para sus propios profesores, porque ellos vieron mucho cambio en su vida.
Seis años atrás recibí una llamada de él diciéndome que después de sus estudios en la universidad hizo un examen donde estaban inscriptas cincuenta mil personas para un cargo muy importante en el gobierno de la India. Fue él escogido y las bendiciones comenzaron a llegar a su vida. Él me dijo: “Padre, ahora soy gerente de una gran industria de la India; pero rece por mí, estoy yendo para las islas Mauricio; fui nombrado como gerente allá”.
Un año más tarde él me telefoneó pidiéndome para que fuese a las islas Mauricio a predicar en un encuentro carismático. Fui hasta allá en 1997 y nuevamente en 1998. Había muchos grupos de oración en francés y él comenzó a implantar la Renovación en inglés. Pude ver el inmenso bien que estaba haciendo allá.
Hoy está casado y tiene cuatro hijos pequeños. Es el líder de la Renovación Carismática en todo el país y está llevando a personas hacia el Señor. El obispo de aquel país tiene total confianza en él.
Este es el efecto del perdón, del arrepentimiento y de la cura interior. Cuando te encuentras con Jesús en la eucaristía, lo que Dios hizo en la vida de Mateo puede hacerlo en la tuya.
He visto en todos estos años que Dios con frecuencia usa instrumentos arruinados, pecaminosos, débiles, rechazados, para el trabajo de evangelización, de cura, al servicio del pueblo. Pero son instrumentos que fueron restaurados, curados y llenados del poder del Espíritu Santo para realizar el trabajo que Dios les confió.
Del libro: “Pasos para la sanación”
Padre Rufus Pereyra
fuente: Portal en español CANCIÓN NUEVA

lunes, 7 de mayo de 2012

La vid y la vida


El tiempo pascual nos asegura una vez mas que Jesús ha resucitado.
En las hermosas lecturas de los últimos cuatro domingos de Pascua, el Señor nos quería manifestar que él no está muerto o ausente. Al contrario, él está vivo y accesible. Como hemos visto, a pesar de que eso parece demasiado bello para ser verdadero, a pesar de que somos lentos para creer por la pobreza de los testigos como Tomás, a pesar de que no siempre nos damos cuenta de que el buen pastor se preocupa verdaderamente por nosotros. Jesús nos repite hoy la hermosa y siempre actual noticia de que él está vivo. Y algo mucho más importante: que él es la vida de nuestra vida.
De eso nos habla hoy con una sublime imagen de la viña.
La viña es la frecuente y preferida imagen bíblica. Pero, esta vez, en las palabras de Jesús se siente una grande novedad : “yo soy la vid y ustedes son sarmientos”. En Cristo el Creador llega a ser la creatura, el alfarero la arcilla, el dueño el siervo. En fin, el viñador llega a ser la vid. Dios se une al hombre para ser su linfa vital. Llego a ser consiente que Dios es la fuente de cada suspiro mío. En cada momento él da la vida a todo mi ser. Estoy vivo porque vivo en Dios.
En Paraguay no he encontrado las viñas, aunque cada día en la misa pronuncio las palabras de bendición a Dios “por el fruto de la vid que será para nosotros bebida de salvación”. Tal vez se comprendería mejor la imagen de la corriente eléctrica. Mira, todos los aparatos eléctricos tan simples como una bombilla de luz o sofisticados como esta computadora en la cual escribo y en la cual tú estás leyendo este texto no podrían funcionar sin una fuerza impetuosa del agua que corre y mueve las turbinas de las empresas de Itaipú y Yacyretá. Así, nosotros mismos damos frutos sólo “conectados” a la linfa vital que de Jesús corre en mi vida.
La imagen de la viña, además, nos explica dos importantes condiciones para poder dar el fruto de la vid y de la vida: potar y morar.
Cortes
No nos gusta mucho esta idea.  Pero, en realidad, si verdaderamente queremos que la vid lleve los frutos, ella se debe podar. Los sarmientos se deben cortar en el punto justo para que todas las energías se concentren en el futuro racimo de uvas. En este lugar del corte aparece una gota, como una lágrima. Es doloroso, pero necesario.
Estoy escribiendo esto y estoy pensando contigo por qué debe ser así. ¿Por qué la vida nos poda tan fuertemente con las desilusiones, fatigas, enfermedades? ¿Es verdaderamente necesario todo este dolor y sacrificio? Admito que solo Dios tiene la respuesta completa y plausible. Nosotros solo intuimos de las palabras de Jesús que Dios nos invita a vivir estos cortes pensando positivamente. Como posibilidad, como inversión, como esperanza, como promesa, como futuro.
A veces se deben podar las cosas malas.  Miedos. Preocupaciones inútiles. Las ansiedades innecesarias. Los malos hábitos de perder mucho tiempo con las vanidades. Las ocasiones del pecado Todo eso que quiere oscurecer tu fe y confianza en Dios. Córtalos y elimínalos de tu vida, sabes que en ellas no eres fuerte. Corta y líbrate de todo eso que te aleja de Dios, de la verdadera felicidad y santidad de vida. Ordena en tu vida las prioridades y las cosas secundarias.
Aunque pensabas que no o te sorprende debo decirte que a veces sí, se debe elegir y cortar también entre las cosas buenas.
A veces debes sacrificar algún buen partido de futbol con los amigos para preparar bien tu examen del día siguiente, rechazar una buena ocasión del segundo trabajo para no herir a tu familia que te necesita más en casa, postergar la realización de un buen deseo de instalar el aire acondicionado para cambiar antes los neumáticos de tu coche para mayor seguridad tuya y de otros contigo…en mil situaciones cotidianas debes cortar también algo bueno para dar mejor fruto.
Comprendemos, en fin, que para dar buen fruto, rico de color y sabor, debemos a su momento y en su lugar elegir, decidir y cortar.
Permanecer
Para llevar el buen fruto en la vida, Jesús nos pide permanecer en él. “El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer”.
Permanecer o morar es la respuesta del hombre a la invitación de Dios. Se trata de morar en su Palabra, en la comunión, en el estado de gracia. Radicar la vida en la cepa que es Cristo. Es mucho más que la simple emoción o cercanía, es un intercambio vital, una relación duradera, una complicidad esencial, una amistad fiel.
Nos revela Jesús que a Dios no debemos buscarlo lejos. Dios ya esta en nosotros. Está aquí dentro de ti. Y como siempre en la vida, nos quedamos ahí donde nos sentimos bien. Un hombre permanece ahí donde respira el aire de libertad y de amor. Donde se sabe reconocido. Donde siendo amado, aprende y empieza a amar.
Muchas veces eso ocurre en nuestro corazón al entrar en oración sin que nos demos cuenta. Que no te sorprenda esto. La vid, en realidad, nace y se desarrolla lejos de las miradas, en la oscuridad, en las profundidades, en las zonas de tu vida resguardadas del ruido, de la curiosidad, del juego de los intereses egoístas, de la exhibición de las apariencias.
Es el privilegio del encuentro con Jesús y de la permanencia en él. Acéptalo.
Es posible
No se si también a ti te parece todo eso un poco difícil. Pero indudablemente es posible y funciona.
Eso nos comprueban tantos ejemplos. Uno de estos es la vida de un pequeño hombre, alto apenas 1.35m, pero un gran santo que celebraremos en estos días: san Leopoldo. En ocasión de la canonización de este sacerdote franciscano, el papa Juan Pablo II dijo algo que tiene mucho que ver con nuestra reflexión: “A los ojos humanos, la vida de este santo se asemeja a un árbol al que una mano invisible y cruel le hubiera cortado todas las ramas una tras otra”.
Te explico por qué.
El padre Leopoldo fue un sacerdote imposibilitado para predicar por un defecto de pronunciación. Era un sacerdote que ansiaba dedicarse a las misiones, y hasta el final esperó el día de partir, que no le llegó porque tenía una salud muy endeble. Era un sacerdote de un gran espíritu ecuménico que se ofreció con entrega diaria como víctima al Señor para que se restableciera la unidad plena entre la Iglesia latina y las orientales separadas aún; pero vivió su vocación ecuménica de una manera totalmente oculta. ¿Y te preguntas en tu interior: qué le quedó a san Leopoldo? ¿A quién y para qué sirvió su vida?
Le quedaron los hermanos y hermanas que habían perdido a Dios y que esperaban en la fila frente a la chiquita habitación del padre para pedir perdón consuelo, paz y serenidad. A estos «pobres» san Leopoldo devolvió la vida, pues con ellos sobre todo celebró incansablemente horas y horas cada día el sacramento de la reconciliación.
¿Ves?, Dios tenía el proyecto bien preciso para la vida de Leopoldo. Así, “podar” y “morar” han santificado su vida y la vida de los otros que encontraba. Así mismo, Dios tiene un designio para tu vida. A pesar que los cortes de la vida a veces hacen nacer las lágrimas en tus ojos, debes saber que Dios no te abandonará
jamás y cuidará siempre tus caminos. Solo permanece en él y tu vida llegará a buen éxito.
Creo firmemente y repito persistentemente: “Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman” (Rom 8,28). Como en la vida de san Leopoldo. Como en tu vida.
Cree.
Es posible.
 Pbro. Mislav Hodzic
fuente PORTAL CANCIÓN NUEVA EN ESPAÑOL