Hay pocas cosas tan dolorosas en la vida como la traición. Al experimentarla, el traicionado vive el desengaño de saber que un amigo, un familiar, la pareja o un compañero de trabajo nunca le tuvo amor, aprecio o consideración, y sea cual fuere la razón que motiva este acto -que mucho califican de bajeza- el dolor permanece aunque se pase página y se logre el perdón y la reconciliación con el traidor.
“El que traiciona se engaña a sí mismo y falla a parte de la lealtad que unía a los involucrados, lo cual rompe un compromiso”, asegura Ana Simó, psicóloga clínica y terapista sexual y familiar. Añade que la traición es sinónimo de mentira, pues técnicamente traicionar es renegar con palabras o acciones un compromiso de lealtad hacia una persona o hasta una idea, asociación o grupo de pertenencia.
La traición puede llevar a una persona a defraudar a su familia, sus amigos, su religión o hasta un grupo étnico. Simó expresa que a quien o quienes son traicionados, les invade tristeza, molestia e impotencia, pues entre el traidor y su víctima han existido acuerdos y algún nivel de confianza.
Entonces Jesús le dijo: Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?”. Esta frase bíblica del libro de Lucas, capítulo 22 versículo 48, refleja la reacción de Jesús ante la traición de Judas, uno de sus doce discípulos, a su salida del Monte de los Olivos. Este fue el inicio de la dolorosa travesía del hijo de Dios de regreso al cielo. También Pedro cometería una traición posteriormente: negar a su maestro.
La traición de Judas a Jesucristo es icónica, pero no es la única en la Biblia. No olvidemos a Sansón, jefe hebreo cuya fuerza descomunal quitaba el sueño a los filisteos. Pero la desdicha le llegó de manos femeninas: su nombre era Dalila y Sansón estaba enamorado, coyuntura que aprovecharon los filisteos, cuyos príncipes ofrecieron monedas de plata a la joven si descubría dónde radicaba la fuerza del héroe. Cuando la traidora conoció el secreto de su cabellera, se la cortó mientras dormía.
Maquiavelo consideraba que la traición es el único acto injustificable de los hombres, y llegó a afirmar que los traidores son los únicos seres que merecen las torturas del infierno sin nada que pueda excusarlos. Pero obviamente creo que todo traidor merece el perdón, “aunque no necesariamente implique que la herida se cierre y la otra persona se quede a su lado ”.
La traición es una. Simó puntualiza que lo que cambia es a quién y cómo ocurre ésta. No es lo mismo dejar una religión, casarse con una persona de una raza distinta, serle infiel a la pareja o impedir el ascenso de un compañero. Cada persona o comunidad se comportará diferente ante estas acciones, pero todos coincidirán en que ha sido una traición hacia ellos.
Sin embargo, “No todas las traiciones impactan igual, todo dependerá de la persona traicionada y su grado de madurez, pues quien traiciona en realidad a quién hace daño es a sí mismo”
Ese daño que sobreviene al traicionar, cuando se hace consciente provoca una revolución interna capaz de alejar al traidor de esa funesta cualidad. Simó advierte que quien ha pasado por ese camino y ha decidido que no desea eso en su vida, “no se lo haría a nadie pues entendería que se lo está haciendo a sí mismo”. Como humanos, aprendemos de los errores para no repetirlos, por ende, quien ha entendido y aceptado el problema, trabajará por una solución sobre la base de la importancia del compromiso, la lealtad, la verdad y la honestidad.
fuente: Renovación carismática en Canarias
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