Comentando sobre el don del libre albedrío, el filósofo griego Heráclito escribió: “El contenido de tu carácter lo eliges tú. Día a día, lo que decides, lo que piensas y lo que haces es en quien te conviertes.” Efectivamente, todos podemos decidir qué tipo de vida vamos a llevar. Incluso si nos toca afrontar circunstancias muy adversas, libremente podemos escoger cómo vamos a reaccionar ante ellas. Sabiendo esto, de nosotros depende que seamos felices o infelices en la vida.
Como vemos en el Evangelio de hoy, nuestra condición en la vida eterna también depende de lo que nosotros mismos decidamos. Resulta claro cuál será el destino que les espera a quienes deciden rechazar a Dios: “Allí será el llanto y la desesperación.” Pero no es Dios quien los lanza al fuego como mala hierba; son ellos mismos los que se niegan a recibir la misericordia divina. Naturalmente, usan su libertad, el libre albedrío, para decidir pero de un modo equivocado. Dios sigue amándolos, pero ellos tienen que aceptar aquel amor.
Nosotros, los que estamos leyendo estas líneas, ya nos hemos entregado al Señor, pero siempre podemos decidir lo que queremos hacer. ¡Esa es la belleza del libre albedrío! Podemos hacer mucho más que evitar la cizaña. Podemos ser como el trigo y dar una gran cosecha para el Señor. Cuando cooperamos con la gracia de Dios, día a día, podemos tomar decisiones que nos ayuden en nuestra santificación. ¡Cada uno de nosotros lleva la luz del Señor en el corazón, pero tenemos que decidir cuánto la dejamos brillar!
Lo mejor que usted puede decidir hoy, para que su luz resplandezca, es mantenerse en comunión con su Padre celestial. Deje que él le ame, le enseñe y forme su conciencia. Dígale cuánto usted lo ama y cuánto lo necesita. Pídale sabiduría y gracia para cada situación en la que se encuentre hoy y en el futuro. Pídale que disipe cualquier duda o temor que pretenda hacerle caer e impedirle llevar una vida santa y fructífera. ¡Deje que su luz brille a través de usted! Si lo hace, no hay duda de que usted dará fruto para su Reino.
“Gracias, Señor y Salvador mío, por amarme a pesar de mis faltas y errores. Concédeme, Señor, que todas mis decisiones sean inspiradas por tu Espíritu Santo, y que todas ellas den gloria a tu santo Nombre.”Jeremías 14, 17-22
Salmo 79(78), 8. 9. 11. 13
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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