¡Desapego de todo aquello que nos quita libertad! El apego a las cosas y a las personas genera en nosotros mucha angustia. El que vive apegado a personas o cosas no disfruta, se angustia, porque siempre está latente la posibilidad de perderlo.
Las cosas pueden deteriorarse, romperse, nos las pueden robar…Las personas no son posesiones nuestras. “Soy tuyo o tuya” dejémoslo para las canciones románticas. Nadie es posesión de nadie... El AMOR más auténtico entre dos personas, reflejo del amor de Dios, es darse al otro con generosidad, sin perder la individualidad, sin dejar de ser quien se es, sin asfixiar ni dejarse asfixiar.
La libertad interior, que es fruto de la confianza es lo único que garantiza la felicidad. La lucha interna que padece quien está apegado es tan grande que puede llegar a amargar la vida.
P. Javier Rojas sj
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