Oren sin cesar. San Pablo en realidad no quiere decir que debamos pasarnos todo el día haciendo oración.
Lo que quiere decir es que hay que tener una actitud de oración. Nos pide que tratemos de estar conscientes de Dios durante todo el día, sin importar lo que estemos haciendo.
Esto de todas maneras parece un poco drástico, pero piensa en la Virgen María. Trata de imaginarte lo que ella debe haber pensado unos días antes de que Jesús naciera. Como cualquier madre encinta, ella probablemente estaba atenta a cada movimiento que hacía el niño en su vientre. Imagínate que ella se tocaba y se sonreía cada vez que el bebé se movía, ¡y a veces pateaba fuerte! Imagínate que a veces tenía que cambiar de posición cuando estaba sentada, se cuidaba cuando caminaba, se preocupaba de dormir lo suficiente y preparaba el hogar para la llegada de su hijito. Todo era para cuidar la vida que iba creciendo en su interior.
Así como María estaba alerta a los movimientos del bebé, nosotros también podemos estar alertas a las mociones del Espíritu Santo dentro de nosotros. Por supuesto, esto era más fácil para María, pues todo su cuerpo había cambiado durante el embarazo, y no había cómo desentenderse de la presencia del Niño. Así que no te sientas mal si te resulta difícil.
Aquí proponemos una manera de percibir mejor la presencia de Dios durante el día. Trata de dedicar un tiempo cada día a pensar en el Señor. Tal vez, puedes comenzar la mañana con un momento de oración y luego hacer un alto cada tres o cuatro horas y hacer oración. En la noche, puedes encomendarte al Señor poco antes de dormir.
Tus oraciones tampoco tienen que ser difíciles. Solamente reza el Padre Nuestro, dale gracias a Dios por alguna bendición recibida y pídele perdón si tienes algún pecado en tu mente. Con el tiempo, te sentirás más cerca del Señor. Incluso, ¡puedes llegar a percibir su acción en tu corazón, así como María lo sintió en su vientre!
“Amado Señor Jesús, ayúdame a permanecer a tu lado todo el día.”
Isaías 61, 1-2. 10-11
(Salmo) Lucas 1, 46-50. 53-54
Juan 1, 6-8. 19-28
fuente: Devocionario Católico La Palabra con nosotros.
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