Mateo 1, 20
Vale la pena considerar que José bien pudo haber desistido de casarse con María. Pero ¿qué habría pasado entonces? No habría tenido el privilegio de educar y formar a Jesús y verlo crecer; no habría estado presente para ayudar a María y cuando se hubiera dado cuenta de quién era Aquel que ella llevaba en su interior, se habría lamentado durante toda su vida.
Pero debido a que José obedeció a Dios, pasó a formar parte para siempre de la historia de la salvación. Para alguien que nunca dijo una palabra en la Escritura, el “sí” que él dio fue muy importante. En efecto, completó la Sagrada Familia, y nos dio un retrato conmovedor de confianza, entrega y fe.
No es muy probable que nuestras decisiones sean tan decisivas como las de José, pero de todas maneras implican decir sí o no, y también aceptar un futuro posible y cerrar la puerta a una variedad de otras posibilidades. Esta es la hermosura de nuestro libre albedrío: Cada vez que le decimos que sí a Dios, incluso en las cosas más pequeñas, estamos dando un paso más por el camino que él nos ha presentado, el sendero que nos lleva al cielo. No sólo eso, pero cada vez que le decimos que sí a Dios, él nos contesta que sí también, nos llena de su gracia, nos reafirma su presencia y nos hace un poquito más semejantes a su Hijo Jesucristo.
El Padre siempre nos está llamando y cada llamada incluye las decisiones sencillas de cada día, pero el hecho de decir que sí en cada una de estas pequeñas decisiones nos ayuda a prepararnos para las decisiones más importantes que Dios nos pida tomar.
Esto es similar a lo que sucedió con José. Era un hombre justo, que trató de decir que sí al Señor en todos los aspectos de su vida: en su taller de carpintería, en el hogar con su familia, en la plaza pública y en el secreto de su corazón (Mateo 1, 19). Cada una de estas pequeñas decisiones lo fortalecieron y así pudo decir que sí a Dios en la decisión más importante de su vida. No olvidemos nunca que cada sí que le damos a Dios está lleno de gracia y poder. Dile que sí a Dios, hermano, especialmente cuando se trate de hacer lo que el Señor te ha mostrado como su voluntad.
“Padre celestial, ayúdame a permanecer fiel a ti en todas las cosas para que yo te siga a donde tú quieras llevarme.”
Jeremías 23, 5-8
Salmo 72(71), 1-2. 12-13. 18-19
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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