Se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas… como ovejas sin pastor.Mateo 9, 36
En el Israel antiguo, por todas partes se veía a los pastores y sus ovejas. Cuando era época de trasladar a los rebaños de un lugar a otro, el pastor llamaba a las ovejas y ellas reconocían su voz y lo seguían. En el Evangelio de hoy, Jesús dice a sus discípulos que los habitantes de los pueblos y aldeas vecinas eran como “ovejas perdidas.” En realidad, la apariencia exterior de las ovejas de hoy es de personas normales, que tratan de llevar una vida de respeto a las leyes y costumbres sociales y de ganarse lícitamente el sustento.
Pero Jesús ve las necesidades insatisfechas que llevan en el corazón, y quiere que ellas lo conozcan y aprendan a reconocer su voz. Por eso envía a sus discípulos.
Hoy, como lo hizo hace 2000 años, Jesús llama a sus ovejas perdidas a través de nosotros, sus discípulos de hoy. Y nos pone en el camino de personas que se encuentran atribuladas, heridas y con necesidad de palabras amables o de una mano amiga. La presencia reconfortante y la voz compasiva que podamos ofrecerles pueden abrir caminos de confianza con estas “ovejas”.
Mientras te preparas para la Navidad, piensa en las personas que tú conoces que necesitan escuchar la voz tierna del buen pastor. ¿Hay algo que tú puedas hacer para que seas un eco de aquella “voz” y se sientan atraídos al Señor? Trata de resistir el impulso de criticar o usar palabras de censura. Más bien, trata de decir siempre algo alentador o constructivo. Trata de imitar la manera amorosa y atractiva como te imaginas que Dios hablaría contigo, y de esa manera tendrás buenos resultados.
Si alguien nuevo llegó a la parroquia, tal vez puedes invitarlo a tomar café después de la Misa y conocerlo un poco. Escucha lo que te cuente acerca de su familia, su trabajo y su situación en la vida. Tu actitud inofensiva y amistosa puede abrir la puerta para que se sienta cómodo y llegue a involucrarse más en la vida de la parroquia.
Jesús te está enviando a ti a apacentar sus ovejas; deja que los demás escuchen la voz misericordiosa de Cristo cuanto te escuchen a ti.
“Jesucristo, mi Señor y mi Dios, tú eres el buen pastor. Ayúdame a llegar a las ovejas perdidas, para que también tengan parte en la vida abundante que tú me has dado a mí.”
Isaías 30, 19-21. 23-26
Salmo 147(146), 1-6
fuente Devocionario Católico La Palabra con nosotros
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