Hoy día celebramos una de las maneras en que Dios dio cumplimiento a la promesa que nos hizo por boca del profeta Zacarías.
En diciembre de 1531, Dios envió a su mensajera especial, la Virgen María, a los pueblos nativos del territorio que hoy conocemos como México. Ella se apareció de una forma conocida para los locales, como una joven ataviada con atuendos nativos corrientes.
Pero también hay algo más acerca de la historia de Guadalupe y no sólo las conversiones dramáticas. Los misioneros europeos se habían sentido tentados a imponer su cultura y su religión de diferentes maneras sobre los pueblos conquistados. Naturalmente, aceptar el Evangelio significa también cambiar de vida, porque uno no puede hacerse cristiano y seguir practicando la poligamia o participar en borracheras y rencillas. Pero tampoco significa tener que entonar sólo cantos gregorianos ni celebrar la Santa Misa en una gran catedral. Jesús había venido a liberar a los pueblos del pecado, pero también a darles libertad, para que ellos expresaran su forma de culto y adoración a su propio modo, de acuerdo con su cultura nativa.
¿Te ha tocado ir a Misa en un país de diferente idioma o cultura? Esta puede ser una experiencia iluminadora de cómo nuestra Iglesia Católica es tanto local como universal. Tal vez uno no entienda el idioma de las lecturas o la homilía, y probablemente tampoco reconozca los himnos que se cantan, pero sí se puede seguir lo que sucede en la liturgia con estos nuevos hermanos.
Procura aprovechar oportunidades como éstas cada vez que puedas. Por ejemplo, puede ser una liturgia televisada, o cuando te encuentres de viaje en otro país, o incluso en una parroquia en la que se celebra la Misa en un idioma diferente. O quizás puedas ampliar tus horizontes a través de la música o el arte. Por ejemplo, puedes investigar las numerosas maneras en que Nuestra Señora ha sido representada en pintura y escultura, desde Nairobi (Kenia) hasta Nagasaki (Japón) y desde Częstochowa (Polonia) hasta Chechenia.
Dios es infinitamente más grande de lo que nos imaginamos y él nos ha llamado a formar parte de su familia, que está dispersa por todo el mundo.
“Santa María, Señora mía, ayúdame a aprender a alabar la grandeza de nuestro Señor como lo hacen todos tus hijos.”
(Salmo) Judit 13, 18-19
Lucas 1, 26-38
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