Sermón: Interiormente había perdido el camino
Sermón 59 (atribuido), Apéndice: PL 65, 929
Saulo fue enviado al camino de Damasco para volverse ciego, ya que si se queda ciego, encontrará el verdadero Camino (Jn 14,6). Pierde la vista corporal, pero su corazón es iluminado, para que la verdadera luz brille a la vez en los ojos de su corazón y en los de su cuerpo. Es enviado a su interior, para buscarse. Erraba en su propia compañía, viajero inconsciente, y no se encontraba porque interiormente había perdido el camino.
Por eso oyó una voz que le decía: desvía tus pasos del camino de Saulo, para encontrar la fe de Pablo. «Quítate la túnica de tu ceguera y revístete del Salvador» (Ga 3,27). Quise manifestar en tu carne la ceguera de tu corazón, con el fin de que puedas ver lo que no veías, y que no seas semejante a «los que tienen ojos y no ven, orejas y no oyen» (Sal 113,5-6). Que Saulo se vuelva con sus cartas inútiles (Hch 22,5), para que Pablo escriba sus epístolas tan necesarias. Que Saulo, el ciego, desaparezca para que Pablo llegue a ser la luz de los creyentes...
¿Pablo, quién te transformó así? ¿Quieres saber quién hizo esto? Un hombre llamado Cristo... Ungió mis ojos y me dijo: «ve a la piscina de Siloé, lávate, y recobra la vista. Fui allá, me lavé, y ahora veo» (Jn 9,11). ¿Por qué este asombro? El que me creó, me ha recreado; con el poder con que me creó, ahora me ha curado; yo había pecado, pero Él me purificó.
Ven pues, Pablo, y deja allí al viejo Saulo, pronto vas a ver a Pedro. Ananías, toca a Saulo y danos a Pablo; deja bien lejos al perseguidor y envía a misión al predicador: los corderos no le tendrán miedo, las ovejas de Cristo se alegrarán. Toca al lobo que perseguía a Cristo, para que ahora, con Pedro, lleve a apacentar a las ovejas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario