"Ahora... puedes dejar a tu siervo irse en paz"
«El Reino de Dios está cerca» (Lc 21,31). El Reino de Dios, muy queridos hermanos, ya desde ahora está cerca. Junto con el fin del mundo se anuncia ya la recompensa de la vida, el gozo de la salvación eterna, la seguridad sin fin y el gozo del paraíso que antiguamente habíamos perdido. Y las realidades del cielo suceden a las realidades humanas, las grandes a las pequeñas, las eternas a las temporales. ¿Hay de qué inquietarse, razones para temer el futuro?...
En efecto, está escrito "el justo vivirá por su fe". Si sois justos, si vivís de la fe, si creéis verdaderamente en Jesucristo, ¿por qué no os alegráis de estar llamados a ir al encuentro de Cristo..., puesto que creéis firmemente en la promesa de Dios y estáis destinados a estar con Cristo? Tomad como ejemplo a Simeón, el justo: ha sido verdaderamente justo y ha cumplido los mandamientos de Dios. Una inspiración divina le había enseñado que no moriría sin antes ver a Cristo, de tal manera que cuando Cristo niño fue al Templo con su madre, Simeón iluminado por el Espíritu Santo, vio claro que había nacido el Salvador, tal como se le había predicho; y en tal situación comprendió que su muerte era inminente.
Gozoso ante esta perspectiva y seguro desde entonces de ser llamado por Dios para estar con Él, tomó al niño en sus brazos y, bendiciendo al Señor, exclamó: "Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador". Entonces experimentó y dio testimonio de que la paz de Dios es para sus siervos, que éstos gozan de las dulzuras de la quietud y la libertad cuando, alejados de los tormentos mundanos, adquieren el refugio y la seguridad eternas... Es solamente entonces cuando el alma encuentra la verdadera paz, el descanso total, las seguridad duradera y perpetua.
San Cipriano (c. 200-258)
obispo de Cartago y mártir
Sobre la muerte, 2-3
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