viernes, 4 de diciembre de 2020

Quiero ver!


Meditación: Mateo 9, 27-31
Lo siguieron dos ciegos.
Mateo 9, 27

¿Ves lo que yo veo? Según una canción popular, el viento le hizo esta pregunta al corderito en la noche en que Jesús nació. El viento vio a la estrella danzar en el cielo nocturno, celebrando el milagro de Belén. Es una escena de entusiasmo y asombro, una visión celestial que ve algo más que solamente otra estrella.

Posiblemente puedas imaginar a los ciegos del Evangelio de hoy diciendo algo similar. ¿Ves lo que yo veo? Desde luego, ellos sabían que todos los que estaban a su alrededor eran capaces de ver la belleza de la creación. Pero imagina a estos dos hombres hablando sobre una visión celestial, preguntándose: ¿Ves al Mesías? ¿Aquel que proclama la misericordia de Dios y que ofrece sanidad adonde quiera que vayas? ¿Puedes ver con los ojos de tu corazón?

Fácilmente ves con una visión terrenal a tu familia, vecinos y compañeros de trabajo, incluso tus obligaciones y dificultades. Pero en Navidad, Dios te ayuda a ver las cosas que tus “ojos terrenales” nunca pueden percibir. Te muestra un bebé que es Dios, una mujer embarazada que es una virgen sin pecado original y una estrella que es una señal de salvación. Te ayuda a verte a ti mismo y a quienes te rodean de forma distinta: como hijos amados por los que Jesús considera que vale la pena morir y que son templos de su Espíritu Santo.

¿Cómo podemos agudizar nuestra visión espiritual? Imitando a estos dos hombres ciegos. Cuando escucharon hablar sobre Jesús, creyeron que él los podía sanar, siguieron a Jesús, gritando hasta que él se detuvo y se volvió a ellos. Entonces, cuando les preguntó si creían que él podía sanarlos, ellos con confianza respondieron que sí. Y con eso, sus ojos se abrieron.

Podemos seguir a Jesús con la misma clase de fe, y perseverar en pedirle que abra nuestros ojos. Solo necesitamos dedicar tiempo a la oración diaria y a la lectura de la Palabra. Podemos ser vigilantes arrepintiéndonos de todos los pecados que nos nublan la consciencia. Y podemos esforzarnos por tratar a las personas que nos rodean con el amor y el respeto que ellos merecen. Esta fórmula simple abrirá tus ojos y te hará preguntar a otros: “¿Ves lo que yo veo?”


“Señor, abre los ojos de mi corazón, ¡quiero verte!”

Isaías 29, 17-24
Salmo 27 (26), 1. 4. 13-14

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